29 de mayo de 2015

BALADA. FORMAS PRINCIPALES DE LA LÍRICA.


§ Como definición general diremos que la balada es un género lírico-narrativo con habitual empleo del diálogo, caracterizado por su corta extensión, pudiendo también tener un tono legendario.

Ahora bien, como su propio nombre indica ("balada" = "bailada"), inicialmente en la Edad Media se constituyó en una canción de baile estructurada por una o más estrofas iguales ligadas a un estribillo que se repite de manera idéntica al final de cada estrofa, refiriendo de manera completa y melancólica sucesos legendarios o tradicionales.

§ Así, la "bailada" de la lírica provenzal ("balada"), documentada ya desde el primer tercio del s. XIII, es una breve composición, generalmente anónima (de las 7 que tenemos [Matín de Riquer considera que son 9. Cfr.: Martín de Riquer.- Los trovadores. Barcelona, Ariel, 2.012, pág. 47], 5 son anónimas y dos de Cerverí de Girona ―1.259-1.285―), heredera del "rondet, rondel, rondeau", que claramente era diferenciada por los contemporáneos de la "dança", pues se cantaba y estaba a la vez destinada para ser bailada, con una temática amorosa y un carácter narrativo o dramático.
Consta ésta de entre 3 a 5 estrofas, conformándose por los siguientes elementos:

refram o estribillo (envoi o refrain en francés), compuesto por un pareado (aa), por regla general, (en dos de los casos tienen los pareados rima interna), cantado por el coro de bailadores,
• una estrofa dispuesta por tres versos que constituyen la parte que recita el solista, de rima diferente a la del refrán, (bbb),
• y, tras el último verso del solista, el coro repite el primer verso del refrán, dando el siguiente resultado:

aa bbba aa...

[Zamuner, Llaria.- "Les baladas occitanes: origen del gènere i definició del corpus", in Mot so razo, 6 (2.007), pp. 61-74.]

Veamos un ejemplo tipo:

■ Balada,
anónima.

1 Na dolça res, be m’es greu
[qu’]a partir m’ich hay em breu.


Qant me n’agui alunyar
de madona ab dolç esgar,
5 no·m pogra aconortar
per tot lo mon si fos meu.

Na dolça [res, be m’es greu
qu’a partir m’ich hay en breu].


― Dolça res, e si us playa
10 qu·eu fos en vostra paria,
jamays no m’ich partiria
ans hi vull bestrer del meu.

Na dolça [res, be m’es greu
15 qu’a partir mich hay en breu].


― Mon amich, e que us puix fer?
que·n mi no us cal res bestrer.
Yo son al vostre plaser,
lo vostre cor tinch el meu.

20 Na dolça [res, be m’es greu
qu’a partir m’ich hay en breu].


― Madona, ab dolç esgar,
ab riure e ab xantar,
25 tot lo mon feu alegrar
¡tan dolces hullades feu!

Na dolça [res, be m’es greu
qu’a partir m’ich hay en breu].


Yo lasset, e que·n fare
30 si la vostr·amor no he?
Sabiats que m’ic partire.
Mort so, coman-vos a Deu!

Na dolça [res, be m’es greu
qu’a partir m’ich hay en breu].


35 ― Mon amich, e que us faria?
que·l vostre mal no·l sabia.
Crey que aytambe morria
si no us tinch en lo braç meu.

[Na dolça res, be m’es greu
40 qu’a partir m’ich hay en breu].


Ballada, ten ta carrerae
digues a la tan bellaque
heu m’i seray en breu
Dulce criatura, nada me duele más
Que tener que partir en breve.


Cuando debo alejarme
De mi señora de dulce mirada,
Mo me puedo consolar
Aunque todo el mundo fuera mío.

Dulce criatura, nada me duele más
Que tener que partir en breve.


― Dulce criatura, si ahora os placiera
Tenerme en vuestra compañía
Jamás yo partiría,
No siendo así, quiero un anticipo de lo mío.

Dulce criatura, nada me duele más
Que tener que partir en breve.


― Amigo mío, ¿qué puedo hacer?
Que de mí no necesitáis tomar ningún anticipo.
Yo soy para vuestro placer,
Vuestro corazón tengo en el mío.

Dulce criatura, nada me duele más
Que tener que partir en breve.


― Señora, de dulce mirada,
Con risas y canciones,
A todo el mundo hacéis alegrar,
¡tan dulces vuestras miradas son!

Dulce criatura, nada me duele más
Que tener que partir en breve.


Yo, lacerado, ¿qué haré
Si vuestro amor no tengo?
Sabed que partiré.
¡Muerto soy, os encomiendo a Dios!

Dulce criatura, nada me duele más
Que tener que partir en breve.


― Amigo mío, ¿y qué puedo hacer?,
Puesto que vuestro mal no lo sabía.
Creo que también moriría
Si no os tengo entre mis brazos.

Dulce criatura, nada me duele más
Que tener que partir en breve.


Balada, toma tu camino
Y di a la más bella
Que allí me hallaré en breve.

[Traducción propia de Raúl Amores]

Debido a que no fueron definidas en ningún tratado provenzal, éstas pueden tener, no obstante, varias formas. Por ello, incluso podemos hallarnos con baladas con estribillo monorrimo y estrofas también monorrimas, repitiendo el primer verso del estribillo:

■ Balada,
de Cerverí de Girona (1.259-1.285).

A la plug 'e al ven irán
ce Is que muy lier s an,
çels que muyllers an.

L'amie iran espigan,
a la plug 'e al ven iran,
e cil que no spigaran
a la plug 'e al ven irán
las domnas seran a lor dan,
e-ls escarniarn,
e-ls escarnirán.
(...)

O repitiendo el primer y segundo verso del estribillo en la primera estrofa, y el tercero y cuarto en la segunda estrofa:

■ Balada,
de Cerverí de Girona (1.259-1.285).

Si voletz que.m laix d'amar
ço dic que far no.s poria,
laxatz a ten gen parlar,
bela douza dona mia.

E laxatz lo douz esgar,
si voletz que-m laix d'amar,
e vostra gran cortesía
ço dic que far no.s poria,
e.l vostre gen domneyar;
c'ab vostr'avinen paria
faitz la gent enamorar;
dones, cossi-us dezamaria?
Si voletz que-m laix d'amar
ço [di] que far no-s poria,
laxatz a ten gen parlar,
bela douza dona mia.

E laxatz vostra cuyndia,
Bela douza dona mia,
Si.m voletz de vos luynar;
Laxatz a ten gen parlar
E laxatz la manentia
Del ric pretz qui.us te ses par,
e.l joven qui.us te ses par,
e.l gen servir el honrar.
Si voletz que-m laix d'amar
ço [di] que far no-s poria,
laxatz a ten gen parlar,
bela douza dona mia.

También hay baladas en las que el estribillo y las estrofas tienen rimas distintas, o es independiente la rima de las estrofas de las del estribillo.

Otras veces lo que se hace es una doble inserción del primer verso del estribillo, que enriquece y amplifica la estructura estrófica:

■ Balada,
Anónima.

Mort m'an li semblan que ma dona-m fai
e li seu bel oil amoros e gai.

Qu'eu non trob conseil, s'eu de li non l'ai
Mort m'an li semblan que ma dona-m fai
per qu'eu joinchas mas denant li venrai,
Mort m'an li semblan que ma dona-m fai
preiant humilment, quant far o poirai,
que-m facha socors, sevals d'un dolz bai.

...

[Cfr.: Beltrán Pepio, Vicente.- "La balada provenzal en la poesía gallego-portuguesa", in Carmona, Fernando (ed.).- La lengua y la literatura en tiempos de Alfonso X: actas del Congreso Internacional (5-10 de marzo de 1.984). Murcia, Sucesores de Nogués, 1.985, pág. 80.
______.- "Las formas con estribillo en la lírica oral del medioevo", in Anuario Musical, 57 (2.002), pp. 39-57].

§ A partir del siglo XIV, con Guillaume de Machaut y Eustache Deschamps, la "ballada" francesa tendrá una forma definida por tres estrofas de entre 7 y 10 versos, con anotación musical la primera, que servía de modelo para las restantes. Y en el siglo XV, escribiéndose con versos anisosilábicos (decasílabos, octosílabos y heptasílabos), tendrá la estructura de una décima u octava con tres rimas (de la que fue muy dado F. Villon): ABABBCBC.

■ Balada,
de Guillaume de Machaut (h. 1.300-1.377).

Dame, ne regardez pas
A vostre valour
Ne à moy, se je sui bas,
Mais loial Amour
Resgardez, qui par douçour
M’adonne d’un amoureus dart,
Par vostre dous plaisant regart.

Dame, faite à droit compas,
Je n’aim ne aour
Fors vous car tuit mi solas,
Mi ris et me plour,
Mi bien, mi mal, mi vigour,
Tout ce me vient, se Diex me gart,
Par vostre dous plaisant regart.

Dont je sui si en vos las
Qu’adès par savour
Humblement sans estre las
Recoy ma dolour.
Las! et vos cuers n’a tenrour
De l’ardure qui le mien art
Par vostre dous plaisant regart.

Dama, no os fijéis
en vuestro rango
ni en el mío -que es bajo-,
sino mirad el leal amor
que, dulcemente me traspasa
como amorosa flecha, lanzada
por vuestra dulce mirada.

Dama, sumido en este estado,
no amo ni adoro
más que a vos, pues todo mi consuelo,
mi risa y mi llanto,
mi bien, mi mal, mi fuerza…
todo me viene -Dios me guarde-
por vuestra dulce mirada.

Atrapado en vuestras redes,
que contento y con placer,
humildemente y de buen grado,
recibo mi castigo.
¡Ay! y vuestro corazón no se enternece
por la brasa en la que arde el mío
por vuestra dulce mirada.

[♪♫♪ Puedes escuchar la ballada♪♫♪ pinchando aquí]

§ También fue cultivada la "ballata" por la escuela italiana del "dolce stil nuovo" adaptando la métrica de versos heptasílabos y endecasílabos, y con la estructura de una (ballata monoestrófica)o más (ballata pluriestrófica) estrofas acompañadas de una "ripresa" inicial, por lo general de cuatro versos, que se repite como un "ritornello". En la ballata cada estrofa (stanza) consta de enunciado (prima mutazione) y réplica (seconda mutazione), con una vuelta (volta), cuyo último verso rima con el primero de la "ripresa". Lo desarrollaron los poetas del "dolce stil nuovo": fray Guittone d'Arezzo, Jacopone da Todi (en sus laudas), G. Cavalcanti, Dante, Petrarca, Boccaccio (quien termina cada día del "Decamerón" con una ballata), llegando hasta el Renacimiento...

[Cfr.: Beltrani, Pietro.- La métrica italiana. Bologna, Il Mulino, 2.002.]

■ Balada,
de Guido Cavalcanti (h. 1.258-1.300).

Gli occhi di quella gentil foresetta
hanno distretta - sì la mente mia,
ch'altro non chiama che le', né disia.

Ella mi fere sì, quando la sguardo,
05 ch'i' sento lo sospir tremar nel core:
esce degli occhi suoi, che me [...] ardo,
un gentiletto spirito d'amore,
lo qual è piento di tanto valore,
quando mi giunge, l'anima va via,
10 come colei che soffrir nol poria.

I' sento pianger for li miei sospiri,
quando la mente di leii mi ragiona;
e veggio piover per l'aere martiri
che struggon di dolor la mia persona,
15 sì che ciascuna vertù m'abandona,
in guisa ch'i' non so là 'v'i' mi sia:
sol par che Morte m'aggia 'n sua balìa.

Sì mi sento disfatto, che Mercede
già non ardisco nel penser chiamare,
20 ch'i' trovo Amor che dice: - Ella si vede
tanto gentil, che non pò 'maginare
ch'om d'esto mondo l'ardisca mirare
che non convegna lui tremare in pria;
ed i', s'i' la sguardasse, ne morria -.

25 Ballata, quando tu sarai presente
a gentil donna, sai che tu dirai
de l'angoscia[to] dolorosamente?
Di': - Quelli che mi manda a voi trà guai,
però che dice che non spera mai
30 trovar Pietà di tanta cortesia,
ch'a la sua donna faccia compagnia - .

Los ojos de la bella labradora
turban de modo tal la mente mía,
que en ella solamente se emplearía.

En cuanto ella me mira, me acobardo;
siente mi corazón como un temblor,
y nace de sus ojos, porque ardo,
un delicioso espíritu de amor;
y tiene para mi tanto valor,
que cuando él llega mi alma se desvía,
pues gozar su presencia no podría.

Siento luego surgir más de un suspiro
cuando de ella la mente me razona,
y penas por el aire llover miro
que matan de dolor la mi persona.
toda virtud entonces me abandona
hasta perder conciencia de mi ser,
y de la muerte créome en poder.

Tan quebrantado me hallo, que merced
no me atrevo siquiera a reclamar;
y encuentro a amor que dice: ella se ve
tan gentil que no puedo imaginar
que haya alguien que se atreva a la mirar,
y no exclame, vencida su porfía,
“si la mirase al punto moriría”.

Balada, cuando estés por dicha enfrente
de mi dulce aldeana, le hablarás
de mis congojas dolorosamente.
Dila: “el que a vos me manda está en desgracia,
más dice que esperar no osa la gracia
de hallar piedad, de tanta cortesía,
que a su amada hacer pueda compañía”.


Con estas características (estrofas ligadas a un estribillo) pasará a la península ibérica.

§ En la lírica galaico-portuguesa las "bailadas" tienen forma paralelística, desarrollando comúnmente la estructura de refram pareado seguido de una estrofa en la que alternan los versos de la misma con los del refram, el cual se repite al final: AA bAbAa AA... La estrofa puede tener diversas combinaciones.

■ Bailada,
de Airas Nunes (s. XIII d.n.e.).

Bailemos nos xa todas tres, ai amigas,
so aquestas avelaneiras frolidas,
e que for belida como nós, velidas,
se amigo amar,
so aquestas avelaneiras frolidas
verrá bailar.

Bailemos nós ja todas tres, ai irmanas,
so aqueste ramo destas avelanas,
e quen for louçana, como nós, louçanas,
se amigo amar,
so aqueste ramo destas avelanas
verrá bailar.

Por Deus, ai amigas, mentr’ al non fazemos
so aqueste ramo frolido bailemos,
e quen ben parecer, como nós parecemos,
se amigo amar,
so aqueste ramo, sol que nós bailemos,
verrá bailar.

[♪♫♪ Puedes escuchar la bailada♪♫♪ pinchando aquí]

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■ Bailada,
de Airas Nunes (s. XIII d.n.e.).

- Bailade oje, ai filha, que prazer vejades,,
ant’ o voss’ amigo, que vós moit’ amades.,
– Bailarei eu, madre, pois me vós mandades,,
mais pero entendo de vós ua ren:,
de viver el pouco moito vos pagades, ,
pois me vós mandades que baile ant’ el ben.,

– Rogo vos, ai filha, por Deus, que bailedes,
ant’ o voss’ amigo, que ben parecedes.,
– Bailarei eu, madre, pois mho vós dizedes,,
mais pero entendo de vós ua ren: ,
de viver el pouco gran sabor avedes,,
pois me vós mandades que baile ant’ el ben.,

– Por Deus, ai mha filha, fazed’ a bailada,
ant’ o voss’ amigo de so a milgranada.,
– Bailarei eu, madre, daquesta vegada,,
mais pero entendo de vós ua ren:,
de viver el pouco sodes moi pagada,,
pois me vós mandades que baile ant’ el ben.,

– Bailade oj’, ai filha, por Santa Maria,,
ant’ o voss’ amigo, que vos ben quería. ,
– Bailarei eu, madre, por vós toda via,,
mais pero entendo de vós ua ren:,
en viver el pouco tomades perfia,,
pois me vós mandades que baile ant’ el ben.

∞∞∞∞∞∞∞∞۞∞∞∞∞∞∞∞∞

■ Bailada,
de Pero Viviáez ( s. XIII d.n.e.).

Pois nossa madres van a San Simon
de Val de Prados candeas queimar,
nós, as meninhas, punhemos d'andar
con nossas madres, e elas enton
queimen candeas por nós e por si,
e nós,meninhas, bailaremos i.


Nossos amigos todos lá irán
por nos ver e andaremos nós
bailand' ant' eles fremosas en cos;
e nossas madres, poies que alá van,
queimen candeas por nós e por si,
e nós, meninhas, bailaremos i.

Nossos amigos irán por cousir
como bailamos e poden ver
bailar i moças de bon parecer;
e nossas madres, pois lá queren ir,
queimen candeas por nós e por si,
e nós, meninhas, bailaremos i.

∞∞∞∞∞∞∞∞۞∞∞∞∞∞∞∞∞

■ Bailada,
de Johan Zorro (s. XIII d.n.e.).

Bailemos agora, por Deus, ai velidas,
so aquestas avelaneiras frolidas,
e quen for velida, come nós velidas,
se amigo amar,
so aquestas avelaneiras frolidas
verrá bailar.

Bailemos agora, por Deus, ai loadas,
so aquestas avelaneiras granadas,
e quen for loada, come nós loadas,
se amigo amar,
so aquestas avelaneiras granadas
verrá bailar.

∞∞∞∞∞∞∞∞۞∞∞∞∞∞∞∞∞

No obstante, ya observó H. Spanke que cinco de las "Cantigas de Santa María", así como en algunas composiciones del cancionero profano tienen forma de "balada Provenza.

[Cfr.: Cohen, Rip (ed.).- 500 cantigas d'amigo. Edição Crítica / Critical Edition. Porto, Campo das Letras, 2.003].

§ La lírica castellana tradicional basará su modelo de "bailada" en el estribillo y el paralelismo, al ser un género para ser cantado y bailado por la gente del pueblo, adoptando inicialmente la estructura de "zéjel".

En la fuente del rosel
lavan la niña y el doncel.

En la fuente de agua clara
con sus manos lavan la cara.
Él a ella y ella a él
lavan la niña y el doncel.

∞∞∞∞∞∞∞∞۞∞∞∞∞∞∞∞∞

No tengo cabellos, madre,
mas tengo bonico donayre.

No tengo cabellos, madre,
que me lleguen a la cinta,
mas tengo bonico donayre
con que mato a quien me mira.
Mato a quien me mira, madre,
con mi bonico donayre.

[Cfr.: Frenk Alatorre, Margit.- "Glosas de tipo popular en la antigua lírica", in Nueva Revista de Filología Hispánica, 12 (1.958), pp. 301-334.]

Luego se desarrollará como un poema de diez versos endecasílabos dispuestos en tres partes semejantes a las del villancico, con enlace y represa.

§ En el Romanticismo europeo se empezó a emplear el término "balada" (que conoceremos como "balada romántica") para cualquier tipo de composición de carácter lírico relacionada con el folklore medieval, que trata temas populares y legendarios.

Ya no se trata de composiciones para ser "bailadas", por tanto, sino de composiciones inicialmente populares, de transmisión oral, de la época medieval, que cantan, narran, hechos legendarios (esto era lo que se definía en la Edad Media como "ballad" en el ámbito de lengua inglesa, "volksballade" en alemán, "chanson" en el domino francófono, "canzone" en Italia, "tragúdi" en Grecia..., y los "romances" en España), que sufren una nueva reformulación.

■ En Inglaterra, John Selden (1.584-1.654) había comenzado a recopilar viejas baladas que se hallaban manuscritas o publicadas en las viejas bibliotecas, y que continuará Samuel Pepys (1.633-1703). Estas baladas, por tanto, no eran las que oralmente se estaban cantando por el pueblo, pues ellos las consideraron siempre como obras corrompidas. Fue así como John Ker (h. 1.680-1.740) logró reunir más de mil baladas de pliegos sueltos, conocidas como las "Roxburghe Ballads". Más tarde, el escocés Allan Ramsay (1.686-1.758) publicará en 1.724 una colección de baladas amorosas escocesas (manipuladas y reconstruidas) que pronto se convirtieron en motivos de temas románticos medievalesas ("The Ever Green", La siempreviva). Pero quien provocará el interés por las baladas medievales será claramente James Macpherson (1.738-1.796), que escribió los "Fragments of Ancient Poetry translated from the Gaelic" (1760), publicados inicialmente de manera anónima, y que atribuirá sus "Poemas gaélicos" a un supuesto poeta celta de los siglos II y III llamado Ossián (cuyo nombre alcanzó un enorme prestigio entre los románticos europeos, que lo tuvieron por una especia de Homero medieval. Sus versos fueron lectura favorita de Walter Scott, de Lord Byron y de Klopstock; de Goethe, de Schiller y de Herder; de Chateaubriand, de Leopardi y de Espronceda -recordemos su poema "Óscar y Malvina. Imitación del estilo de Ossián"-... De hecho la imitación o traducción del "género osiánico" será cultivado por Marchena, Meléndez Valdés, Mor de Fuentes, Cienfuegos, el duque de Frías, Nicasio Gallego, el duque de Rivas, Cristóbal de Bela, el marqués de Molins, Pastor Díaz, Romero Larrañaga... Y luego Bécquer, Eduardo Pondal... [Cfr.: Alberich, J. M..- "La difusión de la literatura inglesa en España", in Minerva Baeticae (Boletín de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras), XXII (1.994), pág. 61]). Finalmente, un paso más se dio con la publicación de las denominadas "ballads" inglesas y escoces (canciones folklóricas) que el obispo Thomas Percy, en 1.765, recopiló bajo el nombre de "Reliquias de la poesía inglesa antigua", para comenzar a cultivarse un tipo de poesía en forma de diálogo relacionada con los héroes populares. De ahí que se relacionara este género con el folklore medieval y con su carácter dialógico-narrativo (la balada es eminentemente narrativa, pero es muy frecuente encontrar partes dialogadas e incluso poemas en los que predomina el diálogo sobre la narración), de ritmo ágil.
Es así como, en 1.798, Samuel Taylor Coleridge (1.772-1.834) publicó sus "Lyrical Ballads", en colaboración con William Wordsworth, y cuyo prólogo es considerado como el manifiesto del Romanticismo británico, y Walter Scott (1.771-1.832) dará también a la imprenta una colección de baladas escocesas bajo el título de "Juglaría de la frontera escocesa" (1.802-1803), ("Minstrelys of the Scottish Border"), que intencionadamente dividió en tres secciones: históricas, románticas e imitaciones modernas etc. Tras ellos, los Byron y demás poetas románticos británicos irán haciendo popular el término "balada".
Esta concepción perdurará hasta finales del siglo XIX (como demostró Robert Mayo), pues se consideraba como "balada" cualquier poema narrativo o lírico, independientemente de sus lazos con la tradición folklórica, que tuviera como objetivo narrar un tema popular y alcanzar un gran número de lectores.
[Mayo, Robert.- "The Contemporaneity of the Lyrical Ballads", in Jones, A. R. et Tydeman, W. (eds.).- Lyrical Ballads: A Casebook. Londres, Macmillan, 1.972, pp. 79-111].

■ Balada del viejo marinero,
de Samuel Taylor Coleridge (1.749-1.832).

PRIMERA PARTE.

Un viejo marinero se encuentra con tres Galanes convidados a una fiesta de bodas, y detiene a uno.


Es un viejo Marinero,
Y detuvo a uno de los tres:
« Por tu larga barba gris y tus brillante ojos,
Ahora, dime, ¿por qué me detienes?

Las puertas del Novio están abiertas de par en par;
Y yo soy pariente cercano;
Los invitados ya se han Reunido, la Fiesta está lista,
Puedes oír el feliz clamor».

Él lo detiene con su mano huesuda.
«Había una vez un barco», cita él.
«No, si contarme quieres alguna historia divertida,
¡Marinero!, ven conmigo».

Le retiene con su mano descarnada, Dice aquél: «había una Nave…». < p> «¡Márchate ya de aquí tú, pelmazo de la barba gris!, < p> que en otro caso habrás de tropezar con mi Cayado. »

El Invitado-a-la-Boda queda hechizado por el ojo del viejo navegante, y obligado a oír su relato.


Él lo contempla con sus ojos brillantes.-
El Invitado-a-la-Boda se queda quieto,
Y escucha como un niño de tres años;
El marinero consiguió lo que quería.

El Invitado-a-la-Boda se sentó en una piedra:
No puede elegir sino oír;
Y así siguió hablando aquel anciano,
aquell Marinero de ojos que brillan.

«A la Nave se le puso el aparejo, dejamos el Puerto.
¡Con cuanta alegría pasamos
bajo la Iglesia, bajo el Monte,
bajo el promontorio del Faro!

El Marinero cuenta cómo el barco navegó hacia el sur con buen viento y despejado clima, hasta que llegó a la Línea.


«El Sol salió por la izquierda,
¡Fuera del mar salió él!
y brilló con fuerza, y a la derecha
Se sumergió en el mar.

«Alto y más alto cada día,
Hasta que sobre el mástil, a mediodía. ..»
El invitado a la boda en este punto se dio un golpe en el pecho,
Pues ha escuchado el fuerte fagot.

El Invitado-a-la-Boda escucha la música nupcial; pero el Marinero continúa su relato.


La novia ha entrado en el salón:
Roja va ella como una rosa;
inclinando las cabezas avanzan ante ella
Los felices trovadores.

El Invitado a la boda se dio un golpe en el pecho,
Pero no puede elegir sino oír;
Y así le habla aquel Anciano,
El Marinero de ojos que brillan.

El barco es arrastrado por una tormenta hacia el polo sur.


«¡Escucha, Desconocido! Tempestad y Viento,
¡Un fuerte Viento y una Tempestad!
Durante días y semanas sometiéndonos a su capricho
como Paja íbamos arrastrados.

"Y ahora vino el golpe de la Tormenta, y él
Era fuerte y tiránico:
Golpeó con sus alas que todo cubrían
Y nos ahuyentó hacia el sur.

"Con mástiles torcidos y proa sumergida,
Como el perseguido a gritos y a golpes
Aun pisa la sombra de su enemigo
y hacia adelante dobla su cabeza,

El barco iba rápido, fuerte rugía el estrépito
Y hacia el ojo del sur escapábamos.

«¡Escucha, Desconocido! Bruma y Nieve,
Un frío asombroso nos envolvía:
Hielo de la altura del mástil llegaba flotando
verde como Esmeralda.

La tierra de hielo, y de sonidos temibles, donde no había cosa viva para ver.


"Y a través de las corrientes los riscos nevados
enviaban sus lúgubres brillos;
ni formas humanas ni de bestias conocimos.
por todas partes estaba el Hielo.

"El hielo estaba aquí, el hielo estaba allí,
El hielo estaba todo alrededor:
¡Crujía y gruñía, y rugía y aullaba;
como en los sonidos de un desmayo!

Hasta que un gran pájaro de mar, llamado el Albatros, atravesó la niebla-de-nieve, y fue recibido con gran alegría y hospitalidad.


"Al fin cruzó un Albatros
A través de la Niebla vino;
Como si hubiera sido un alma Cristiana,
Le gritamos invocando el nombre de Dios.

«Los Marineros le dieron galleta llena de gusanos,
y volaba dando vueltas y vueltas:
el Hielo se quebraba con el ruido de un Trueno;
el Timonel nos guió a través de aquellas aguas.

¡Y vean!, el Albatros probó ser un ave de buen augurio, y siguió al barco mientras éste volvía hacia el norte a través de la niebla y el hielo flotante.


"Y un viento bueno del sur comenzó a soplar de popa.
El Albatros aún nos seguía,
Y cada día, por juego o por comida,
¡acudía al oír la llamada del Marino!

«Entre la bruma y las nubes, sobre el mástil o los lienzos
Se posó durante nueve vísperas;
Mientras durante toda la noche, a través de la niebla blanca
relucía la blancura de la luz de la luna.»

El viejo Marinero inhospitalariamente mató al ave piadosa de buen augurio.


«¡Qué Dios te salve, viejo Marinero,
de los demonios que de ese modo te atormentan!-
¿Por qué tienes ese aspecto?»… «Con mi ballesta
Yo maté al Albatros .»

PARTE SEGUNDA.

"El Sol surgió ahora a la izquierda:
Fuera del mar salió él,
y ancho como un gallardete en las jarcias a babor
se sumergió dentro del mar.

"Y el buen viento del sur aún soplaba de popa,
Pero ningún dulce pájaro venía
¡Ni un solo día por juego o por comida
acudía al oír la llamada del Marino!

Sus compañeros de barco gritan contra el viejo Marinero por matar al ave de buena suerte.


«Y yo había hecho una cosa infernal,
que no habría de traer sino desdichas:
Pues todos afirmaban que yo había matado al ave
Que hacía soplar la brisa

¡Ah, miserable! dijeron ellos, ¡matar al ave
Que hacía soplar la brisa!

Pero cuando la niebla se disipó, lo justifican, y eso los hace a ellos mismos cómplices del crimen.

«Ni pálido ni rojo, como la misma cabeza de Dios,
El glorioso Sol se levantó:
Entonces todos afirmaron que yo había matado al pájaro
Que había traído la niebla y la bruma.
¡Qué bien!, dijeron ellos, ¡matar a esos pájaros
Que traen la niebla y la bruma!.

La brisa buena continúa; el barco entra al Océano Pacífico, y navega hacia el norte, hasta que éste alcanza la línea.


"La brisa buena sopló, la espuma blanca se agitó,
El surco seguía libre detrás;
Éramos los primeros que por primera vez irrumpíamos
Dentro de ese mar silencioso.

El barco ha sido de repente encalmado


Al cabo, se detuvo la brisa, el velamen cayó abajo,
Fue cosa tan triste que más triste no podía ser;
Y hablábamos sólo para romper
El silencio del mar.

«Todo en un cielo caluroso y cobrizo,
El Sol sangriento al mediodía,
Se alzaba justo arriba del mástil,
No más grande que la Luna.

«Día tras día, día tras día,
Varados, sin aire ni movimiento,
Tan quietos como un barco dibujado
Sobre un océano dibujado.

Y el Albatros empieza a ser vengado.


«Agua, agua, por todas partes,
Y todas las tablas se achicharraban
Agua, agua, por todas partes
Ni una sola gota para beber.

«La misma profundidad se pudrió. ¡Oh Dios!
¡Que todo esto llegase a acontecer!
Sí, cosas pegajosas reptaban con patas
Sobre el mar pegajoso.

«Alrededor, alrededor, por un lado y por el otro
Los fuegos de la muerte bailaban por la noche;
El agua, como ungüentos de una bruja,
Ardía verde, y azul, y blanca.

Un espíritu los había seguido, uno de los invisibles habitantes de este planeta, ni difuntas almas ni ángeles; en lo que concierne a éstos, el culto Judío, Josefo, y el Platónico de Constantinopla, Miguel Psellus, pueden ser consultados.
Son muy numerosos, y no existe clima ni elemento sin uno o más.


«Y algunos en sueños fueron advertidos
Del espíritu que nos atormentaba así;
A nueve brazas de profundidad él nos había seguido,
De la tierra de la Bruma y la Nieve.

"Y cada lengua, por tanta sed,
Estaba reseca desde la raíz;
No podíamos hablar, pues nos encontrábamos
Como si nos hubieran asfixiado con hollín.

Los navegantes, en su dolorosa zozobra, querían echar toda la culpa al viejo Marinero: como señal de esto, colgaron el muerto pájaro de mar alrededor de su cuello.


«¡Ay, qué gran desdicha! ¡qué malditas miradas
Tuve yo de viejos y jóvenes!
En lugar de la cruz, el Albatros
Alrededor de mi cuello colgaron. »


PARTE TERCERA

«Vino un tiempo agotador. Cada garganta
Estaba reseca, y vidrioso cada ojo.
¡Un tiempo agotador! ¡un tiempo agotador!
¡Qué vidrioso cada ojo agotado!...,
Cuando mirando al oeste, percibí
Un algo en el cielo.

El viejo Marinero percibe una señal en el elemento muy a lo lejos.



«Al principio parecía un pequeño punto,
Y luego parecía una figura nebulosa;
Se movía y se movía, y tomó al final
Un concreta forma, bien la conocía yo.

«Un punto, una forma nebulosa, una forma, lo comprendí!
Y seguía acercándose, y se acercaba:
y, si acaso anunciaba algún cúmulo de aguas,
Se hundíó, y viró, y cambió de rumbo.

En su mayor acercamiento, a él le parece que es un barco; y con un costoso sacrificio libera su habla de las ataduras de la sed.



«Con la garganta reseca, con negros labios abrasados,
No podíamos ni reír ni gemir
Entonces, mientras por la extrema sed todos mudos permanecían,
Mordí mi brazo y me chupé la sangre,
Y grité, “¡Un barco! ¡Un barco!”

Un resplandor de felicidad



«Con la garganta reseca, con negros labios abrasados,
Maravillados me oyeron gritar:
¡A Dios gracias!, ellos de alegría sonrieron,
Y todos de una vez contuvieron el aliento,
Mientras todos aplacaban su sed.

Y el horror viene. Porque ¿puede ser un barco que avance sin viento ni olas?



«¡Miren! ¡miren! (grité) ¡ya no cambia su dirección!
Hacia acá viene a ayudarnos;
Sin una brisa, sin corriente,
¡Permanece con la quilla alzada!

«Las olas de poniente estaban en llamas por completo.
¡El día estaba casi terminado!
Casi en lo alto del oleaje de poniente
Descansaba un ancho y brillante Sol;
Cuando esa extraña forma pasó de repente
Entre nosotros y el Sol.

A él le parece sólo el esqueleto de un barco.



«Y enseguida el Sol se empañó detrás de unos barrotes
(Madre del Cielo, ¡dadnos gracia!),
Como si a través de una puerta de calabozo él nos espiara
con ancha y ardiente cara.

«¡Ay! (pensé, y mi corazón fuerte latió)
¡Qué rápido se acerca y se aproxima!
¿Son esas sus velas que centellean en el Sol,
como telarañas incansables?

Y sus costillas se ven como barrotes sobre la cara del Sol poniente.



«¿Son esas sus costillas desnudas que empañaron
al sol que tras ellas nos miraba?
¿Y es esa Mujer toda su tripulación?
¿Es esa una Muerta? y ¿hay allí dos?
¿Es la Muerte pareja de esa mujer?
¡A tal barco, tal tripulación!

La Mujer Espectro y su Pareja Muerte, y nadie más a bordo del barco de esqueleto.



«Sus huesos eran negros, llenos de grietas,
todos desnudos y negros, de tal opinión era;
de azabache y mondos, salvo allí donde carcomidos
por los mohos de la humedad, y la costra del osario
se cubrían de parches de púrpura y de verde.

"Sus labios eran rojos, despejada su mirada,
Sus rizos eran amarillos como oro:
Su piel era tan blanca como la lepra,
y mucho más se parece a la Muerte que su acompañante;
Que coagula con frío la sangre del hombre.

La Muerte y la Vida en Muerte han tirado los dados por la tripulación del barco, y ella (la última) gana al viejo Marinero.



El desnudo barco ruinoso al lado pasó,
Y las dos estaban jugando a los dados;
«¡El juego ha terminó! ¡Yo gané! ¡Yo gané!»
Dijo ella, y silba tres veces.

No hay crepúsculo en las cortes del Sol.



«Un soplo de viento se levanta a popa
y silba entre sus huesos;
por los huecos de sus ojos y por el hueco de su boca
silba a medias y a medias gime.

«Sin un solo susurro del Mar
Allá se aleja deprisa la espectral Nave;
mientras surgen por encima de las rejas del Oriente
los cuernos de la Luna, con una Estrella reluciente casi entre sus puntas.

«El borde del Sol se hundió; las estrellas se precipitaron:
De un solo paso viene la oscuridad;
Con susurro oído a lo lejos, sobre el mar,
Se disparó el barco espectro.

Al levantarse la luna.



«¡Escuchamos, y miramos a todos lados hacia arriba!
¡Miedo en mi corazón, como en la taza,
Mi vida la sangre parecía sorber!
Las estrellas eran tenues y cerrada la noche,

«La cara del timonel por la lámpara brillaba blanca;
De las velas el rocío goteaba
Hasta que trepando sobre el horizonte, al este
La luna cornuda, con una estrella brillante,
En el cielo se inclina.

Uno tras otro.



«Uno tras otro bajo los cuernos de la Luna
(¡Escúchame, oh desconocido!)
todos volvieron sus caras con una mueca de dolor agudo
y me maldijeron con su mirada.

Sus compañeros caen muertos.



"Cuatro veces cincuenta hombres vivos
(Y yo no oí ni suspiro ni quejido)
Con fuerte golpe, como una masa sin vida,
Fueron cayendo uno a uno.

Pero la Vida-en-Muerte comienza su trabajo en el viejo Marinero.



«Sus almas se escaparon de sus cuerpos,
volaron a la dicha o a la perdición!
Y cada alma pasó al lado mío
Como el silbar de mi ballesta! »

PARTE CUARTA

El Invitado-a-la-Boda teme que un espíritu le esté hablando.



«¡Miedo me das, viejo Marinero!
¡Miedo me da tu mano huesuda!
Y, además, eres largo, y flaco, y muy tostado
Como es la ondulada arena del Mar.

Pero el viejo Marinero le asegura su vida corporal, y procede a relatar su horrible penitencia.



«Te temo a ti y a tus ojos relucientes
Y a tu mano huesuda tan tostada».
«No temas, no temas, tú, Invitado de la Boda!
Que este cuerpo no se cayó sin vida.

«¡Solo, solo, completamente, solo, solo,
Solo en la ancha inmensidad del mar!
Y Cristo no habría de tener piedad
De mi alma en agonía.

Él desprecia las criaturas de la calma.



«¡Tantos hombres, tan hermosos,
Y todos ellos muertos yacían!:
Y miles de miles de cosas repugnantes
Vivían aún, y yo también.

Y envidia el que ellas vivieran, y tantos yacieran muertos.



«Miré sobre el mar podrido
Y aparté mis ojos al instante;
Miré sobre la cubierta fantasma
Y allí los hombres muertos yacían.

«Miré al Cielo, y traté de rezar;
mas en cuanto había terminado una oración,
un susurro maligno me alcanzaba y me volvía
el corazón tan seco como el polvo.

«Cerré mis párpados, y los mantuve bien cerrados,
Hasta que los globos de los ojos me latían intensamente;
Porque el cielo y el mar, y el mar y el cielo,
Eran como una carga insoportable en el ojo agotado,
Y los muertos estaban a mis pies.

Pero la maldición vive para él en el ojo de los hombres muertos.



«El sudor frío corría por sus miembros,
Ni se pudrían ni emanaban mal olor:
La mirada que ellos posaban en mí
Nunca jamás se me ha olvidado.

«La maldición de un huérfano arrastraría al Infierno
A Un espíritu de lo alto;
Pero ¡oh! ¡más horrible que todo eso
Es la maldición de los ojos de un hombre muerto!
Siete días, siete noches, vi esa maldición,
Y a pesar de ello yo no podía morir.

En su soledad e inmovilidad el añoraba la Luna viajante, y las estrellas que aún permanecían, aunque todavía más adelante; y en todas partes el cielo azul pertenece a ellas, y es su designado descanso y su país nativo y su propio hogar natural. En el que entran sin anunciarse, como señores que son seguramente esperados, y sin embargo hay un placer silencioso a su llegada.



«La Luna inquieta caminaba por el cielo,
Y en ninguna parte se demoró:
Suavemente iba ascendiendo,
con una estrella o dos al lado.

«Sus rayos imitaban el sofoco de las aguas,
como escarcha de Abril esparcida;
Pero donde estaba la sombra enorme del barco
El agua encantada siempre ardía
Con un quieto y terrible color rojo.

Por la luz de la Luna él contempla las criaturas de Dios en la gran calma.



«Más allá de la sombra del barco,
observé las serpientes marinas:
Se movían dejando huellas de reluciente blanco,
Y cuando se encabritaban, la luz élfica
Caía en canosas escamas.

«Entre la sombra del barco
observé su rico atuendo:
Azul, verde satinado, y negro de terciopelo,
Serpenteaban y ondulaban; y cada estela
era un resplandor de fuego dorado.

Su belleza y su felicidad. Él los bendice en su corazón.



«¡Ah felices criaturas vivientes! no hay lengua
Que su belleza pueda declarar.
Una fuente de amor fluyó de mi corazón,
Y las bendije sin saber:
De seguro mi buen santo patrón tuvo piedad de mí,
Y las bendije sin saber.

El hechizo comienza a romperse.



«En ese mismo momento pude rezar;
Y de mi cuello, entonces liberado,
El Albatros cayó, y se hundió
Como plomo en el mar. »



PARTE QUINTA.

«¡Oh sueño! ¡En verdad eres bendita cosa,
Amado de polo a polo!
A la Virgen María gracias sean dadas
que del cielo envió el amable sueño
Que se deslizó en mi alma.

Por gracia de la sagrada Madre, el viejo Marinero es refrescado con lluvia.



«Los tristes cubos en cubierta
Que tanto tiempo habían permanecido,
Soñé que se llenaban con rocío;
Y cuando desperté, llovía.

«Mis labios estaban mojados, mi garganta estaba fría.
Mis ropas todas húmedas;
Seguro que había bebido en mis sueños,
Y que mi cuerpo aún bebía.

«Me moví, y no pude sentir mis miembros:
Estaba tan liviano, que casi
Pensé que había muerto en el sueño,
Y me había convertido en un espíritu bendecido.

Él oye sonidos y ve extrañas vistas y conmociones en el cielo y el elemento.



«¡El rugir del viento! rugía allá a lo lejos,
y a acercarse no llegaba;
Pero con su sonido agitaron las velas,
Aunque estaban tan finas y resecas.

«En lo más alto el aire explotó a la vida;
Y el fulgor de cien banderas de fuego
Adelante y atrás eran agitadas con premura;
Y adelante y atrás, y adentro y afuera,
Entre ellos bailan las lánguidas estrellas.

«Y el viento que se acercaba rugía más fuerte,
Y las velas suspiraban como juncos, en el agua:
La lluvía caía a mares desde una nube negra;
Y tan solo se veía un borde de la luna.

«¡Escucha!, ¡escucha!, se ha rasgado la densa nube negra,
La Luna estaba a su costado:
Como aguas desplomadas desde algún alto risco,
El relámpago bajó como nunca su arpón,
Semejante a un río escarpado y ancho.

Los cuerpos de la tripulación del barco son animados, y el barco se mueve.



«El fuerte viento nunca alcanzó al barco: ¡rugió
Y cesó, cayó como una piedra!
Bajo el relámpago y la Luna
Los hombres muertos lanzaron un gemido.

«Gimieron, se revolvieron, todos se levantaron,
No hablaban, ni movían sus ojos:
Habría sido extraño, hasta en un sueño,
Haber visto a esos hombres muertos levantarse.

«El timonel mantuvo el curso, la nave seguía en movimiento;
Pero nunca una brisa sopló;
Los marineros todos ajustaron las cuerdas,
Tal y como acostumbraban hacer.
Levantaron sus miembros como herramientas sin vida
Éramos una espectral tripulación.

«El cuerpo del hijo de mi hermano
Parado a mi lado, rodilla con rodilla:
El cadáver y yo tirábamos de la misma cuerda,
Pero nada él a mí me dijo.
¡y yo me estremecía al pensar que mi propia voz
habría de ser temible!

Pero no por las almas de los hombres, ni por los demonios de la tierra o del aire intermedio, sino por una bendita tropa de espíritus angélicos, enviados por la invocación del santo guardián.



«¡Miedo me das, viejo Marinero! »
«¡Ten calma, tú, Invitado de la Boda! »
«No eran esas almas que huían con dolor,
A las que esos cuerpos volvían de nuevo,
Sino una tropa de espíritus benditos.

«Porque cuando atardeció dejaron caer sus brazos,
Y se amontonaron alrededor del mástil;
Dulces sonidos brotaron lentamente por sus bocas,
Y fueron de sus cuerpos saliendo.

«Dando vueltas, dando vueltas, volaba cada dulce sonido,
Luego se lanzaron al Sol a toda prisa;
Lentamente los sonidos volvieron de nuevo,
ora mezclados, ora uno a uno.

«A veces, goteando desde el cielo,
Oía cantar a la Alondra;
Otras veces todas las pequeñas aves que hay
parecían llenar el mar y el aire
Con su dulce parloteo.

«Y entonces fue como si tocaran todos los instrumentos,
Ahora como una flauta solitaria
Y lueg como la canción de un ángel
Que hace enmudecer los cielos.

«Cesó; pero aún las velas hicieron
Un ruido agradable hasta el mediodía,
Un ruido como el de un arroyo escondido
En el boscoso mes de junio,
Que al durmiente bosque toda la noche
Canta una canción que arrulla su reposo.

«¡Escucha, ah, escucha, Invitado de la boda!»
«¡Marinero! se ha realizado tu deseo:
porque eso que brota de tus ojos, provoca
que a mi cuerpo y mi alma quietos se queden.»

«Nunca se contó cuento más triste
a un hombre nacido de mujer:
¡más triste y más sabio serás tú, invitado de la boda!
Habrás de levantarte para ver el alba del mañana.

«Nunca se escuchó cuento más triste
por un hombre nacido de mujer:
todos los Marineros volvieron a sus labores
tan silenciosos como antes.

«Los Marineros se pusieron a tensar las jarcias,
mas ninguno a mí quería mirarme;
pensé yo: soy delgado como el aire.
y no pueden contemplarme.

"Hasta el mediodía en silencio navegamos,
Pero nunca un atisbo de brisa sopló:
Lenta y suavemente iba el barco,
Movido hacia adelante desde abajo .

El solitario espíritu del polo sur lleva al barco hasta la Línea, obediente de la tropa angélica, pero aún requiere venganza.



«Bajo la quilla, a nueve brazas de profundidad,
Desde la tierra de Bruma y de Nieve,
El espíritu se deslizó: y fue él
Quien hizo al barco avanzar.
Las velas al mediodía abandonaron sus compases,
Y el barco permaneció quieto también.

«El Sol, justo encima del mástil,
Lo había anclado en el océano:
Pero en un minuto empezó a agitarse,
con un súbito e intranquilo movimiento,
atrás y adelante en la mitad de su eslora
con un súbito e intranquilo movimiento.

«Luego, como al soltar las riendas de un caballo que piafa nervioso,
Dio un salto repentino:
Se me subió la sangre a la cabeza,
Y caí al piso desvanecido.

Los demonios compañeros del Espíritu Polar, los habitantes invisibles del elemento, toman parte en su daño.



«Cuánto tiempo en el mismo estado permanecí,
Yo no lo puedo afirmar;
Pero antes de que la fuerza de la vida regresara,
Oí, y en mi alma distinguí,
Dos voces en el aire.

Dos de ellos relatan, uno al otro, esa larga y pesada penitencia que para el viejo Marinero había sido acordada por el Espíritu Polar, que retorna al sur.



« “¿Es él?”, dijo uno, “¿es éste el hombre?”
“Por Aquél que murió en la cruz,
que con su cruel ballesta hizo que para siempre tendido quedase
el inofensivo Albatros”.

« “El Espíritu que esperaba a su lado
En la tierra de la Bruma y la Nieve,
Amó al pájaro que amó al hombre
Que lo mató con su ballesta”.

«La otra era una voz más dulce,
Tan suave como rocío de miel:
Dijo: “Aquel hombre ha hecho su penitencia,
Y más penitencia aún hará.”

PARTE SEXTA.

.Primera Voz.



“Pero ¡dime, dime! habla de nuevo,
Tu suave respuesta renueva:
¿Qué hace a ese barco andar tan rápido? ¿Qué está haciendo el Océano?

.Segunda Voz.


“Todavía como un esclavo ante su señor,
El Océano no mostraba fuerza alguna:
Su gran ojo brillante muy silenciosamente
Hacia la Luna ha dirigido”.

“Si poder supiera qué camino tomar,
pues ella lo guía suave o severa.
¡Mira, hermano, mira, qué graciosamente
Ella le concede su mirada!”.

El Marinero ha estado sumido en un trance.



.Primera Voz.



“Pero ¿por qué anda ese barco tan rápido, Sin olas ni viento?”

Porque el poder angélico impulsa a la nave hacia el norte más rápido que lo que ninguna vida humana podría soportar.



.Segunda Voz.



“El aire queda cortado allí delante,
Y se cierra a sus espaldas.

“'¡Vuela, hermano, vuela! ¡más alto, más alto,
O nosotros llegaremos tarde!:
Ya que lento y lento ese barco andará,
Cuando el trance del Marinero se haya desvanecido”.

El movimiento supernatural es retardado; el Marinero despierta, y su penitencia comienza de nuevo.



«Me desperté, y seguíamos navegando
Como en tiempo de bonanza;
Era noche, una noche en calma, la Luna estaba en lo alto;
Los hombres muertos todos juntos se pusieron en pie.

«Todos juntos se pararon en la cubierta,
que mejor hubiera sido osario y calabozo:
Todos fijaron en mí sus ojos petrificados,
Que a la luz de la Luna brillaban.

«El espasmo, la maldición con la que murieron,
Nunca completamente cesó:
No podía apartar mis ojos de los suyos,
Ni alzarlos para rezar.

La maldición es finalmente expíada.



«Y en aquel instante el hechizo se rompió: una vez más
Yo pude ver el océano verde,
Y miré adelante hacia lo lejos, aunque poco veía
De lo que había visto antes.

«Como aquel que en una ruta solitaria
Camina con miedo y terror
Y habiendo mirado atrás una vez, sigue caminando
y nunca más habrá de volver la vista atrás:
Porque sabe que un temible demonio
Va cerca detrás de él.

«Pero pronto sopló el viento sobre mí,
Ni sonido ni movimiento alguno hizo:
Su paso no se sentía sobre el mar,
Ni en las ondas, ni en las sombras.

«Me levantó el cabello, aireó mi mejilla,
Como una brisa del prado en primavera.
Se enlazaba extrañamente con mis miedos,
Y sin embargo parecía una bienvenida.

«Veloz, veloz volaba el barco,
Pero navegaba suave también:
Dulce, dulce soplaba la brisa-
En mí solo soplaba.

Y el viejo Marinero advierte su país natal.



«¡Oh sueño de felicidad! ¿es esto en verdad
La torre del faro lo que veo?
¿Es ésta la colina? ¿Es ésta la iglesia?
¿Es éste mi propio país, el mío?

«Pasamos por el puerto,
Y con gemidos recé.
¡Oh déjame estar despierto, Dios mío!
¿O déjame dormir para siempre!

«La bahía del puerto era clara como el cristal,
¡Tan suavemente se extendía!
Y en la bahía iluminada por la luz de luna,
la sombra de la Luna se acostaba.

«El risco brillaba radiante, y la iglesia no menos,
Que está sobre el acantilado.
La luz de luna mojaba en silencio
al sereno campanario.

Los espíritus angélicos dejan los cuerpos muertos, y aparecen en sus propias formas de luz.



«La bahía era blanca con luz silenciosa,
Y levantándose de la misma,
Muchas formas, que eran sombras,
En colores carmín vinieron.

«A poca distancia de proa
Estaban esas sombras carmín:
mas al poco observé que mi propia carne
estaba encendida en un rojo resplandor.

«Volví la cabeza lleno de miedo y de temores,
y por la santa cruz,
los cadáveres habían avanzado y entonces
en pie se alzaban ante el mástil.

«Levantaron sus rígidos brazos derechos,
los mantuvieron extendidos, rígidos;
y cada brazo derecho ardía como una antorcha,
una antorcha que se sostiene en alto.
Sus ojos petrificados seguían reluciendo
bajo la luz rojiza tamizada por el humo.

«Recé y volví la cabeza hacia otro lado
mirando al frente como antes.
No había brisa en la bahía,
no rompían las olas en la orilla.

«Brillaba el resplandor del acantilado, y no menos la iglesia
que se alza sobre el acantilado:
la luz de la luna en el silencio destacaba
a la veleta inmóvil.

«Todos los cadáveres estaban tendidos,
sin vida y tendidos; y por la santa Cruz
un hombre que era todo luz, un serafín humano
de pie estaba junto a cada cadáver.

«Esa reunión de serafines, cada uno moviendo su mano:
¡Era una visión celestial!
alzaban como haciéndole señales a la tierra,
Cada uno era una luz hermosa.

«Esa reunión de serafines, cada uno moviendo su mano:
ninguna voz dejaba escuchar.
Ninguna voz; pero ¡oh, el silencio penetró
Como música en mi corazón!

"Pero pronto oí el batir de los remos,
Oí el saludo del Piloto;
Mi cabeza por fuerza giró
Y vi un bote aparecer.

«Entonces todas aquellas luces maravillosas se desvanecieron;
los cadáveres a alzarse se volvieron:
con pasos silenciosos, cada cual a su puesto,
fue volviendo la fantasmal tripulación.
El viento, que no hacía visos ni hacía movimiento,
sobre mí solo soplaba.
"Al Piloto y al ayudante del Piloto,
Los oí venir rápido:
¡Dios del Cielo! ¡qué alegría
Que los hombres muertos no pudieron hacer eco!

"Vi a un tercero, oí su voz:
¡Es el buen Ermitaño!
Él canta fuerte sus himnos divinos
Que en el bosque compone.
Él absolverá mi alma, él lavará para siempre
La sangre del Albatros.


PARTE SÉPTIMA

«Este Ermitaño bueno vive en ese bosque
cuyas laderas bajan hasta el mar.
¡Qué fuerte su dulce voz se eleva!
Le gusta hablar con los Marineros
Que vienen de un país lejano.

«Él reza a la mañana, a la tarde y a la noche-
Tiene un mullido almohadón:
Es el musgo, que esconde por completo
el viejo tocón del Roble carcomido.

«El bote se acercó: les oí hablar,
“¡Vaya, qué extraño, me parece!
¿Dónde están esas luces tantas y tan claras,
Que señales nos hacían ha poco?”

Se acerca al barco con asombro.



“¡Extraño es, a fe mía! el Ermitaño dijo.
“¡Y no contestaron nuestro saludo!
¡Las maderas están carcomidas! y mirad esas velas.
¡cómo están de raídas y resecas!
Nunca vi nada igual,
A menos que así no sean”.

“Los esqueletos de las hojas rezagadas
a lo largo del arroyo de mi bosque:
Cuando la hiedra está llena de nieve
Y el búho ulula al lobo que debajo
Devora de la loba sus cachorros”.

“¡Señor del Cielo!, tiene una mirada maligna”
(el Piloto respondió así).
“Tengo miedo.” “¡Adelante, adelante!”,
dijo alegre el ermitaño.

«El bote se acercó más al barco,
Pero yo no hablé ni me moví;
El bote llegó a estar bajo la sombra del barco,
Y enseguida un sonido apagado se escuchó.

El barco repentinamente se hunde.



«Bajo el agua seguía gruñendo,
Aún más fuerte y aterrador:
Llegó al barco, le quebró la crujía;
Y el barco se hundió como si de plomo fuese.

El viejo Marinero se salva en el bote del Piloto.



«Turbado por el fuerte y terrible sonido,
Que cielo y oceáno fustigó,
Como quien ha estado siete días ahogado,
Mi cuerpo yacía a flote;
Pero veloz como un sueño, me encontré de pronto
Dentro del bote del Piloto.

«En el remolino, donde se hundió el barco,
El bote giraba y giraba;
Y todo estaba en silencio, excepto el monte,
que repetía el sonido.

«Moví mis labios. El Piloto se estremeció
y cayó al suelo en un desmayo.
El Ermitaño sagrado elevó sus ojos,
Y rezó desde su asiento.

«Tomé los remos: el compañero del Piloto,
Que ahora iba como loco,
se rió a voces durante un largo rato, y mientras tanto
Sus ojos se movían adelante y atrás.
“¡Ja! ¡ja!”, decía, “ahora puedo ver a las claras
Qué bien sabe remar el Diablo”.

«Y entonces en mi País de origen,
¡pisé al fin la tierra firme!
El Ermitaño salió entonces del bote,
y a duras penas en pie se podía mantener.

El viejo Marinero ruega con insistencia al ermitaño que lo confiese; y la expiación de por vida cae sobre él.



“¡Oh confiésame, confiésame, santo hombre!”
El ermitaño frunció el ceño.
“Di rápido”, dijo. “Te exijo que me digas
qué clase de hombre eres tú”.

«Al instante todo mi cuerpo se contrajo
en una agonía dolorosa,
que me obligó a comenzar mi relato
y solo entonces quedé yo liberado.

Y desde aquel tiempo y a través de su vida futura una agonía lo obliga a viajar de tierra en tierra.



«Desde entonces, en una hora incierta,
unas veces con frecuencia, otras veces se demora,
Esa agonía me alcanza y a contar me obliga
Mi aventura espeluznante.

«Paso, como la noche, de tierra en tierra;
Tengo un extraño don de la elocuencia.
En el momento en que veo su cara,
Conozco al hombre que debe oírme:
A él mi historia le cuento.

«¡Qué fuerte alboroto estalla desde esa puerta!
Los invitados a la boda están allí;
Pero en el recóndito jardín la novia
Y las damas de honor están cantando;
Y escucha: ¡la campanilla de vísperas,
Que me lleva a la plegaria!

«¡Oh, Invitado a la Boda!, este alma ha estado
Sola en un ancho, ancho mar:
Tan solitaria estuvo, que Dios mismo
Apenas parecía estar allí.

«¡Oh, más dulce que la fiesta de la boda,
Es aún más dulce para mí
Caminar hacia la iglesia
Con una buena compañía!

«Caminar juntos hacia la iglesia,
Y todos juntos rezar,
Mientras cada uno ante su Padre Celestial se inclina,
Ancianos, y niños, y amigos que se quieren,
Y jóvenes y alegres doncellas.

Y para enseñar, por su propio ejemplo, amor y reverencia a todas las cosas que Dios hizo y ama.



«¡Adiós, adiós! Pero esto te digo
A ti, Invitado a la Boda:
Reza bien quien ama bien
A todos, tanto a los hombres como a las aves y a las bestias.

«Reza mejor, quien ama mejor
A todas las cosas, grandes y pequeñas;
Porque el querido Dios al que amo, que nos ama a nosotros,
Él hizo y ama a todas cuantas existen.

« El Marinero, el de los ojos brillantes,
que tiene la barba cana por la edad,
Se fue, y ahora el Invitado a la Boda
se volvió de la puerta del novio.

Se fue, como alguien que ha sido turbado,
y ha perdido el sentido todo:
convertido en un hombre más triste y más sabio
Se levantó a la mañana siguiente.



[N.B..- Adaptación de Raúl Amores]


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■ Adaptada la balada inglesa, en Alemania, desde 1.770, y bajo la brújula del movimiento denominado "Sturm und Drang" (tormenta y tensión), se desarrollará ésta sin definir ninguna estructura concreta, concibiéndose como un híbrido entre lírica y épica, o como definió Goethe al "huevo primigenio" (Ur-Ei der Dichtung) de la balada, como una semilla simbólica que fusionaba poesía con tradición, por eso era una mixtura de los géneros épico, lírico y dramático. El impulso lo dará Herder al publicar entre 1.778 y 1.779 una colección de "Canciones populares: la voz de las naciones en cantos", transmitiendo el sentimiento de que la poesía popular es la expresión natural y espontánea del pueblo. Este es el carácter que ensayó Campoamor, uniendo elementos narrativos con líricos, dentro de una estructura dialogada.

■ Balada, El pescador,
de Johann Wolfgang von Goethe (1.749-1.832).

Hinchada el agua, espumajea,
mientras sentado el pescador
que algún pez muerda el anzuelo
plácido aguarda y bonachón.

De pronto la onda se rasga,
y de su seno-¡oh maravilla!-
toda mojada, una mujer
saca su grácil figurilla.

Y con voz rítmica le increpa:
-¿Por qué, valiéndote de mañas,
hombre cruel, tiras de mí
para que muera en esta playa?

¡Si tú supieras qué delicia
allá se goza bajo el agua,
tal como estas te arrojarías
al mar, dejando en paz la caña!

¿No ves al sol, no ves la luna
cómo en las ondas se recrean?
¿Doble de hermosos no parecen
cuando en las agujas se reflejan?

¿No te seduce el hondo cielo
cuando su azul, húmedo muestra?
Cuando este aljófar lo salpica,
¿del propio rostro no te prendas?

Hinchada el agua, espumajea,
del pescador lame los pies;
siente el cuidado una nostalgia,
cual si a su amada viera fiel.

Cantaba un tanto la sirena,
todo pasó en un santiamén;
tiró ella de él, resbaló el hombre,
nunca más se dejó ver.

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■ Balada, El rey de los Elfos,
de Johann Wolfgang von Goethe (1.749-1.832).

Wer reitet so spät durch Nacht und Wind?
Es ist der Vater mit seinem Kind;
Er hat den Knaben wohl in dem Arm,
Er faßt ihn sicher, er hält ihn warm.

"Mein Sohn, was birgst du so bang dein Gesicht?"
"Siehst, Vater, du den Erlkönig nicht?
Den Erlenkönig mit Kron und Schweif?"
"Mein Sohn, es ist ein Nebelstreif."

"Du liebes Kind, komm, geh mit mir!
Gar schöne Spiele spiel' ich mit dir;
Manch' bunte Blumen sind an dem Strand,
Meine Mutter hat manch gülden Gewand."

"Mein Vater, mein Vater, und hörest du nicht,
Was Erlenkönig mir leise verspricht?"
"Sei ruhig, bleibe ruhig, mein Kind;
In dürren Blättern säuselt der Wind."

"Willst, feiner Knabe, du mit mir gehn?
Meine Töchter sollen dich warten schön;
Meine Töchter führen den nächtlichen Reihn,
Und wiegen und tanzen und singen dich ein."

"Mein Vater, mein Vater, und siehst du nicht dort
Erlkönigs Töchter am düstern Ort?"
"Mein Sohn, mein Sohn, ich seh es genau:
Es scheinen die alten Weiden so grau."

"Ich liebe dich, mich reizt deine schöne Gestalt;
Und bist du nicht willig, so brauch ich Gewalt."
"Mein Vater, mein Vater, jetzt faßt er mich an!
Erlkönig hat mir ein Leid getan!"

Dem Vater grauset's, er reitet geschwind,
Er hält in Armen das ächzende Kind,
Erreicht den Hof mit Müh' und Not;
In seinen Armen das Kind war tot.

¿Quién cabalga tan tarde a través del viento y la noche?
Es un padre con su hijo.
Tiene al pequeño en su brazo
Lo lleva seguro en su tibio regazo.

"Hijo mío ¿Por qué escondes tu rostro asustado?"
"¿No ves, padre, al Rey Elfo?
¿El Rey de los Elfos con corona y manto?"
"Hijo mío es el rastro de la neblina."

"¡Dulce niño ven conmigo!
Jugaré maravillosos juegos contigo;
Muchas encantadoras flores están en la orilla,
Mi madre tiene muchas prendas doradas."

"Padre mío, padre mío ¿no oyes
lo que el Rey de los Elfos me promete?"
"Calma, mantén la calma hijo mío;
El viento mueve las hojas secas."

"¿No vienes conmigo buen niño?
Mis hijas te atenderán bien;
Mis hijas hacen su danza nocturna,
Y ellas te arrullarán y bailarán para que duermas."

"Padre mío, padre mío ¿no ves acaso ahí,
A las hijas del Rey de los Elfos en ese lugar oscuro?"
"Hijo mío, hijo mío, claro que lo veo:
Son los árboles de sauce grises."

"Te amo; me encanta tu hermosa figura;
Y si no haces caso usaré la fuerza."
"¡Padre mío, padre mío, ahora me toca!
¡El Rey de los Elfos me ha herido!"

El padre tiembla y cabalga mas aprisa,
Lleva al niño que gime en sus brazos,
Llega a la alquería con dificultad y urgencia;
En sus brazos el niño estaba muerto.

Cfr.: Mariño, Francisco Manuel .- "Traducción y transformación de una balada de Goethe ('Der Erlkönig') en el sistema literario gallego", in Parra-Membrives, E. et al (eds.).- Aspects of Literary Translation. Tübingen, Narr, 2.012, pp. 177-189.

Éste nos recuerda que Manuel Murguía nos quiso hacer pasar por tradicional gallego un texto, el romance denominado "O Canouro", que él mismo escribió, y que quiso argumentar que se debía su origen a las leyendas y creencias germánicas que nos habían dejado en Galicia los suevos (Manuel Murguía.- “O Canouro”, in Boletín de la Real Academia Gallega, VIII (1.915), pp. 29-30). Descubierto el engaño, dejamos aquí la traducción que hizo Murguía del poema del alemán, para que nos sirva de comparativa:


■ Balada, O Canouro,
de Manuel Murguía (1.833-1.923).

-¿Tu dormes, neniño?
-Non poido, meu padre,
que sinto rugidos
muy fortes na chave.
-Non cullas mediño
nin tremas chorando
que é vento que funga,
que funga na trave.
¿Tu calas, filliño?
¡Non chores coitado!
-Non poido, meu padre,
que vejo se juntan
e veñen buscarme
aqueles pantasmas
que van pol-a-trave
e querem collerme,
da cama levarme.
-¡Papái, volven vir
os negros pantasmas!
¡Papái queridiño,
de ti non me apartes!
-Espera, filliño,
que vou conjurados:
"noitebregas tristes,
curujas raxadas,
famentos garduños,
morcégos, lagartos,
quiobras verdosas,
pezoñosos sapos,
agoiros da noite,
miotos raubiados
que sempre en compaña
de mouchos e trasnos
andades rugindo
enriba da trave
revoltos c'os mortos
de longes lugares,
de parte de Pedro,
de parte de Pablo,
en nome d'aquel
que veu a salvarnos;
por esta cruciña
que c'os dedos fago
vos digo marchedes
e que non volvades
que o neno que eu teño
está bautizado
e non o levades
por mais que fagades".
-¿Marcharon, neniño?
-Marcharon, meu padre:
levaban uns rabos
tan largos, tan largos,
que coido que eran
maores que a trave.


Posteriormente, también hará en gallego una traducción de la balada de Goethe, más libre, Ramón Cabanillas (1.876-1.959):

¿Quén cruza o camino
nas rachas do vento
da noite pechada?
É un pai que cabalga carreira tendida,
levando acochada,
ó quentor do peito máis dondo que un niño,
toda a sua vida,
seu tenro filliño!

O PAI.- ¿Por qué, meu encanto,
tremente de espanto
te agachas choroso?

O NENO.- Cata ó Rei das Elfes con cetro e con manto
que ven a par noso!.

O PAI.- ¡É un xirón de néboa cincento e vadío
que estende seus tules ó longo do río!.

O REI.- ¡Ou meniño roibo da cariña albeira,
vén comigo; hei darche doces piperetes;
nos meus señoríos sempre é primaveira
e terás brinquedos, froles e xoguetes!

O NENO.- Paiño, ¿no-escoitas verbas afogadas?
¡é o Rei que me chama cun susurro quedo!

O PAI.- Sosega, prendiña, e non teñas medo,
¡son folliñas murchas do vento levadas!

O NENO.- ¡Ai, meu pa!, ¿non catas as Elfes que tecen
suas danzas a brincos como na romaxe?

O PAI.- Durme, meu anxiño, ¡Elfes che parecen
os bailantes vidos de branco follaxe!

O REI.- Vén, meu pequerrecho; xa rompe a alborada
¡teréi de levarte vivir no meu pazo!

O NENO.- ¡Meu paiciño, sinto a carne xiada;
o rei pai das Elfes cólleme do brazo!


Doente e maltreito, o neno apertado a rente do peito,
o pai treme, treme. De pena.

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■ Balada, La campana,
de Cristóbal Federico Schiller (1.759-1.805).

Afianzado en el suelo fuertemente
Ya el molde está de recocida greda:
Hoy fabricada la campana queda:
Obreros, acudid a la labor.

Sudor que brote ardiente Inunde nuestra frente;
Que si el cielo nos presta su favor,
La obra será renombre del autor.
A la grave tarea que emprendemos
Razonamiento sólido conviene:
Gustoso y fácil el trabajo corre
Cuando sesuda plática se tiene.
Los efectos aquí consideremos
De un leve impulso a la materia dado:
De racional el título se borre
Al que nunca en sus obras ha pensado.
Joya es la reflexión ilustre y rica,
Y dióse al hombre la razón a cuenta
De que su pecho con ahínco sienta
Cuanto su mano crea y vivifica.
Para que el horno actividad recobre
Trozos echad en él de seco pino,
Y oprimida la llama, su camino
Búsquese por la cóncava canal.

Luego que hierva el cobre,
Con él se junte y obre
Estaño que desate el material
En rápida corriente de metal.

Esa honda taza que la humana diestra
Forma en el hoyo manejando el fuego,
En alta torre suspendida luego
Pregón será de la memoria nuestra.
Vencedora del tiempo más remoto
Y hablando a raza y raza sucesiva,
Plañirá ¡con el triste compasiva,
Pía rogando con el fiel devoto.
El bien y el mal que en variedad fecundo
Lance sobre el mortal destino sabio,
Herido el bronce, del redondo labio
Lo anunciará con majestad al mundo.

Blancas ampollas elevarse he visto.
En buena hora: la masa se derrite.
La sal de la ceniza precipite
Ahora la completa solución.

Fuerza es dejar el misto
De espuma desprovisto:
Purificada así la fundición,
Claro el vaso ha de dar y lleno el son.

Él con el toque de festivo estruendo
Solemniza del niño la venida,
Que a ciegas entra en la vital carrera,
Quieto en la cuna plácida durmiendo.
En el seno del tiempo confundida
Su suerte venidera,
Mísera o placentera,
Yace para el infante;
Pero él amor y maternal cuidado
Colman de dicha su dorada aurora.
En tanto como flecha voladora
Van huyendo los años adelante.

Ya esquivo y arrogante
El imberbe doncel huye del lado
De la niña gentil cuando él nacida,
Y al borrascoso golfo de la vida
Lanzándose impaciente,
Con el báculo se arma del viajero,
Vaga de tierra en tierra diferente,
Y al techo paternal vuelve extranjero,

En juventud allí resplandeciente,
Y a un ángel igualándose de bella,
Luego a sus ojos brilla
La cándida doncella,
Púrpura rebosando su mejilla.

Insólito deseo
El pecho entonces del mancebo asalta
Ya entre la soledad busca el paseo,
Ya de los ojos llanto se le salta,
Ya fugitivo del coloquio rudo
De antiguos compañeros, que le enoja,
Desde lejos le sigue con vergüenza
El paso a la beldad; sólo un saludo
Mil placeres le inspira;
Y de sus galas el vergel despoja
Para adornar la recogida trenza
Del caro bien por cuyo amor suspira.
En aquel anhelar tierno, incesante,
Con aquella esperanza dulce y pura,
Ve los cielos abiertos el amante,
Y anégase en abismos de ventura.
¡Ay! ¿Por qué han de pasar tan de ligero
Los bellos días del amor primero?

Esos cañones negrear miramos:
Pértiga larga hasta la masa cale;
Que si; de vidrio revestida sale,
No habrá para fundir dificultad.

¡Sus! compañeros, vamos,
Y pruebas obtengamos
De que hicieron pacífica hermandad
Los metales de opuesta calidad.
Sí, que del justo enlace
De rigidez al par y de ternura,
De fuerza y de blandura,
La armonía cabal se engendra y nace.

Mire quien votos perdurables hace
Si con su corazón cuadra el que elige;
Que la grata ilusión momentos dura,
Y el pesar del error eterno aflige.
Asienta bien sobre el cabello hermoso
Dé la virgen modesta
La corona nupcial que la engalana,
Cuando con golpe y son estrepitoso
Convoca la campana
De alegre boda a la brillante fiesta;
Mas día tan feliz y placentero
Del abril de la vida es el postrero;
Que al devolver los cónyuges al ara
Vela y venda sutiles,
Con ellos de su frente se separa
La ilusión de los goces juveniles.

Rinde al cariño la pasión tributo;
Marchítase la flor, madura el fruto.
Desde allí entra el varón en lid constante:
Veráselo afanado v anhelante
Pretender, conseguir; veiréis que osado
Con cien y cien obstáculos embiste,
Para que su tesón el bien conquiste.

Entonces de abundancia rodeado
Se encontrará, que por doquier le llega:
Su troj rebosa de preciosos dones;
Crecen sus posesiones,
Y la morada que heredó se agranda,
En; cuyo íntimo círculo despliega
Su celo cuidadosa
La vigilante madre, casta esposa.

Ella en el reino aquel prudente manda;
Reprime al hijo y a la niña instruye:
Nunca para su mano laboriosa,
Cuyo ordenado tino
Enrico aumento del caudal refluye.

De esa mano, que le hace en remolino
Al torno girador zumbar sonoro,
Brota el hilo y al huso se devana:
Ella el arca olorosa llena de oro;
Ella los paños de escogida lana,
Ella la tela de nevado lino
Custodia en el armario, que luciente
Mantiene la limpieza;
Ella une el esplendor a la riqueza,
Y al ocio junto a sí jamás consiente.

El padre en esto, sonriendo ufano
Desde alto mirador sobre la casa,
Qué deja registrar tendido llano,
De sus bienes el número repasa.

El árbol corpulento
Ve de crecidas pomas agobiado;
Su granero contempla apuntalado,
Y en densas olas al batir del viento
Moviendo las espigas el sembrado.

Y atrévese a exclamar con vanagloria:
“Tan firme como el mismo fundamento
Que sostiene la mole de la tierra.
Fuerte contra el poder de la desgracia
Me hace el tesoro que mi techo encierra”.

¡Oh esperanza ilusoria!
¿Cuál poder eficacia
Contra el destino tiene?
No hay lazo que sus vuelos encadene,
Y antes de prevenir con el amago,
Se nos presenta el mal con el estrago.

Bien se parte la escoria recogida:
Ya principiar la fundición se puede;
Mas antes que la masa libre ruede,
Récese una plegaria con fervor.
Dad al metal salida.
¡Dios un destrozo impida!
Río humeante, negro de color,
Se abisma en la canal abrasador.

Es el fuego potencia bienhechora
Mientras la guía el hombre y bien la emplea;
Que a su fuerza divina auxiliadora
Deudor entonces es de cuanto crea;
Pero plaga se vuelve destructora
Cuando una vez de sus cadenas franca,
Por la senda que elige libre arranca,
Y avanza con fiereza,
Salvaje de cruel naturaleza.

¡Ay si sacude el freno y ya no hallando
Quien resista sus ímpetus violentos,
En apiñada población derrama
Incendio asolador, inmensa llama!
Guardan los elementos
Rencor a los humanos monumentos.
La misma nube cuyo riego blando
Los perdidos verdores
Devuelve a la pradera que fecunda,
Rayos también arroja furibunda.
¿Escucháis en la torre los clamores
Lentos y graves que a temor provocan?
No hay duda: a fuego tocan.
Sangriento el horizonte resplandece,
Y ese rojo fulgor no es que amanece.

Tumultuoso mido
La calle arriba cunde,
Y de humo coronada
Se alza con estallido,
Y de una casa en otra se difunde,
Como el viento veloz, la llamarada,
Que en el aire encendiendo
Sofocador bochorno,
Tuesta la faz cual bocanada de horno.

Las largas vigas crujen,
Los postes van cayendo,
Saltan postigos, quiébranse cristales,
Llora el niño, la madre anda aturdida,
Y entre las ruinas azoradas mugen
Mansas reses, perdidos animales.
Todo es buscar, probar, hallar huida,
Y a todos presta luz en su carrera
La noche convertida
En día claro por la ardiente hoguera.

Corre a porfía en tanto larga hilera
De mano en mano el cubo, y recio chorro
En empinada comba
Lanza agitando el émbolo, la bomba.
Mas viene el huracán embravecido:
El incendio recibe su socorro
Con bárbaro bramido,
Y ya más inhumano
Cae sobre el depósito indefenso
Donde en gavilla aún se guarda el grano,
Donde se hacina resecado pienso;
Y cebado en aristas y maderas,
Gigante se encarama a las esferas,
Como en altivo alarde
De querer mientras arde
No dejar en el globo en que hace riza
Sino montes de escombros y ceniza.

El hombre en esto, ya sin esperanza,
Se rinde al golpe, que a parar no alcanza,
Y atónito cruzándose de brazos,
Ve sus obras yacer hechas pedazos:

Desiertos y abrasados paredones
Quedan allí, desolador vacío,
Juguete ya del aquilón bravio,
Sin puertas y sin marcos los balcones,
Bocas de cueva son de aspecto extraño,
Y el horror en su hueco señorea,
Mientras allá en la altura se recrea
Tropel de nubes en mirar el daño.

Vuelve el hombre los ojos
Por la postrera vez a los despojos
Del esplendor pasado,
Y el bastón coge luego de viandante,
Sonriendo tranquilo y resignado.
Consuelo dulce su valor inflama:
El fuego devorante
Le privó de su próspera fortuna:
Mas cuenta y ve que de las vidas que ama
No le faltó ninguna.

El líquido en la tierra se ha sumido,
El molde se llenó dichosamente:
¡Ojalá a nuestra vista se presente
Obra que premie el arte y el afán!
¿Si el bronce se ha perdido?
¿Si al molde ha perecido?
Nuestras fatigas esperanza dan;
Mas ¡ay! ¡si destruidas estarán!
Al seno tenebroso
De la próvida tierra confiamos
La labor cuyo logro deseamos.
Así pon fe sencilla
Confía el campesino laborioso
Al surco la semilla,
Y humilde espera en la bondad celeste
Que germen copiosísimo le preste.
Semilla más preciosa todavía
Entre luto y lamentos se le fía
A la madre común de lo viviente;
Pero también el sembrador espera
Que del sepulcro salga floreciente
A vida más feliz y duradera.
Son pausado
Funeral
Ha sonado
En la torre parroquial.
Y nos dice el son severo
Que un mortal
Hace él viaje lastimero
Que es el último y final.
¡Ay, que es la esposa de memoria grata!
¡Ay, que es la tierna madre, a quien celoso
El rey de los sepulcros arrebata
Del lado del esposo,
Del cerco de los hijos amoroso,
Frutos lozanos de su casto seno,
Que miraba crecer en su regazo,
Su amante corazón de gozo lleno
Roto ya queda el delicioso lazo
Que las dichas domésticas unía.
La esposa habita la región sombría;
Falta al hogar su diligente brazo
Siempre al trabajo presto,
Su cuidado, su aliño;
Falta la madre, y huérfano su puesto,
Lo usurpará una extraña sin cariño.

En tanto que se cuaja en sus prisiones
El vertido metal, no se trabaje,
Y libre, como el ave en el ramaje,
Satisfaga su gusto cada cual.

Si al toque de oraciones,
Libre de obligaciones
Ve los astros lucir el oficial,
Sigue el maestro con tarea igual.

Cruza con ágil pie la selva espesa.
Gozoso ya el peón, bien cual ausento
Que al patrio techo próximo se siente.
Abandona el ganado la dehesa,
Y en son discorde juntan
El cordero su tímido balido,
Y el áspero mugido
La lucia vaca de espaciosa frente,
Caminando al establo que barruntan.
A duras penas llega
Atestado de mies a la alquería
Bamboleando el carro; y en los haces
Una corona empínase y despliega
Colores diferentes y vivaces,
Fausta señal de que empezó la siega.

El pueblo agricultor con alegría
Se agolpa al baile y al placer se entrega.
La ciudad mientras tanto se sosiega,
Según desembaraza
El gentío las calles y la plaza,
Formando, en amigable compañía,
Las familias el corro de costumbre,
Ya en torno de la luz, ya de la lumbre.
Cierra la puerta de la villa el guarda,
Y ella cruje al partir del recio muro.
La tierra se encapota en negro manto;
Pero el hombre de bien duerme seguro.
No la sombra nocturna lo acobarda
Como al vil criminal, ni con espanto
Pesadilla horrorosa lo desvela;
No de reposo regalado y puro
Disfruta la virtud: un centinela,
La previsora ley, su sueño vela.
¡Preciosa emanación del Ser Divino,
Salud de; los mortales, Orden Santo!
Mi labio te bendiga.
La estirpe humana que a la tierra vino
En completa igualdad, por ti se liga
Con vínculo feliz, que sin quebranto
Guarda a todos su bien. Tú solo fuiste
Quien allá en la niñez de las edades
Los cimientos echó de las ciudades:
Tú al salvaje le hiciste
Dejar la vida montaraz y triste:
Tú en la! grosera prístina cabaña
Penetraste a verter el dulce encanto
Que a las costumbres cultas acompaña;
Tú creaste ese ardor de precio tanto,
Ese, amor de la patria sacrosanto.

Por ti mil brazos en alegre alianza
Reconcentran su fuerza y ardimiento,
Y a un punto dirigida su pujanza,
Cobra la! industria raudo movimiento.
Maestro y oficial en confianza
De que les da la libertad su escudo,
Redoblan el ardor de sus afanes;
Y cada cual contento
Con el lugar que conquistarse pudo,
Fieros desprecian con desdén sañudo
La mofa de los ricos haraganes.
Es la fuente del bien del ciudadano,
En su honor el trabajo y su ornamento.
¡Gloria a la majestad del soberano!
¡Gloria al útil sudor del artesano!

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■ En Francia, la balada fue descrita por Charles Asselineau (Histoire de la Ballade, 1.869), como un género en el que tenía que haber toda una serie de elementos propiamente Románticos:

Clairs de lune, châteaux en ruine hérissant les monts, lacs mystérieux hantés par les Elfes, chevaliers-fantômes surgissant visière baissée dans l’oratoire des châtelaines, coursiers infernaux emportant au galop les amants parjures, amoureuses Ondines tapies dans les roseaux, spectres, apparitions, vampires, échos fallacieux, couvents profanés, chasseurs aventureux trouvés morts un matin dans la clairière (...)
Tout fut Ballade alors : la jeune fille filant son rouet, le vieux seigneur pleurant son fils mort à la bataille, le châtiment des soldats blasphémateurs emportés par le diable, le sabbat des moines sacrilèges dans le cloître abandonné !
[Traducción propia de R. Amores: "claros de luna, castillos en ruinas irritando las montañas, lagos misteriosos embrujados por los elfos, caballeros-fantasmas, visera bajada, en el oratorio de las castellanas, corceles infernales llevando a galope a los amantes perjuros, amorosos Ondinos agazapados en los rosales, espectros, apariciones, vampiros, ecos falsos, conventos profanados, cazadores aventureros encontrados muertos una mañana en el claro (...).
Todo fue balada entonces: la chica girando su rueda, el anciano señor llorando por su hijo muerto en la batalla, el castigo de los soldados blasfemos arrastrados por el diablo, el "Sabbat" de los monjes sacrílegos en el claustro abandonado". ]

Éste género empezó a estructurarse mediante tres estrofas rematadas por un envío, además de contar con un estribillo, ya desde el siglo XIV y que practicó luego Paul Verlaine.

■ Balada de la vida en rojo,
de Paul Verlaine (1.844-1.896).

L'un toujours vit la vie en rose,
Jeunesse qui n'en finit plus,
Seconde enfance moins morose,
Ni voeux, ni regrets superflus.
Ignorant tout flux et reflux,
Ce sage pour qui rien ne bouge
Règne instinctif: tel un phallus.
Mais moi je vois la vie en rouge.

L'autre ratiocine et glose
Sur des modes irrésolus,
Soupesant, pesant chaque chose
De mains gourdes aux lourds calus.
Lui faudrait du temps tant et plus
Pour se risquer hors de son bouge.
Le monde est gris à ce reclus.
Mais moi je vois la vie en rouge.

Lui, cet autre, alentour il ose
Jeter des regards bien voulus,
Mais, sur quoi que son oeil se pose,
Il s'exaspère où tu te plus,
Oeil des philanthropes joufflus;
Tout lui semble noir, vierge ou gouge,
Les hommes, vins bus, livres lus.
Mais moi je vois la vie en rouge.

Uno siempre vive la vida en rosa,
juventud que no acaba nunca,
segunda infancia menos morosa,
ni deseos ni lamentos superfluos.
Ignorando todo flujo y reflujo,
este sabio para quien nada se mueve
reina instintivo: como un falo.
Pero yo, yo veo la vida en rojo.

Otro razona y glosa
sobre modas irresolutas
sopesando, pesando cada cosa
con manos entumecidas y pesados callos.
¡Le haría falta tanto tiempo
para arriesgarse fuera de su ámbito!
El mundo es gris para este recluso.
Pero yo, yo veo la vida en rojo.

El, este otro, en derredor osa
arrojar miradas llenas de deseos,
Pero sobre lo que quiera que su vista se posa,
se exaspera donde tu te places,
Mirada de filántropos mofletudos;
Todo le parece negro, virgen o prostituido,
Los hombres, vinos bebidos, libros leídos.
Pero yo, yo veo la vida de rojo.
[Traducción propia de R. Amores]

[Lore, Georges.- "Moyen Age. Art et versification. Quattrième section. Chapitre 4.: La vallade et ses variétés", in Histoire du vers français. Vol. IV. Paris, Hatier, 1.955, pp. 270-284]

No obstante hay que decir que poco a poco fue imponiéndose a lo largo del siglo XIX el modelo de la balada en prosa rítmica (originado inicialmente su empleo en las traducciones y seudo-traducciones).

■ En España, de poco arraigo como hemos visto (pues su lugar lo ocupó siempre el "romance"), se introducirá como forma nueva en el siglo XIX a través de Campoamor y fundamentalmente a través de Vicente Barrantes Moreno ("Baladas españolas", 1.853), quien se inspiró en los modelos de los románticos Walter Scott y Goethe:

"ha pedido a las literaturas extranjeras de prestado una fórmula y un género. A decir verdad, la balada merece tomar en la nuestra carta de ciudadanía. ¡Así pudiéramos alcanzársela nosotros! -pero nos falta el genio de Goethe o de Schiller, de Walter Scott, de Byron o de Moore, de Delavigne o de Victor Hugo, que en Alemania, Inglaterra y Francia han aclimatado este género, poniéndolo sobre todos los de la poesía lírica".
[Barrantes Moreno, Vicente.- Baladas españolas. Buenos Aires, Tecnibook Ediciones, 2.011, pág. 1].
No obstante, ni Barrantes pudo señalar "el verdadero carácter de la balada. Adaptándola en nuestra literatura, podría decirse que tiene: de la égloga, la sencillez; de la leyenda, el calor; de los romances antiguos, la melancolía; y de los cantos populares, el espíritu"; ni se sujetó en su desarrollo por diversos autores a unas características definitorias concretas, a decir de José María Cossío.
[Cossío, J. M..- "La poesía en la época del Naturalismo", in Díaz Plaja, Guillermo (ed.).- Historia General de las Literaturas Hispánicas. Vol. IV. Barcelona, Vergara, 1.969].

De hecho, el Duque de Rivas en el prólogo a sus "Romances históricos" (1.841) sólo sabía atenerse a anotar que las viejas baladas medievales son "nuestra verdadera poesía castiza", especialmente indicada para la melancolía del Romanticismo, pero sin saber desgajarlas del modelo "romance" español.

De este modo, podemos decir que si el género de la balada gozó de popularidad a partir de la década de los 50, no fue claramente diferenciada del romance, por lo que su aclimatación fue lenta y tardía, llegando a ser su máximo exponente Antonio Viedma [Cfr.: Sancho Sáez, Alfonso.- "Juan Antonio Viedma y la balada española", in Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, 136 (1.9889, pp. 9-56], cuyas baladas llegaron a ser musicadas, y que según Cossío, eran:

producto de la evolución de nuestros romances tradicionales (...) adaptándoles a la sensibilidad de la poesía lírica más íntima, recatada y sencilla que llamaban poesía del sentimiento y entonces adquirió la importancia que vino a culminar en Bécquer".
[J. M. de Cossío.- Cincuenta años de poesía española (1.850-1900). Madrid, Espasa-Calpe, 1.960, pág. 245].

En este período hallaremos baladas al estilo alemán, "pequeñas poesías en que la vibración de la oda y la peripecia del drama se encuentran resumidas en un cuadro sencillo y franco", pudiendo darse la situación de que se incida más en el lirismo que en el drama (modelo de Goethe), o al revés, más en el drama que en el lirismo (modelo de Schiller); baladas al estilo inglés, de carácter novelesco (modelo de Walther Scott) o de gran subjetivismo y autobiografismo (modelo de Byron, que siguió Bécquer); baladas al estilo francés de Víctor Hugo o de Paul Verlaine; al estilo italiano, marcadas de un lirismo pesimista (modelo de Giacomo Leopardi) o de fuerza patriótica (modelo de Giuseppe Giusti... Lo curioso es que todas estas literaturas fueron leídas en traducciones francesas, pues la mayoría de los españoles no sabían inglés o alemán.

Veamos algunos ejemplos de estos autores:

■ Balada, El ermitaño de Montserrat,
de Pablo Piferrer (1.818-1.848) .

Allá en Montserrat -mora el ermitaño.
¿Sabéis por qué mora del convento al pie?
Con áspera vida -un año y otro año
orando ha llorado: -bien sabréis por qué,
por qué con tal vida vive el ermitaño. 5

El buen caballero partió de su tierra,
allende los mares la gloria buscó:
los años volaban, se acabó la guerra;
y allende los mares hasta él voló,
voló un triste viento de su dulce tierra. 10

«-Aprisa, mis pajes, aprisa el caballo:
»señora del alma, mi amor, ¿qué es de ti?
»en bascas de muerte conmigo batallo:
»o infiel o difunta: ¿qué de ello? ¡ay de mí!,
y «¡ay de mí!» diciendo, aguija el caballo. 15

Los mares cruzaba: llegaba a su suelo:
«-Madre, madre mía; mi amada ¿do está?»
«-¡Ay hijo, el mi hijo! -consuélete el cielo-,
»viva está tu amada; mas ya no será,
»ya no será tuya mientras esté en el suelo.» 20

De Santa Cecilia llamaba a la puerta;
los golpes doblando redobla el furor;
«-Señora, ¿no me oyes? Más te quiero muerta
»que infiel y perjura al antiguo amor,
»al amor que agora profana esa puerta.» 25

Flotante el cabello, ceñida de flores,
la ve tras la reja: ¿qué voz la llamó?
«-Mis lágrimas mira; por nuestros amores
»aquí vesme: un voto mi amor pronunció,
»pronunció que pronto secará estas flores. 30

»Voté, si tomases a la patria tierra
»salvo de las lides, consagrarme a Dios:
»tomabas con gloria de lejana guerra;
»¡feliz fue mi voto!, ¡Mi voto a los dos,
»a los dos separa por siempre en la tierra! 35

»¿Oyes las campanas? Llegada es la hora:
»el Señor me llama al pie del altar:
»nuestro amor olvida, aunque el alma llora;
»¡Dios que te ha salvado quiera conhortar,
»conhortar la angustia en esta triste hora!-» 40

Suspiros amargos lanzando del pecho,
los brazos caídos la frente inclinó;
escuchó su voto en llanto deshecho:
-sonó dentro el coro; mudo se postró,
se postró las manos cruzando en el pecho. 45

Lloró, lloró el triste: su vida llorando
vivió solitario del convento al pie:
pasó un año y otro: en llanto y orando
le encontró otro año: -ya sabéis por qué,
porque así ha vivido en rezo y llorando. 50

Ora en Montserrat doblan las campanas:
débil en la ermita una oigo tañer;
en Santa Cecilia otras más cercanas:
¿por qué éstas a aquélla se oyen responder,
responder doblando tan tristes campanas?

∞∞∞∞∞∞∞∞۞∞∞∞∞∞∞∞∞

■ Balada de Iberia,
de Ventura Ruiz Aguilar (1.820-1.881) .

I
Dicen que va con España
a casarse Portugal;
si mucho vale la novia
no vale poco el galán.
El mismo sol los alumbra,
la misma tierra feraz
rinde a sus pies generosa,
ricos tesoros sin par.
Dos mares las costas bañan:
dos mares de nombre igual;
en los propios claros ríos
los dos contemplan su faz.
Una es su lengua armoniosa,
una su historia inmortal;
en los siglos venideros
uno el destino será.
Bello fruto de estas bodas,
Iberia al orbe ha de dar
envidia por su grandeza,
y por sus virtudes más.
¡Cuándo ese día,
cuándo vendrá!
¿Quién no lo ansía?
Quién lo verá!

II.
Los dos cruzaron valientes
las soledades de un mar,
donde sonado no había
la voz humana jamás.
Oro dicen que trajeron
de su expedición audaz;
no cuenta quien los acusa
lo que dejaron allá:
Sangre, industria, ciencia y arte.
Entrada en la humanidad
dieron a razas dormidas
en hondo sueño fatal.
Y entonces allí brotaron
(flores de su inmenso afán)
ciudades, talleres, templos,
maravillas que admirar.
¡Ojalá unidos por siempre
desde entonces, ojalá,
hubieran los dos estado
con vínculo fraternal!
¡Cuándo ese día! etc.

III.
Todo el mundo conocido
resueltos los vio pasar
a vencer los que imposibles
juzgaba la antigüedad:
Con el león de Castilla
las quinas de Portugal;
las barras aragonesas
con el blasón catalán.
Fuertes con sus libertades
y su poder colosal,
en sus empresas llegaron
donde nadie llegará.
Ellos derrocan imperios,
ellos los saben fundar,
y uncen monarcas altivos
a su carroza triunfal.
Hoy con recelo se miran,
y no se conocerán
hasta que luzca la aurora
que tantos esperan ya.
¡Cuándo ese día! etc

IV
El tiempo se acerca; un trono
ha barrido el huracán,
sobre él desplomado fiero
una oleada del mar.
Dinastías extranjeras
hollaron su dignidad;
si España tiene memoria,
ya nunca lo ocuparán.
Lázaro ha roto su tumba;
la tiniebla huyendo va;
el muerto resucitada
saluda a la Libertad.
En esta sagrada vía,
sin volver un paso atrás,
con el pueblo lusitano
España se encontrará.
Y olvidando sus querellas,
su alianza sellarán,
fiel, sincera, indisoluble
con un ósculo de paz.
¡Cuándo ese día! etc.

V.
¡Iberia! yo te estoy viendo
bella, joven, celestial,
como en sus ensueños pudo
el poeta ambicionar.
¡Iberia! yo te estoy viendo
vestida de majestad,
presentarte a las naciones
con aplauso universal.
¡Iberia! yo te estoy viendo
en el senado brillar
de todos los pueblos libres,
tan alta como el que más.
¡Iberia! yo te estoy viendo
serenamente marchar
al porvenir que adivina
la musa de nuestra edad.
¡Iberia! yo te estoy viendo;
Iberia tú nacerás,
pues han de hacerse las bodas
de España con Portugal.
Ese gran día
no faltará;
¿quién no lo ansía?
¡Quién lo verá!

∞∞∞∞∞∞∞∞۞∞∞∞∞∞∞∞∞


■ Balada, La fiel castellana,
de Eulogio Florentino Sanz (1.822-1.881).

A la lid partió el caudillo
contra las huestes morunas,
y éranse ya doce lunas
sin que tornase al castillo.
Y la pobre castellana
¡siempre a la estrecha ventana!
De noche y de día, la frente a las rejas,
por ver si un penacho distingue quizá,
cuán triste murmura, con flébiles quejas,
- ¡Un año ya!

Mustias las flores cayeron,
y otras lozanas brotaron;
y las aves que emigraron
a sus nidos se volvieron.
Y la pobre castellana
¡siempre a la estrecha ventana!
Las hebras del oro perdidas al viento,
y al par que del alma suspira un adiós,
cuán triste murmura con trémulo acento:
- ¡Dos años, dos!

Ajó el llanto su beldad,
y en inútiles gemidos,
eran tres años cumplidos
de su amarga soledad.
Y la pobre castellana
¡siempre a la estrecha ventana!
Sin toca en la frente, de luto vestida,
y ornado el cabello de adelfa y ciprés,
cuán triste murmura con voz extinguida:
- ¡Tres años, tres!

Diz que un búho cantó un día,
y a su aciago clamoreo
vínose a tierra un trofeo
del castillo en la armería.
¡Y aún espera en la ventana
la infelice castellana!
Y al par que murmura, la frente a las rejas,
“Oh! cuándo a mis brazos amante vendrás?”
parece que el viento responde a sus quejas:
- Jamás, jamás!

Servidores del castillo
sepultan a su señora...:
y al llegar tan a deshora
dice a la turba el caudillo:
- “¿Cómo la fiel castellana
no me aguarda en la ventana?”
Mas fija en la huesa los ojos inmobles,
y tarde!, murmura, ¡muy tarde volví!
y en torno repiten pecheros y nobles:
- ¡Muy tarde... sí!

∞∞∞∞∞∞∞∞۞∞∞∞∞∞∞∞∞

■ Balada XIX,
de Vicente Barrantes (1.829-1.898).

La niña, que hurtando
el cuerpo a su madre
al monte se escapa
y vuelve muy tarde,
sus manos de leche
trae llenas de sangre.
-¡Niña! ¡niña! ¡niña!
(le dice su madre):
¿Por qué traes las manos
de color de sangre?
-¡Ay de mí! (responde
la niña), ¡Dios sabe
que al coger las rosas
de nuestros rosales
traidoras espinas
hiciéronme sangre!

La niña escapada,
que vuelve muy tarde
de andar por los campos
con un tierno amante,
los labios trae rojos,
brotándole sangre.
-¡Niña! ¡niña! ¡niña!
(le dice su madre).
¿Por qué traes, los labios
de color de sangre?
-¡Ay de mí! (responde
la niña), ¡Dios sabe
que comiendo moras
allá en los zarzales,
teñime los labios
de color de sangre!

La niña bonita
hoy vuelve mas tarde
sin sangre los labios,
las manos sin sangre,
que más bien parece
viviente cadáver.
-¡Niña! ¡niña! ¡niña!
(le dice su madre):
¿Por qué está tan pálido
tu hermoso semblante?
-¡Ay madre! (responde
la infeliz), ¡ay madre!
Si mis manos viste
de color de sangre,
fue porque en las suyas
las cogió mi amante;
si viste mis labios
de purpúreo esmalte,
fue porque a los suyos
los juntó mi amante;
y hoy ves en mi rostro
color de cadáver,
¡porque me ha engañado
mi pérfido amante!

∞∞∞∞∞∞∞∞۞∞∞∞∞∞∞∞∞

§ Ya a finales del último tercio del siglo XIX y principios del XX, los cultivarán tanto realistas como modernistas: Selgas, J. M. Gabriel y Galán, V. Ruiz Aguilera, Francisco Villaespesa (quien con su "La copa del rey de Thule", verdadero manifiesto modernista, iniciará este ismo en España), Rubén Darío...

■ Balada en honor de las musas de carne y hueso,
de Rubén Darío (1.867-1.9516).

Nada mejor para cantar la vida,
y aun para dar sonrisas a la muerte,
que la áurea copa donde Venus vierte
la esencia azul de su viña encendida.
Por respirar los perfumes de Armida
y por sorber el vino de su beso,
vino de ardor, de beso, de embeleso,
fuérase al cielo en la bestia de Orlando,
¡Voz de oro y miel para decir cantando:
la mejor musa es la de carne y hueso!

Cabellos largos en la buhardilla,
noches de insomnio al blancor del invierno,
pan de dolor con la sal de lo eterno
y ojos de ardor en que Juvencia brilla;
el tiempo en vano mueve su cuchilla,
el hilo de oro permanece ileso;
visión de gloria para el libro impreso
que en sueños va como una mariposa
y una esperanza en la boca de rosa:
¡La mejor musa es la de carne y hueso!

Regio automóvil, regia cetrería,
borla y muceta, heráldica fortuna,
nada son como a la luz de la Luna
una mujer hecha una melodía.
Barca de amar busca la fantasía,
no el yacht de Alfonso o la barca de Creso.
Da al cuerpo llama y fortifica el seso
ese archivado y vital paraíso;
pasad de largo, Abelardo y Narciso:
¡La mejor musa es la de carne y hueso!

Clío está en esa frente hecha de Aurora,
Euterpe canta en esta lengua fina,
Talía ríe en la boca divina,
Melpómene es ese gesto que implora;
en estos pies Terpsícore se adora,
cuello inclinado es de Erato embeleso,
Polymnia intenta a Calíope proceso
por esos ojos en que Amor se quema.
Urania rige todo ese sistema:
¡La mejor musa es la de carne y hueso!

No protestéis con celo protestante,
contra el panal de rosas y claveles
en que Tiziano moja sus pinceles
y gusta el cielo de Beatrice el Dante.
Por eso existe el verso de diamante,
por eso el iris tiéndese y por eso
humano genio es celeste progreso.
Líricos cantan y meditan sabios
por esos pechos y por esos labios:
¡La mejor musa es la de carne y hueso!

ENVÍO:

Gregorio: nada al cantor determina
como el gentil estímulo del beso.
Gloria al sabor de la boca divina.
¡La mejor musa es la de carne y hueso!

∞∞∞∞∞∞∞∞۞∞∞∞∞∞∞∞∞

■ Balada laudatoria a don Ramón del Valle-Inclán,
de Rubén Darío (1.867-1.9516).

Del país del sueño, tinieblas, brillos,
donde crecen plantas, flores extrañas,
entre los escombros de los castillos,
junto a las laderas de las montañas;
donde los pastores en sus cabañas
rezan, cuando al fuego dormita el can,
y donde las sombras antiguas van
por cuevas de lobos y raposas,
ha traído cosas muy misteriosas
don Ramón María del Valle-Inclán.

Cosas misteriosas, trágicas, raras,
de cuentos oscuros de los antaños,
de amores terribles, crímenes, daños,
como entre vapores de solfataras,
caras sanguinarias, pálidas caras,
gritos ululantes de pena y afán,
infaustos hechizos, aves que van
bajo la amenaza del gerifalte,
dice en versos ricos de oro y esmalte
don Ramón María del Valle-Inclán.

Para él la palma con el laurel
que en manos de España listas están,
pues mil nobles lenguas diciendo van
que han sido ganadas en buena lid
por el otro manco que hay en Madrid,
don Ramón María del Valle-Inclán.
Señor, que en Galicia tuviste cuna,
mis dos manos estas flores te dan,
amadas de Apolo y de la Luna,
cuya sacra influencia siempre nos una,
don Ramón María del Valle-Inclán.

ENVÍO:

Sus aprobaciones diera el gran Will,
y sus alabanzas el gran Miguel,
a quien ya nos cuenta cuentos de abril
o poemas llenos de sangre y hiel.

∞∞∞∞∞∞∞∞۞∞∞∞∞∞∞∞∞

■ Balada de la bella niña del Brasil,
de Rubén Darío (1.867-1.9516).

Existe un país encantado
donde las horas son tan bellas
que el tiempo va a paso callado
sobre diamantes, bajo estrellas.
Odas, cantares, o querellas
se lanzan al aire sutil
en gloria de perpetuo abril
. Pues allí la flor preferida
del canto es Anna Margarida,
la bella niña del Brasil.

Existe un mágico Eldorado
en donde Amor de rey está,
donde hay Tijuca y Corcovado
y donde canta el sabïá.
El tesoro divino da
allí mil hechizos y mil
sueños; mas nada tan gentil
como el brote de alba encendida
que se llama Anna Margarida,
la niña bella del Brasil.

Dulce, dorada y primorosa,
infanta de lírico rey,
es una princesita-rosa
que amará Kate-Greenaway.
¿Buscará por la eterna ley
el pájaro azul de Tiltyl?
Sistro, oboe, arpa y añafil
hoy que Aurora a vivir convida
a la rosa Anna Margarida,
la niña bella del Brasil.

ENVÍO:

Princesa en flor, nada en la vida
hecho de oro, rosa y marfil,
igualada a esta joya querida:
la pequeña Anna Margarida,
la niña bella del Brasil.

∞∞∞∞∞∞∞∞۞∞∞∞∞∞∞∞∞

■ Balada sobre la sencillez de las rosas perfectas,
de Rubén Darío (1.867-1.9516).

Esta visión de sonrosado encanto,
floral ternura de mil gracias llena,
¿la he visto yo cubierta con el manto
que Dios conoce en la mujer chilena?
¿En miniatura de historia agarena?
¿En medieval poema iluminado?
¿Bajo el azul, en una flor de prado,
o en una infanta de cortes fastuosas?
Yo no sé, pero en ella he encontrado
la sencillez de las perfectas rosas.

Celebrad prestigiosas Scherezadas,
llenas de hechizos miliunanochescos;
dad vuestros versos a huríes y hadas
o a reinas de otros reinos pintorescos.
Noble visión hay en templos y frescos
para loor de mil divinas cosas
que se han vivido os e han imaginado;
mas nada que ha esto sea comprado:
la sencillez de las perfectas rosas.

Puede la orquídea, hecha sueño o delirio,
se flor fatal que casi piensa y anda;
puede encantar con su blancor el lirio
y con su broche el tulipán de Holanda.
Ritmo latino, flor de Italia escanda;
copla española, el clavel encarnado;
y que en David la amada y el amado
sean un sueño a vírgenes y esposas:
todo ello encierra haber aquí cantado
la sencillez de las perfectas rosas.

∞∞∞∞∞∞∞∞۞∞∞∞∞∞∞∞∞

■ Balada de amor,
de Francisco Villaespesa Martín (1.877-1.936).

-Llaman a la puerta, madre. ¿Quién será?
-Es el viento, hija mía, que gime al pasar.
-No es el viento, madre. ¿No oyes suspirar?
-Es el viento que al paso deshoja un rosal.
-No es viento, madre. ¿No escuchas hablar?
-El viento que agita las olas del mar.
-No es el viento. ¿Oíste una voz gritar?
-El viento que al paso rompió algún cristal.
-Soy el amor -dicen-, que aquí quiere entrar...
-Duérmete, hija mía..., es el viento no más.

∞∞∞∞∞∞∞∞۞∞∞∞∞∞∞∞∞

§ En el siglo XX, tendrá una nueva fórmula bajo Juan Ramón Jiménez con su libro "Baladas de primavera" (1.907). De manera similar ocurrirá después con Federico García Lorca, donde la balada, sin estructura concreta, tendrá siempre un elemento caracterizador, el empleo del "retornelo", esto es, la repetición de determinados versos o palabras situadas en la rima.

.

■ Balada de la mujer morena y alegre,
de Juan Ramón Jiménez (1.881-1.958).

¡Carne de música, rosal de sangre loca,
sol con estrellas, manzana matutina,
pon en mi boca las rosas de tu boca,
tu boca roja de sol y coralina!

¡Ábrete toda como una dulce fruta,
llena de rizos al pino de tu palma,
pon, africana, sobre mi amarga ruta,
la sombra fresca del pozo de tu alma!

Mi hogar espera la luz de tu tesoro,
carne de bronce, de seda y de topacio;
¡dórame todo con tu esplendor de oro,
mujer, abierta lo mismo que un palacio!

Luz, pandereta, cristal en flor, granada,
agua de azul, mariposa florecida,
¡quita con una sonora carcajada
las flores secas del libro de mi vida!

Quédate en mí, soy pobre y soy poeta,
huyó en mi blanco pegaso la fortuna,
y quiero oír tu alegre pandereta
cuando florezca la nieve de la luna...

Agua, amapola, rosal de sangre loca,
vida de música, gitana cristalina,
¡dale a mi boca la fruta de tu boca,
tu boca roja de sol y coralina!

∞∞∞∞∞∞∞∞۞∞∞∞∞∞∞∞∞

■ Balada de la mañana de la cruz,
de Juan Ramón Jiménez (1.881-1.958).

Dios está azul. La flauta y el tambor
anuncian ya la cruz de primavera.
Vivan las rosas, las rosas del amor
entre el verdor con sol de la pradera!

Vámonos, vámonos al campo por romero,
vámonos, vámonos
por romero y por amor...

Si yo le digo: no quieres que te quiera?,
responderá radiante de pasión:
cuando florezca la cruz de primavera
yo te querré con todo el corazón!

Vámonos, vámonos al campo por romero,
vámonos, vámonos
por romero y por amor...

Florecerá la cruz de primavera,
y le diré: ya floreció la cruz.
Responderá: ... tú quieres que te quiera?,
y la mañana se llenará de luz!

Vámonos, vámonos al campo por romero,
vámonos, vámonos
por romero y por amor.

Flauta y tambor sollozarán de amores,
la mariposa vendrá con su ilusión...
Ella será la virgen de las flores
y me querrá con todo el corazón!

∞∞∞∞∞∞∞∞۞∞∞∞∞∞∞∞∞

■ Balada de la flor de la jara,
de Juan Ramón Jiménez (1.881-1.958).

Ponte de blanco, Blanca, para
ver en el monte la flor de la jara.

Flor de la jara, que hoy floreces
blanca, estrellada de carmín,
a la mañana, ¡cuántas veces
te he recordado en mi jardín!

Ponte de blanco, Blanca, para
ver en el monte la flor de la jara.

¡Eras la gracia y la armonía,
eras la paz y la canción,
lo que llenaba de alegría
la soledad del corazón!

Ponte de blanco, Blanca, para
ver en el monte la flor de la jara.

Hoy que apareces, Blanca, para
llevarme al cielo que perdí,
¡oh, Blanca! ¡oh, luz, flor de la jara!
¡di que eres toda para mí!

Ponte de blanco, Blanca, para
ver en el monte la flor de la jara.

∞∞∞∞∞∞∞∞۞∞∞∞∞∞∞∞∞

■ Balada,
de Gabriela Mistral(1.889-1.936).

Él pasó con otra;
yo le vi pasar.
Siempre dulce el viento
y el camino en paz.
¡Y estos ojos míseros
le vieron pasar!

Él va amando a otra
por la tierra en flor.
Ha abierto el espino;
pasa una canción.
¡Y él va amando a otra
por la tierra en flor!

El besó a la otra
a orillas del mar;
resbaló en las olas
la luna de azahar.
¡Y no untó mi sangre
la extensión del mar!

El irá con otra
por la eternidad.
Habrá cielos dulces.
(Dios quiera callar.)
¡Y él irá con otra
por la eternidad!


[♪♫♪ Puedes escucharla musicada ♪♫♪ pinchando aquí]

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■ Balada de la Placeta,
de Federico García Lorca (1.898-1.936).

Cantan los niños

en la noche quieta:

¡arroyo claro,

fuente serena!


Los niños:

¿Qué tiene tu divino

Corazón en fiesta?

Yo:

Un doblar de campanas

Perdidas en la niebla.

Los niños:

Ya nos dejas cantando

En la plazuela.

¡Arroyo claro,

Fuente serena!

¿Qué tienes en tus manos

De primavera?

Yo:

Una rosa de sangre

Y una azucena.

Los niños:

Mójalas en el agua

De la canción añeja.

¡Arroyo claro,

Fuente serena!

¿Qué sientes en tu boca

Roja y sedienta?

Yo:

El sabor de los huesos

De mi gran calavera.

Los niños:

Bebe el agua tranquila

De la canción añeja.

¡Arroyo claro,

Fuente serena!

¿Por qué te vas tan lejos

de la plazuela?

Yo:

¡Voy en busca de magos

y de princesas!

Los niños:

¿Quién te enseñó el camino

de los poetas?

Yo:

La fuente y el arroyo

de la canción añeja.

Los niños:

¿Te vas lejos, muy lejos

del mar y de la tierra?

Yo:

Se ha llenado de luces

mi corazón de seda,

de campanas perdidas,

de lirios y de abejas,

y yo me iré muy lejos,

más allá de esas sierras,

más allá de los mares,

cerca de las estrellas,

para pedirle a Cristo

Señor que me devuelva

mi alma antigua de niño,

madura de leyendas,

con el gorro de plumas

y el sable de madera.

Los niños:

Ya nos dejas cantando

en la plazuela,

¡arroyo claro,

fuente serena!

Las pupilas enormes

de las frondas resecas

heridas por el viento,

lloran las hojas muertas.

∞∞∞∞∞∞∞∞۞∞∞∞∞∞∞∞∞

■ Balada del agua del mar,
de Federico García Lorca (1.898-1.936).

El mar
sonríe a lo lejos.
Dientes de espuma,
labios de cielo.

—¿Qué vendes, oh joven turbia
con los senos al aire?

—Vendo, señor, el agua
de los mares.

—¿Qué llevas, oh negro joven,
mezclado con tu sangre?

—Llevo, señor, el agua
de los mares.

—Esas lágrimas salobres
¿de dónde vienen, madre?

—Lloro, señor, el agua
de los mares.

—Corazón, y esta amargura
seria, ¿de dónde nace?

—¡Amarga mucho el agua
de los mares!

El mar
sonríe a lo lejos.
Dientes de espuma,
labios de cielo.

∞∞∞∞∞∞∞∞۞∞∞∞∞∞∞∞∞

■ Balada de los dos abuelos,
de Nicolás Guillén (1.902-1.989) .

Sombras que sólo yo veo,
me escoltan mis dos abuelos.
Lanza con punta de hueso,
tambor de cuero y madera:
mi abuelo negro.
Gorguera en el cuello ancho,
gris armadura guerrera:
mi abuelo blanco.
Pie desnudo, torso pétreo
los de mi negro;
pupilas de vidrio antártico
las de mi blanco!
Africa de selvas húmedas
y de gordos gongos sordos...
--¡Me muero!
(Dice mi abuelo negro.)
Aguaprieta de caimanes,
verdes mañanas de cocos...
--¡Me canso!
(Dice mi abuelo blanco.)
Oh velas de amargo viento,
galeón ardiendo en oro...
--¡Me muero!
(Dice mi abuelo negro.)
¡Oh costas de cuello virgen
engañadas de abalorios...!
--¡Me canso!
(Dice mi abuelo blanco.)
¡Oh puro sol repujado,
preso en el aro del trópico;
oh luna redonda y limpia
sobre el sueño de los monos!
¡Qué de barcos, qué de barcos!
¡Qué de negros, qué de negros!
¡Qué largo fulgor de cañas!
¡Qué látigo el del negrero!
Piedra de llanto y de sangre,
venas y ojos entreabiertos,
y madrugadas vacías,
y atardeceres de ingenio,
y una gran voz, fuerte voz,
despedazando el silencio.
¡Qué de barcos, qué de barcos,
qué de negros!
Sombras que sólo yo veo,
me escoltan mis dos abuelos.
Don Federico me grita
y Taita Facundo calla;
los dos en la noche sueñan
y andan, andan.
Yo los junto.
--¡Federico!
¡Facundo! Los dos se abrazan.
Los dos suspiran. Los dos
las fuertes cabezas alzan;
los dos del mismo tamaño,
bajo las estrellas altas;
los dos del mismo tamaño,
ansia negra y ansia blanca,
los dos del mismo tamaño,
gritan, sueñan, lloran, cantan.
Sueñan, lloran, cantan.
Lloran, cantan.
¡Cantan!

∞∞∞∞∞∞∞∞۞∞∞∞∞∞∞∞∞

■ Balada del que nunca fue a Granada,
de Rafael Alberti(1.902-1999).

¡Qué lejos por mares, campos y montañas!
Ya otros soles miran mi cabeza cana. Nunca fui a Granada.
Mi cabeza cana, los años perdidos.
Quiero hallar los viejos, borrados caminos.
Nunca vi Granada.

Dádle un ramo verde de luz a mi mano.
Una rienda corta y un galope largo.
Nunca entré en Granada.
¿Qué gente enemiga puebla sus adarves?
¿Quién los claros ecos libres de sus aires?
Nunca fui a Granada.

¿Quién hoy sus jardines aprisiona y pone
Cadenas al habla de sus surtidores?
Nunca vi Granada.

Venid los que nunca fuisteis a Granada.
Hay sangre caída, sangre que me llama.
Nunca entré en Granada.

Hay sangre caída del mejor hermano.
Sangre por los mirtos y aguas de los patios.
Nunca fui a Granada.

Del mejor amigo, por los arrayanes.
Sangre por el Darro, por el Genil sangre.
Nunca vi Granada.

Si altas son las torres, el valor es alto.
Venid por montañas, por mares y campos.

Entraré en Granada.

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■ Verde,
de Luis Rosales (1.910-1.992).

El cielo muestra la comba
espaciosa de su frente,
las nubes ponen el blanco
de la vejez en sus sienes.
¡Verde mar, verde esperanza,
verde amargura del verde!
Tarde estival, los arroyos
bajo el sol desaparecen.
La brisa pone vendajes
húmedos a nuestra fiebre.
Tarde que lleva en sus venas
sangre excitada y ardiente.
Loca de ternuras hondas
y de ansiedades de nieve.
Sensualidad tonos sepia
de intimidad en el ambiente,
Ensueños que en lejanías
de perfección palidecen.
¡Verde mar, verde esperanza,
verde amargura del verde!
¡El corazón de la tarde
como una antorcha se enciende!
En el balcón de la casa
la niña espera al ausente.
Suaves esmeraldas húmedas,
llaves del sueño y la muerte.
El silencio se liquida
igual que una mar celeste
en sus órbitas, abismos
donde la ansiedad florece
su latir de corazones,
ebrios de sol y de fiebre.
Suaves esmeraldas húmedas,
llaves del sueño y la muerte.
Varal de nardos, las manos
su línea grácil extienden
toda expresión que el crepúsculo
ligeramente enrojece.
¡Oh, las manos extendidas
en la angustia del ambiente!
Simbolismo de oraciones
y castidades que mueren.
El paisaje le ha prestado
una claridad celeste
que corta sus ilusiones
como un agudo estilete.
“Me besará en las pupilas
esperanzadas de verde.”
Sus ensueños bordan, bordan
lirios e en campos de nieves.
La vida el telar deshace
como una nueva Penélope.
Vendrá por aquel sendero
cuando las luces se duermen.
En el balcón de la casa,
la niña espera al ausente.
Blancura de eternidades
la ha idealizado dos veces.
La Noche prende sus sombras
con millares de alfileres
en la pauta azul del cielo.
La luna es como un paréntesis
de blanca melancolía
que en su caricia la envuelve.
La Vida es el tiempo ¿sabes?
ella espera y no comprende.
Verde esperanza del mar
ha envenenado sus sienes.
¡Verde mar, verde esperanza,
verde amargura del verde!
La vida tiene un balcón
abierto siempre al poniente.

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■ Balada del tulipán negro,
de José Ángel Buesa (1.910-1.982) .

Karl Gustav Van der Meyer
era un gran jardinero.
Allá en su alegre Holanda,
de cofias y de molinos,
donde canales y suecos,
Karl Gustav Van der Meyer,
soñaba con la gloria
de un tulipán fastuosamente negro,
íntegramente negro, como las noches árticas,
como un luto total de terciopelo...

Y era así, día a día y año a año,
y sueño era un sueño, pero el, imperturbable,
regaba sus macetas, meditando en abonos
y en injertos... y a veces, distraído,
se guardaba los bulbos en los bolsillos
del chaleco.

Karl Gustav Van der Meyer, indiferentemente,
vio blanquear sus cabellos...
pasó el amor un día y el se encogió
de hombros,
para seguir soñando con tulipanes negros.

Pero una noche, alguien saltó la tapia,
alguien con un puñal, y el jardinero
cayo de bruces sobre sus macetas, muerto.
Y alguien cavo en la tierra, echó el cadáver
y tapó aquel hueco.

Karl Gustav Van der Meyer se quedó
para siempre
en la penumbra de su invernadero.
Ah! pero un día, un día se vio brotar del suelo
un tulipán de luto, fastuosamente negro,
íntegramente negro...

Karl Gustav Van der Meyer no pudo
ver su gloria,
pues la abonó su propio cuerpo.
Karl Gustav Van der Meyer no supo que su muerte
le dio vida a su sueño.
Karl Gustav Van der Meyer siempre
llevaba bulbos
en los bolsillos de su chaleco.

Por los viejos canales siguen pasando barcas
y aun giran como entonces
los molinos de viento,
las muchachas sin novio regresan el domingo
entre un blancor de cofias y un trepidar
de zuecos...

Ah! y sin embargo, Karl Gustav Van der Meyer
era un gran jardinero.

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■ Balada del loco amor,
de José Ángel Buesa (1.910-1.982) .

I

No, nada llega tarde, porque todas las cosas
tienen su tiempo justo, como el trigo y las rosas;
sólo que, a diferencia de la espiga y la flor,
cualquier tiempo es el tiempo de que llegue el amor.
No, Amor no llega tarde. Tu corazón y el mío
saben secretamente que no hay amor tardío.
Amor, a cualquier hora, cuando toca a una puerta,
la toca desde adentro, porque ya estaba abierta.
Y hay un amor valiente y hay un amor cobarde,
pero, de cualquier modo, ninguno llega tarde.

II

Amor, el niño loco de la loca sonrisa,
viene con pasos lentos igual que viene a prisa;
pero nadie está a salvo, nadie, si el niño loco
lanza al azar su flecha, por divertirse un poco.
Así ocurre que un niño travieso se divierte,
y un hombre, un hombre triste,
queda herido de muerte.
Y más, cuando la flecha se le encona en la herida,
porque lleva el veneno de una ilusión prohibida.
Y el hombre arde en su llama de pasión, y arde, y arde
Y ni siquiera entonces el amor llega tarde.

III

No, yo no diré nunca qué noche de verano
me estremeció la fiebre de tu mano en mi mano.
No diré que esa noche que sólo a ti te digo
se me encendió en la sangre lo que soñé contigo.
No, no diré esas cosas, y, todavía menos,
la delicia culpable de contemplar tus senos.
Y no diré tampoco lo que vi en tu mirada,
que era como la llave de una puerta cerrada.
Nada más. No era el tiempo de la espiga y la flor,
y ni siquiera entonces llegó tarde el amor

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■ Balada o epigrama,
de Luis García Montero (1.958---) .

Tú que has sido Disc-Jockey más o menos,
por el sueño de tu generación, sabrás seguramente que la vida
es un disco con dos revoluciones
que dura siempre, amor, nunca se raya,
nunca se raya, amor, nunca se raya,
nunca se raya, amor,
nunca se raya.

∞∞∞∞∞∞∞∞۞∞∞∞∞∞∞∞∞




BIBLIOGRAFÍA.-

Beltrán Pepio, Vicente.- "La balada provenzal en la poesía gallego-portuguesa", in Carmona, Fernando (ed.).- La lengua y la literatura en tiempos de Alfonso X: actas del Congreso Internacional (5-10 de marzo de 1.984). Murcia, Sucesores de Nogués, 1.985, pág. 80.
______.- "Las formas con estribillo en la lírica oral del medioevo", in Anuario Musical, 57 (2.002), pp. 39-57.

Carandell, Zoraida.- "Las voces líricas de la balada en la poesía inédita de juventud de García Lorca", in Federico García Lorca et Cetera. Estudios sobre las literaturas hispánicas en honor de Christian de Paepe. Leuve, Univ. de Lovaina, 2.003, pp. 15-25.

Cossío, J. M..- "La poesía en la época del Naturalismo", in Díaz Plaja, Guillermo (ed.).- Historia General de las Literaturas Hispánicas. Vol. IV. Barcelona, Vergara, 1.969.
_______ .- Cincuenta años de poesía española (1.850-1900). Madrid, Espasa-Calpe, 1.960.

Frenk Alatorre, Margit.- "Glosas de tipo popular en la antigua lírica", in Nueva Revista de Filología Hispánica, 12 (1.958), pp. 301-334.

Hamburger, Käte.- La lógica de la literatura. Madrid, Visor, 1.995.

Lore, Georges.- Histoire du vers français. Paris, Hatier, 1.955.

Lortholary, Bernard.- "Goethe et la ballade", in Goethe: Ballades et autres poèmes. Paris, Aubier, 1.996.

Mariño, Francisco Manuel .- "Traducción y transformación de una balada de Goethe ('Der Erlkönig') en el sistema literario gallego", in Parra-Membrives, E. et al (eds.).- Aspects of Literary Translation. Tübingen, Narr, 2.012, pp. 177-189.

Mayo, Robert.- "The Contemporaneity of the Lyrical Ballads", in Jones, A. R. et Tydeman, W. (eds.).- Lyrical Ballads: A Casebook. Londres, Macmillan, 1.972, pp. 79-111.

Navarro Tomás, Tomás.- Repertorio de estrofas españolas. New York, Las Américas, 1.968.

Zamuner, Llaria.- "Les baladas occitanes: origen del gènere i definició del corpus", in Mot so razo, 6 (2.007), pp. 61-74.







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