29 de agosto de 2023

MINILECTURA. LOS CUENTOS DE CANTERBURY: "EL CUENTO DE LA COMADRE DE BATH".


En los viejos tiempos del rey Arturo, cuya fama todavía pervive entre los naturales de Gran Bretaña, todo el reino andaba lleno de grupos de hadas. La reina de los Elfos y su alegre cortejo danzaba frecuentemente por los prados verdes. Según he leído, ésta es la vieja creencia; hablo de hace muchos centenares de años; pero ahora ya no se ven hadas, pues actualmente las oraciones y la rebosante caridad cristiana de los buenos frailes llenan todos los rincones y recovecos del país como las motas de polvo centellean en un rayo de sol, bendiciendo salones, aposentos, cocinas y dormitorios; ciudades, burgos, castillos, torres y pueblos; graneros, alquerías y establos; esto ha ocasionado la desaparición de las hadas. En los lugares que frecuentaban los elfos, ahora andan los frailes mañana y tarde, musitando sus maitines y santos oficios mientras rondan por el distrito. Por lo que, actualmente, las mujeres pueden pasear tranquilamente junto a arbustos y árboles; un fraile es al único sátiro que encuentran, y todo lo que éste hace es quitarles la honra.
Pues bien, sucedió que en la corte del rey Arturo había un caballero joven y alegre. Un día que, montado en su caballo, se dirigía a su casa después de haber estado dedicándose a la cetrería junto al río, se topó casualmente con una doncella que iba sin compañía y, a pesar de que ella se defendió como pudo, le arrebató la doncellez a viva fuerza.
Esta violación causó un gran revuelo. Hubo muchas peticiones de justicia al rey Arturo, hasta que, por el curso de la ley, el caballero en cuestión fue condenado a muerte. Y hubiese sido decapitado (tal era, al parecer, la ley en aquellos tiempos) si la reina y muchas otras damas no hubieran estado importunando al rey solicitando su gracia, hasta que al fin él le perdonó la vida y lo puso a merced de la reina para que fuese ella a su libre albedrío la que decidiese si debía ser ejecutado o perdonado.
La reina expresó al rey su profundo agradecimiento y, al cabo de uno o dos días, encontró la oportunidad de hablar con el caballero, al que dijo:
-Os encontráis todavía en una situación muy difícil, pues vuestra vida no está aún a salvo; pero os concederé la vida si me decís qué es lo que las mujeres desean con mayor vehemencia. Pero, ¡ojo! Tened mucho cuidado. Procurad salvar vuestra cerviz del acero del hacha. No obstante, si no podéis dar la respuesta inmediatamente, os concederé el permiso de ausentaros durante un año y un día para encontrar una solución satisfactoria a este problema. Antes de que os pongáis en marcha, debo tener la certeza de que os presentaréis voluntariamente a este tribunal.

1 de junio de 2023

8 de enero de 2023

MINILECTURA: "HERMES Y APOLO", de ROGER LANCELYN GREEN


2. HERMES Y APOLO,
in "Relatos de los héroes griegos", de 1958.

Allí, junto a los rocíos a mi vera,
contempla el paso gallardo de un joven,
con tocado de plumas en la frente,
que empuña un báculo dorado.
  
Con labios donde baila la risa
pero que ni una vez responden,
y pies que vuelan alados,
y vara de serpientes rodeada.
         A. E. HOUSMAN, El guía risueño.
  

Ya antes de la gran guerra contra los Titanes vagaban los hombres por la faz de la tierra, y esa época fue la Edad de Oro, cuando el trigo crecía sin necesidad de siembra o de arado, y todos los animales vivían de la fruta o del pasto. La Edad de Oro vino y se fue, pues hombres y mujeres no hacían sino comer y beber, holgando por el maravilloso jardín del mundo y muriendo sin que nacieran niños.

Luego vinieron los hombres de la Edad de Plata, y con ellos el mal y la perfidia por culpa de Crono y los Titanes. Estos hombres también fueron barridos de la superficie del mundo y aprisionados en el Tártaro con sus malvados hacedores.

Cuando por fin Zeus estableció su trono en el Olimpo, con lo que concluyó la gran guerra entre dioses y Titanes, hizo venir a su presencia a Prometeo, el Titán bueno.

—Ve —le ordenó— y con arcilla moldea al hombre. Dale la figura misma y la apariencia de los Inmortales, que yo le insuflaré la vida. Luego le enseñarás todas las cosas que necesite conocer, para que pueda rendir pleitesía a los Inmortales y erigir templos en su honor. Mas tendrá una vida breve, tras la cual descenderá al reino de Hades, mi hermano, para someterse a él.

Prometeo cumplió lo que se le había encomendado. Fue hasta un lugar de Grecia llamado Panopeo, no muy lejos de Delfos, al nordeste, y con arcilla roja dio forma al hombre. A continuación Zeus insufló su hálito vital en estos hombres de arcilla, y dejó que Prometeo les enseñara cuanto precisaran para su existencia.

—Les proporcionarás todo cuanto te parezca procedente —le advirtió Zeus—, mas no debes entregarles el fuego, pues la llama sagrada está reservada para los Inmortales. ¡Si me desobedeces, tu destino será más terrible que el de los demás Titanes del Tártaro!