TEMAS QUE VAMOS A DESARROLLAR |
¿Qué es un arabismo? ¿Cuántos arabismos hay en nuestro vocabulario castellano? ¿Cómo podemos agrupar estos arabismos? ¿En qué campos de la actividad humana empleamos arabismos? ¿En qué categorías gramaticales encuadramos estos arabismos? |
¿QUÉ ES UN ARABISMO?
Sabemos que un arabismo es una «palabra o expresión procedentes de la lengua árabe que se usan en otro idioma», según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.
Aun después de haber convivido durante muchísimos siglos la mayor parte de los pobladores de lo que hoy es España en una situación de bilingüismo (fundamentalmente hasta el s. XII), o de haber tenido, durante un período más o menos amplio, un conocimiento parcial de la lengua árabe peninsular hablada (con sus diversas variedades regionales dentro del mismo Al-Andalus, que difería del árabe escrito, más cercano al clásico), lo cierto es que los préstamos de términos o palabras al castellano, y la conservación de este léxico de origen árabe en el mismo, representa poco menos de un millar [continúese esta lectura matizada más abajo] . Y ello a pesar de que el árabe actuó como superestrato del romance andalusí y como adstrato de los otros romances peninsulares, y a que el elemento árabe se constituyó hasta el siglo XVI en el segundo referente (el primero era el latín) para adquirir préstamos léxicos, como ya comentó Rafael Lapesa.
[Cfr.: Lapesa, Rafael. Historia de la lengua española. Madrid: Gredos, 1981, pág. 133]
En efecto, recuerda la profesora Mª J. Viguera que:
No obstante, esta influencia árabe, sólo se produjo en el léxico del castellano. En efecto, Cano Aguilar [ Cano Aguilar, Rafael. El español a través de los tiempos. Madrid: Arco libros, 2006] nos dice que no hay ningún fonema prestado del árabe ni ninguna pronunciación particular. Y aunque se suela señalar que la “h” aspirada que permanece en el andaluz, sustituyendo en el habla a la “h”, como en hondo> “jondo”, así de rotunda se muestra Toro Lillo:«La lengua árabe empieza a relacionarse con al-latînî, en el Norte de África, desde finales del siglo VII y desde principios del siglo VIII en la Península Ibérica. Esta denominación, latînî, se encuentra >sobre todo en obras de «materia médica», que incluyen términos botánicos y farmacológicos, con sus sinónimos en varias lenguas, entre ellas en ese latînî que tanto califica, unas veces, al latín clásico, como a alguna de las formas bajo-latinas, incluido el latín africano, que también dejaría su rastro en la Península Ibérica, traído por beréberes latinados, como señaló la polémica y fundamental propuesta contenida en el Discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia de Jaime Oliver Asín [En torno a los orígenes de Castilla. Su toponimia en relación con los árabes y los beré- beres. Discurso de ingreso RAH. Madrid: RAH, 1974], donde señala la huella toponímica aquí dejada por «emigrantes [norteafricanos] de los primeros momentos de la conquista [musulmana]... en que muchos de los norteafricanos que vinieron... hablaban el sermo rusticus».
Pero las relaciones directas del latín y sus derivados con el árabe de al-Andalus fueron mucho más intensas y extensas, a través de los textos latinos y sus versiones al árabe, como también a través de contactos humanos, todo lo cual dejó una importante secuela de «latinismos», «mozarabismos» y «romancismos» en la lengua árabe de al-Andalus, fundamentalmente reflejada en préstamos léxicos, aunque su proporción no llegara a un 5% en el árabe de al-Andalus, y en su mayor parte producida mientras se mantenía un bilingüismo, que decrecía según avanzaba el proceso de la arabización lingüística, siendo el árabe en al-Andalus la lengua del poder político, de su religión y de su cultura (...)
Los préstamos de la lengua árabe a las lenguas peninsulares ocurrieron, fundamentalmente pero no sólo, durante la Edad Media, por la presencia de árabes y de arabófonos en al-Andalus y en el resto del territorio peninsular, transmitidos así directamente por vía oral, a través de las características poblaciones compartidas, así los «mozárabes» o cristianos andalusíes, y, entre otros grupos, los mudéjares y moriscos, que han sido puentes considerables de arabismos, como, respecto a cuestiones de relación cotidiana plantea S. Boissellier, «Les mudéjars dans le Sud portugais: l’étranger, l’integration et le quotidien, XIII-XIVe siècles» [L’étranger au Moyen-Âge. Actes du XXe congrès annuel de la HHMES (Göttingen, 1999). París: 2000]. O por la vía escrita de las traducciones, o transmitidos indirectamente a través de una tercera lengua, como ocurre por vía de la presencia de los cruzados en Oriente y del comercio, o de transmisión y recreación literaria».
[Viguera Molins, María Jesus. "Lengua árabe y lenguas románicas", in Revista de Filología Románica, XIX (2002), pp. 46 y 50, respectivamente]
Tanto Aguilar como R. Lapesa, sólo significan como arabismos algunos elementos en el aspecto morfosintáctico recogen, como la anteposición del artículo al-, que ha llegado a unirse a palabras de origen latino (almeja < ár. al + lat. mitulu; alpiste < ár. al + lat. pistu); el sufijo –í para formar gentilicios (ceutí, iraquí marroquí, nazarí, tunecí, yemení), sustantivos (jabalí, maravedí) o como atributivo (alfonsí, baladí, muladí...), etc...«Todos los estudios realizados sobre correspondencia de fonemas de una lengua a otra han resultado negativos: los respectivos sistemas fonológicos fueron siempre impermeables el uno al otro. Asimismo, es posible, que la influencia de los prestamos árabes modificara la frecuencia de cierto tipo de acentuación: se incrementaron las palabras agudas y esdrújulas y el aumento de polisílabas: almogávar, berenjena…».
[Toro Lillo, Elena. La invasion árabe. Los árabes y el elemento árabe en español. In Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2006, [en línea] http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/la-invasin-rabe-los-rabes-y-el-elemento-rabe-en-espaol-0/html/00b64db8-82b2-11df-acc7-002185ce6064_2.html#I_0_]
Hemos dicho que donde encontramos muestra palpable de arabismos es en el léxico, fundamentalmente referido a las tareas, labores, oficios, utensilios, etc., que introdujeron en la península, y que fueron evidentemente novedosos y desconocidos para los nativos, de modo que adoptaron para los nuevos referentes los vocablos árabes. Mas no todos ellos les fueron propios, sino que muchos vocablos fueron adaptados previamente del griego (a cuyos grandes filósofos y científicos tradujeron, trasmitiendo su saber no sólo a España sino a toda Europa), de términos de toda la cornisa norteafricana y oeste de Asia, e incluso de más allá, como de Persia, la India, Bengala, etc. Más aún, por paradójico que nos pueda parecer, hay arabismos procedentes del latín (alcázar, que significa “castillo”, procede del “castrum” latino, p. ej.: al + castrum). Incluso, no todos proceden de la influencia directa de los árabes hispánicos, sino, como ya explicó Steiger, de términos adoptados previamente en el provenzal y francés, a través de las cruzadas, o del italiano a través del intercambio marítimo, etc., y que de esas lenguas pasaron al castellano.
Además, lo cierto es que no fue constante ni permanente el préstamo de términos árabes.
Pues bien, todo esto provoca, por un lado, que el hablante de la lengua castellana ignore su procedencia, a pesar del empleo popular, común y masivo de algunos de ellos (alquiler, ajedrez, naranja, limón, guitarra, albañil, cifra, cero, noria, etc...); por otro, que lo desconozca, por ser poco frecuentes en la actualidad o ser objetos o medidas que han dejado de utilizarse (alahilca, alcuza, quintal, almud, etc.), o por ser términos claramente especializados (alcora), o porque apenas existieron (como alcozcode, alhaite, alcora..., que ha pasado sólo por un único o escasos textos y ni siquiera sabemos bien lo que significan). Mas no todos le son completamente ignorantes: hay palabras que claramente las relaciona con el mundo árabe (mezquita, musulmán, Corán...).
En este artículo, vamos a reflejar algunos de los más de 4000 términos admitidos por la RAEL, con su etimología y significado.