10 de mayo de 2020

MINILECTURA. CANTAR DE MÍO CID y CASTILLA de MANUEL MACHADO.


Vamos a hacer una lectura comparada entre un texto de entre los siglos XII-XIII (modernizado) y un texto que recrea la misma escena del siglo XX.

TEXTO 1. CANTAR DE MIO CID (fragmento)

16   Nuestro Cid Rodrigo Díaz     en Burgos con su gente entró.
Es la compaña que lleva,     de sesenta, con pendón.
Por ver al Cid y a los suyos,     todo el mundo se asomó.
Toda la gente de Burgos     a las ventanas salió,
20   con lágrimas en los ojos     tan fuerte era su dolor.
Todos diciendo lo mismo,    en su boca una razón:
—¡Dios, qué buen vasallo el Cid!    ¡Así hubiese buen señor!

Aunque de grado lo harían,     a convidarlo no osaban.
El Rey don Alfonso, saben,     ¡le tenía tan gran saña!
25   Antes que fuese la noche     en Burgos entró su carta,
con órdenes muy severas,     y fuertemente sellada;
mandaba en ella que al Cid     nadie le diese posada,
y aquel que allí se la diese,     supiese, por su palabra,
que perdería lo suyo     y aun los ojos de la cara,
30   y además de cuanto digo,     las vidas y las sus almas.
Gran dolor el que sentían     aquellas gentes cristianas.
Y escóndense así del Cid,     sin osar decirle nada.
El Campeador, entonces,     se dirigió a su posada
Y en cuanto llegó a la puerta     se la encontró bien cerrada.
35   Mandatos del rey Alfonso,     pusieron miedo en la casa,
y si la puerta no rompe,     no se la abrirán por nada.
Allí las gentes del Cid     con voces muy altas llaman.
Los de dentro, que las oyen,    no respondían palabra.
Aguijó el Cid su caballo     y la puerta se llegaba;
40   del estribo sacó el pie,     y con fuerte golpe llama.
No se abre la puerta, no,     pues estaba bien cerrada.
Nueve años tiene la niña     que ante sus ojos se planta:
¡Campeador, en buen hora    que habéis ceñido la espada!
Orden del rey lo prohíbe,    anoche llegó su carta,

45   con prevenciones muy grandes,     y venía muy sellada.
A abriros nadie osaría,     nadie os acoge, por nada.
Si no es así, lo perdemos     lo nuestro y lo de casa,
y además de lo que digo     los ojos de nuestras caras.
Ya veis, Cid, que en nuestro mal    vos no habéis de ganar nada;
50   que el Creador os valga     con todas sus gracias santas.
Esto la niña le dijo    y se entró para su casa.
Ya lo ve el Cid que del Rey     no cabía esperar gracia.
Alejóse de la puerta,     por Burgos picando pasa;
llegó hasta Santa María     y allí del caballo baja.
Con gran fervor se arrodilla     y de corazón rogaba.
Acabada la oración,     en seguida el Cid cabalga.

[López Estrada, Francisco (versión modernizada y ed.). Cantar de Mío Cid. Castalia: Odres Nuevos, 2012).


Puede escuchar este fragmento, recitado en castellano antiguo por el actor José Luis Gómez, en este vídeo de la RAE (minutos 9 a 11), así como el texto anterior y siguiente.