19 de octubre de 2020

EJERCICIOS. TEXTOS EXPOSITIVOS


Conocidas las caracetrísticas de los textos expositivos, realice el siguiente test.




BIBLIOGRAFÍA.

Acosta Cabello, Antonio. Cómo analizar los tipos de discurso: estudio teórico y aplicación práctica. Sevilla: Fundación Ecoem, 2007.
Bassols, M. y Torrent, A. M. Modelos textuales. Teoría y práctica. Barcelona: Octaedro, 2012.
Marcos Marín, Francisco. El comentario libgüístico. Metodología y práctica. Madrid: Cátedra, 1988.
Vera Luján, A., el al. El comentario de texto. Teoría y práctica. Madrid: Centro de Estudios Ramón Areces S.A., 2014.







5 de octubre de 2020

EJERCICIOS. TIPOS DE DESCRIPCIÓN. (2).


Después de haber estudiado los tipos de descripción y sus nomenclaturas, realice los siguientes ejercicios.

Recuerde que puede servirle la parte teórica, para realizar este ejercicio, que figura en la entrada "27 y alguna más... formas de describir. Tipos de descripción. El texto descriptivo. (III)." .

Realice los siguientes ejercicios, señalando el tipo de descripción.






Si quiere puede hacer los ejercicios de la entrada: "Ejercicios. La descripción" .


También puede realizar los de esta otra: "Ejercicios. Tipos de descripción" .







1 de octubre de 2020

EJERCICIO. TIPOS DE SIGNOS


Realice el siguiente ejercicio, determinando qué tipos de signos son cada uno de los que se muestran.




BIBLIOGRAFÍA.-

Vitale, Alejandra. El estudio de los signos. Peirce y Saussure. Buenos Aires: Eudeba-Universidad de Buenos Aires, 2004, pp. 33 a 44.







MINILECTURA. "¿Por qué se escribe?", de MARÍA ZAMBRANO ALARCÓN (1904-1991).


"POR QUÉ SE ESCRIBE"

in Revista de Occidente, tomo XLIV, núm 132 (junio 1934)


«Escribir es defender la soledad en que se está; es una acción que sólo brota desde un aislamiento efectivo, pero desde un aislamiento comunicable, en que, precisamente, por la lejanía de toda cosa concreta se hace posible un descubrimiento de relaciones entre ellas.

Pero es una soledad que necesita ser defendida, que es lo mismo que necesitar de una justificación. El escritor defiende su soledad, mostrando lo que en ella y únicamente en ella, encuentra.

Habiendo un hablar, ¿por qué el escribir? Pero lo inmediato, lo que brota de nuestra espontaneidad, es algo de lo que íntegramente no nos hacemos responsables, porque no brota de la totalidad íntegra de nuestra persona; es una reacción siempre urgente, apremiante. Hablamos porque algo nos apremia y el apremio llega de fuera, de una trampa en que las circunstancias pretenden cazarnos, y la palabra nos libra de ella. Por la palabra nos hacemos libres, libres del momento, de la circunstancia apremiante e instantánea. Pero la palabra no nos recoge, ni por tanto, nos crea y, por el contrario, el mucho uso de ella produce siempre una disgregación; vencemos por la palabra al momento y luego somos vencidos por él, por la sucesión de ellos que van llevándose nuestro ataque sin dejarnos responder. Es una continua victoria que al fin se transmuta en derrota.

Y de esta derrota, derrota íntima, humana, no de un hombre particular, sino del ser humano, nace la exigencia de escribir. Se escribe para reconquistar la derrota sufrida siempre que hemos hablado largamente.

Y la victoria sólo puede darse allí donde ha sido sufrida la derrota, en las mismas palabras. Estas mismas palabras tendrán ahora en el escribir distinta función; no estarán al servicio del momento opresor; ya no servirán para justificarnos ante el ataque de lo momentáneo, sino que, partiendo del centro de nuestro ser en recogimiento, irán a defendernos ante la totalidad de los momentos, ante la totalidad de las circunstancias, ante la vida íntegra.

Hay en el escribir siempre un retener las palabras, como en el hablar hay un soltarlas, un desprenderse de ellas, que puede ser un ir desprendiéndose ellas de nosotros. Al escribir se retienen las palabras, se hacen propias, sujetas a ritmo, selladas por el dominio humano de quien así las maneja. Y esto, independientemente de que el escritor se preocupe de las palabras y con plena conciencia las elija y coloque en un orden racional, esto es, sabido. Lejos de ello, basta con ser escritor, con escribir por esta íntima necesidad de librarse de las palabras, de vencer en su totalidad la derrota sufrida, para que esta retención de las palabras se verifique. Esta voluntad de retención se encuentra ya al principio, en la raíz del acto mismo de escribir y permanentemente le acompaña. Las palabras van así cayendo, precisas, en un proceso de reconciliación del hombre que las suelta reteniéndolas, de quien las dice en comedida generosidad.

Toda victoria humana ha de ser reconciliación, reencuentro de una perdida amistad, reafirmación después de un desastre en que el hombre ha sido la víctima; victoria en que no podría existir humillación del contrario, porque ya no sería victoria, esto es, gloria para el hombre.