25 de septiembre de 2015

LAS COMPAÑÍAS DE TEATRO EN EL SIGLO XVII.


En "El viaje entretenido", de Agustín de Rojas Villandrando (Madrid, Emprenta [sic] Real, 1603) hallamos el mejor testimonio contemporáneo acerca de los tipos de compañías existentes (concretamente en el Libro I, donde Solano nos explicará las ocho que conoce, pues "yo tengo más de treinta años de comedia"), detallando el nombre, número de actores, cómo se desplazan, repertorio de obras que tienen, dónde realizan su representación y cuánto tiempo permanecen en el lugar, amén de otras cuestiones sobre su modo de vida, alimentación, etc.

Vamos a exponer su texto y explicarlas, junto a la imagen visual de estas postales tituladas "las compañías de teatro en el Siglo de Oro" de Carlos J. Arroyo, que documentan la evolución de la compañía de cómicos:

BULULÚ.

"El bululú es un representante solo, que camina a pie y pasa su camino, y entra en el pueblo, habla al cura y dícele que sabe una comedia y alguna loa: que junte al barbero y sacristán y se la dirá porque le den alguna cosa para pasar adelante. Júntanse éstos y él súbese sobre un arca y va diciendo:
«agora sale la dama» [cambiando el timbre de la voz, y haciendo como voz en "off"] y dice esto y esto; y va representando, y el cura pidiendo limosna en un sombrero, y junta cuatro o cinco cuartos, algún pedazo de pan y escudilla de caldo que le da el cura, y con esto sigue su estrella y prosigue su camino hasta que halla remedio."

Se cita en el "Diccionario de Autoridades" que Quevedo, en las "Zahurdas de Plutón", los llamaría "los bufones en racimo son los faranduleros miserables de bubulú"

ÑAQUE.

"Dos hombres, de entrambos, éstos hacen un entremés, algún poco de un auto, dicen unas octavas, dos o tres loas, llevan una barba de zamarro, tocan el tamborino y cobran a ochavo y en esotros reinos a dinerillo (que es lo que hacíamos yo y Ríos); viven contentos, duermen vestidos, caminan desnudos, comen hambrientos y espúlganse el verano entre los trigos y en el invierno no sienten con el frío los piojos."

GANGARILLA.

"Gangarilla es compañía más gruesa; ya van aquí tres o cuatro hombres, uno que sabe tocar una locura; llevan un muchacho que hace la dama, hacen el auto de 'La oveja perdida', tienen barba y cabellera, buscan saya y toca prestada (y algunas veces se olvidan de volverla), hacen dos entremeses de bobo, cobran a cuarto, pedazo de pan, huevo y sardina y todo género de zarandaja (que se echa en una talega); éstos comen asado, duermen en el suelo, beben su trago de vino, caminan a menudo, representan en cualquier cortijo y traen siempre los brazos cruzados."

CAMBALEO.

"Cambaleo es una mujer que canta y cinco hombres que lloran; éstos traen una comedia, dos autos, tres o cuatro entremeses, un lío de ropa que le puede llevar una araña; llevan a ratos a la mujer a cuestas y otras en silla de manos; representan en los cortijos por hogaza de pan, racimo de uvas y olla de berzas; cobran en los pueblos a seis maravedís, pedazo de longaniza, cerro de lino y todo lo demás que viene aventurero (sin que se deseche ripio); están en los lugares cuatro o seis días, alquilan para la mujer una cama y el que tiene amistad con la huéspeda dale un costal de paja, una manta y duerme en la cocina, y en el invierno el pajar es su habitación eterna. Éstos, a mediodía, comen su olla de vaca y cada uno seis escudillas de caldo; siéntanse todos a una mesa y otras veces sobre la cama. Reparte la mujer la comida, dales el pan por tasa, el vino aguado y por medida, y cada uno se limpia donde halla: porque entre todos tienen una servilleta o los manteles están tan desviados que no alcanzan a la mesa con diez dedos."

GARNACHA.

"Compañía de garnacha son cinco o seis hombres, una mujer que hace la dama primera y un muchacho la segunda; llevan un arca con dos sayos, una ropa, tres pellicos, barbas y cabelleras y algún vestido de la mujer, de tiritaña. Éstos llevan cuatro comedias, tres autos y otros tantos entremeses; el arca en un pollino, la mujer a las ancas gruñendo, y todos los compañeros detrás arreando. Están ocho días en un pueblo, duermen en una cama cuatro, comen olla de vaca y carnero, y algunas noches su menudo muy bien aderezado. Tienen el vino por adarmes, la carne por onzas, el pan por libras y la hambre por arrobas. Hacen particulares a gallina asada, liebre cocida, cuatro reales en la bolsa, dos azumbres de vino en casa y a doce reales una fiesta con otra."

BOJIGANGA.

"En la bojiganga, van dos mujeres y un muchacho, seis o siete compañeros, y aun suelen ganar muy buenos disgustos, porque nunca falta un hombre necio, un bravo, un mal sufrido, un porfiado, un tierno, un celoso ni un enamorado: y habiendo cualquiera de éstos, no pueden andar seguros, vivir contentos, ni aun tener muchos ducados. Éstos traen seis comedias, tres o cuatro autos, cinco entremeses, dos arcas, una con hato de la comedia y otra de las mujeres. Alquilan cuatro jumentos, uno para las arcas y dos para las hembras, y otro para remudar los compañeros a cuarto de legua (conforme hiciere cada uno la figura y fuere de provecho en la chacota). Suelen traer, entre siete, dos capas, y con éstas van entrando de dos en dos, como frailes. Y sucede muchas veces, llevándosela el mozo, dejarlos a todos en cuerpo. Éstos comen bien, duermen todos en cuatro camas, representan de noche, y las fiestas de día, cenan las más veces ensalada, porque como acaban tarde la comedia, hallan siempre la cena fría. Son grandes hombres de dormir de camino debajo de las chimeneas, por si acaso están entapizadas de morcillas, solomos y longanizas, gozar de ellas con los ojos, tocarlas con las manos y convidar a los amigos, ciñéndose las longanizas al cuerpo, las morcillas al muslo y los solomos, pies de puerco, gallinas y otras menudencias en unos hoyos en los corrales o caballerizas; y si es en ventas en el campo (que es lo más seguro), poniendo su seña para conocer dónde queda enterrado el tal difunto. Este género de bojiganga es peligrosa, porque hay entre ellos más mudanzas que en la luna y más peligros que en frontera (y esto es si no tienen cabeza que los rija)."

Recordemos que Cervantes, en "El Quijote" (Segunda Parte, Cap. XI) hace mención a este término diciendo:
"uno de la compañía, que venía vestido de bogiganga con muchos cascabeles, y en la punta de un palo traía tres vejigas de vaca hinchadas...".
Este es el término que Covarrubias acepta como original ("boxiganga"), que "designaba primitivamente un personaje caracterizado por unas vejigas sujetas a la punta de un palo, personaje que era típico de las 'mojigangas'". También, dependiendo de las zonas, se denomina "vejiguero", "moharracho", "zangarrón", "botarga"... El de la imagen es el típico zangarrón del pueblo zamorano de Sanzoles, y podemos ver muestras de él en otras tradiciones populares, como en el pueblo conquense de Belinchón, con sus danzantes, donde vestido como el típico arlequín, aparece el denominado "Porra", que es el "botarga" alcarreño, que marca el ritmo, acompañado del "Castañuelón", que hace las veces de alcalde de la danza.

De esta palabra derivó, pues, "mogiganga", que es la fiesta en la que los concurrentes van disfrazados ridículamente. Así figura en una fiesta hecha en palacio en 1.623 para el martes de carnaval.
[Varey, J. E..- "La creación deliberada de la confusión: estudio de una diversión de Carnestolendas de 1.623", in Cosmovisión y escenografía. El teatro español en el Siglo de Oro. Madrid, Castalia, 1.987, pp. 71-78.]

En el siglo XVII, además, será un tipo de juguete cómico, que para que pueda acoger a todo el corpus de "mojigangas" (que aparecían con el título de "bailes, entremeses o fines de fiesta"), Catalina Buezo definió como

"texto breve en verso, de carácter cómico-burlesco y musical, con predominio de la confusión y del disparate deliberados explicables por su raigambre esencialmente carnavalesca, representada para fin de fiesta".
[Buezo, Catalina (ed.).- La mojiganga dramática. De la fiesta al teatro. Vol. II. Kurt Schirmer, Reichenberger, 2.005, pág. 5.]

Quevedo utiliza el termino como una suerte de cabalgata carnavalesca, cuya acepción también es expuesta por Corominas: "mascarada grotesca y cabalgata de Carnaval".

Desde el siglo XVIII, prohibidas las "mojigangas", adquirirá el sentido de "farsa, cosa ridícula con que parece que uno se burla de otro", como podemos observar en la "Descripción de la máscara o mojiganga, que hicieron los Jóvenes Teólogos en la Ciudad de Salamanca, con motivo de la Canonización de San Luis Gonzaga, y San Estanislao de Koska" (Madrid, Antonio Espinosa, 1.787), de José Francisco Isla.
[Cfr.: Henández Guerrero, José Antonio.- Las palabras de moda. Cádiz-Murcia, Serv. de Publicaciones Univ. Cádiz-Univ. Murcia, 2.006, pág. pág. 303.]

FARÁNDULA.

"Farándula es víspera de compañía; traen tres mujeres, ocho y diez comedias, dos arcas de hato; caminan en mulos de arrieros y otras veces en carros, entran en buenos pueblos, comen apartados, tienen buenos vestidos, hacen fiestas de Corpus a doscientos ducados, viven contentos (digo los que no son enamorados). Traen unos plumas en los sombreros, otros veletas en los cascos, y otros en los pies, el mesón de Cristo con todos. Hay Laumedones de «ojos, decídselo vos», que se enamoran por debajo de las faldas de los sombreros, haciendo señas con las manos y visajes con los rostros, torciéndose los mostachos, dando la mano en el aprieto, la capa en el camino, el regalo en el pueblo, y sin hablar palabra en todo el año."

Citada esta voz en el "Diccionario de autoridades", en su uso por Cervantes en "El Quijote" (IIª Parte, Cap. XI), donde D. Quijote dice que "desde mochacho fui aficionado a la carátula, y en mi mocedad se me iban los ojos tras la farándula"; y por Quevedo en "Historia y vida del gran tacaño".

COMPAÑÍA.

"En las compañías hay todo género de gusarapas y baratijas: entrevan cualquiera costura, saben de mucha cortesía; hay gente muy discreta, hombres muy estimados, personas bien nacidas y aun mujeres muy honradas (que donde hay mucho, es fuerza que haya de todo), traen cincuenta comedias, trescientas arrobas de hato, diez y seis personas que representan, treinta que comen, uno que cobra y Dios sabe el que hurta. Unos piden mulas, otros coches, otros literas, otros palafrenes, y ningunos hay que se contenten con carros, porque dicen que tienen malos estómagos. Sobre esto suele haber muchos disgustos. Son sus trabajos excesivos, por ser los estudios tantos, los ensayos tan continuos y los gustos tan diversos, aunque de esto Ríos y Ramírez saben harto, y así es mejor dejarlo en silencio, que a fe que pudiera decir mucho."

Había dos tipos de compañías, según nos expuso Cervantes:

* las DE TÍTULO o REALES, que representaban en Madrid, Sevilla, Valladolid, Zaragoza, Valencia, Barcelona, etc., y que eran las privilegiadas. Llegaron a ser 12;
* las DE PARTES, que representaban en ciudades de segunda fila, y que llegaron a ser 40.

Refiere M. de la Revilla, también, que

"a la cabeza de cada una de estas 'compañías' había un 'autor', nombre que viene desde los tiempos de Lope de Rueda, quien como se ha dicho escribía las farsas que representaban (...). Cervantes reconoce dos clases de 'autores'; los que representaban y los que escribían. Mas lo que importa consignar aquí es que el nombre de 'autor' se daba al que organizaba una compañía de cómicos y era como su director: en este concepto 'autor' tiene comúnmente el mismo significado que 'empresario', toda vez que en un principio las compañías funcionaban por su propia cuenta. Los cómicos se llamaban también 'representantes'.
El número de estos llegó a ser considerable, pues según dice Cervantes llegó a haber solo en Madrid cuarenta compañías en las que no andaban menos de mil representantes: se supone que por el año de 1.636 había en España unas trescientas compañías de cómicos (...) El carácter ambulante que en un principio tuvieron todas las compañías de cómicos, fue sin duda la causa de que los primeros teatros no tuviesen lugar fijo, ad hoc, sino que fueran tan movedizos como las gentes que en ellos representaban. Los primeros teatros fijos y regulares que hubo en España corresponden a la primera mitad del siglo XVI y se establecieron en Valencia [en 1.526) y Sevilla [Jun de la Cueva cita: el jardín de Dª Elvira, las Atarazanas y el Corral de D. Juan]. En Madrid se crearon en la segunda mitad de dicha centuria y relacionados con objetos bien extraños a ellos, como luego veremos. Estos teatros movedizos e irregulares a que nos referimos, eran generalmente patios traseros de casas, que sirvieron antes de almacén de maderas: en el fondo estaba el escenario; la mayor parte de los espectadores ocupaba el patio, y los asientos de preferencia eran las ventanas del edificio y de las casas inmediatas: ni en el escenario ni en el patio había toldos, de modo que representantes y espectadores estaban espuestos (sic) a las inclemencias del sol y de la lluvia. Los edificios que nos ocupan recibieron el nombre de 'corrales', expresión que casi hasta nuestros días ha significado tanto como teatro, y que daba entonces una idea bastante exacta del lugar en que se hacían las representaciones escénicas.
[Revilla, Manuel de la et Alcántara García, Pedro de.- Principios de Literatura General e Historia de la Literatura Española. Vol. II. Madrid, Colegio Nacional de Sordo-Mudos y de Ciegos, 1.872, pp. 163-164 y 165-166]




BIBLIOGRAFÍA.

Arellano, Ignacio. Historia del teatro español del siglo XVII. Madrid: Cátedra, 2005.

Estébanez Calderón, Demetrio. Diccionario de términos literarios. Nadrid: Alianza Editorial, 2006.

Rojas Villandrado, Agustín de. El viaje entretenido. Madrid: Emprenta [sic] Real, 1603.

Ruiz Ramón, Francisco. Historia del teatro español. (Desde sus orígenes hasta 1900). Madrid: Cátedra, 1986.

Sanz Ayán, Carmen et García García, Bernardo J. Teatros y comediantes en el Madrid de Felipe II. Madrid: Universidad Complutense, 2000.