7 de agosto de 2024

MESTER DE JUGLARÍA. 10 CARACTERÍSTICAS INEQUÍVOCAS DE LOS CANTARES DE GESTA CASTELLANOS.


TEMAS QUE VAMOS A DESARROLLAR
1. Definición y tipo de narración.
2. Carácter distintivo de los cantares de gesta castellanos.
3. Tipo de versificación.
4. Transmisión de los textos.
5. Hetereogeneidad y variedad de un mismo texto.
6. Autoría.
7. Fecha de composición.
8. Lenguaje.
9. Finalidad y propósito de estas obras.
10. Influencia de los cantares de gesta en otros géneros o escuelas literarias.

Manuscrito del "Cantar de mío Cid"

1. Definición y tipo de narración. Los cantares de gesta son poemas épicos medievales (por tanto no son textos históricos, sino literarios) que narran hechos magnificados, proezas, hazañas heroicas y extraordinarias, conquistas o derrotas (preservando de este modo la memoria histórica de algún suceso), de un héroe, generalmente de existencia real, que habiendo sufrido alguna injusticia o traición o cualquier otro conflicto los supera gracias a sus excelentes valores éticos, sus cualidades individuales y su comportamiento ejemplar (que servirá de prototipo y modelo de los valores feudales que se desean arraigar en la sociedad, además de conformar una identidad nacional y cultural) de honor y honra, lealtad y fidelidad al rey, valentía, justicia, generosidad, astucia, nobleza y religiosidad cristiana.

Florinda (La Cava),
de Franz Xaver Winterhalter (1853)
 
2. Carácter distintivo de los cantares de gesta castellanos. Aunque suelen contener elementos fantásticos, legendarios y folklóricos, la característica esencial de los cantares de gesta castellanos es que son verosímiles y realistas (a diferencia de los franceses que suelen ser más fantasiosos, con inclusión de seres sobrenaturales y hechos imposibles), relatando sucesos realizados por algún personaje histórico (que es idealizado, ensalzado y recreado literariamente) cuyas hazañas o desgracias tienen base histórica (incluso con personajes secundarios también documentables, referencias toponímicas precisas y reconocibles y contexto histórico fundamentado que sirve de marco al relato), como ocurre, entre otros, con:

🡲 El rey godo don Rodrigo -"Cantar del rey Rodrigo y la pérdida de España"-,
🡲 Fernán González, el primer conde castellano -"Cantar de Fernán González"-,
🡲 Los siete hijos de Gonzalo Gustioz y Mudarra -"Cantar de los siete infantes de Lara"-,
🡲 Roldán, caballero de Carlomagno -"Cantar de Roldán"-,
🡲 Bernardo del Carpio -"Cantar de Bernardo del Carpio"-,
🡲 El infante García, último conde castellano -"Cantar del infante García"-,
🡲 Sancho II y Urraca -"Cantar de Sancho II y el cerco de Zamora"-,
🡲 Rodrigo Díaz de Vivar -"Cantar de mío Cid"-...
Su temática principal, pues, está centrada a la época de la conquista de España por los árabes (entorno al rey Rodrigo), el freno de su expansión en Roncesvalles (con el cantar de Roncesvalles, de Roldán y el de Bernardo del Carpio) y la posterior reconquista cristiana, destacando la creación del condado de Castilla y su evolución a reino (Fernán González, la familia Lara, el infant García), concluyendo con el ensalzamiento de un personaje castellano frente a la aristocracia leonesa: el Cid (con Sancho II y el cerco de Zamora, y el Cid y su conquista de Valencia). Añádense los motivos relacionados con un período de expansión territorial, de guerras y luchas, donde las intrigas, discordias y venganzas eran comunes (la condesa traidora, la campana de Huesca...).

3. Tipo de versificación. Estos textos narrativos están escritos en verso anisosilábico, de medida heterométrica (irregular), oscilando su medida entre las 10 y 18 sílabas, aunque los de 14 y 16 son los más constantes (por lo que quizá el de 16 sílabas fue el verso original de este tipo de obras, de ahí que luego los romances se estructuren como 8 + 8 sílabas).
El verso se divide en dos partes (llamadas hemistiquios, cuando tiene cada parte un cómputo igual, o heterostiquios si tienen desigual medida), las cuales se ven separadas por una pausa o cesura. Esta cesura impide la sinalefa a la hora del escandeo o medida de las sílabas métricas.
La rima siempre es asonante, con un tratamiento especial con la -e paragógica (adición superflua de una /e/ al final de ciertas palabras -pues esta había desaparecido ya en el s. XI-, pero útil también para el incremento métrico, la rima y generar un ambiente arcaico).
Los versos se agrupaban en tiradas o series de extensión variable (de 2 a 190 versos tenemos en el "Cantar de mío Cid", por ejemplo) con la misma rima y estructura musical y la misma unidad temática o secuencia narrativa, marcando así un grupo unitario, de manera que el cambio de tirada suponía una pausa en la narración.

4. Transmisión de los textos. Los cantares de gesta son obras de transmisión oral, recitadas por juglares itinerantes, hombres de espectáculo muy habilidosos para memorizar múltiples obras de todo tipo, actuando tanto en castillos como en plazas públicas, haciéndose acompañar por la música (laúd y viola especialmente), por lo que creemos que las obras tenían una estructura musical concreta que se adaptaba fácilmente a la irregularidad de los versos. En toda actuación de un juglar se seguía, más o menos, el siguiente esquema:

El juglar comenzaba con una "fabla", una especie de introducción o preludio donde preparaba a la audiencia y tanteaba sus reacciones. Durante esta fase, el juglar ofrecía una muestra de su arte, resumía lo que iba a narrar y buscaba captar la atención del público.
Mientras recitaba la fabla, el juglar observaba cómo se reunía la gente a su alrededor, esperando a tener un número suficiente de oyentes antes de proceder con la narración principal. Una vez reunido el público y captada su atención, el juglar comenzaba con el cantar de gesta. Este era el núcleo de su actuación, donde narraba las hazañas heroicas de los protagonistas.
La narración podía ser tanto cantada como recitada, a menudo acompañada por instrumentos musicales, dándole una dimensión rítmica. Además, el juglar utilizaba gestos, expresiones faciales y cambios en el tono de voz para dramatizar la historia y mantener la atención del público. Estos recursos ayudaban a hacer la narración más vívida y emocionante. A menudo se dirigía directamente al público, utilizando exclamaciones y preguntas retóricas para mantener su interés y hacerlos partícipes de la narración, y, en algunos casos, el público podía participar activamente, repitiendo estribillos o respondiendo a las preguntas del juglar. Esto creaba una atmósfera interactiva y comunitaria. También solía hacer pausas en momentos clave de la narración para generar suspense y mantener la expectación del público. Estas pausas permitían al juglar descansar y preparar la siguiente parte de la historia. Por ello, al inicio de nuevas tiradas o jornadas, el juglar podía ofrecer resúmenes de lo acontecido anteriormente para refrescar la memoria del público y facilitar la comprensión de nuevos oyentes que se unieran a la actuación.
De este modo, el juglar adaptaba su narración según las reacciones del público, pudiendo modificar detalles, añadir elementos actuales o repetir pasajes populares. Esta flexibilidad permitía que cada actuación fuera única y ajustada a las circunstancias del momento.
5. Heterogeneidad y variedad de un mismo texto. Estas obras viven en variantes (es decir, hay diferentes versiones, por evolución, incremento, modificación o exclusión de episodios) al ser alteradas como consecuencia de su origen oral y no permanecer fjadas por la escritura (los pocos textos que hemos citado anteriormente se han conservado o de manera exigua y fragmentaria, o prosificados en las crónicas -Primera Crónica General" de Alfonso X, "Crónica de Castilla"...-, o en versiones posteriores muy alejadas de la época de los sucesos, con refundiciones o ampliaciones, siendo el de mío Cid el más completo, aunque también este está falto de algunos versos al principio -seguramente los que relataban las causas del destierro del Cid- y en el interior).
Además de este aspecto de la oralidad (la memoria suele modificar la literalidad textual muchas veces), hay que tener en cuenta que los juglares solían hacer adaptaciones del texto según la situación y el momento. Únase a ello que los copistas, que quisieron conservar algún texto concreto -caso de Per Abbat con el "Cantar de mío Cid"-, también introdujeron cambios (intencionados unos -como remozar y actualizar ciertos formas arcaicas y extrañas al copista del momento- o fruto de errores -trueques de formas verbales, inversión, eliminación o añadido de palabras-, que estropeaban el verso en su medida e incluso en su rima).
Por ello, no podemos afirmar de ninguno de los textos conservados ni que son la versión primitiva del cantar ni que son la definitiva y última.

6. Autoría. No tenemos referencia de quién fue el autor inicial de cada obra, por lo que se consideran obras anónimas. Lógicamente el texto primitivo tuvo que haber sido compuesto por un autor concreto, entendido en las técnicas poéticas del género, que aprovechando unos materiales del patrimonio colectivo (muchos de estos textos pudieron tener un origen oral folklórico, de tradición popular), remoza y crea una obra de manera consciente, que es después en múltiples ocasiones reelaborada y modificada por la colectividad, pues pasa a ser patrimonio de todos.
Téngase en cuenta que en este período histórico no era importante conocer quién era el autor de una obra literaria, pues el concepto de autoría y genio creador individual y personal no existía. Se valoraba más la tradición y continuidad cultural que la individualidad, máxime tratándose de una obra de carácter oral.
Hay que dejar claro, pues, que los juglares fueron los transmisores, pero no los autores primeros, y, en todo caso, son los re-creadores, modificadores de los textos que han aprendido de manera oral, y de quienes tampoco disponemos su nombre.
Por eso, podemos decir que el cantar de gesta es una obra colectiva, donde múltiples autores han ido enriqueciendo el texto con episodios nuevos, quitando otros, variando escenas...

7. Fecha de composición. Muchos de estos textos nacieron al calor de la batalla narrada o próximos a los sucesos, de ahí que los detalles históricos y geográficos sean precisos. Ahora bien, dado su carácter oral y que vive en variantes, bastantes de los elementos posteriores añadidos van perdiendo ese realismo en favor de la literaturización, que no ve remate final (como podemos observar con el tardío cantar "Las mocedades de Rodrigo"). De ahí que solo podamos situar estos textos en un amplio período histórico, la Edad Media, teniendo como apogeo los siglos XI a XIII, y como declive, por la pérdida paulatina de popularidad, el siglo XIV. Con todo, hay que recordar que casi todos estos cantares vivieron episódicamente a través de los romances, ampliando el período a los siglos XV y XVI, con los llamados romaceros viejo y nuevo.

8. Lenguaje. Estas obras están escritas en lengua romance (no en latín) y suelen emplear un lenguaje sencillo, sin cultismos (aunque a veces hay tecnicismos, como en el "Cantar de mío Cid"), para llegar a todo tipo de público, conservando o incorporando posteriormente múltiples arcaísmos (como la diptongación de o -"cuomo" en vez de "como"-; arcaísmos en las formas verbales; tendencia a apocopar el pronombre enclítico -"quisol" por "quísole"-; metátesis del tipo "dalde" por "dadle", etc, que se refuerzan con la -e paragógica).
Dado su carácter oral el lenguaje está condicionado a repetir fórmulas de carácter memorístico y de recitado, siendo uno de los más destacables el llamado epíteto épico, consistente en fórmulas fijas que resaltan y definen las características de los personajes ("mío Cid, el que en buena ora ciñó espada;Cid, barba velida; Martín Antolínez el burgalés complido...", por ejemplo), la interpretación o amplificación ("el día es exido, la noch querie entrar"; passando va la nocn, viniendo la man"), el reiterativo pleonasmo "llorrar de los ojos" ("De los sos ojos tan fuerte mientre lorando; plorando de los ojos tanto avien el dolor; Lora de los ojos,tan fuerte mientre sospira; Lorando de los ojos que non viestes atal"...) o el de "levantarse en pie" ("¡Levantados en pie ya Çid Campeador; levos en pie y en la bocal saludo; Minaya Alba[r] Fañez en pie se levanto"...), el recurrente empleo de la perisología ("por siempre vos afre ricos, que non seades menguados; todos sodes pagados e ninguno por pagar; non plaze a los moros, firme mientre les pesava; ¡A mi non me pesa sabet, mucho me plaze!"...), etc.
La narración se realiza en tercera persona omnisciente, muy subjetiva y emotiva, con claras formulaciones de inicio (“Aquí compieca la gesta de mio Cid el de Bivar”), de enlace entre episodios (“yo os quiero contar agora“) y de conclusión o final (“en este logar se acaba esta razon“). Son copiosas las descripciones, detalladas, con abundantes enumeraciones, gradaciones, paralelismos y anáforas ("Veriedes tantas lanças premer e alçar,/ tanta adagara foradar e passar,/tanta loriga falsa[r e] desmanchar,/ tantos pendones blancos salir vermejos en sangre/ tantos buenos cavallos sin sos dueños andar"...). Como vemos, las figuras retóricas no están ausentes en estos textos, ciatando, además de las mencionadas, las aliteraciones (como en "Las caRboncLas deL yeLmo echo geLas apaRte,/ coRtoL eL yeLmo que Lego a La caRne"), sinonimias ("ferid los, cavalleros, d'amor e de grado e de grant voluntdad"), etc.
Asimismo, la narración se ve frecuentemente interrumpida, en estilo directo, por numerosos diálogos.
Por su carácter dramático, de espectáculo, se suceden a los diálogos los monólogos, para expresar las emociones de los héroes, con numerosas exclamaciones.
La estructura de las tiradas (episódica) permite dejar en suspenso una acción y generar nuevas expectativas en los siguientes episodios, generando situaciones de clímax y resolución.
Suelen emplearse expresiones para captar la atención del público y acercarlo a la historia, de ahí las apelaciones directas (“oid lo que os voy a contar”, “ved lo que va a pasar”.), interrogaciones retóricas, incluso hay muestras de interacción con el público, no solo con cambios de tono, gestos.

9. Finalidad y propósito de estas obras. Estos textos tienen como finalidad entretener, trasladar información y dar a conocer sucesos (carácter noticiero y propagandístico) de un momento determinado a un público que apenas suele moverse del lugar geográfico en el que vive. Además, servían para crear una conciencia nacional, trasmitir unos valores feudales concretos, legitimar el poder señorial o real y conservar la memoria histórica de personajes y sucesos.

10. Influencia de los cantares de gesta en otros géneros o escuelas. Directamente influyeron los cantares en la historiografía medieval, pues, como hemos dicho, varios fueron directamente prosificados e incorporados a los crónicas históricas medievales (en la "Estoria de España" -en sus versiones alfonsí y sanchina- se detectan fragmentos prosificados del "Poema de Fernán González", de "La Condesa Traidora", del "Romanz del Infant García", y del "Cantar de Bernardo del Carpio", del "Cantar de los Siete Infantes de Salas", del "Cantar de Sancho II y Cerco de Zamora" y del "Cantar de Mio Cid", y todavía en la recensión tardía conocida como "Crónica Ge(ne)ral de España" de 1344 se detectan nuevos pasajes prosificados del "Cantar de Rodrigo y el rey Fernando o Mocedades de Rodrigo", así como una versión bastante distinta del de los Infantes de Salas).
Además, generaron dos nuevos subgéneros: los romances (que son fragmentos de estos) y las novelas de caballerías (reflejando los valores e ideales de la sociedad medieval, idealizando al héroe y enfatizando los conceptos de honor, lealtad y servicio, amén de los ingredientes propios del amor cortés).
Sus técnicas narrativas fueron copiadas por el mester de clerecía, tanto en fórmulas épicas, epítetos, apelaciones al público, etc. Recordemos el "Poema de Fernán González", compuesto entorno a 1250 por el mester de clerecía, donde son visibles estos aspectos.
Posteriormente, los temas y motivos fueron recogidos en diversas obras, de las que exponemos un breve muestrario,

🡲 unas de carácter narrativo, bajo diversos formatos:
como crónicas: "Crónica Arlantina de los famosos y grandes hechos de los bienaventurados cavalleros sanctos conde Fernand González y Cid Rui Díez de fray Gonzalo de Arredondo (s. XV), y de la cual hizo una versión en verso; la "Atalaya de las crónicas" del arcipreste de Talavera, Alfonso Martínez de Toledo (1398?-1468?); la "Coronyca de ciertos reyes de España"...;
otras como crónicas noveladas, como la "Historia verdadera del rey don Rodrigo..., compuesta por Abulcácim Tárif", de Miguel de Luna;
o como semblanzas, como en "Loores de claros varones de Castilla", de Fernán Pérez de Guzmán (1377?-1460);
o en novelas históricas, como "El conde Fernán González: novela histórica", de Narciso Buenaventura Selva (s. XIX); "La condesa doña Sancha, novela histórica", "Bernardo del Carpio" y "Cid Rodrigo de Vivar", "Los siete infantes de Lara: leyenda histórica tradicional", todas de Manuel Fernández y González (1821-1888); "Bernaldo del Carpio. Novela histórica, novelesca", de Jorge W. Montgomery; y en nuestros días, "Fernán González. El señor que forjó Castilla", de José Ángel Mañas; "El señor del Carpio", de Javier González Zaldumbide; "El cid. Novela histórica", de José Luis Corral; "Sidi", de Pérez Reverte; "El Cid Campeador. Simplemente Rodrigo", de Carlos del Solo; "El origen" y "La forja de un héroe", de Albert Hispano; Rodrigo. El pergamino de Per Abad", de Jesús Arce Garmilla "Los juncos de la ribera (Alfonso VI versus El Cid", de Ángel Pradel Alfaro;
🡲 en obras teatrales, fundamentalmente del período de los siglos XVI-XVII, como "Comedia de la muerte del rey don Sancho y reto de Zamora", "Comedia de la libertad de España por Bernardo del Carpio" y "Tragedia de los siete infantes de Lara", todas de Juan de la Cueva (1543-1612); "Historia de santa Oria", de Bartolomé Palau; "El conde Fernán González", "Las almenas de Toro", "Las mocedades de Bernardo del Carpio", La mocedad de Roldán" "El bastardo Mudarra", "Las hazañas del Cid y su muerte, con la toma de Valencia" , todas de Lope de Vega; "Las mocedades de Rodrigo", de Guillén de Castro, de gran influencia en escritores extranjeros, como Racine; "La joya de las montañas y verdadera historia de Santa Orosia", de Tirso de Molina -y que trata la historia del rey Rodrigo-; "La gran tragedia de los siete infantes de Lara", de Alonso Hurtado Velarde; "El honrador de su padre", de Juan Bautista Diamante, "La pérdida de España", de Eusebio Vela... Pero también encontraremos obras posteriores, como "Las amazonas de España y prodigio de Castilla", de Juan del Castillo, "El castellano adalid o La toma de Sepúlveda por el conde Fernán González", de Manuel Fermín de Laviano y "El conde de Saldaña y hechos de Bernardo del Carpio", de Álvaro Cubillo, todas del siglo XVIII; o "El conde Fernán González y la exención de Castilla", de Mariano José de Larra, "La jura de Santa Gadea" y "Alfonso el casto" -sobre Bernardo del Carpio-, de Hartzenbusch, "El puñal del godo", de José Zorrilla..., en el Romanticismo; y posteriormente, tanto en el Realismo, con "Cid Rodrigo de Vivar: drama en tres actos y en verso", de Manuel Fernández y González (1821-1888), como en el Modernismo, con "Las hijas del Cid", de Eduardo Marquina, referido a la afrenta de Corpes..., llegando a nuestros escritores contemporáneos, con "Anillos para una dama", de Antonio Gala y "El Cid", de Antonio Campos...

🡲 Finalmente, en el género lírico, además de los textos medievales y romances, nos hallamos con muestras como "Historia de la hazañas y hechos del invencible caballero Bernardo del Carpio compuesto en octavas", de Agustín Alonso (s. XVI); "El verdadero suceso de la famosa batalla de Roncesvalles", poema de Francisco Garrido de Villena; "El Bernardo del Carpio o la victoria de Roncesvalles", poema épico en octavas reales de Bernardo de Balbuena; "La pérdida de España reparada por el rey Pelayo", poema épico de Pedro Montegón; "El primer conde de Castilla" (poema en octavas reales) del romántico Joaquín Mora; "El moro expósito" (sobre Mudarra), en endecasílabos, del Duque de RIvas; el poema "Castilla" de Manuel Machado, etc.




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