8 de enero de 2023

MINILECTURA: "HERMES Y APOLO", de ROGER LANCELYN GREEN


2. HERMES Y APOLO,
in "Relatos de los héroes griegos", de 1958.

Allí, junto a los rocíos a mi vera,
contempla el paso gallardo de un joven,
con tocado de plumas en la frente,
que empuña un báculo dorado.
  
Con labios donde baila la risa
pero que ni una vez responden,
y pies que vuelan alados,
y vara de serpientes rodeada.
         A. E. HOUSMAN, El guía risueño.
  

Ya antes de la gran guerra contra los Titanes vagaban los hombres por la faz de la tierra, y esa época fue la Edad de Oro, cuando el trigo crecía sin necesidad de siembra o de arado, y todos los animales vivían de la fruta o del pasto. La Edad de Oro vino y se fue, pues hombres y mujeres no hacían sino comer y beber, holgando por el maravilloso jardín del mundo y muriendo sin que nacieran niños.

Luego vinieron los hombres de la Edad de Plata, y con ellos el mal y la perfidia por culpa de Crono y los Titanes. Estos hombres también fueron barridos de la superficie del mundo y aprisionados en el Tártaro con sus malvados hacedores.

Cuando por fin Zeus estableció su trono en el Olimpo, con lo que concluyó la gran guerra entre dioses y Titanes, hizo venir a su presencia a Prometeo, el Titán bueno.

—Ve —le ordenó— y con arcilla moldea al hombre. Dale la figura misma y la apariencia de los Inmortales, que yo le insuflaré la vida. Luego le enseñarás todas las cosas que necesite conocer, para que pueda rendir pleitesía a los Inmortales y erigir templos en su honor. Mas tendrá una vida breve, tras la cual descenderá al reino de Hades, mi hermano, para someterse a él.

Prometeo cumplió lo que se le había encomendado. Fue hasta un lugar de Grecia llamado Panopeo, no muy lejos de Delfos, al nordeste, y con arcilla roja dio forma al hombre. A continuación Zeus insufló su hálito vital en estos hombres de arcilla, y dejó que Prometeo les enseñara cuanto precisaran para su existencia.

—Les proporcionarás todo cuanto te parezca procedente —le advirtió Zeus—, mas no debes entregarles el fuego, pues la llama sagrada está reservada para los Inmortales. ¡Si me desobedeces, tu destino será más terrible que el de los demás Titanes del Tártaro!

Con estas palabras, Zeus se fue a la pedregosa tierra de Arcadia, al sur de Grecia, para habitar allí un tiempo con la ninfa Maya, una de las Pléyades. Ocupaban una cueva en el hermoso monte Cileno, donde nació un maravilloso infante al que llamaron Hermes. Ninguno de los Inmortales conocía el paradero de Zeus, ni en qué andaba ocupado, hasta que Apolo lo descubrió de una extraña manera.

Apolo poseía un rebaño de magníficos bueyes del que cuidaba Helio, el Titán que conducía el carro del Sol. Este, desde su elevada trayectoria, veía todo lo que sucedía sobre la superficie de la tierra a lo largo del día.

Una mañana Helio envió un mensaje a Apolo: «¡Tus bueyes han desaparecido! Ayer por la noche pastaban pacíficamente en un verde valle de Arcadia, y hoy no queda ni rastro de ellos».

Loco de rabia, Apolo los buscó por toda Grecia, lanzando espantosas amenazas contra el ladrón y prometiendo magníficas recompensas a quien pudiera darle razón de su ganado. En Arcadia se topó con una banda de Sátiros, unos seres medio salvajes habitantes del bosque, supervivientes residuales, quizá, de la Edad de Oro. Eran individuos cobardes y poco inteligentes, duchos eso sí en todo tipo de tretas y artimañas, e inclinados a pasárselo bien a cualquier precio. Tenían cuernos y orejas puntiagudas, y su jefe, Sileno, era gordo y estúpido.

—¡Nosotros hallaremos tus reses! —farfulló Sileno—. ¡Confía en nosotros, mi señor Apolo; siempre estamos dispuestos a echar una mano, tenemos buenos ojos… y no le tenemos miedo a nada!

—¡Bien! —exclamó Apolo con su tono autoritario—. ¡Encontrad mis bueyes y sabré recompensaros!

Apolo siguió su camino y los sátiros empezaron su búsqueda a lo largo y ancho de los valles de Arcadia. Tras husmear aquí y allá, encontraron trazas de las pezuñas, mas para su gran sorpresa ¡las huellas se dirigían hacia los pastos de los cuales habían desaparecido los animales!

—¡Están locas, o quizá embrujadas! —fue la conclusión de Sileno—. Y alguna criatura terrible debe conducirlas: ¡observad su rastro!

Los sátiros se arremolinaron en torno a él y contemplaron las marcas del cuatrero: unas huellas grandes, redondeadas y difusas, carentes de talón y de dedos, llenas de líneas y arañazos entrecruzados.

Mientras hablaban todos a la vez, llegó hasta ellos un rumor proveniente de la colina, un murmullo nuevo y maravilloso que en un primer instante les llenó de terror. Era el sonido de la música, los acordes suaves y dulces de la lira, un instrumento de cuerda parecido a una cítara o a una pequeña arpa.

Tras una acalorada discusión y varios intentos de huida por parte de Sileno, que no deseaba enfrentarse a ningún monstruo junto al resto de sus compañeros, los sátiros empezaron a hacer todo el ruido que podían a la entrada de la cueva de la que provenía la melodía, y de la que provenían las huellas del ganado.

—¡Va a salir, va a salir! —aullaron al cabo los sátiros, aterrados—, ¡y se va a asustar tanto al vernos que, si del cuatrero se trata, se va a desmayar de la impresión en cuanto nos ponga el ojo encima!

Apenas acababan de decirlo cuando la puerta de la cueva se empezó a abrir lentamente. Sileno se dispuso a echar a correr y los demás sátiros siguieron su ejemplo. Pero, en lugar de un engendro espantoso, de la cueva salió una hermosa ninfa de montaña.

—¡Criaturas salvajes! —les dijo con voz suave y gentil—. ¿Por qué hacéis tanto ruido, turbando a la gente que mora en esta tierra dichosa? Al oír vuestros alocados berridos y el patear de vuestras pezuñas en el umbral de mi cueva, he salido para enterarme de por qué importunáis así a una pobre ninfa.

—No te enojes, hermosa niña —suplicó Sileno—. No venimos como enemigos con intención de lastimarte. Mas ese sonido, ese eco maravilloso y extraño que así nos sobrecoge, ¿qué es y quién lo produce?

—Así está mejor; aproximaos —sonrió la ninfa—, por vuestra gentileza os descubriré lo que nunca os revelaría por la fuerza. Sabed que soy Cileno, la deidad de esta montaña, y que soy la nodriza de un hijo de Zeus y de Maya, la Ninfa de las Pléyades. Su nombre es Hermes y ciertamente se trata de un niño prodigioso. Tan solo tiene seis días de vida y crece a una velocidad sorprendente. En cuanto al sonido que habéis oído, lo producía el niño tocando un extraño artilugio: él mismo lo ha fabricado con los restos de una criatura muerta que en vida no emitía sonido alguno.

—¿Una criatura muerta? —inquirió Sileno—. ¿No sería un buey, por casualidad?

—¿Qué tonterías dices? —respondió Cileno con sorna—. La criatura era una tortuga, Hermes utiliza su concha, eso es todo. Ha creado un asombroso instrumento nuevo cosiendo por encima de la concha un trozo de cuero, y tensando sobre él cuerdas de tripa de vaca.

Cileno se detuvo, percatándose de que había hablado demasiado, mas Sileno exclamó con voz triunfante:

—¡Eso es, él es el ladrón del ganado de Apolo!

—¿Te atreves a llamar ladrón al hijo de Zeus? —exclamó Cileno indignada—. Te digo que eso es una tontería. Un niño que no llega a la semana de vida no va por ahí robando nada. Y por lo que más quieras te juro que no hay ni una sola res en esta cueva.

—Bien, veamos al niño de todas formas —exigió Sileno, y Cileno no tuvo más remedio que ir a buscar a Hermes.

Mientras tanto Apolo, que seguía buscando por todas partes, llegó hasta la ladera opuesta del monte Cileno, donde se topó con las extrañas huellas que antes habían hallado los sátiros. Mientras se preguntaba qué podrían ser, se encontró con un viejo llamado Bato, al que preguntó señalando las marcas:

—Por aquí ha pasado un rebaño, aunque por alguna extraña razón las huellas llevan a los mismos pastos de los que ha sido robado. Dime, anciano, ¿has visto ese ganado y sabes cuál es su paradero?

—Hijo mío —respondió Bato, sin reconocer a la deidad—, soy viejo y mis ojos están cansados, aunque lo que han visto últimamente era sorprendente en extremo. Ayer estaba cavando en mi viña a la puesta del sol, y allí seguía mientras Selene subía con el carro de la luna por el cielo. A su tenue luz plateada vi, o me pareció ver, a un niño que guiaba un gran rebaño de bueyes. A veces los hacía caminar hacia atrás tirándoles del rabo, y corría sin parar como un reflejo plateado en torno a ellos. Y lo más extraño es que en los pies llevaba una especie de zapatos de mimbre trenzado, cuyas marcas redondas aún se pueden distinguir allá abajo.

Apolo le dio las gracias a Bato y corrió por el rastro del ganado, siguiendo las huellas en sentido contrario, ahora que ya sabía su secreto. Pronto encontró a los bueyes escondidos en una gran caverna y, a pesar de su alegría por haberlos recuperado, la furia oscureció su frente al comprobar que le faltaban dos reses.

Tras volver a guardar los animales en la gruta, Apolo siguió su rastro en torno al monte Cileno, hasta que en la ladera opuesta se topó con los sátiros, que seguían departiendo con Hermes en la entrada de la morada de Maya.

—¡Mi señor Apolo! —se sobresaltó Sileno al verlo aparecer—. ¡Aquí tenéis al ladrón que hurtó vuestras vacas! ¡Este niño fue! Es el hijo de Zeus, o al menos eso pretende, aunque también es un cuatrero. Hemos seguido el rastro de dos reses hasta esta cueva, y en sus manos tiene los restos del cuero de una de ellas.

Apolo se dio cuenta de inmediato de que se avecinaban problemas, así que se apresuró a agradecer sus servicios a Sileno y sus sátiros, les entregó su recompensa y les ordenó que desaparecieran.

Luego se volvió hacia el tierno infante que, con sonrisa inocente y bañado por el sol, lo observaba sin dejar de tocar la lira.

—Niño —le increpó—, dime sin demora dónde está mi ganado o me veré obligado a tratarte con dureza. Te precipitaré en el Tártaro si no me contestas, por muy hijo de Zeus que seas.

—Hermano Apolo —respondió Hermes, mirando con sus grandes ojos la radiante faz Inmortal—. ¿Por qué me hablas con palabras tan severas? ¿Y por qué vienes aquí buscando el ganado? No lo he visto. ¿Cómo podría yo saber ni siquiera qué aspecto tienen esas vacas? No soy más que un recién nacido, y todo lo que preciso es sueño tranquilo y leche caliente, descansar arropado en una cálida cuna y entretenerme con juguetes como el que tengo en la mano. Mas si así te place, juraré solemnemente por el río Éstige, el río Negro de la Muerte, pues como tú soy un Inmortal, y bien sé que los Inmortales no pueden romper semejante voto. Escucha: ¡Por el Éstige juro que tus vacas no se hallan en esta cueva, y que no he puesto mis ojos en el ladrón que se hizo con ellas!

—¡Con seguridad que te han de conocer como el Príncipe de los Ladrones! — respondió Apolo con una sonrisa ante el temple del niño Hermes—. Pero tu hábil embeleco no puede engañarme. Acudamos con presteza al Olimpo, y que sea nuestro padre Zeus, si se encuentra ya de vuelta, el que dirima esta disputa.

Mientras decía estas palabras hizo ademán de coger al niño por el cuello. Mas antes de que pudiera hacerlo Hermes hizo resbalar sus dedos por las cuerdas de la lira con lo que, al desprenderse de ellas la música divina, el brazo de Apolo cayó sin fuerzas junto a su costado y el dios se quedó inmóvil, aturdido por la deliciosa sorpresa.

Muy pronto, cediendo al embrujo de la melodía, se disolvió su furia y se olvidó por completo de los bueyes. Ahora su único deseo era aprender a producir él mismo aquel maravilloso sonido, por lo que, extendiendo los brazos, exclamó con vehemencia.

—¡Déjame la lira! —exclamó—. ¡Déjamela y te perdonaré el robo del ganado y las dos reses que has matado! Si me la entregas y me prometes que nunca más volverás a robarme, yo te entregaré mi vara y te haré Heraldo de los Inmortales, y guía de las almas que bajan por las empinadas pendientes del Hades.

Mientras hablaba Apolo, Zeus se aproximó y escuchó todo lo que estaba diciendo:

—Así se hará —afirmó con su voz de trueno—. Haz el juramento, Hermes, hijo mío, y entrégale la lira a Apolo. Él será el Señor de la Música y de todas las dulces canciones, y las Nueve Musas le obedecerán y le honrarán como se merece. En cuanto a ti, Hermes, serás nuestro Mensajero, bienvenido en los áureos salones del Olimpo y amablemente predispuesto hacia los mortales en la tierra.

Se hicieron los juramentos y Apolo tomó la lira y partió alegre hacia el monte Helicón, donde las Musas lo estaban esperando. Cuando se cansó de los cánticos, cruzó hasta el Parnaso, la montaña que tenía a su lado, donde estableció una de sus moradas especiales. Mató a la gran serpiente llamada Pitón, que vivía en una caverna junto a la hermosa Delfos, en la ladera más baja. Allí, más tarde, se levantó el más famoso de los templos de Apolo en Grecia, y allí tuvo su oráculo, donde las sacerdotisas pronunciaban los más certeros vaticinios que el mundo haya conocido.

Hermes habitó un tiempo en Arcadia, pero no se quedó muchos días en la cueva del monte Cileno, aunque Zeus sí se demoró allí junto a la hermosa Maya. De la misma forma en que había dejado atrás la infancia en tan solo seis días, en un breve lapso había completado su crecimiento y estaba preparado para buscar esposa.

No tuvo que ir muy lejos pues, en un valle cercano, una ninfa llamada Dríope atendía su rebaño, y Hermes se enamoró de ella nada más verla. Pero Dríope era tímida y la amedrentaba el radiante joven que había venido a hacerle la corte, y declaró que solo se casaría con un pastor semejante a ella.

Hermes abandonó el lugar, solo para volver disfrazado poco después, trayendo consigo un rebaño de ovejas, rebaño que, sin duda, había robado con la misma facilidad con que se había hecho con el ganado de Apolo. Durante muchos días llevó a sus animales a pacer en aquellos ricos valles, encontrándose con Dríope en varias ocasiones. Pronto se hicieron amigos y por fin la joven consintió en ser su esposa.

Todo les iba bien en la feliz Arcadia, donde la Edad de Oro parecía no tener fin. Pero cuando nació el hijo de Dríope, la madre, al contemplarlo por primera vez, salió corriendo dando gritos: la pequeña criatura tenía patas y cuernos de cabra, y había nacido con un mechón de pelo en la barbilla. Aun así era un bebé alborotador, alegre y risueño, y Hermes lo tomó orgulloso entre los brazos, lo arropó con suaves pieles de liebre silvestre y se lo llevó al Olimpo.

Zeus acababa de volver a su alto sitial y le dio la bienvenida a Hermes al tiempo que sonreía al extraño chiquillo. Todos los demás Inmortales estaban encantados con la alegre criaturita a la que llamaron Pan, y le pidieron a Hermes que la llevara con él a Arcadia. Allí iba a tener su principal morada y allí atendería a sus rebaños de vacas y ovejas, y a las demás bestias salvajes. Cuando se hizo mayor, Pan fabricó para sí la siringa, la flauta de Pan, utilizando cañas del río; y de este instrumento extraía melodías de rara y mística dulzura.

Zeus no tuvo mucho tiempo para ocuparse del hijo de Hermes, pues apenas si acababa de recuperar su trono en el Olimpo cuando, extendiendo su mirada por el mundo tras el ocaso, vio pequeñas chispas de luz encendiéndose en muchos lugares; y durante el día observó columnas de humo que salían de los hogares de los hombres recién creados.

Y así fue como supo que Prometeo, el buen Titán, desobedeciendo sus órdenes, había entregado el fuego a los humanos.



CUESTIONARIO

Conteste solamente a las preguntas que previamente le haya indicado el profesor.


I. LOS PERÍODOS O EDADES DEL HOMBRE EN LA MITOLOGÍA GRIEGA


En el texto se nos hace referencia a la Edad de Oro (que apareció referida en la obra de Hesíodo "Los trabajos y los días"), momento en el que los hombres eran súbditos del Titán Cronos (Κρόνος), que era hijo de Gea (Γαῖα), la tierra, y Urano (Οὐρανός), el cielo. En ese período los hombres no padecían enfermedades ni sufrían dolores, no tenían necesidades ni tenían que trabajar... La tierra daba frutos en abundancia, comían bellotas, frutos silvestres, miel, leche... Y, fundamentalmente, no existía el mal.Todo ello sucedía en Arcadia (Ἀρκαδία), que estaba bajo el dominio de Pan (Πάν), al que se podía oír tocar la siringa en el monte Ménalo (Μαίναλον), y sus habitantes eran famosos por sus logros musicales así como por su antiguo linaje, su robusta virtud y su rústica hospitalidad. A esta edad le sucerán otras: la Edad de Plata, en la que no creyeron los hombres en los dioses y a los que Zeus (Ζεύς) sepultó; la Edad de Bronce, en la que los hombres fueron moldeados de fresno, siendo terribles y duros de corazón, guerreros a los que Ares (Ἄρης) amaba mucho, y que acabaron destruidos por sí mismos en la morada de Hades (ᾍδης); luego le siguió una edad de semidioses llamada Edad Heroica, cuyas historias quedan recogidas en la Ilíada y la Odisea; finalmente, una quinta edad, la Edad de Hierro, de la que han surgido las civilizaciones actuales. Esta raza sufre angustias, trabajo y dolor.
En esta obra que hemos citado de Hesíodo, se nos describen así esos períodos:

Cuando al mismo tiempo nacieron los Dioses y los hombres mortales, primero los Inmortales que tienen moradas olímpicas crearon la Edad de Oro de los hombres que hablan. Bajo el imperio de Cronos que mandaba en el Urano, vivían como Dioses, dotados de un espíritu tranquilo. No conocían el trabajo, ni el dolor, ni la cruel vejez; guardaban siempre el vigor de sus pies y de sus manos, y se encantaban con festines, lejos de todos los males, y morían como se duerme. Poseían todos los bienes; la tierra fértil producía por si sola en abundancia; y en una tranquilidad profunda, compartían estas riquezas con la muchedumbre de los demás hombres irreprochables.
Pero, después de que la tierra hubo escondido esta generación, se convirtieron en Dioses, por voluntad de Zeus, aquellos hombres excelentes y guardianes de los mortales. Vestidos de aire, van por la tierra, observando las acciones buenas y malas, y otorgando las riquezas, porque tal es su real recompensa. Después, los habitantes de las moradas olímpicas suscitaron una segunda generación muy inferior, la Edad de Plata, que no era semejante a la Edad de Oro ni en el cuerpo ni en la inteligencia, Durante cien años, el niño era criado por su madre y crecía en su morada, pero sin ninguna inteligencia; y cuando había alcanzado la adolescencia y el término de la pubertad, vivía muy poco tiempo, abrumado de dolores a causa de la estupidez. En efecto, los hombres no podían abstenerse entre ellos de la injuriosa iniquidad, y no querían honrar a los Dioses, ni sacrificar en los altares sagrados de los Bienaventurados, como está prescrito a los hombres por el uso. Y Zeus Crónida, irritado, los absorbió, porque no honraban a los Dioses que habitan el Olimpo. Después de que la tierra hubo escondido esta generación, estos mortales fueron llamados los Dichosos subterráneos. Están en segunda fila, pero se respeta su memoria.
Y el Padre Zeus suscitó una tercera raza de hombres parlantes, la Edad de Bronce, muy desemejante a la Edad de Plata. Al igual de fresnos, violentas y robustos, estos hombres no se preocupaban sino de injurias y de trabajos lamentables de Ares. No comían trigo, eran feroces y tenían el corazón duro como el acero. Era grande su fuerza, y sus manos inevitables se alargaban desde los hombros sobre sus miembros robustos. Y sus armas eran de bronce y sus moradas de bronce, y trabajaban el bronce, porque aún no existía el hierro negro. Domeñándose entre sí con sus propias manos, descendieron a la morada amplia y helada de Hades, sin honores. La negra Tanatos los asió, a pesar de sus fuerzas maravillosas, y dejaron la espléndida luz de Helios.
Después de que la tierra hubo escondido esta generación, Zeus Crónida suscitó otra divina raza de héroes más justos y mejores, que fueron llamados Semidioses en toda la tierra por la generación presente. Pero la guerra lamentable y la refriega terrible los destruyeron a todos, a unos en la tierra Cadmeida, delante de Tebas la de las siete puertas, en tanto combatían por los rebaños de Edipo; y a los otros, cuando en sus naves fueron a Troya, surcando las grandes olas del mar, a causa de Helena la de hermosos cabellos, Ios envolvió allí la sombra de la muerte. Y el Padre Zeus les dio un sustento y una morada desconocidos de los hombres, en las extremidades de la tierra. Y estos héroes habitan apaciblemente las islas de los Bienaventurados, allende el profundo Océano. Y allí, tres veces por año, les da la tierra sus frutos.
¡Oh, si no viviera yo en esta quinta generación de hombres, o más bien, si hubiera muerto antes o nacido después! Porque ahora es la Edad de Hierro. Los hombres no cesarán de estar abrumados de trabajos y de miserias durante el día, ni de ser corrompidos durante la noche, y los Dioses les prodigarán amargas inquietudes. Entretanto, los bienes se mezclarán con los males. Pero Zeus destruirá también esta generación de hombres cuando se les tornen blancos los cabellos. No será el padre semejante al hijo, ni el hijo al padre, ni el huésped al huésped, ni el amigo al amigo, y el hermano no será amado por su hermano como antes. Los padres viejos serán despreciados por sus hijos impíos, que les dirigirán palabras injuriosas, sin temer los ojos de los Dioses. Llenos de violencia, no restituirán a sus viejos padres el precio de los cuidados que de ellos recibieron. El uno saqueará la ciudad del otro. No habrá ninguna piedad, ninguna justicia, ni buenas acciones, sino que se respetará al hombre violento e inicuo. Ni equidad, ni pudor. El malo ultrajará al mejor con palabras engañosas, y perjurará. El detestable Zelo, que se regocija de los males, perseguirá a todos los míseros hombres. Entonces, volando de la anchurosa tierra hacia el Olimpo, y abandonando a los hombres, Edo y Némesis, vestidas con trajes blancos, se reunirán con la raza de los Inmortales. Y los dolores se quedarán entre los mortales, y ya no habrá remedio para sus males.

Hesíodo. Los trabajos y los días. Liber I, vv. 109-201.

Puede ver ahora un vídeo de poco más de 6 minutos, que le explica y resume el texto anterior:

Luego, estas cinco edades pasaron a reducirse con el paso de los siglos a cuatro con Horacio (Epodos, XVI) y Ovidio (Metamorfosis, I, vv. 70-163), a tres con Arato de Solos (Fenómenos, vv. 93-136) y Virgilio (Eglogas, IV), y a dos con Albio Tibulo (Elegías, I, 3, v. 35-66), por poner algunos ejemplos.

Puede escuchar aquí la versión de las Edades del Hombre dada por Ovidio en las "Metamorfosis":

Pero hagamos una comparación de cómo se vió la Edad de Oro por parte de Albio Tibulo, llamándola "Edad de Saturno":

¡Qué bien vivían (los hombres) en el reinado de Saturno,
antes de que la tierra se hiciera un espacio abierto con largos caminos!
Cuando las naves de pino todavía despreciaban las cerúleas olas
y no ofrecían a los vientos sus velas desplegadas.
Ni el errante marinero buscando su ganancia por tierras extrañas
había cargado su barco de mercancías extranjeras.
En aquel tiempo el fuerte toro no soportó el yugo
ni el caballo mordía el freno con su boca domada.
Ninguna casa tenía puertas, ni había piedra alguna
clavada en los campos, que marcase las fincas con lindes seguros.
Las propias encinas daban miel y las ovejas ofrecían
voluntariamente sin temor sus ubres llenas de leche.
Ni había ejército, ni ira ni guerras, ni un cruel herrero
había inventado la espada con su arte cruel.
Ahora, bajo el dominio de Júpiter, siempre muerte y heridas.
Ahora el mar y otros mil modos repentinos de morir.
Perdóname, padre, porque no me asustan temeroso
los perjurios ni palabras impías contra los santos dioses.
Por lo que si ya he completado los años de mi destino,
permíteme que coloque sobre mis huesos una lápida con estas palabras:
“Aquí yace Tibulo, consumido por una muerte cruel,
mientras seguía a Mesala por tierra y por mar”.

Pero a mí, porque siempre he sido dócil al tierno Amor,
la misma Venus me conducirá a los Campos Elíseos.
Allí reinan las danzas y los coros, y marchando de un sitio a otro,
las aves hacen sonar su dulce canto de su frágil garganta.
La tierra sin cultivar produce el cinamomo y por todo el campo
florece la tierra generosa con sus rosas olorosas.
Y el grupo de jóvenes se alegra mezclado con las tiernas muchachas
y el Amor libra continuamente sus batallas.
Allí está el amante al que le ha sorprendido la muerte ávida
y lleva una corona de mirto sobre sus cabellos.
Pero queda escondida en la noche profunda la estancia criminal,
a cuyo alrededor resuenan los negros ríos.
Y se enfurece Tisífone enlazada por salvajes serpientes en lugar de cabellos,
y la turba impía huya por aquí y por allá.
Luego, en la puerta , el negro Cerbero, con su garganta de serpientes,
silba y vigila ante las puertas de bronce.
1. Cree un cuadro donde asigne paralelamente el nombre que los romanos dieron a los dioses griegos.

2. ¿Cómo caracteriza Tibulo la Edad de Oro o de Saturno?

3. Él vive en la Edad de Júpiter, que se corresponde con la Edad de Hierro de Hesíodo. ¿Cómo la caracteriza?

4. Para que vea la pervivencia de este mito, casi dos mil años después Miguel de Cervantes la explicó en "El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha" (I, 11) del siguiente modo:

Después que don Quijote hubo bien satisfecho su estómago, tomó un puño de bellotas en la mano, y, mirándolas atentamente, soltó la voz a semejantes razones:
Dichosa edad y siglos dichosos aquéllos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro, que en esta nuestra edad de hierro tanto se estima, se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío. Eran en aquella santa edad todas las cosas comunes; a nadie le era necesario, para alcanzar su ordinario sustento, tomar otro trabajo que alzar la mano y alcanzarle de las robustas encinas, que liberalmente les estaban convidando con su dulce y sazonado fruto. Las claras fuentes y corrientes ríos, en magnífica abundancia, sabrosas y transparentes aguas les ofrecían. En las quiebras de las peñas y en lo hueco de los árboles formaban su república las solícitas y discretas abejas, ofreciendo a cualquiera mano, sin interés alguno, la fértil cosecha de su dulcísimo trabajo. Los valientes alcornoques despedían de sí, sin otro artificio que el de su cortesía, sus anchas y livianas cortezas, con que se comenzaron a cubrir las casas, sobre rústicas estacas sustentadas, no más que para defensa de las inclemencias del cielo. Todo era paz entonces, todo amistad, todo concordia; aún no se había atrevido la pesada reja del corvo arado a abrir ni visitar las entrañas piadosas de nuestra primera madre, que ella, sin ser forzada, ofrecía, por todas las partes de su fértil y espacioso seno, lo que pudiese hartar, sustentar y deleitar a los hijos que entonces la poseían. Entonces sí que andaban las simples y hermosas zagalejas de valle en valle y de otero en otero, en trenza y en cabello, sin más vestidos de aquellos que eran menester para cubrir honestamente lo que la honestidad quiere y ha querido siempre que se cubra; y no eran sus adornos de los que ahora se usan, a quien la púrpura de Tiro y la por tantos modos martirizada seda encarecen, sino de algunas hojas verdes de lampazos y yedra entretejidas, con lo que quizá iban tan pomposas y compuestas como van agora nuestras cortesanas con las raras y peregrinas invenciones que la curiosidad ociosa les ha mostrado. Entonces se decoraban los conceptos amorosos del alma simple y sencillamente, del mesmo modo y manera que ella los concebía, sin buscar artificioso rodeo de palabras para encarecerlos. No había la fraude, el engaño ni la malicia mezclándose con la verdad y llaneza. La justicia se estaba en sus propios términos, sin que la osasen turbar ni ofender los del favor y los del interese, que tanto ahora la menoscaban, turban y persiguen. La ley del encaje aún no se había sentado en el entendimiento del juez, porque entonces no había qué juzgar, ni quién fuese juzgado. Las doncellas y la honestidad andaban, como tengo dicho, por dondequiera, sola y señora, sin temor que la ajena desenvoltura y lascivo intento le menoscabasen, y su perdición nacía de su gusto y propria voluntad. Y agora, en estos nuestros detestables siglos, no está segura ninguna, aunque la oculte y cierre otro nuevo laberinto como el de Creta; porque allí, por los resquicios o por el aire, con el celo de la maldita solicitud, se les entra la amorosa pestilencia y les hace dar con todo su recogimiento al traste. Para cuya seguridad, andando más los tiempos y creciendo más la malicia, se instituyó la orden de los caballeros andantes, para defender las doncellas, amparar las viudas y socorrer a los huérfanos y a los menesterosos. Desta orden soy yo, hermanos cabreros, a quien agradezco el gasaje y buen acogimiento que hacéis a mí y a mi escudero; que, aunque por ley natural están todos los que viven obligados a favorecer a los caballeros andantes, todavía, por saber que sin saber vosotros esta obligación me acogistes y regalastes, es razón que, con la voluntad a mí posible, os agradezca la vuestra.
Toda esta larga arenga –que se pudiera muy bien escusar– dijo nuestro caballero porque las bellotas que le dieron le trujeron a la memoria la edad dorada y antojósele hacer aquel inútil razonamiento a los cabreros, que, sin respondelle palabra, embobados y suspensos, le estuvieron escuchando. Sancho, asimesmo, callaba y comía bellotas, y visitaba muy a menudo el segundo zaque, que, porque se enfriase el vino, le tenían colgado de un alcornoque.

¿Qué elementos nuevos añade Cervantes diferentes a las dos textos que hemos expuesto más arriba de Hesíodo y Tibulo?

5. Finalmente, queremos dejarle constancia de que conceptos análogos a estas edades los hay en otras culturales [por ejemplo, la védica o hindú las llama yugas (edades): Satya Yuga (Edad de oro), Treta Yuga (Edad de plata), Dvapara Yuga (Edad de bronce) y Kali Yuga (Edad de hierro)]. Todas al final intentan describir el origen del hombre. ¿Podría señalar algún otro ejemplo, como el de la mitología maya reflejado en "Popol Vuh"?
[Quizá pueda servirse de este enlace: http://www.americas-fr.com/es/civilizaciones/leyendas/mayas2.html].

Este vídeo le resume el mito maya:

6. Si se fija detenidamente, observará que en el texto de Hesíodo se ha dado un orden descendente, degenerativo y degradante en cada una de las edades señaladas, pasando de una situación ideal y de felicidad a una situación calamitosa y cruel en tiempos de Hesíodo. Sin embargo, la Edad Heroica, la que precedió a la de Hierro y a los tiempos de Hesíodo, dice este autor que fue digna de ser cantada y recordada. De hecho, esta raza de héroes no será destruida por Zeus y gozará de la misma sitaución final que los de la Edad Áurea: vivirán como los dioses, ajenos al trabajo y al sufrimiento, a la vejez y a la enfermedad, y se relacionarán como iguales con los Inmortales.
Cite al menos cinco héroes de esta época heroica.

7. ¿Dónde habitan gracias a la bondad de Zeus esos héroes o semidioses?

8. ¿Qué relación tiene ese lugar con los Campos Elíseos de Homero, y que cita también Tibulo? ¿Qué son los Campos Elíseos?

9. ¿Qué vínculo cree que tiene el lugar adonde acaban sus días los héroes con las Islas Canarias?

[Quizá puede serle de ayuda este artículo de Pablo Jerez, del 4/6/2016, en ElDiario.es: "Canarias y el mito de las Afortunadas".
Y para mayor estudio:
Gómez Espelosí, F. J., et Pérez Largacha, A., et Vallejo Girvés, M. Tierras fabulosas de la Antigüedad. Alcalá de Henares: Univ. de Alcalá de Henares, 1994.
Santamaría Álvarez, Marco Antonio. "El Edén griego: las Islas de los bienaventurados, de Hesíodo a Platón", in Respublica litterarum, Suplemento monográfico, Utopía 2006, XV, pp. 3-20
Santos Yanguas, Narciso. "El mito de las Islas Afortunadas en la Antigüedad", in Memorias de historia antigua, 9 (1988), pp. 165-175].

10. ¿Tiene también ese lugar alguna relación con el Jardín de las Hespérides o huerto de Hera? ¿Qué le sucedió allí a Heracles?
[Puede servirse de este enlace artículo de la Gran Enciclopedia Canaria, realizado por Francisco Diez de Velasco: "Jardín de las Hespérides y la apoteosis de Heracles"].


II. A LA BÚSQUEDA ETERNA DEL PARAÍSO PERDIDO


Este mito de las edades del hombre y, fundamentalmente, la Edad de Oro, conocido bajo el tópico de "Aurea Aetas" (Edad dorada), originará por un lado la idea de recuperar el "paraíso perdido", y, por otro, construir utópicamente una sociedad futura perfecta.

Así, el Paraíso es simbólicamente, según las diversas culturas: «el Centro espiritual primero, el origen de toda tradición, la morada de inmortalidad, el Centro inmutable, el Corazón del Mundo, el punto de comunicación entre el Cielo y la Tierra, el lugar donde el hombre se comunica con los animales; y que se identifica, con la Montaña central Meru hindú, con la Isla de los Inmortales K’uenluen de China, con el Brama-loka Budista –el centro del ser –, con el Sid de la tradición céltica, con el Eje del Mundo –una escalera, una cuerda, una liana, un árbol – de las culturas primitivas e indígenas, con el País Hiperbóreo y con la Arcadia de los griegos, con el Jardín celestial y edénico de los cristianos, etc.; en definitiva, “la intuición universal de un Centro primordial único sin localización que designa la convergencia de un Estado de Retorno más que de un lugar”».
[Ochoa Abaurre, Juan Carlos. Mito y chamanismo: el mito de la Tierra Sin Mal en los tupí-cocama de la Amazonía peruana. Tesis Doctoral. Barcelona: Universidad de Barcelona, 2002, pág. 44].

11. Existen numerosos relatos mitológicos hablándonos de esa pérdida de la inocencia y de ese "paraíso" de felicidad y dicha que el hombre perdió. ¿Conoce cómo se llaman los diversos "paraísos perdidos" de los griegos?
[Quizá pueda ayudarle la lectura de este texto:
Hernández de la Fuente, David. "La Edad de Oro como utopía dionisíaca: de Hesíodo y Platón a su recepción en el imaginario clásico", in Respublica litterarum, Suplemento monográfico, Utopía 2006, V, pp. 1-26.
Para un estudio más detallado:
Bauzá, Hufo F. El imaginario clásico: Edad de Oro, utopía y Arcadia. Santiago de Compostela: Univ. de Santiago de Compostela, 1993. Mace, S. "Utopian and Erotic Fusion in a New Elegy by Simonides 22 Westý)", in Zeitschrift für Papyrologie und Epigraphik, 113 (1996), pp. 223-247]
.

12. ¿Y el de los judíos, el de los cristianos y los musulmanes?
[Sírvase de este enlace para ayudarle a responder a la pregunta: https://marcianosmx.com/paraiso-otras-religiones/].

Recuerde el mito del Paraíso bíblico.

En la fábula del paraíso, la Biblia cuenta que Jehová «plantó un huerto en Edén» (Gn 2, 8) y colocó allí al hombre.
Según esta narración, el ser humano fue creado para disfrutar del huerto que Dios había plantado especialmente para él. Dios trabajó la tierra para que los hombres no tuvieran más que entrar en ella para disfrutarla. Ese huerto divino era feraz y agradable, y proporcionaba de modo espontáneo todo cuanto un ser humano podía precisar, sin necesidad de trabajar ni de ningún esfuerzo, sin sufrir enfermedades ni sufrimientos, pues la vida humana era eterna en el huerto que Dios cultivó para el hombre. Allí la felicidad humana no sólo era completa, sino eterna: «Y Jehová Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer; también el árbol de vida en medio del huerto, y el árbol de la ciencia del bien y del mal» (Gn 2, 9).
La única condición para disfrutar de esta felicidad absoluta y de la eternidad, no obstante, era que el ser humano conservara su ingenuidad natural, manteniéndose alejado del árbol de la ciencia. Para esto, tenía que renunciar a conocer las nociones de bien y de mal, es decir, las ideas morales que regulan la existencia cuando esta no es perfecta. Pues una vida perfecta ejerce el bien de manera espontánea, como por instinto, sin tener la más mínima noción del mal.
Y esto fue justamente lo que perdieron Adán y Eva al comer del árbol de la ciencia del bien y del mal. El hombre natural, el hombre instintivamente en consonancia con la naturaleza y con Dios, al comer del fruto prohibido del conocimiento, se transformó en el hombre moral, es decir, en el ser humano que «conoce» en sentido profundo, que tiene noción del bien pero también del mal.
Para acceder a esta noción del bien y del mal, a esta sabiduría, Adán y Eva tuvieron que desobedecer a Dios, es decir, tuvieron que activar algo que ya estaba en su interior: la sed de conocimiento. Esta sed de conocimiento está ya en el interior del ser humano: en Eva, como pulsión pecaminosa hacia el saber. Esta voz interior está representada por la serpiente, que azuza la conciencia de Eva.
El hambre de conocimiento es una cualidad divina que está inscrita en el ser humano, pues este está hecho a imagen y semejanza de Dios. Por tanto, si Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, prohibirle el conocimiento era tanto como obligarlo a renunciar a su peculiaridad más propia. En este sentido, la caída en el pecado y en la desobediencia era intrínsecamente inevitable. El límite que Dios imponía a Adán y Eva era incumplible. Así, la sierpe le dice a Eva:
[…]sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal.
Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella.
Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos, y entonces cosieron hojas de higuera y se hicieron delantales.
(Gn 3, 5-7).
Con la adquisición de la ciencia del bien y del mal, Adán y Eva pierden su ingenua naturalidad. Al abrir los ojos, se les aparece el mundo, y ellos mismos en él; comienzan a tener conciencia de sí, se miran a sí mismos y al otro; entienden que no pueden vivir desnudos, cual animales, es decir, sin autoconciencia. Pero, justo cuando comprenden esto es cuando la máquina del castigo se va a poner en marcha. Cuando el ser humano toma conciencia de su desnudez ante la naturaleza, en ese mismo instante ya comienza a comprender que está condenado a construir, crear, tejer los días de su vida desnuda.
El ser humano ganó la inteligencia y la libertad pero a costa de perder la felicidad eterna sobre la tierra: «A la mujer dijo: “Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces…”. Y al hombre dijo: “[…] Con el sudor de tu rostro comerás el pan…”» (Gn 3, 16-17.19).
Con esta condena, el ser humano perdió la dulzura de una vida ingenua, feliz y natural. Fue expulsado del paraíso con el fin de que no comiera del otro árbol prohibido, el de la eternidad. Así pues, al perder el paraíso, también perdió su derecho a la eternidad sobre la tierra, a cambio de disfrutar, expulsado del Edén, de una inteligencia esforzada y de su libertad para construir la vida.
Y dijo Jehová: «He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre».
Y lo sacó Jehová del huerto del Edén, para que labrase la tierra de que fue tomado.
Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida.
(Gn 3, 22-24).
No obstante, a Adán y Eva, al menos, todavía les fue permitido vivir en tierra de Dios, si bien fuera del paraíso. Es decir, en cierto modo, Adán y Eva, y sus hijos Caín y Abel, llevaban una vida dentro del reino terrenal de Dios que, aunque exigía el esfuerzo del trabajo, no era una vida en la que el mal tuviera lugar. Es decir, el mundo fuera del paraíso todavía no era el mundo del mal que, según el Génesis, se extendió sobre la tierra con el asesinato de Abel a manos de Caín, su hermano.
El mal entró en el mundo cuando Dios expulsó a Caín de su lado, por haber derramado la sangre del fratricidio. Fue entonces cuando sobre la tierra se fundó la primera ciudad. Caín, el padre de la culpa, fundó la primera ciudad: «Salió, pues, Caín de delante de Jehová […], y edificó una ciudad» (Gn 4, 16-17).
Sobre este pasaje, hacia el siglo V, el pensador cristiano san Agustín escribió en la "Ciudad de Dios" este elocuente pasaje: «La primera ciudad, el primer Estado están fundados por un fratricida. Un fratricidio ha manchado también los orígenes de Roma, tan manchado que puede decirse que es una ley que ha de correr antes sangre, allí donde ha de alzarse un Estado».
Antes de los pecados de Adán, Eva y Caín, la inocencia y el Edén eran el entorno del hábitat humano. Después, el precio de la libertad y del conocimiento fue la pérdida de la inocencia, de la felicidad y de la eternidad, y la condena al trabajo y al sufrimiento y a un mundo regido por la lucha y la voluntad de poder.
[Herrera Guillén, Rafael. Breve historia de la Utopía. Madrid: Nowtilus, 2013].

¿Qué elementos comunes conlleva para la humanidad la pérdida del paraíso bíblico con la pérdida de la Edad de Oro griega?

13. El hombre occidental desde la Antigüedad está buscando incesantemente ese "paraíso perdido", que ha considerado un lugar de vida armoniosa, placentera, sin sobresaltos.
Unos lo han buscado en lugares lejanos, desconocidos, libres de la acción civilizadora, habitados por nativos puros, inocentes, de conducta desinteresada, sin codicia ni violencia: lugares "paradisíacos" los llamamos.
Yambulo, en el siglo II a.d.n.e. ya imaginó una "Isla del Sol", cuyos habitantes vivían en igualdad y sin distinciones (sin clases sociales), sin propiedad privada..., pero con el deber del trabajo (algo parecido a lo que los socialistas utópicos propondrán 2000 años después).
Busque publicidad en la que se oferten viajes a "lugares paradisíacos", recórtela y describa qué les caracteriza. ¿Se corresponde con la idea de los antiguos griegos? ¿Y con la de Yambulo? Justifique su respuesta.

14. Esta búsqueda, cuando se estaba realizando la conquista de América por los españoles, provocó que las referencias escritas que tenemos a que este Nuevo Mundo era el paraíso perdido fueran constantes: el propio Colón así lo creyó sobre las tierras que descubrió, quien en una carta dirigida al Papa, en 1492, llegaba a afirmar que “…grandes indicios son éstos del Paraíso terrenal”; y después López de Gómara, Antonio de Herrera, Juan de Solórzano, Joseph de Acosta... seguirán insistiendo en ello. Incluso León Pinelo, entre 1645 y 1650 escribirá un opúsculo titulado “El Paraíso en el Nuevo Mundo: comentario apologético: historia natural y peregrina de las Indias Occidentales, Islas de Tierra Firme del Mar Océano”, situando el paraíso perdido en la Amazonía, argumentando contra 16 lugares que en su época se habían citado como regiones del Paraíso: el Cielo tercero, en la Región media del aire, en el monte Athos o en el Olimpo, en Regiones ultra terrenas, en la Región de los Hiperbóreos o en los Campos Elíseos, en la India, en Mesopotamia, en Palestina o en la Isla Traponaba (Ceylán)...
[Cfr.: Hurtado-Ruiz P. "El Paraíso Terrenal en la América del Siglo XVII: Antonio de León Pinelo y Simao de Vasconcellos", in Catedral Tomada. Revista de Crítica Literaria Latinoamericana, V-8 (2017), pp. 175-198
Pinelo, A. de León. El Paraíso en el Nuevo Mundo. Libro I. Lima: Ed. C. IV C. D. A., 1943, pp. 8-108].

¿Podría indicar en qué otros lugares de América se creyó que podía estar el Paraíso?

15. Lógicamente, cada época ha entendido esos "lugares paradisíacos" de una manera. En este período de conquista se valoró mucho la posibilidad de encontrar ciudades o regiones muy ricas. De esta manera surgió el mito de "El Dorado", basado en una ceremonia que se realizaba al investir a los nuevos caciques muiscas que habitaban la laguna de Guatabita, en Colombia, según reflejó el cronista Juan Rodríguez Freyle:

CAPÍTULO II. (…) «Era costumbre entre estos naturales, que el que había de ser sucesor y heredero del señorío o cacicazgo de su tío, a quien heredaba, había de ayunar 6 años metido en una cueva que tenían dedicada y señalada para esto, y que en todo este tiempo no había de tener parte con mujeres, ni comer carne, sal ni ají, y otras cosas que les vedaban; y entre ellas que, durante el ayuno, no habían de ver el sol; solo de noche tenían licencia para salir de la cueva, y ver la luna y estrellas, y recogerse antes que el sol los viese; y cumplido de este ayuno y ceremonias se metían en posesión del cacicazgo o señorío; y la primera jornada que habían de hacer era ir a la gran laguna de Guatavita a ofrecer y sacrificar al demonio, que tenían por su Dios y señor. La ceremonia que en esto había era, que en aquella Laguna se hacía una gran balsa de juncos, aderezábanla y adornábanla todo lo más vistoso que podían; metían en ella cuatro braseros encendidos, en que desde luego quemaban mucho moque, que es el sahumerio de estos naturales, y trementina con otros muchos y diversos perfumes. Estaba a este tiempo todo la laguna en redondo, con ser muy grande y hondable de tal manera que puede navegar en ella un navío de alto bordo, la cual estaba toda coronada de infinidad de indios e indias, con mucha plumería, chagualas y coronas de oro, con infinitos fuegos a la redonda; y luego que en la balsa comenzaba el sahumerio, lo encendían en tierra, de tal manera que el humo impedía la luz del día. A este tiempo desnudaban al heredero en carne viva, y lo untaban con una tierra pegajosa y lo espolvoreaban con oro en polvo molido, de tal manera que iba a cubierto todo de este metal. Metíanle en la balsa, en la cual iba parado, y a los pies le ponían un gran montón de oro y esmeraldas para que ofreciese a su dios. Entraban con él en la balsa cuatro caciques los más principales, sus sujetos muy aderezados de plumería, coronas de oro, brazaletes y chagualas, y orejeras de oro, también desnudos y cada cual llevaba su ofrecimiento. En partiendo la balsa de tierra comenzaban los instrumentos, cornetas, fotutos y otros instrumentos, y con esto una gran vocería que atronaba los montes y valles; y duraba hasta que la balsa llegaba al medio de la laguna de donde, con una bandera, se hacía señal para el silencio. Hacía el indio dorado su ofrecimiento echando todo el oro que llevaba a los pies en el medio de la laguna, y los demás caciques que iban con él y le acompañaban, hacía lo propio; lo cual acabado, abatían la bandera que en todo el tiempo que gastaban en el ofrecimiento la tenían levantada, y partiendo la balsa a tierra comenzaba la grita, gaitas y fotutos con muy largos corros de bailes y danzas a su modo; con la cual ceremonia recibían al nuevo electo, y quedaba reconocido por señor y príncipe.
De esta ceremonia se tomó aquel nombre tan celebrado del Dorado, que tantas vidas ha costado y haciendas. (…)»

Rodríguez Freyle, Juan. La conquista y descubrimiento del reino de la Nueva Granada, de las Indias Occidentales del mar océano y fundación de la ciudad de Santa Fe de Bogotá, o El carnero (1636-1638). Bogota: Samper Matiz, 1890, pp. 8-9

Investigue sobre este mito de "El Dorado" y señale algunos de los conquistadores españoles que intentaron buscarlo.
[Puede servirse de este artículo de Mª Fernández y D. Delgado publicado el 13/08/2020 en MUYHISTORIA.ES: "El origen de El Dorado".
Y del libro: Kupchik, Christian. La leyenda de El Dorado y otros mitos del descubrimiento de América. Madrid: Nowtilus, 2008.
Para algo más de profundización:
Lucena Salmoral, Manuel. El mito del Dorado. Cuadernos de Historia 16, núm. 101.
Por otro lado, le señalo que existe una película basada en este mito de Carlos Saura, del año 1988, titulada "El Dorado"
Y en dibujos animados puede ver la película de Eric "Bibo" Bergeron y Don Paul: "Camino hacia El Dorado"].


En todo caso, en este vídeo de poco más de 4 m puede ver un resumen de este mito.

16. Pero no solo surgió en América el mito de "El dorado", también se desarrolló el de "Las siete ciudades de Oro" o del "Reino de Cíbola". Investigue sobre este mito, señale en qué leyenda se basó, quiénes intentaron hallarlo y qué territorios se lograron conquistar gracias a su búsqueda.
[Una primera aproximación puede tenerla leyendo este atrículo de José María Zavala, publicado en el diario La Razón, el 30-12-2018: "La increíble historia del Reino de Cíbola".
Igualmente puede leer el artículo de Irma Leticia Magallanes Castañeda en este enlace de la Sociedad Geográfica Española (sge.org): "Las siete ciudades de la Cíbola". Francisco Vázquez Coronado (1540-1542)".
Si quiere profundizar, y con detalles más científicos, lea el artículo de la profesora Cué, María Eugenia. "El mito de las siete ciudades", in Anales de Antropología, XXXI (1994), pp. 167-201].

17. Finalmente, los aborígenes americanos llegaron a interesar a los españoles por el mito de la "Fuente de la eterna juventud" (Fons juventutis), leyenda que puede rastrearse también todas las culturas: en India, Mesopotamia (Siduri, Gilgamesh), Egipto, Grecia (los macrobianos etíopes), Roma (el rey Latmios), el "Romance de Alejandro" altomedieval, el Al-Khidr ("El Verde") musulmán, las referencias de Juan de Mandevila en su "Libro de las maravillas del mundo" a la fuente de la montaña Plumbe o Polombe, etc.
[Si está interesado en esta cuestión, es interesante la lectura de:
Weiner, Jonathan. Aferrados a la vida. La extraña ciencia de la inmortalidad. Barcelona: Círculo de Lectores, 2012].

Primero lo hicieron a través de los arahuacos (Caribe en las Bahamas), con el mito de Bímini; luego con las expediciones de Ponce de León a la Florida entre 1512-1513 en busca del "agua florida", o las Cabeza de Vaca. Evidentemente, este mito está, a la vez, relacionado con los ríos que cruzaban el Paraíso (no en vano, en la Florida se le dio el nombre del "Jordán" bíblico).

Esta creencia, además, fue divulgada entre los españoles a través del cronista Pedro Mártir de Anglería en su libro "Décadas del Nuevo Mundo" (México: Porrúa, 1964), quien comentó que "... a la distancia de trescientas veinticio leguas de La Española, cuentan que hay una isla, los que la exploraron en su interior, que se llama Boyuca, alias Ananeo, la cual tiene una fuente tan notable que, bebiendo de su agua, rejuvenecen los viejos". Así que, la búsqueda de este manantial hizo posible el descubrimiento de las tierras del sureste de Estados Unidos.

Puede ver este vídeo de poco más de 3 m que le resume el mito.

Fíjese como expreso esta búsqueda Juan de Castellanos en el s. XVI en sus "Elegías de varones ilustres de Indias", dedicadas a Felipe II (Elegía VI, Canto VII):

(...) Vuelvo, pues, a Ponce de León, poderoso
en los dones de Juno y de Belona,
que de mayor empresa codicioso,
y de servir a la real corona,
nunca quiso jamás tomar reposo
pudiendo ya gozallo su persona:
y ansí fuera el cargo de justicia,
quiso sacar a luz esta noticia.

Entre los mas antiguos desta gente
había muchos indios que decían
de la Bímini, isla prepotente,
donde varias naciones acudían,
por las virtudes grandes de su fuente,
do viejos en mancebos se volvían,
y donde las mujeres más ancianas
deshacían las rugas y las canas.

Bebiendo de las aguas pocas veces,
lavando las cansadas proporciones,
perdían fealdades de vejeces,
sanaban las enfermas complexiones;
los rostros adobaban y la teces,
puesto que no mudaban las faiciones;
y por no desear de ser doncellas
del agua lo salían todas ellas.

Decían admirables influencias
de sus floridos campos y florestas;
no se vían aún las apariencias
de las cosas que suelen ser molestas,
ni sabían que son litispendencias,
sino gozos, placeres, grandes fiestas:
al fin nos la pintaban de manera
que cobraban allí la edad primera.

Estoy agora yo considerando,
según la vanidad de nuestros días,
¡qué de viejas vinieran arrastrando
por cobrar sus antiguas gallardías,
si fuera cierta como voy contando
la fama de tan grandes niñerías!
¡Cuán rico, cuán pujante, cuán potente
pudiera ser el rey de la tal fuente!

¡Qué de haciendas, joyas y preseas
por remozar vendieran los varones!
¡Qué grita de hermosas y de feas
anduvieran aquestas estaciones!
¡Cuán diferentes trajes y libreas
vinieran a ganar estos perdones!
Cierto no se tomara pena tanta
por ir a visitar la tierra santa.

La fama pues del agua se vertía
por los destos cabildos y concejos,
y con imaginar que ya se vía
en mozos se tornaron muchos viejos:
prosiguiendo tan loca fantasía
sin querer ser capaces de consejos;
y ansí tomaron muchos el camino
de tan desatinado desatino.

Al norte, pues, guiaron su corrida,
no sin fortunosísimos rigores,
bien lejos de la fuente referida
y de sus prosperados moradores;
mas descubrió la punta que Florida
llamó, porque la vio Pascua de flores.
Volviose hecho tal descubrimiento,
y pidiólo por adelantamiento (...).

[Castellanos, Juan. Elegías de varones ilustres de Indias. Madrid: Rivadeneyra, 1852, pág. 69].

¿Qué cualidades le atribuye Castellanos a la fuente, además de rejuvenecer?

18. ¿Cónoce Vd. algunos lugares más donde se buscó la "fuente de la eterna juventud" en América? [Quizá pueda servirse de este libro:
Ocampo López, Javier. Mitos y leyendas latinoamericanas. Bogotá: Plaza y Janés, 2006, pág. 98]
.

19. Lo cierto es que científicamente se ha desmostrado que hay zonas que por el tipo de agua, el clima , la dieta, modo de vida... llevada por sus habitantes, se es más longevo (se superan los cien años, y ello con plena capacidad y actividad) que en el resto del planeta. Son las llamadas zonas azules, entre las que se encuentran la isla de Cerdeña (Italia), la isla de Icaria (Grecia) la isla de Okinagua (Japón), Loma Linda (en California, EE. UU.) y la península de Nicoya (Costa Rica)...
¿Conoce alguna leyenda de su Comunidad Autónoma, o de cualquier otro lugar, donde se diga que el bañarse o tomar cierta agua de alguna fuente le acarreará buena salud y juventud?
[Seguramente esa fuente vaya relacionada con alguna virgen o patrón, señalando que está bendita por el mismo].

20. ¿Sabe qué es la midorexia? ¿Qué relación tiene con el uso y abuso cada vez mayor de cirugías estéticas, empleo de diversidad de cremas antiedad, etc.?
[Puede ayudarse del siguiente artículo de Silvia C. Carpallo, publicado en el diario El País, el 31/10/2021: "Midorexia: cuando la obsesión por la eterna juventud maneja nuestros pensamientos"].

21. ¿Qué vínculo puede establecer entre la midorexia y el "síndrome de Peter Pan"?
[Apóyese en este artículo de Anna Gimeno publicado en la web psicologíaymente.com: "El Síndrome de Peter Pan: adultos atrapados en Nunca Jamás"].

Este vídeo de Carmen M. Sarabia, de poco más de 3 minutos puede ayudarle a resolver las dos preguntas anteriores.

22. Además, este mito debemos vincularlo con el del "árbol de la vida", que también podemos encontrarlo desde la Antigüedad en todas las culturas. Centrándonos en América, los indígenas del Orinoco creían que la palmera moriche, de la que se extrae un líquido azucarado que es el elixir de la eterna juventud, de la que se obtiene fécula para generar pan, y de cuyas fibras se hace ropa e instrumentos diversos. Era. pues, no sólo el árbol que les daba sustento cotidiano, sino del cual volvieron a nacer los hombres tras el diluvio universal. Otras tribus, sin embargo, señalarán otros árboles con estas propiedades, como el guayacán (el "palo santo") entre los chibcas o los muiscas; el xagua, etc.

¿Podemos establecer alguna relación con "El árbol de la vida" bíblico, ubicado en el centro del Edén? ¿Y con el "árbol de la Sabiduría, o del Bien y del Mal", también existente en el jardín del Edén?
[Este relato aparece en la Biblia en Génesis (Gn. 2:9; 3:22-24) y también en el libro de los Proverbios (Pr. 3:18 )].

23. ¿Conoce el mito de las tres manzanas de oro de las Hespérides?
[Ayúdese de este artículo de Eva Monferrer: "Las manzanas de oro del jardían de las Hespérides: tercer trabajo de Hércules"].

24. La creencia en un elemento que nos posibilite rejuvenecer no está olvidada en nuestra época. Las farmacéuticas, por ejemplo, se encargan permanentemente de hacérnoslo presente, sugiriendo que, a través de sus cremas, suplementos, etc., se puede restablecer y mantener "perdurablemente" la juventud corporal.
Busque un anuncio en el que se ofrezca estos elementos rejuvenecedores. ¿Qué imagen se ha empleado para atraer la atención? ¿A qué público va destinado, fundamentalmente?

Catedral de Ávila
25. En estos lugares tan paradisíacos el hombre vive feliz y dichoso, en armonía con la naturaleza. Así, surge el tópico literario del "Buen salvaje", tan ligado al concepto de que "el hombre es bueno por naturaleza", desinteresado, nada violento ni egoísta, sin jerarquías; y tan alejado de la visión medieval del "homo sylvaticus/sylvestris u homo agreste" (el "salvaje") -que conectaba con las leyendas grecorromanas de sátiros, faunos y centauros-, representado siempre completamente desnudo y cubierto de vello, alejado de la civilización que vive en cuevas en la selva o bosque, casi animal, como proyección de cualquier maldad del ser humano, y que tanta iconografía creó (raptando a una dama que rescata un caballero, sujetando el escudo nobiliario familiar, incluso en capiteles, sillerías del coro o fachadas de las catedrales y palacios). Y es que en la Edad Media el "homo naturalis" era un hombre pecador (recordemos a Adán) e incivilizado, como argumentaban muchos tratados confesionales sobre la penitencia, que preparaban para llegar a ser un renacido "homo christianus".
[Olivares Martínez, Diana. "El salvaje en la Baja Edad Media", in Revista Digital de Iconografía Medieval, V, 10 (2013), pp. 41-55].

¿Podría indicar qué figura literaria femenina, que creó un género propio en la Edad Media, puede catalogarse de "femina agreste" (mujer salvaje)?

26. ¿Puede exponer algún mito de "homo sylvaticus/sylvestris u homo agreste" (el "salvaje") que sigamos manteniendo en la actualidad?

27. ¿Conoce algún caso de niño/a "selvático"/"asilvestrado" o extraviado, que ha vivido lejos de la civilización, y que al ser encontrado se le ha educado, como el de Víctor de Aveyron a finales del s. XVIII? ¿Cuáles son los problemas que suelen detectarse en estos niños que no han vivido en sociedad?
[Puede informarse de este caso en el artículo de Psicologíaymente.com titulado: "Niños salvajes: infancia sin contacto con la humanidad", de Óscar Castilllero, de 2/9/2016]

Pinche en esta imagen para ver la película "El pequeño salvaje", de Truffaut, del año 1969, basada en su caso:

28. A su vez, esta visión debe contrastarse y ponerse en paralelo con la del hombre/mujer místico/a, contemplativo/a y "salvaje", que ha optado por la "fuga mundi" (huída del mundo), y que es la propia de los anacoretas, eremitas, y santos de los cenobios y monasterios del desierto (recordemos la "Vida de Santa María Egypciaca" medieval, meditando, haciendo penitencia, viviendo de manera "salvaje").
Defina las palabras subrayadas.

29. Decimos que la visión cambia totalmente a partir del descubrimiento de América. Antonio de Guevara, en el primer tercio del s. XVI, en su "Relox de príncipes" (Libro III, Cap. III: "De una plática que hizo un villano de las riberas del Danubio a los senadores de Roma, el qual vino a quexarse de las tyranías que los romanos hazían en su tierra. Divídela el auctor en tres capítulos, y es una de las más notables cosas que ay en este libro, assí para avisar a los que juzgan como para consolar a los que son juzgados"), nos narra una una anécdota para poner en evidencia, por analogía, la situación que se estaba ocasionando con los nativos de las tierras recién descubiertas:

«(...)como un día estuviesse Marco Aurelio rodeado de senadores, de philósophos, de médicos y de otros hombres cuerdos, movióse entre ellos plática de hablar quán mudada estava ya Roma, no sólo en los edificios, que estavan todos ruynados, mas aun en las costumbres, que estavan todas perdidas; y que la causa de todo este mal era por estar Roma llena de lisongeros y faltarle quien osasse dezir las verdades. Oýdas estas y otras semejantes palabras, el Emperador Marco Aurelio tomó la mano y contóles un muy notable exemplo, diziendo:

-En el año primero que fui cónsul, vino a Roma un pobre villano de la ribera del Danubio a pedir justicia al Senado contra un censor que hazía muchos desafueros en su pueblo; y de verdad él supo tan bien proponer su querella y exagerar las demasías que los juezes hazían en su patria, que dudo yo las supiera Tullio mejor dezir, ni el muy nombrado Homero escrevir. Tenía este villano la cara pequeña, los labrios grandes y los ojos hundidos; el color adusto, el cabello erizado, la cabeça sin cobertura, los çapatos de cuero de puerco espín, el sayo de pelos de cabra, la cinta de juncos marinos y la barba larga y espessa; las cejas que le cubrían los ojos, los pechos y el cuello cubierto de vello como osso, y un azebuche en la mano.
Por cierto quando yo le vi entrar en el Senado, imaginé que era algún animal en figura de hombre, y después que le oý lo que dixo juzgué ser uno de los dioses, si ay dioses entre los hombres; porque si fue cosa de espanto ver su persona, no menos fue cosa monstruosa oýr su plática. Estavan a la sazón esperando a la puerta del Senado muchas y muy diversas personas para negociar negocios de sus provincias, pero primero habló este villano que todas ellas, lo uno por ver lo que diría hombre tan monstruoso, y aun porque tenían en costumbre los senadores que en su Senado primero fuessen oýdas las querellas de los pobres que no las demandas de los ricos. Puesto, pues, en el medio del Senado aquel rústico, començó a proponer su propósito y muy por estenso dezir a lo que allí avía venido, en el qual razonamiento él se mostró tan osado como en las vestiduras estremado, y díxoles assí:
"¡O!, Padres Conscriptos, ¡o!, pueblo venturoso; yo, el rústico Mileno, vezino que soy de las riparias ciudades del Danubio, saludo a vosotros, los senadores romanos, que en este Senado estáys juntos, y ruego a los immortales dioses que rijan oy mi lengua para que diga lo que conviene a mi patria y a vosotros ayuden a governar bien la república; porque sin voluntad y parecer de los dioses ni podemos emprender lo bueno ni aun apartarnos de lo malo.
"Los tristes hados lo permitiendo y nuestros sañudos dioses nos desamparando, fue tal nuestra desdicha y mostróse a vosotros tan favorable ventura, que los superbos capitanes de Roma tomaron por fuerça de armas a nuestra tierra de Germania. Y no sin causa digo que a la sazón estavan de nosotros nuestros dioses sañudos; porque si nosotros tuviéramos a los dioses aplacados, escusado era pensar vosotros vencernos. Grande es vuestra gloria, ¡o! romanos, por las victorias que avéys avido y por los triumphos que de muchos reynos avéys triumphado, pero mayor será vuestra infamia en los siglos advenideros por las crueldades que avéys hecho; porque os hago saber, si no lo sabéys, que al tiempo que los truhanes van delante los carros triumphales diziendo: «¡Viva!, ¡Viva la invencible Roma!», por otra parte los pobres captivos van en sus coraçones diziendo a los dioses: «¡Justicia!, ¡Justicia!»
"Mis antepassados poblaron cabe el Danubio a causa que, haziéndoles mal la tierra seca, se acogiessen y se recreassen en el agua húmida; y, si por caso les enojasse el agua inconstante, se tornassen seguros a la tierra firme. Que como son varios los apetitos y condiciones de los hombres, ay tiempo que, huyendo de la tierra, nos refrescamos en el agua; y ay otro tiempo que, espantados del agua, nos acojemos a la tierra. Pero como dixe, ¡o! romanos, esto que quiero dezir, ha sido tan grande vuestra codicia de tomar bienes ajenos, y fue tan desordenada vuestra sobervia de mandar en tierras estrañas, que ni la mar vos pudo valer en sus abismos, ni la tierra vos pudo assegurar en sus campos. ¡O, qué gran consolación es para los hombres atribulados pensar y tener por cierto que ay dioses justos, los quales les harán justicia de los hombres injustos!; porque de otra manera, si los atribulados no tuviessen por cierto que de sus enemigos los dioses no tomassen vengança, ellos mismos a sí mismos quitarían la vida. Es mi fin de dezir esto porque yo espero en los justos dioses que, como vosotros a sinrazón fuistes a echarnos de nuestras casas y tierra, otros vernán que con razón os echen a vosotros de Italia y Roma. Allá en mi tierra de Germania tenemos por infalible regla que el hombre que toma por fuerça lo ajeno pierda el derecho que tiene a lo suyo proprio, y espero yo en los dioses que esto que tenemos por proverbio en aquella patria, ternéys por experiencia acá en Roma.
En las palabras grosseras que digo y en las vestiduras monstruosas que traygo podréys bien adevinar que soy un muy rústico villano, pero con todo esso no dexo de conocer quién es en lo que tiene justo y quién es en lo que possee tyrano; porque los rústicos de mi professión, aunque no sabemos dezir lo que queremos por buen estilo, no por esso dexamos de conocer quál se ha de aprovar por bueno y quál se ha de condenar por malo. Diría, pues, yo en este caso que todo lo que los malos allegaron con su tyranía en muchos días, todo se lo quitarán los dioses en un día, y por contrario, todo lo que los buenos perdieron en muchos años, se lo tornarán los dioses en una hora; porque (hablando la verdad) ser los malos ricos y estar prosperados no es porque los dioses lo quieren, sino porque lo permiten; y si nos quexamos que agora dissimulan mucho, suframos, que tiempo verná que lo castigarán todo. Creedme una cosa, ¡o! romanos, y no dudéys en ella, y es que de la injusta ganancia de los padres viene después la justa pérdida en los hijos. Muchos muchas vezes se maravillan allá en mi tierra qué sea la causa que los dioses no quitan a los malos lo que ganan luego como lo ganan, y para mí la razón desto es porque dissimulando con ellos ayunten poco a poco muchas cosas, y después quando estén muy descuydados se las quiten todas juntas; porque justo juyzio de los dioses es que, pues ellos hizieron a sinrazón mal a muchos, vengan algunos que con razón les hagan mal a ellos. Por cierto el hombre cuerdo, y que de hecho presume de cuerdo, es impossible que en lo que tiene ajeno él tome gusto; porque de otra manera de ninguna cosa terná contentamiento, acordándose que lo que tiene lo tiene mal ganado. No sé, romanos, si me entendéys, pero porque mejor me entendáys digo que estoy espantado, y aun aýna diría escandalizado, cómo el hombre que tiene cosa agena puede assossegar ni dormir sola una hora, pues vee que a los dioses tiene injuriados, a los vezinos escandalizados, a los enemigos contentos, a los amigos perdidos, a los que robó agraviados, y (lo que es peor de todo) tiene a su persona puesta en peligro. Y digo que la tiene puesta en peligro, porque el día que se determina uno de quitarme a mí la hazienda, aquel día me determino yo de quitarle a él la vida. Reo es a los dioses y muy infame entre los hombres el hombre que tiene tan caninos los desseos de su coraçón y tan sueltas las riendas de sus obras, que la miseria agena le parezca riqueza y la riqueza propria le parezca pobreza. Ni me da más que sea griego, que sea bárbaro, que sea romano; que esté absente, que esté presente; digo y afirmo que es y será maldito de los dioses y aborrecido de los hombres el que sin más consideración quiere trocar la fama con la infamia, la justicia con la injusticia, la rectitud con la tiranía, la verdad por la mentira, lo cierto por lo dudoso, teniendo aborrecimiento de lo suyo proprio y estando sospirando por lo que es ajeno.
El que tiene por principal intento allegar hazienda para los fijos y no de ser famoso entre los famosos, justa cosa es que el tal no sólo pierda los bienes allegados, mas aun que sin fama quede infame entre los malos. Como vosotros los romanos naturalmente soys sobervios y os ciega la sobervia, tenéysos por dicho que por tener como tenéys más que todos, por esso soys más honrados que todos, lo qual no es por cierto assí; porque si de hecho queréys abrir los ojos y conocer vuestros proprios yerros, veréys que, si os preciáys ser señores de provincias estrañas, fallaros eys hechos esclavos de vuestras riquezas proprias. Allegad quanto quisiéredes y hazed lo que mandáredes, que a mi parecer muy poco aprovecha tener las casas llenas de hazienda y por otra parte estar los coraçones posseýdos de codicia; porque las riquezas que se allegan por cobdicia y se guardan con avaricia quitan al posseedor la fama y no le aprovechan para sustentar la vida. No se podrá sufrir muchos días, ni menos encubrirse muchos años, ser el hombre tenido por rico entre los ricos y por honrado entre los honrados; porque el hombre que es muy amigo de su hazienda es impossible sino que sea enemigo de su fama. ¡O!, si los cobdiciosos tuviessen tanta codicia de su honra propria como tienen de la hazienda ajena, yo os juro por los immortales dioses que ni la polilla de la cobdicia les royesse el reposo de la vida, ni el cáncer de la infamia les destruyesse su buena fama.
Oýd, romanos, oýd esto que os quiero dezir, y plega a los dioses que lo sepáys entender; porque de otra manera yo perdería mi trabajo y vosotros no sacaríades de mi plática algún fructo. Yo veo que todos aborrecen la sobervia y ninguno sigue la mansedumbre; todos condenan el adulterio y a ninguno veo continente; todos maldizen la intemperança y a ninguno veo templado; todos loan la paciencia y a ninguno veo sufrido; todos reniegan de la pereza y a todos veo que huelgan; todos blasfeman de la avaricia y a todos veo que roban. Una cosa digo, y no sin lágrimas la digo públicamente en este Senado, y es que con la lengua todos los más blasonan de las virtudes, y después con todos sus miembros sirven a los vicios. No penséys que digo esto por los romanos que están en el Illírico, sino por los senadores que veo en este Senado. Vosotros, los romanos, en vuestras vanderas traéys por mote estas palabras:
«Romanorum est debellare superbos et parcere subiectis.» Por cierto que dixérades mejor: «Romanorum est expoliare innocentes et inquietare quietos»; porque vosotros los romanos no soys sino mollidores de gentes quietas y robadores de sudores ajenos».

Habrá observado que el villano Mileno tiene caracteres del "homo sylvaticus/sylvestris u homo agreste" (el "salvaje"). ¿En qué rasgos?

30. Pero, a la vez, tiene ya rasgos del "Buen salvaje". ¿Cuáles son?

31. Otros ejemplos de los que vieron como "Buen salvaje" al nativo americano fueron Pedro Mártir o el padre Bartolomé de las Casas, quien en su "Apologética historia sumaria" (de mediados del s. XVI), defendió la causa del indio indígena americano bajo este formato del "buen salvaje". Es a éste último, a través de su obra "Brevísima relación de la destrucción de las Indias" que se le reconoce ser el precursos de los derechos humanos
Para España, país creador de este mito del "buen salvaje", el indio americano era súbdito libre de la Corona. Y esto se dejó reflejado en sus leyes y disposiciones desde el principio. Así, Isabel «la Católica» dejó claro en una Real Provisión firmada el 20 de diciembre de 1503 contra los posibles excesos en las encomiendas en América que:

«Mando a vos, el dicho nuestro gobernador (…) que hagáis pagar a cada uno, el día que trabajare, el jornal e mantenimiento que según la calidad de la tierra y de la persona e del oficio vos pareciere que debiere haber (…) Lo cual hagan e cumplan como personas libres, como lo son, e non como siervos, e hacer que sean bien tratados; e los que de ellos fueran cristianos, mejor que los otros. Y no consistáis ni deis lugar a que ninguna persona les haga mal ni ningún daño u otro desaguisado alguno».

Y luego, gracias a las denuncias a abusos y maltratos que se daban por parte de algunos colonizadores, se aprobaron las "Nuevas Leyes para el Tratamiento y Preservación de los Indios" de 1542, que se vieron reforzadas, aunque no de manera legal, por la Controversia de Valladolid, de 1550, que se basaba en los postulados del padre del Derecho Internacional, Francisco de Vitoria. En estas leyes el emperador Carlos garantizaba la no esclavitud de los indios americanos, cosa que se vio sancionada por el papa Paulo III en su "Pastorale Officium", por lo que siempre los misioneros procuraron defender los derechos de los indios, tal y como ordenaba el rey: “Encargamos a los Prelados y Eclesiásticos, y mandamos a todos nuestros Ministros y personas Seculares de las Indias, que tengan a su cuidado avisar y advertir a los Protectores, Procuradores, Abogados y Defensores de Indios, si supieran que algunos están debajo de servidumbre de esclavos en las casas, estancias, minas, granjerías, haciendas y otras partes, sirviendo a españoles o indios”.

En este enlace de la web https://www.historiadelnuevomundo.com/ puede leer las "Ordenanzas de descubrimiento, nueva población y pacificación de las Indias", dadas por Felipe II el 13 de julio de 1573.

Fíjese especialmente en las ordenanzas que disponen el trato igualitario de los indios con el resto de sus súbditos. Señale al menos cinco casos como muestra.

32. En realidad, dice Mircea Elíade, el mito del Buen Salvaje "representa el recuerdo mítico de la imagen ejemplar del Mito del Paraíso terrestre y sus habitantes en los tiempos fabulosos que precedieron a la historia; y fue una prolongación del Mito de la Edad de Oro, de la perfección de los comienzos, que para los utopistas se había perdido por culpa de la civilización".
[Elíade, M. El mito del Buen Salvaje. México: Almagesto, 1991, pág. 3].
Es por ello que hemos hilado todas las preguntas anteriores a esta idea. Y como hemos dicho, el mito del "Buen salvaje" luego se desarrollaría por toda Europa, por Montaigne, por Rousseau, etc.
En efecto, recordemos que para Joseph-Marie Loaisel de Tréogate, el hombre es bueno por naturaleza y es la sociedad la que le corrompe, señalando Rousseau a la propiedad privada como el mayor factor para la injusticia y la desigualdad entre las personas: "En el estado primitivo el hombre no tenía intereses privados, ni necesidades superfluas, era libre...En el solo instinto tenía cuanto necesitaba para vivir en estado natural...El hombre salvaje falto de talento y de razón se entrega al sentimiento primero de la humanidad: la piedad, el amor y la bondad." ("Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres", de 1755).
¿Puede citar tres obras literarias posteriores al siglo XVIII donde se trate el tema del "Buen salvaje"?

33. ¿Cree Vd. que es correcto pensar que "el hombre es bueno por naturaleza"? Justifique su respuesta.


III. DESARROLLO DE OTROS TÓPICOS Y SUBGÉNEROS LITERARIOS


34. La Edad de Oro ya hemos visto más arriba, que ha generado algunos tópicos. Como, además, conlleva huir del mundanal ruido, vivir con arreglo a la naturaleza, sin preocupaciones de negocio o querer atesorar riquezas, contentarse con poco, desarrollará otro importante tópico literario : el denominado "Beatus ille" (dichoso aquel que huyendo del mundanal ruido y sus negocios se conforma con poco), que conlleva la alabanza de la vida rústica frente a la de la ciudad.
¿Cree que es mejor la vida en la naturaleza que en la ciudad? Justifique su respuesta en al menos diez líneas.

35. El tópico fue desarrollado primero por Quinto Horacio Flaco, en sus Epodos, 2, 1-9:

«Dichoso aquel que, lejos de ocupaciones, como la primitiva raza de los mortales, labra los campos heredados de su padre con sus propios bueyes, libre de toda usura, y no se despierta, como el soldado, al oír la sanguinaria trompeta de guerra, ni se asusta ante las iras del mar, manteniéndose lejos del foro y de los umbrales soberbios de los ciudadanos poderosos.
Así pues, ora enlaza los altos álamos con el crecido sarmiento de las vides, ora contempla en un valle apartado sus rebaños errantes de mugientes vacas, y amputando con la podadera las ramas estériles, injerta otras más fructíferas, o guarda las mieles exprimidas en ánforas limpias,o esquila las ovejas de inestables patas.
O bien, cuando Otoño ha levantado por los campos su cabeza engalanada de frutos maduros, ¡cómo goza recolectando las peras injertadas y vendimiando la uva que compite con la púrpura, para ofrendarte a ti, Príapo, y a ti, padre Silvano, protector de los linderos! Agrádale tumbarse unas veces bajo añosa encina, otras sobre el tupido césped; corren entretanto las aguas por los arroyos profundos, los pájaros dejan oír sus quejas en los bosques y murmuran las fuentes con el ruido de sus linfas al manar, invitando con ello al blando sueño.
Y cuando la estación invernal de Júpiter tonante apresta lluvias y nieves, ya acosa por un sitio y por otro con sus muchas perras a los fieros jabalíes hacia las trampas que les cierren el paso, y atiende con una vara lisa sus redes poco espesas, engaño para los tordos glotones, y captura con lazo la tímida liebre y la grulla viajera, trofeos que le llenan de alegría».

¿Conoce algún otro texto literario que trate este tópico del "beatus ille"?
[Quizá pueda servirse de este enlace: "El tópico del beatus ille en la literatura española"].

36. Este tópico se vio desarrollado en la Edad Media por dos vías: la del peligro que conlleva para las personas que viven ajenas a la sociedad inmersas en medio de la naturaleza, "asalvajadas", y no solo para ellas, sino también para los que se encuentran con ellas, como hemos visto más arriba, a través del subgénero poético de las serranillas, tal y como se observa en esta muestra del arcipreste de Hita, Juan Ruiz:

Pasando yo una mañana
el puerto de Malangosto
asaltóme una serrana
tan pronto asomé mi rostro.
-«Desgraciado, ¿dónde andas?
¿Qué buscas o qué demandas
por aqueste puerto angosto?»

Contesté yo a sus preguntas:
-«Me voy para Sotos Albos»
Dijo: -«¡El pecado barruntas
con esos aires tan bravos!
Por aquesta encrucijada
que yo tengo bien guardada,
no pasan los hombres salvos»

Plantóseme en el sendero
la sarnosa, ruin y fea,
dijo: -«¡Por mi fe, escudero!
aquí me estaré yo queda;
hasta que algo me prometas,
por mucho que tú arremetas,
no pasarás la vereda.»

Díjele: -«¡Por Dios, vaquera,
no me estorbes la jornada!
deja libre la carrera;
para ti no traje nada.»
Me repuso: -«Entonces torna,
por Somosierra trastorna,
que aquí no tendrás posada.»

Y la Chata endiablada,
¡que San Julián la confunda!
arrojóme la cayada
y, volteando su honda,
dijo afinando el pedrero:
-«¡Por el Padre verdadero,
tú me pagas hoy la ronda!»

Nieve había, granizaba,
hablóme la Chata luego
y hablando me amenazaba:
-«¡Paga o ya verás el juego!»
Dije yo:-«¡Por Dios, hermosa,
deciros quiero una cosa,
pero sea Junto al fuego!»

-«Yo te llevaré a mi casa
y te mostraré el camino,
encenderé fuego y brasa
y te daré pan y vino.
Pero ¡a fe!, promete algo
y te tendré por hidalgo.
¡Buena mañana te vino!»

Yo, con miedo y arrecido,
le prometí un garnacha
y ofrecí, para el vestido,
un prendedor y una plancha.
Dijo: -«Yo doy más, amigo.
¡Anda acá, vente conmigo,
no tengas miedo a la escarcha!».

Cogióme fuerte la mano
y en su pescuezo la puso,
como algún zurrón liviano
llevóme la cuesta ayuso.
-«¡Desgraciado!, no te espantes,
que bien te daré que yantes
como es en la tierra uso.»

Me hizo entrar mucha aína
en su venta, con enhoto;
y me dio hoguera de encina,
mucho conejo de Soto,
buenas perdices asadas,
hogazas mal amasadas
y buena carne de choto.

De vino bueno un cuartero,
manteca de vacas, mucha,
mucho queso de ahumadero,
leche, natas y una trucha;
después me dijo: -«¡Hadeduro!,
comamos de este pan duro,
luego haremos una lucha.»

Cuando el tiempo fue pasando,
fuime desentumeciendo;
como me iba calentando
así me iba sonriendo.
Observóme la pastora;
dijo: –«Compañero, ahora
creo que voy entendiendo».

La vaqueriza, traviesa,
dijo: «Luchemos -un rato,
levántate ya, de priesa;
quítate de encima el hato»
. Por la muñeca me priso,
tuve que hacer cuanto quiso,
¡creo que me fue barato!

¿Qué características destacaría de la vaquera de Malangosto?

37. Aunque no siempre deben ocasionar situaciones tan peligrosas. Veamos esta muestra del Marqués de Santillana, Íñigo López de Mendoza, sobre una vaquera de la Finojosa:

Moza tan fermosa
non vi en la frontera,
com’una vaquera
de la Finojosa.

Faciendo la vía
del Calatraveño
a Santa María,
vencido del sueño,
por tierra fraguosa
perdí la carrera,
do vi la vaquera
de la Finojosa.

En un verde prado
de rosas e flores,
guardando ganado
con otros pastores,
la vi tan graciosa,
que apenas creyera
que fuese vaquera
de la Finojosa.

Non creo las rosas
de la primavera
sean tan fermosas
nin de tal manera;
fablando sin glosa,
si antes supiera
de aquella vaquera
de la Finojosa;

non tanto mirara
su mucha beldad,
porque me dejara
en mi libertad.
Mas dije: «Donosa
-por saber quién era-,
¿dónde es la vaquera
de la Finojosa?»

Bien como riendo,
dijo: «Bien vengades,
que ya bien entiendo
lo que demandades;
non es deseosa
de amar, nin lo espera,
aquesa vaquera
de la Finojosa».

¿Qué diferencias en cuanto al lugar de encuentro, la fisionomía de la vaquera y el resultado final halla entre la anterior serranilla y esta?

38. La sociedad actual nos propone múltiples necesidades para todo, generando seres consumistas, insatisfechos e infelices. Hay un grupo de personas que han optado por el "minimalismo", por encontrar la felicidad en el deseo de tener poco y desear poco. Vea el siguiente vídeo y haga una redacción de al menos quince líneas explicando si cree que es posible "vivir con poco".

39. Otro tópico que va parejo al anterior es alabar ese lugar rústico, idílico, como deseable y bueno para el espíritu. En él se oye el deslizar del agua de los ríos, el viento, el canto de los pájaros, los sentidos se ven sorprendidos por una policromía de flores exhuberante, y todo invita a sentarse en la hierba y... soñar. Se conoce como "locus amoenus" (lugar agradable).
¿Ha sentido esto alguna vez en algún lugar? Describa en al menos diez líneas ese sitio y lo que sintió.


IV. SOBRE EL MITO DE HERMES


40. Para contestar a las siguientes preguntas, referidas a Hermes, puede servirse de este enlace: https://thecolor.blog/es/dios-hermes/ y del siguiente vídeo:

O del siguiente audio:

Ahora, conteste a estas cuestiones:

a) ¿Quién era Hermes en la mitología griega?

b) ¿Cómo se representa a Hermes? Fíjese en la imagen de la derecha.

c) ¿Con qué símbolos se le asocia?

d) ¿De qué se le creía que fue inventor?

e) Fue el creador de un instrumento musical? ¿Cuál? ¿A quién se lo regaló?

f) Hermes, por su parte, recibirá a cambio del instrumento otro regalo. ¿Cuál es? ¿Lo ha visto actualmente en algún edificio?

g) ¿De qué profesiones se le consideraba protector?

h) Hay un grupo social relacionado con el hampa y los bajos fondos del que era también protector. ¿Cuál?

i) ¿Qué nombre recibirá en la mitología romana?

j) En otro relato, Perseo fue ayudado por Hermes para poder matar a Medusa. ¿Cómo le ayudó?
Para contestar a esta pregunta lea el siguiente relato:

Zeus se quedó prendado de una joven Dánae, hija del rey de Argos, Acrisio, que vivía encerrada en la torre de un palacio, aislada del mundo. Al rey le habían profetizado que moriría a manos de un nieto suyo y encerró a su hija para que no pudiese tener hijos.
Sin embargo, Zeus consiguió entrar en la torre y, una vez allí, se transformó en lluvia de oro y cayó suavemente sobre su pecho y su vientre para poder abrazarla sin que ella se diese cuenta de lo que sucedía.
Nueve meses después, Dánae dio a luz a su hijo al que puso por nombre Perseo. Acrisio que no pudo explicar en un primer momento cómo había podido suceder aquello, comenzó a comprender que algo sobrenatural había ocurrido al darse cuenta que aquel niño estaba rodeado de un resplandor más propio de un dios.
- Este es el nieto que acabará conmigo, pensó Acrisio, debo matarle para salvar mi vida.
Sin embargo, Acrisio no tuvo el valor de darle muerte y embarcó al niño y a su madre en un cajón de madera que arrojó al mar para que los dioses decidiesen si debían vivir o morir.
Los dos estaban aterrados y vivieron aterrorizados en aquella caja durante cuarenta días y cuarenta noches, afrontando el fuerte oleaje, el cansancio y el hambre. Por fin, el cajón llegó hasta la isla de Sérifos y allí les acogió el rey Polidectes. Perseo vivió allí hasta convertirse en un apuesto y valiente joven.
Sin embargo, Polidectes percibiendo el liderazgo de Perseo, comenzó a temer que le arrebatara el trono y decidió deshacerse de él. Tampoco se atrevió a matarle con sus propias manos por lo que ideó otro plan.
Polidectes le dijo a Perseo que debía demostrar su valor y le pidió que le trajera la cabeza de Medusa. Medusa había sido una hermosa mujer, pero los dioses la castigaron arrebatándole su belleza y convirtiéndola en uno de los monstruos más despiadados de la Tierra. Sus cabellos eran fieras serpientes, sus ojos eran negros abismos y sus dientes podían desgarrar ferozmente a sus presas. Pero lo peor de todo era que, debido a un hechizo, Medusa convertía en piedra todo lo que miraba.
Perseo aceptó la misión pero, para su suerte, los dioses le ayudaron: Hermes le dio unas sandalias aladas para volar rápidamente hacia el lugar donde Moraba Medusa y una hoz de diamante; Hades le da un casco alado que le da el poder de volverse invisible; y Atenea, le recomendó que nunca le mirara a los ojos y le regaló un escudo de bronce que brillaba como un espejo.
Y así, Perseo se enfrentó al temible monstruo. Alzó su escudo y buscó el reflejo de Medusa en él para no mirarle a los ojos. Agarró la hoz y le asestó un duro golpe sobre el cuello que le arrancó la cabeza. Luego la recogió sin mirarla, la guardó en un zurrón e inició su viaje de vuelta.
¿Qué pasó con Perseo? De regreso a la isla se encontró a una muchacha encadenada en un acantilado, se llamaba Andrómeda. Su padre, Poseidon, dios del mar, la ofrecía en sacrificio a un monstruo marino para que dejara tranquilos a las gentes de aquel lugar. Perseo se ofreció a acabar con aquel monstruo y, tras una lucha encarnizada con el animal, a punto de perecer, recordó que llevaba en su zurrón, su salvación. Agitó la cabeza de Medusa frente a la bestia y, al instante, se convirtió en una montaña de coral.
Perseo se casó con Andrómeda y con ella tuvo seis hijos. Volvió a Sérifos para entregarle a Polidectes la cabeza de medusa dentro de su zurrón. Pero, el rey no pudo evitar la tentación de mirarla y, al hacerlo, quedó convertido en piedra, así como la multitud allí congregada.
Luego nombró a Dictis rey de Serifos, devolvió a Hermes las sandalias aladas y entregó la cabeza de Medusa a Atenea, quien la pondría en su escudo.
Después, decidió regresar a Argos, con Dánae y Andrómeda. Acrisio se enteró de aquello y huyó a Lárisa para presenciar unos juegos. Sin embargo, Perseo también decidió acudir y participó en el lanzamiento de disco. La mala fortuna hizo que un mal golpe lanzara el disco contra Acrisio matándolo de inmediato y cumpliéndose así la profecía. Debido a esta muerte accidental, Perseo no quiso gobernar Argos, su legítimo reino e intercambió con su tío Megapentes, rey de Tirinto, los reinos. Perseo se convirtió así en rey de Tirinto y Megapentes de Argos.

[De: https://quonomy.com/mito-de-perseo-y-medusa-resumen-corto-y-explicacion-facil].

También puede ver este vídeo referido al mito de Perseo, de la serie "Mitos y leyendas" de RTVE, emitido el 2/12/2012, y que tiene una duración de 23 m:

https://www.rtve.es/play/videos/mitos-y-leyendas/mitos-leyendas-perseo/1598107/

k) En este último relato se asocia a Medusa con un suceso trágico para todo aquel que la mira.
1) ¿Cuál es?

2) ¿Sabe que hay una expresión popular basada en este mito?

3) ¿Podría citar otras expresiones comunes que se basan en la mitología griega?
[Puede ayudarse de estos artículos:
8 dichos populares de origen griego.
Expresiones de origen mitológico: cuando el habla de los dioses baja a la calle.
O del libro de Fernando Castelló: Hablar como los dioses. Diccionario de nuestras expresiones y términos coloquiales de origen mitológico-grecolatino. Madrid: Evohé, 2010]

l) ¿¿Recuerda qué suceso parecido se nos cuenta en la Biblia, que le ocurrió a la esposa de Lot?
[Lea el libro de Génesis, 19: 15-26, para contestar a la pregunta]

m) Este mito de la "prohibición de mirar hacia atrás", también lo encontramos en el mito griego de Orfeo y Eurídice. La historia es la siguiente:

ORFEO. Hijo del rey de Tracia, Eagro, y de la musa Calíope. Fue un héroe, un poeta y un sabio. Tuvo por maestro de música a Lino, hijo de Ismenio y nieto de Apolo. En este arte, Orfeo alcanzó una gran perfección y se afirma que añadió dos cuerdas a las siete primitivas de la cítara. Los acordes que él tocaba en este instrumento y en la lira eran tan armoniosos que hasta los seres insensibles, como los árboles y las montañas, se animaban y quedaban fascinados al oírlos. Las bestias feroces iban a rendirse a sus pies, los pájaros se posaban a su alrededor para escucharlo, los vientos dirigían su soplo hacia donde él estaba, los ríos y los torrentes dejaban de discurrir y las piedras le seguían danzando. Cuenta la leyenda que durante la expedición de los Argonautas, en la que Orfeo tomó parte, consiguió con su música calmar al mar en tormenta y dormir al dragón que custodiaba el vellocino de oro. Según una tradición, vivió una temporada en Egipto, donde pudo estudiar el origen y la historia de los misterios de Dioniso y de Hécate, llevando su culto a Grecia. Simboliza, pues, el arte que refina las costumbres bárbaras de Tracia y las civiliza. El episodio más célebre de su leyenda muestra su descenso a los Infiernos, que Virgilio popularizó en la Eneida. Su prometida, la ninfa Eurídice, murió el día antes de su boda porque una víbora le picó en el talón. El dolor de Orfeo por su muerte fue extremo, y toda Tracia escuchó el eco de sus suspiros y lamentos. En vano Orfeo pidió a los dioses del Olimpo que le restituyeran a la mujer amada; finalmente, cogiendo su lira decidió ir a buscarla él mismo. Bajó a través de la abertura del Ténaro hacia las orillas de la Estigia, consiguió fascinar con su música al terrible can Cerbero y consiguió que Plutón y Perséfone le devolvieran a Eurídice. Se le concedió que él caminase delante de Eurídice y no se volviera para mirarla hasta que estuviera fuera del Hades. De este modo Orfeo comenzó a ascender el áspero sendero que conducía a la tierra, yendo Eurídice tras él; pero cuando ya se estaba acercando a la salida, no pudo resistir el deseo de saber si ella le seguía. El infeliz amante, olvidando lo pactado, se volvió y vio entonces desaparecer la sombra de su amada, a pesar de sus dolorosas y apasionadas llamadas, engullida por las tinieblas infernales, esta vez para siempre.
Orfeo se quedó llorando siete noches y siete días en las puertas del Hades, tratando en vano de alcanzar la compasión de los dioses de los Infiernos; pero al final tuvo que regresar a Tracia. No se consoló, y fiel al recuerdo de Eurídice, rechazó todo consuelo y lloró su dolor ininterrumpidamente durante noches y días, y no quiso mirar a otras mujeres tracias. Estas se ofendieron y un día, durante la celebración de una orgía en honor de Baco, se echaron encima de él y, cubriendo su voz melódica y fascinadora con sus gritos y chillidos, destrozaron al poeta y echaron su cabeza y su lira a las aguas del Hebro. Transportadas por la corriente del río llegaron hasta el mar, mientras los labios de Orfeo y su instrumento hacían todavía resonar dolorosamente el nombre de Eurídice. Al llegar cerca de la isla de Lesbos, surgió del mar un enorme dragón, que iba a tragarse la cabeza del infeliz poeta cuando intervino Apolo, que petrificó al monstruo. Luego, el dios mandó una terrible peste a Tracia con el fin de castigar a los habitantes por el delito cometido. Consultado el oráculo por los tracios, reveló que la peste cesaría cuando la cabeza de Orfeo hubiera encontrado digna sepultura. Un pescador la encontró, milagrosamente todavía inalterada, en las costas de Jonia, y con la ayuda de las Musas, le dio piadosa sepultura. La lira del poeta, recogida por el cielo, se transformó en una constelación.
Orfeo, inventor de la música y fundador de la civilización, iniciador de los denominados misterios órficos, generalmente se representaba en el arte con la lira, revestido con una larga túnica blanca y rodeado de animales fascinados por su música.

[Escobedo, J. C. Enciclopedia de la mitología. Una herramienta para redescubrir el hombre actual y entender el mundo contemporáneo. Barcelona, De Vecchi, 2011].

Un resumen del mito de Orfeo puede verlo en este vídeo de 8 m:

1) ¿Qué relación hay entre Orfeo y Apolo?

2) La lira de Hermes tenía distintas cuerdas a la de Apolo y Orfeo. ¿En qué número variaron?

3) ¿Dónde podemos ver la lira de Orfeo?

4) El mito de Orfeo es, entre otras cosas, un mito de amor constante más allá de la muerte, que tendrá diferentes ecos en nuestra literatura, a través del suceso de éste con Eurídice.
¿Cómo y por qué murió Eurídice y qué le sucedió después de muerta?

→ Este mito de amor más alla de la muerte estuvo presente en nuestra literatura en "Reinar después de morir", que es una obra de teatro de Vélez de Guevara, de 1640, la cual relata los hechos acaecidos en el siglo XIV en Portugal entre el príncipe (y futuro rey) Don Pedro I de Portugal, su esposa castellana Constanza Manuel de Villena y su amante gallega (y presunta esposa clandestina) Inés de Castro.
¿qué hechos fueron esos?
[Puede servirse del siguiente artículo del diario ABC, realizado por Inés Rodrigo el 14/07/2013: "Inés de Castro, reina después de muerta"

→ Asimismo, es famoso el siguiente soneto de Quevedo, titulado "Amor constante más allá de la muerte":

Cerrar podrá mis ojos la poestrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;

mas no, de esotra parte en la ribera,
dejará la memoria en donde ardía:
nadar sabe mi llama la agua fría
y perder el respeto a ley severa.

Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor tanto fuego han dado,
medulas que han gloriosamente ardido,

su cuerpo dejarán, no su cuidado,
serán ceniza, más tendrá sentido,
polvo serán, más polvo enamorado.

Puede verlo recitado por el actor José Luis Gómez en este vídeo, de poca más de 1 m:

Observe que es una hermosa declaración de amor, en la que hay diversas figuras retóricas. Señale los hipérbatos que encuentre, así como las aliteraciones y metáforas.

→ Fíjese ahora en esta otra expresión del mismo tema de Gustavo Adolfo Bécquer, en su rima XCI:

Podrá nublarse el sol eternamente;
Podrá secarse en un instante el mar;
Podrá romperse el eje de la tierra
Como un débil cristal.

¡Todo sucederá! Podrá la muerte
Cubrirme con su fúnebre crespón;
Pero jamás en mí podrá apagarse
La llama de tu amor.

Hay varios aspectos estructurales y de contenido muy importantes que diferencia a ambos poemas. ¿Cuáles son?
¿Cuál de los dos poemas le parece más bonito? Justifique su respuesta.

5) También muestra el mito que estamos analizando el poder que tiene la música: ablanda a las fieras, oculta el canto de las sirenas, enternece a los dioses, aplaca al can Cerbero cuando desciende al Hades a buscar a Eurídice...

Puede ver este vídeo de la serie "Mitos y leyendas" de RTVE, emitido el 20/11/2012, y que tiene una duración de 23 m, que le explica el mito de Orfeo:


https://www.rtve.es/television/20121120/orfeo/575701.shtml
[Si está interesado en profundizar en esta última cuestión, puede leer:
Molina Moreno, F. Orfeo y la mitología de la música. (Tesis del año 1998). Madrid: Universidad Complutense de Madrid, Servicio de Publicaciones, 2005]
.

¿Qué importancia le da Vd. a la música en su vida? ¿Cree que el mundo sería distinto sin música? ¿En qué?




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