28 de diciembre de 2020

MINILECTURA. DON RAMIRO II EL MONJE Y LA CAMPANA DE HUESCA.


Todo en la vida y muerte del que fue Ramiro II de Aragón es digno de ser narrado. Después de profesar como monje en un monasterio y vivir sinceramente su piadosa vocación, hubo de dejar los hábitos para hacerse cargo de la corona que había dejado vacante la muerte de su hermano Alfonso I el Batallador.

Su elección fue discutida, y no solo conoció el rechazo de muchos de los notables que debían acatarlo sino sus burlas por no conocer el oficio guerrero y ser torpe jinete y pésimo luchador. Todos le llamaban Rey Cogulla, y algunos de los nobles díscolos intentaron raptarlo y quitarle la corona. Hasta un heredero del mítico Roldán le plantó cara.

La obligación que tenía de dejar descendencia le hizo infringir los votos de castidad al menos dos veces, pues, aunque de la primera cópula con la esposa que le habían destinado nació un hijo varón, éste murió enseguida y debió copular otra vez, engendrando en esta ocasión una hembra, que sería esposa del conde barcelonés Ramón Berenguer.

Incluso su muerte fue digna de admiración, toda vez que se produjo en una cacería, atravesado su cuerpo por la flecha destinada a un osezno al que el rey oyó hablar pidiendo clemencia, como había visto suceder en sueños la noche anterior.

Sin embargo, acaso el hecho más memorable en la vida de Ramiro II fue el escarmiento que hizo de los nobles de Huesca. Se sabe que quince nobles rebeldes perturbaban gravemente la gobernación del reino y el rey no sabía qué resolución tomar. Al fin decidió mandar un mensajero al abad del monasterio en que él había profesado como monje para que le enviase por escrito su consejo. El abad no escribió nada: invitó al emisario a pasear con él por la huerta y, con una podadera, fue cortando uno a uno los tallos superiores de las plantas que sobresalían de las demás. Cuando terminó, le dijo al mensajero que regresase al palacio del rey y le contase con todo detalle lo que acababa de ver.

Una vez recibido el mensaje, el rey reflexionó, y luego convocó a todos los notables para celebrar cortes, asegurando que para tal ocasión se había fundido una campana cuya sonoridad alcanzaría las más lejanas fronteras del reino.