13 de junio de 2015

LOS BENEDICTINOS, FACTOR DECISIVO PARA EL TEATRO MEDIEVAL. AL ABORDAR EL ESTUDIO DEL TEATRO MEDIEVAL HAY QUE EMPLEAR UN CONCEPTO AMPLIO DE TEATRALIDAD.


A las representaciones, o espectáculos que venían desarrollando los juglares, como hemos visto en otra de nuestras entradas [pervivencia de los géneros menores: lo juglares.], se unirán después diversas “representaciones” litúrgicas (fundamentalmente en Navidad y Semana Santa), primero dentro de la iglesia y después fuera, en los pórticos. Es, pues, entorno al año 1.000, que el drama litúrgico emerge, tras una lenta evolución, del canto eclesiástico.

El término litúrgico nos remite al origen de estas representaciones en el culto litúrgico de la iglesia católica. En su nacimiento y primeras formas, el "drama litúrgico" formará parte de la liturgia.

Los benedictinos, fijada y unificada la reforma de la liturgia romana por el papa Gregorio I el Grande en el siglo VI, propagarán en los tiempos de Carlomagno (inicios del siglo IX) de manera generalizada el uso del canto antífono por toda Europa, consistente en una alternancia de solistas y coro (canto gregoriano).

Pero, además, darán un valor fundamental a los "tropos", que viene considerándose base y origen del teatro medieval. Éstos son unos textos muy breves en forma de diálogo que se cantaban acompañados por música -gregoriana- en algunas de las más importantes fiestas litúrgicas:

especie de amplificación verbal de pasajes litúrgicos, ya como introducción, como interpolación o como conclusión de varias de sus formas.
[R. B. Donovan.- The Liturgical Drama in Medieval Spain. Toronto, 1.958].

Eran frecuentes en los monasterios benedictinos, especialmente suizos y franceses desde el siglo IX, extendiéndose pronto a Inglaterra, Alemania, Italia. En España se conserva un ejemplo, perteneciente al siglo XI que se representaba en el monasterio benedictino de Silos.

Estas amplificaciones literarias, fijadas sobre los textos litúrgicos, como ritual, acabaron siendo no sólo cantadas, sino representadas. Es así como los tropos evolucionaron al "drama litúrgico", una pequeña representación de un episodio de la vida de Cristo adaptado al curso de la Misa.

Por tanto, la diferencia entre esas "formas rituales" de los textos litúrgicos, que hemos llamado "tropos" y los "dramas litúrgicos", como nos recuerda J. M. Regueiro, podemos establecerla así:

Existe una diferencia entre las ceremonias litúrgicas (prácticas sancionadas por la Iglesia como extensión de la liturgia) y el drama (formas extra-litúrgicas). Ya que la línea divisoria que deslinda estas realizaciones no puede fijarse en un momento histórico concreto o en un texto particular, no deberíamos descartar del estudio del drama medieval aquellas representaciones religiosas que ocupen una posición intermedia entre lo que puede considerarse ritual y lo que definitivamente constituye teatro.
[Regueiro, J. M..- Espacios dramáticos en el teatro español medieval, renacentista y barroco. Erfurt, Kurt und Roswitha Reichenberger, 1.996, pág. 19]

Será tres siglos después haberse propagado por Europa, cuando este tipo de liturgia se traslade a España, que mantenía, en cambio, el rito hispanovisigodo o mozárabe, ajeno al empleo de los tropos.

En efecto, aunque se adentró a partir del siglo IX en las diócesis catalanas, con el monasterio de Ripoll a la cabeza, será más de dos siglos después de su incursión por el occidente hispano cuando penetre formalmente en Castilla, en el 1085, en tiempos de Alfonso VI, a través del Concilio de Burgos, en el que, tras reconquistar Toledo, Bernardo de Cluny introduce el culto romano, con ayuda de clérigos francos, y, en la práctica, hasta muchos años más tarde, pues quienes trajeron la liturgia eran los cluniacenses, de gran rigidez en el rito y enemigos de introducir tropos dramatizados en la liturgia, de ahí que Donovan buscó en ello una explicación a la falta de textos en España, y en particular en la región castellana.
[Lázaro Carreter, Fernando.- Teatro medieval. Madrid, Castalia, 1970, pág. 36.]

Para la crítica es, por tanto, generalizado acuerdo el papel de los benedictinos y sus ritos litúrgicos para el resurgir del teatro medieval. Así, para B. D. Berger [Le drame liturgique des Pâques du Xe au XIIIe siècle. Liturgie et Théâtre. Paris, 1.976, pp.245-246] la dramatización progresiva de la liturgia es lo que originó el nacimiento del teatro medieval.




BIBLIOGRAFÍA.-

Berger, B. D..- Le drame liturgique des Pâques du Xe au XIIIe siècle. Liturgie et Théâtre. Paris, 1.976.

Donovan, R. B. .- The Liturgical Drama in Medieval Spain. Toronto, 1.958.

Lázaro Carreter, Fernando.- Teatro medieval. Madrid, Castalia, 1970.

Regueiro, J. M..- Espacios dramáticos en el teatro español medieval, renacentista y barroco. Erfurt, Kurt und Roswitha Reichenberger, 1.996.







¿DESAPARECIÓ EL TEATRO GRECOLATINO DURANTE LA EDAD MEDIA?


A esta pregunta debemos contestarnos que efectivamente, durante el período medieval, poco a poco fueron perdiéndose las representaciones del teatro latino.

Así, a partir del siglo II a. C., se puede considerar prácticamente muerto el gran teatro latino, pues entonces dejaron de escribirse comedias. El interés en época imperial por la tragedia se redujo a los círculos eruditos, mientras que el pueblo se ve atraído por los mimos y pantontomimos, que priman el espectáculo sobre el texto, ya prácticamente inexistente.

Entre los siglos V y X, se fueron utilizando exclusivamente las obras de algunos dramaturgos para el aprendizaje escolar ―traigamos al recuerdo que san Jerónimo (347-420) enseñaba latín a los niños a través de las comedias de Terencio ― o como modelo estilístico a imitar en lengua latina (citemos nuevamente a Terencio, fundamentalmente, quien por su contenido moralizante, su mesura y buen gusto superó a Plauto o Séneca, por ejemplo), llegando tan solo a escribirse algunas imitaciones de las mismas.

[Cfr.:García Soriano, J..- El teatro universitario y humanístico en España. Estudios sobre el origen de nuestro arte dramático; con documentos, textos inéditos y un catálogo de antiguas comedias escolares. Toledo, Tipografía de R. Gómez Menor, 1945, pág.3.
López Fonseca, Antonio.- “San Jerónimo, lector de los cómicos latinos: cristianos y paganos”, in Cuadernos de Filología Clásica. Estudios Latinos, (1998), número 15, pp. 333-352.]