1 de marzo de 2022

"PARÁFRASIS SUPER CANTICA CANTICORUM DE SALOMÓN EN MODO PASTORIL", de BENITO ARIAS MONTANO (1527-1598)


Desde bien temprano, el humanismo bíblico propuso, dado el carácter dificultoso del texto literal del "Cantar de los cantares", que se interpretara como un poema (égloga) pastoril, tal y como hizo Cipriano de la Huerga (Comentario al Cantar de los Cantares, in Obras Completas, vols. V y VI), maestro de Benito Arias Montano y de fray Luis de León (quien también tradujo esta obra posteriormente, como puede leer en la entrada de este blog "El cantar de los cantares, traducción de fray Luis de León") en la Universidad de Alcalá, quien además de teólogo y hebraísta, fue un buen conocedor de los clásicos, hasta el punto de que su comentario al libro de Job es, en España, la obra bíblica del siglo XVI en la que más se utiliza la cultura profana grecolatina, como puso de manifiesto el profesor E. Asensio.
[Cfr.: Asensio, Eugenio. “Cipriano de la Huerga, maestro de fray Luis de León”, in Homenaje a Pedro Sáinz Rodríguez, vol. III. Madrid, F.U.E., 1986, pág. 66.
Morocho Gayo, G. et al. “Cipriano de la Huerga, maestro de humanistas”, in Fray Luis de León. Historia, humanismo y letras. Salamanca: Junta de Castilla y León/Universidad de Salamanca/Universidad de Castilla-La Mancha, 1996, p. 173-193].

Esta relación entre el mundo clásico y el bíblico provocó en todos los discípulos de Huerga el empeño y dedicación por aprender no solo las lenguas clásicas sino las orientales. Fruto de ese esfuerzo y saber de Benito Arias Montano será el encargo real, en 1568, de la edición de la Biblia Políglota de Amberes (o Biblia real). Estos estudios, que hubieran tenido un gran desarrollo, pronto se vieron abandonados por las siguientes generaciones, ante el temor de la Inquisición, de quien el propio fray Luis de León fue reo.

Vamos a tener la oportunidad de comprobar que la paráfrasis de Arias Monatano es un poema pastoril, precursor, además, de la poesía religiosa en endecasílabos, junto a Montemayor.
[Cfr.: Núñez Rivera, Valentín. Poesía y Biblia en el Siglo de Oro. Estudios sobre los Salmos y el Cantar de los Cantares. Madrid/Frankfurt: Iberoamericana/Vervuert, Biblioteca Áurea Hispánica, 2010. pp. 19-92.].

La paráfrasis, además, se configura como un texto dramático, en el que intervienen un pastor (el esposo), una pastora (la esposa) y sus compañeros, con el coro, como explicaba en su cátedra de la Huerga, a los que Arias Montano añadió la voz del "Poeta" (meramente narrativa), posiblemente siguiendo el modelo de la "Égloga I" de Garcilaso de la Vega, y que se situá en una canción primera o proemial: "en los floridos valles de Siona...", donde se nos da la genealogía bíblica de los protagonistas y se describe un locus amoenus; y luego en los versos de claro eco garcilasista "al dulce lamentar de aquesta amante...". Además, dará nombre a los pastores, Theolamapo (el brillo de Dios) y Eumena (la propicia, la bondadosa, el alma dispuesta a aceptar a Dios).

V. Núñez especifica que

« en cuanto a la métrica, hay que decir que la paráfrasis combina estancias (53) con octavas reales (14), sin que pueda observarse un motivo específico para la alternancia, aunque es cierto que la octava abunda en contextos relacionados con Theolampo, acaso porque Arias Montano equipara esta estrofa con la elevación de estilo propia de la figura regia. Garcilaso, recordémoslo, había empleado ambos esquemas por separado en la égloga I y en la III. También fray Luis elige separadamente esos metros para las traducciones de las Bucólicas virgilianas. La clave para la oportunidad de la elección quizá venga de la mano de El Pinciano, quien argumenta en su poética de 1596: “Para bucólica es bueno el terceto y ay quien aya usado la octava, y aun entrepuesto canciones a tercetos; digo que el terceto me parece mejor mucho”. Sin embargo, ninguna de las versiones del Cantar se compone en tercetos, cosa curiosa, a juzgar por la abundancia en otros contextos, aunque la versión atribuida a fray Luis, de la que luego se tratará, se escribe en octavas.
En cuanto a la conformación elocutiva, aunque el poema ostenta un registro culto, también incorpora términos o expresiones arcaicas y rústicas, dando lugar a ese hibridismo propio de la égloga y de la lengua hebrea, tal como proponía fray Luis, de modo que también por este lado se consigue una verosimilitud evidente. Algunos de esos elementos son el uso del artículo más posesivo, uso de la interjección helo, términos como “zagal chapado”, la -e paragógica, la geminación de las estructuras léxicas y sintácticas, la abundancia de dativos simpatéticos. Esa convivencia de lo culto y lo tradicional serán primordiales más tarde, como una de las claves poéticas del 'Cántico' de San Juan.».

[ Núñez Rivera, Valentín. "Arias Montano (y fray Luis de León) con el Cantar de los cantares: Paráfrasis, hermenéutica, persuasión", in e-Spania, Revue interdiciplinaire d'études hispaniques médiévales et modernes, [Online], 36 | juin 2020 ].

Finalmente señalamos que sabemos que en 1553, ya concluida la Paráfrasis, Montano viajó a Salamanca y que en 1554 le entregó a Sebastián Toscano una copia del poema, de ahí que pongamos estas dos fechas más abajo.

PARÁFRASIS SUPER CANTICA CANTICORUM DE SALOMÓN EN MODO PASTORIL (1553-1554).

POETA.
En los floridos valles de Siona,
junto con el otero,
do el hijo de Jesé, zagal chapado,
por tirar con la honda muy certero,
la su gentil corona
ganando, fue entre todos señalado:
Allí, en un verde prado,
vi, debajo una sombra, una pastora
graciosa y bella, aunque algo tostadilla.
Paréme por oílla,
y a ver qué cosa fuese causadora
del ansia gastadora
que dentro en sí tenía,
porque con los suspiros que enviaba,
tales que el aire ardía,
encendida en deseo se mostraba.

En su cantar sentí que amor la fuerza
y no le da reposo,
haciendo al delicado pecho guerra,
sólo por el deseo de un su esposo
al cual llamar se esfuerza,
tanto que mueve a compasión la tierra.
No mucho se destierra
Su esposo, porque está tambien herido
De una otra flecha tanto mas pujante,
Y no poder apacentar sus ojos.
Y jamás no pudiendo
Sus ansias refrenar, que no rompiesen
Este cantar, diciendo,
Lugar daba a sus quejas que saliesen.

CAPÍTULO PRIMERO.

ESPOSA.
Teolampo mío, ¿qué tardanza es ésta?
¡Ay! , ¿quién te me detiene?
¿Dónde estás? ¿No respondes? ¿Qué te has hecho?
¿Cómo no quieres que en tu ausencia pene
aquella a quien le cuesta
tu amor el corazón que está en su pecho?
Bien sientes qué despecho
terné conmigo misma no te viendo,
porque tengo temor que no me quieras.
Si tú mi amante fueras
vinieras, la mi pena no sufriendo.
Yo juro que en te viendo
sería yo guarida,
y aunque la muerte ya de mí triunfase,
tornaría a la vida
si un beso de tu boca yo alcanzase.

No hay en el mundo más sabroso vino
que al bebedor contente
y quite sus cuidados y dolores,
y lo haga a gran bien estar presente,
que aquel dulzor divino
se pueda comparar de tus amores;
Pues solos los olores,
Que de tí salen, tanto acá trascienden,
Ì en tanto amor encienden,
Como óleo, que derrama
Algalía que en bujetas se reparte.
Asĩ huele tu fama,
Que a todas las doncellas hace amarte.

Pluguiese a Dios del cielo que me asieses
Teolampo, de la mano,
y me llevases una vez contigo,
seguirte ya con correr liviano
por do quiera que fueses,
que sin ti estando, no estaría conmigo
este mi Rey que digo.
Me dará entrada en su Palacio eterno,
donde veremos todas sus riquezas,
y si a esto me avezas,
en mí aposentarás un gozo tierno.
Y todo mi gobierno
será siempre decir,
que no hay vino que iguale con tu amor;
y tú podrás sentir
cuanto te hace amable este dulzor.

Aunque parezco en mi color morena,
solimitanas dueñas,
en todo el resto soy graciosa y bella,
como los pabellones, que en las breñas,
y por la ardiente arena
están tendidos, que el alarbe huella:
tan linda como aquella
cortina, que en su templo Salomón
tendió, que dentro gran riqueza muestra;
y fuera de otra muestra.
¿Porqué el color moreno espanto os pone?
¡Ay, Dios se lo perdone!
Los hijos de mi madre me forzaron
que guardando sus viñas me tostase,
y nunca me dejaron
que la mi viña propia bien guardase.

Hazme saber, oh amor de la mi alma,
dó el tu ganado pace,
y hacia dónde aballas tu rebaño;
cuando la luz en la mañana nace,
o cuando el aire en calma,
do lo defiendes del calor extraño.
Porque si yo me engaño
en te buscar, sin ir do estás muy cierta,
andando por los montes y las fuentes,
amor no pares mientes,
que andaré fatigada y casi muerta.
y si por acaso acierta
verme quien no conozca,
al punto pensará de mí mil males,
que ando de choza en choza,
buscando sin vergüenza los zagales.

POETA.
Al dulce lamentar de aquesta amante
callaba el campo todo,
movido a compasión de una tal queja;
y no es tan vano el lastimero modo
que el alma no quebrante
a su esposo, que della no se aleja.
Amor ya no le deja,
ni su alma tierna puede ya sufrillo,
atormentar su amada con silencio;
que le es amargo asensio
ver el mal de su esposa y no guarillo.
Y con un son que oíllo
bien pueda, le responde
cantando, porque más su pecho mueva,
desde las breñas, donde,
por gran requiebro, su presencia encueva.

ESPOSO.
Eumenia, para mí dulce y graciosa,
más que mujer de cuantas hoy se arrean:
Si tú no sabes, mi querida esposa,
hallar las mis ovejas do sestean,
aballa tu ganado presurosa,
y tus cabritos, que pacer desean.
La huella ven siguiendo a los pastores,
que entre ellos hallarás a tus amores.

Más linda, más ligera y más lozana
eres a los mis ojos, mi querida,
que la yegua de Egipto muy galana
que en el mi carro suele andar uncida.
Tus mejillas, Eumenia, muy de gana,
entre sus joyas tienen mi alma asida.
Dos tórtolas tengo muy labradas
de oro en blanca plata rematadas.

ESPOSA.
¡Cuán dulce es tu presencia, Esposo amado!
Mis cosas siente todas su alegría,
mira en sentirte en donde estás sentado,
que olor esparce la bujeta mía:
un manojo de mirra muy preciado,
que siendo amargo un suave olor envía,
manojo es como tú, mi esposo bello,
entre mis pechos quiero yo traello.

De cánfora, un racimo muy suave,
donde sale el licor que siempre dura,
y junto al mar, que no sustenta nave,
en las viñas de Engadi es su pastura,
tal es, quien de mi pecho tiene llave,
y solo cierra y abre su clausura;
y aún poca suavidad es la que digo,
mayor expira de mi dulce amigo.

ESPOSO.
La beldad toda en ti hace aposento,
en ti, mi amiga, á mí, de la lindeza.
Tus ojos que me dan tan gran contento
en su mirar honesto y su clareza,
sus rayos, su color, sú movimiento,
su redondez estraña y su grandeza,
remedan mucho á los de la paloma,
cuando por la mañana el rayo asoma.

ESPOSA.
Tu gracia y tu beldad es la que abrasa
mi corazon continuo en viva llama,
de flores que cogí, cuando mas rasa
el alba estaba, es hecha nuestra cama,
de cedro es la madera, nuestra casa
que grande suavidad de sí derrama
el corredor, cipreses lo sustentan,
porque del tiempo injuria nunca sientan.

CAPÍTULO SEGUNDO.

ESPOSO.
Tal soy como en el campo nunca arado
rosa, que lejos el su olor extiende,
y la su vista a nadie se defiende,
y cunde más su olor si la han hollado.
Viene en ella el rocío descombrado,
no tiene impedimento
para su crecimiento,
y da contentamiento
tal que cualquier a verla es convidado.

Soy el lirio en los valles esmerado
nacido entre los prados deleitosos,
que entre las verdes uvas tan hermosos
sus vástagos extiende muy preciado.
Por mi olor de todos soy amado,
y al dulce movimiento
del pasajero viento
de mí mana un aliento
de grande suavidad acompañado.

Aquella que me vino tanto en grado,
tal es entre los rostros más hermosos
de las mujeres, como entre enojosos
espinos es el lirio delicado,
que mientras mas está de ellos cercado
mayor contentamiento
da con su vencimiento
y a su crecer exento
el sol le da favor muy abastado.

ESPOSA.
Es el mi esposo tan aventajado
entre los hombres mas presuntuosos
cuanto entre los espesos y montuosos
troncos el verde cedro es escollado.
El fruto que produce es muy loado,
y cuando yo me siento
cansada y sin aliento
debajo de él me asiento:
¡oh, cuán dulce su fruto he yo hallado!

En la bodega de mi dulce esposo
entré yo, no por mí mas por su guía,
porque su dulce amor es mi bandera.
¡Ay, ay, amor, amor dulce y gracioso,
cómo me privas de la fuerza mía!
¡Dadme, dadme del vino que no muera!
Poned manzanas a mi cabecera
y otros olores con que me consuele.
¡Traed, traed de vino vasos llenos!
Henchid, henchid mis senos
de olor que dentro de mi pecho cuele,
porque de amor el corazon me duele.

No puedo ya, no puedo ya tenerme,
porque el amor la fuerza me ha robado
y gran desmayo acometerme siento.
¡O si mi bien viniese a valerme!
si lo sintiese yo estar a mi lado
yo tornaría en mí con grande aliento,
su izquierda mano por sustentamiento
quisiera yo debajo de mi cuello
y sobre mí ceñida su derecha:
solo esto me aprovecha
que otro remedio procurar que vello
es no cobrar vigor, antes perdello.

ESPOSO.
Doncellas frescas de Jerusalén,
que por espesos bosques y dehesas
andáis la dulce caza ejercitando,
así os suceda en vuestra caza bien
y de rústicas ciervas y montesas
cabras tornéis ledas triunfando,
que cuando veáis en sueño reposando
mi dulce amor, no me le despertedes:
dejadla reposar, dejadla duerma,
que está de amor enferma,
hasta que ella despierte; así gozedes,
asi nunca vos mientan vuestras redes.

ESPOSA
¿Engáñome o es la voz de aquel que amo?
Ella, por cierto, es la que he sentido.
Helo, helo do viene con presteza.
¡Oh, esposo amado mío, el que yo llamo,
con qué velocidad te has venido,
que no estorba monte ni aspereza!
Cabra montes con tanta ligereza
no corre, ni el cabrito aguija tanto.
Tras la pared se puso acá viniendo:
mirando está y riendo.
Helo por la ventana, helo al canto
de la mi reja está mi esposo santo.

Hablóme el mi querido : vente amiga,
levanta de do estás y vente presto.
Belleza a quien mis ojos me ligaron,
que el frío que a los cuerpos da fatiga
pasó ya y el invierno tan molesto:
las nubes los sus vasos ya cerraron,
las flores sus capullos ya rasgaron,
ya se comienza a engalanar la tierra
y el canto de las aves ya resuena;
en esta sazon buena
la tortolica a quien amor da guerra,
Del año está venido el dulce cuarto
cantando su pesar de sí destierra.

Ya muestra la higuera el dulce parto
y está cargada de sus restrallones:
en cierne están las pampanosas vides.
que quita las tristezas y pasiones.
Ven presto, amiga, ven, no te descuides,
que si el camino mides
con prisa, bien me hallarás, zagala.
Ven, ven, paloma mía bella у tierna:
aquí está una caverna
en este risco, y en aquesta escala
un agujero está qué dentro cala.

En esta cueva verte yo querría
amorosa y dulcísima paloma.
Aquí haremos bien nuestra compaña.
Tu voz oyendo yo me alegraría
y tu figura que el mi pecho doma
dará a mis ojos contenteza extraña.
Matad la mala casta que nos daña,
matad las raposillas más pequeñas
que hacen tanto daño en el renuevo
de mi majuelo nuevo:
buscaldes sus camadas por las breñas
y dad con ellas en las duras peñas.

Mío es aquel esposo y yo le tengo
que entre los lirios su postura hace:
él es quien liga todo mi deseo,
a solo sus amores yo me atengo.
Seré yo suya mientras no deshace
su tela aquesta vida que poseo
pues en su amor toda mi alma empleo.
Recoge, esposo, presto, que hay tal siesta
que de calor el mundo se abochorna.
Vuelve, que ya las sombras huyen: torna,
torna ligero como cabra presta,
como el gamito aguija por la cuesta.

CAPÍTULO TERCERO.

ESPOSA
Ay triste! qué hare?
Pensé yo que en mi cama
de noche al mi querido hallaría,
pero no lo hallé:
por lo que se derrama
y de mí huye toda alegría.
En esta ciudad mía
con gran pasión andando
buscarlo determino:
ni calle, ni camino,
ni barrio he de dejar mi amor buscando.
Mas, ¡ay!, que no le hallo
cansada entre los hombres de buscallo.

Las guardas me encontraron,
las guardas y la ronda
que toda la ciudad siempre rodea.
Pregunté si toparon
aquel a quien abonda
la gracia, a quien mi corazon desea.
Pasé esta ralea
de belicosa gente,
y luego me encontrara
con el que yo buscara.
Asíle por la mano fuertemente
y no le he de soltar
hasta en cas' de mi madre le encerrar.

Ruego vos, ¡oh doncellas
las de Jerusalen!,
que por los bosques fieras perseguides
así las cabras bellas
matéis y así tambien
no erreis las ciervas cuando las seguides,
que cuando vos sentides
que duerme mis amores
no le hagais estruendo.
Dejaldo estar durmiendo,
y cesen vuestros silvos y clamores
en este sueño fuerte
hasta que de su grado se despierte.

CORO.
¿Qué linda nube es esta,
que sube del desierto
como nube de humo muy fragante?
De mirra va compuesta,
y con gentil concierto
mezclada con incienso de Levante.

ESPOSA.
En derredor del lecho
que tiene Salomone
están setenta hebreos caballeros:
armado el fuerte pecho,
cada uno se pone
la espada muy a punto de guerreros.
Para reñir muy fieros
están todos armados.
Espanto pone el verlos:
nadie osa acometerlos.
En torno de su cama y aprestados
su oficio es ofender
a quien de noche viene acometer.

Una gran tienda armó
Salomón poderoso:
de Líbano se trajo su madera.
Columnas le formó
de aquel metal precioso
que es blanco, fuerte y lucio en gran manera.

El techo no es cualquiera,
mas hecho de oro fino,
de púrpura entoldado
y al derredor cercado,
Está cubierto de un amor divino,
amor tal que enamora
a cualquier dama que debajo mora.

¡Doncellas de Sion,
salid a las fenestras,
salid de vuestras casas presurosas!
Mirad a Salomon,
vereis qué bellas muestras
las que de ver beldad sois deseosas.

De piedras tan preciosas
que no hay valor que cuadre
es su corona toda
que el día de su boda
le puso en la cabeza la su madre:
para que en aquel día
dentro su pecho albergue la alegría.

CAPÍTULO CUARTO.

ESPOSO.
Morada de belleza
eres, amiga mía, eres hermosa:
tus ojos de graciosa
paloma son; los lindos tus cabellos
castaños, crespos, bellos,
que llegan a cubrir hasta los ojos
quitan los mis enojos.
Cual linda vista hace en la aspereza
del monte de Guileza
el hato de las cabras que paciendo
lo cubre todo con graciosa gira.
Quien los tus dientes mira
ovejas trasquiladas ve volviendo
del agua cuando de lavarse vienen;
corderos tienen todas, ¡qué riqueza!

Tus labios son de grana;
el tu hablar cautiva con su gracia
tan grande es su eficacia.
Un casco de granada es la tu frente
hermosa y transparente.
De bruñido marfil es el tu cuello
que divide el cabello;
enhiesta la garganta y lozana
es la torre galana
que hizo el Rey David para defensa;
de sus almenas cuelgan mil adargas
con otras muchas cargas
para que del contrario no haya ofensa.
Tus pechos dos cabritos saltadores
son, que entre flores pacen la mañana.

Hasta que amanse el día
y mientras tanto que la sombra huye
y el sol la disminuye,
al oloroso monte recogerme
quiero y allá tenerme;
al monte do la mirra se desgaja
y el incienso cuaja.
Tú toda eres hermosa, amiga mía,
y falta en tí no había.
Del Líbano te ven acá conmigo:
ten ojo donde estoy desde el collado
que en Amna está empinado.
Deja a Samnir y Ermon por el tu amigo,
cata que allá hay leones y pardales
que dos mil males hacen a porfía.

Tomado has señorío
dentro mi corazón, dentro mi pecho
y reina de él te has hecho:
el fuego de tus ojos lo venció
y el tu mirar que ató
mis manos sin poder descabullirme.
No puedo de él guarirme
esposa, hermana, en quien el alma fío
pues dulce es sin desvío
el amor tuyo y fuerte mas que el vino,
y de tus ropas un olor se extiende
que mucho mas trasciende
que la preciosa algalía y ámbar fino.
Tu boca estila miel y leche dulce
que amor demulce para el gusto mío.

El Libano fragante
no iguala al trascender de tu vestido.
Esposa, dulce nido
de mi alma, tu beldad es como un huerto
que no le halla abierto
ninguna bestia cuando va a dañarlo,
ni puede desbardarlo
y su siempre en su belleza está constante.
Eres fuente manante
de claras aguas, limpias, perdurables,
que está cerrada en modo que no llegue
quien suciedad le pegue.
Son tus pimpollos plantas deleitables,
granados con su fruto muy gracioso,
ciprés hermoso y nardo de Levante.

El nardo, el azafrán,
la dulce caña, el rico cinamomo,
cualquiera planta y pomo
у flor que suavidad de sí despida,
la mirra que convida
con áloes a todos a cogella,
y cualquier cosa bella
de buen olor en el tu huerto están:
las aguas que allá van
un pozo es siempre lleno
que del Líbano monte va manando.

ESPOSA. ¡Oh, vientos!, vos soplando
juntad aqueste olor del huerto ameno,
y que, si mi Teolampo a él asoma
la frutas coma que sus plantas dan.

CAPÍTULO QUINTO.

ESPOSO.
Eumenia, hermana y muy querida esposa,
yo vine al huerto en nombre mio plantado,
allí cogi de mirra mil manojos,
allí panales dulces he gastado,
allí bebí la leche muy sabrosa
y el vino que ahuyenta los enojos.
Hermanos de mis ojos
comed, comed, amados compañeros;
bebed muy placenteros
en tiempo tan alegre bien podéis;
bebed cuanto quereis,
bebed hasta embriagaros y gozedes
porque vuestros cuidados desechedes.

ESPOSA.
Desnuda estaba ya, mas bien he oido
la voz de mi consuelo, bien la entiendo
llamando estar, que aunque yo estoy en sueño,
mi corazón jamas está durmiendo.

ESPOSO.
Amiga, hermana, a verte soy venido.
Paloma mia, ¿no oyes mi reseño?
Belleza en quien me empeño,
ábreme, que está noche hay gran sereno.
Eumenia, por quien peno,
pues no es posible no me haber sentido
desde que soy venido,
mira que de la noche y del rocío
mojado traigo mi cabello y frio.

ESPOSA.
Dejé al acostarme mi camisa,
¿como la vestiré tan fría estando?
Lavé mis pies y temo de ensuciarme.
Mas siento que mi esposo anda probando
de abrir, y mis entrañas de tal guisa
alborotado se han con su llamarme,
que quiero levantarme
y sin tardanza iré corriendo a abrirle,
pues solo ya en sentirle
mis manos fina mirra destilaban
y mis dedos goteaban.
Mas, ¡ay!, que mi placer es ya desierto,
que no le hallé aqui cuando hube abierto.

Busquelo y dile voces, no responde.
Las guardas de la noche a mi vinieron
muy mal, y crudamente me trataron,
las muestras de los golpes que me dieron
dan testimonio tal que no se esconde.
Las guardas de los muros me robaron,
mi manto me quitaron.
Ruegoos, señoras, por amor de Dios,
que si por caso vos
aquel por cuya causa peno veis,
que luego le contéis
cuantas pasiones causa en mí su amor,
que estoy por él enferma de dolor.

CORO.
Pues tanto, bella, tanto nos suplicas
y tanto estás por el su amor penando,
¿como podremos viendo conocerlo,
si de las señas del que vas buscando
tú no nos das aviso y nos lo explicas?

ESPOSA.
Muy bien podeis, señoras, vos saberlo,
que solamente en verlo
lo extrañaréis. Su vista es muy graciosa:
él es como una rosa,
es rojo y blanco, bien como si en leche
un fresco clavel se eche.
Es señalado entre infinita gente
de todos su belleza es diferente.

Ceñida su cabeza trae de oro,
espeso es más que un bosque su cabello,
mas negro que el color que al cuervo enmanta.
Sus ojos que dan bien a conocello,
son como los de un cisne muy decoro
que de un lago de leche se levanta.
Es la belleza tanta
de sus mejillas, que es muy semejable
al campo deleitable
donde las olorosas flores crecen.
Sus labios se parecen
aá lindas rosas, y advertid bien, dueñas,
que estilan de sí mirra, por más señas.

Redondos son los dedos de sus manos
como sortija que jacinto abraza.
Su vientre como un vaso de marfil.
Dos mármoles muy blancos y sin raza
sobre dos trozos de oro muy galanos
sus piernas son. Su vista es tan gentil
cual por el mes de abril
el Líbano gracioso se demuestra.
¡Mirad si es linda muestra!
Su gentileza excede y su estatura
al cedro en la altura,
su paladar y cuanto en él se halla
todo es dulzura y perfeccion sin falla.

CORO.
Dechado de belleza,
de gracia y de lindeza,
pues, ¿donde te se fue quien tanto adamas?
¿Adónde está el que amas?
Si puedes atinar donde fue
dínoslo, di, porque
tenemos gran mancilla de escucharte
y queremos buscando acompañarte.

CAPÍTULO SEXTO.

ESPOSA.
Aquel que en mis entrañas tiene nido
buscando le hallé entre sus vergeles,
que allí por recrearse había ido
entre olorosas plantas y laureles.
Cogiendo andar las rosas le he sentido,
los blancos lirios, violas у claveles.
Mio es él, mío, y yo soy suya, es cierto,
de aquel que coge lirios en mi huerto.

ESPOSO.
Eumenia dulce y muy graciosa hermana,
hermosa más que Tiro y más amable
que la Jerusalén ciudad galana,
más fuerte que una escuadra inexpugnable,
abaja la tu vista más que humana,
que es tu mirar en hito intolerable:
cuando alzas los tus ojos robadores
luego me rindo todo a tus amores.

Es una aquesta sola que mas quiero,
la de su madre más amada hija:
cuantas mujeres ven este lucero,
este que mis entrañas regocija,
se espantan y la alaban por entero,
por verla quien más puede más aguija.
¿Quién es este alba, sol y bella luna,
que no la iguala no, otra ninguna?

Yo vine al huerto de las nogaledas
y a las regueras de la agua camina
por contemplar las frescas arboledas,
también por ver si mi parral germina
y por mirar los bosques y moredas
y ver si la flor abre granadina.
¿Qué es esto? ¿Quién me dio alas que volase,
o caballo ligero en que tornase?

CORO.
Torna, torna, señora solamita,
mira cuantas estamos esperando
deseosas de ver la tu infinita
belleza, que no harta contemplando.

ESPOSO.
¿Qué deseo a mirarla vos concita?
¿Como estáis tanto verla deseando?
Repartidas estáis y hechas calle
como escuadrón se parte en un gran valle.

CAPÍTULO SÉPTIMO.

ESPOSO.
En el meneo, en el andar tan diestro,
los tus pies vencen toda hermosura,
con su calzado rico ornamento.
La redondez del muslo y su juntura
es como un bel collar, que un gran maestro
de oro torneó en gentil hechura.
Tu ombligo fabricó tambien natura
como una bella copa en redondeza,
que siempre abonda, siempre fruto tiene.
Tu vientre cual conviene
como un montón de trigo es, que en belleza
envuelto y lirios viene.
Tus pechos, do se anidan los amores,
son como dos cabritos saltadores.

Tu cuello es una torre de marfil.
Tus ojos claros, llenos, refulgentes,
como piscinas hechas en Hesbon,
junto a la puerta que a las muchas gentes
recibe, y el tu rostro tan gentil
parece al muy hermoso torrejón
que hacia Damasco tiene el Libanón.
La tu cabeza tiene semejanza
a aquel Carmelo, monte muy famoso,
y el oro muy precioso
que de ella nace en hermosura alcanza
a un rollo muy hermoso
de púrpura que bien bebió del tinte
que no hay mejor belleza que se pinte.

¡Toda eres bella y tienes el primado
en hermosura, gracia y gentileza!
No hay quien pueda recabar loarte,
cuanto merece la tu gran belleza.
Como quien mira palma el rostro alzado,
así conviene en alto a tí mirarte.
Tus pechos son racimos por gran arte
de la natura obrados. Yo querría
gozar en estas palmas, y coger
sus frutos a placer,
para llenar mi pecho de alegría.
El suave olor que tu nariz expira
olor de pero es, que a todos tira.

ESPOSA.
Cuando mi amado algun buen vino bebe,
tanto aquella dulzura le trasporta,
que habla como aquel que está dormido,
y si su paladar el habla corta,
tanta dulzura de esto de él nos viene
que a todos saca fuera de sentido.
Yo toda soy de mi esposo querido,
y él me quiere bien, que bien lo entiendo.

Si tú quisieras ahora, mi Teolampo,
salieramos al campo;
iríate mis amores refiriendo,
y cuanto por ti he pasado en llanto,
y dormiremos por las caserías
pasando asi las noches y los dias.

Veremos la mandrágora si huele,
si tiene flor; veremos tanta fruta
como tengo apartada para tí,
que tengo mucha allí,
de ella en sus ramos, de ella más enjuta,
que muchos dias ha que la cogí.
Solo la has de gozar, y no otro hombre
pues se cogió y guardó toda en tu nombre.

CAPÍTULO OCTAVO.

ESPOSA.
Despueés que la mi alma
gustó de tus amores
suaves más que cosa de la tierra,
mi deseo no encalma,
mas con nuevos ardores
abrasa mis entrañas do se encierra,
que cuando se destierra
de mí la tu presencia,
muero por te buscar
y nunca me apartar,
porque me da gran pena tu ausencia,
y siempre estoy en quejas
cuando de mí, Teolampo, te alejas.

Plaguiese a Dios me fueses,
Teolampo, como hermano
у pecho de mi madre tú mamases,
porque siempre anduvieses
conmigo de la mano,
y nunca de mi casa te apartases,
y cuando me encontrases
mil besos te daría,
y quien me viese así
no burlaria de mí.
Luego a mi cuarto yo te llevaría,
y de adobado vino
te daría y del mosto granadino.

¡Doncellas cazadoras,
las de Jerusalén,
así de amor gocéis, os ruego y pido
no seais despertadoras,
dejad dormir mi bien,
dejaldo hasta que quiera estar dormido!

CORO.
¿Quién es quien hace ruido?
¿Cuya es esta doncella,
que al su esposo pegada
viene tan namorada?

ESPOSA
So aqueste árbol su madre le ha parido.
Aquí le parió, cierto,
so aqueste árbol do fue de mí despierto.

ESPOSO.
Suave y dulce amiga,
por quien yo peno y muero,
querria de tu amor estar seguro,
por tanto tú me liga
y tenme muy entero
en el tu corazón sincero y puro .
Querría, yo te juro,
en el tu pecho estar
con un muy fuerte sello,
tal que otro alguno no pudiese vello,
y en el tu brazo andar;
y si tú á mí me quieres
mi alma vestirás de mil placeres.

¡Si bien supieras cuál
es del amor la fuerza,
y cuanto es el dolor que dan los celos!
Golpe es más que mortal
y mucho más nos fuerza.
¡Son más que sepulturas los recelos!
Debajo de los cielos
no hay llama tan ardiente,
ni fuego de más dura,
que no sea gran frescura
si el fuego del amor está presente:
no lo puede apagar
cuanta agua hay en los ríos y la mar.

Si alguno con riquezas
con cuanto haberse puede
el fiel amor quisiese rescatarlo,
poderes, fortalezas,
ni cuanto se concede
al mundo son bastantes de preciarlo.
Y digno de mofarlo
con el mayor desprecio
sería, el que presume
poner amor en precio.
En pos de amor que todo lo resume
puesto en una balanza,
riqueza, vida y honra nada alcanza.

La viña que yo he,
yo misma me la puse
y yo me hago el fruto y soy la guarda.
¡Cuánto más ganaré,
no dejando que la use
otro, ni que le toque en la su barda!
Eumenia, mientras guarda
el huerto tu presencia
y allá sentada estás,
gran gozo me darás
si empiezas a cantar con vehemencia,
y un tal cantar me cantes
que a todos los mis émulos espantes.

ESPOSA.
¡Amado, huye por los frescos montes
mas presto que el cabrito,
que la cabra montés y el gamito!




BIBLIOGRAFÍA.-

Arias Montano, Benito. Paráfrasis del Cantar de los cantares de Salomón, por el maestro Benito Arias Montano. Huelva: Diputación de Huelva, 1990.

Böhl de Faber, Juan Nicolás (ed.). Tercera parte de la Floresta de rimas antiguas castellanas. Hamburgo: Perthes y Besser, 1825, (Rima 717), pp.41 a 64.

Francesh, Serena. "Las reminiscencias garcilasianas en la 'Paráfrasis del Cantar de los Cantares' de Benito Arias Montano", in Revista de Filología Románica, 15 (1998), pp. 205-214.

Franconi Villar, Paloma (ed). Benito Atias Monatano. Paráfrasis super Cantica canticorum de Salomón en modo pastoril. Almendralejo: Caja de Badajoz-Unión de Bibliófilos Extremeños, 2004.

García de la Concha, Víctor. “Fray Luis de León: Exposición del Cantar de los Cantares”, in García de la Concha, Víctor (dir.). Academia Literaria Renacentista, I. Fray Luis de León. Salamanca: Universidad de Salamanca, 1981, pp. 171-192.

Gómez Canseco, Luis et Núñez Rivera, Valentín. «El 'Cantar de los Cantares en modo pastoril': la paráfrasis de Benito Arias Montano en su entorno literario», in Gómez Canseco, Luis (ed.). Anatomía del humanismo. Benito Arias Montano 1598-1998. Homenaje al profesor Melquíades Andrés Martín: actas del Simposio Internacional celebrado en la Universidad de Huelva del 4 al 6 de Noviembre de 1998. Huelva: Univ. de Huelva-Biblioteca Mediterránea,1998, pp 217-279.

______. Arias Montano y el 'Cantar de los cantares': estudio y edición de la paráfrasis en modo pastoril. Kassel, Reichenberger, 2001.

Núñez Rivera, Valentín. "Arias Montano (y fray Luis de León) con el Cantar de los cantares: Paráfrasis, hermenéutica, persuasión", in e-Spania, Revue interdiciplinaire d'études hispaniques médiévales et modernes, [Online], 36 | juin 2020.







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