27 de mayo de 2015

ANACREÓNTICA. FORMAS PRINCIPALES DE LA LÍRICA.


La anacreóntica es un poema hedonista, que muestra que el placer es fuente de felicidad, de estilo breve y grácil, que invita a gozar los placeres sensuales de la vida: música, vino, amor, en un ambiente bucólico, erótico y báquico, y con referencias constantes y desenfadadas a no preocuparse por el mañana o la muerte, los banquetes copiosos de vino, lo festivo, etc.

Según Salinas, que sigue a Ausfeld, las características de la poesía anacreóntica son:

«El dominio de la fantasía plástica es evidente. Los pensamientos abstractos se expresan por la narración de un suceso. Las poesías han de ser breves, sin extenderse en consideraciones copiosas y a veces expuestas con animación dramática. Amor, Vino y Amistad, son la trilogía favorita. En la concepción de la vida hay cierto desdén por las riquezas y honores, amonestaciones para no olvidarse del presente por pensar en el futuro, y el viejo aviso de que la fugacidad de la vida es un motivo más para aprovecharla alegremente... En los accesorios que sirven de marco y exorno, va guiado el poeta por el afán de elegir los más graciosos, amables y menudos, desdeñando lo fuerte y grandioso: fuentes, arroyuelos, bosquecillos, grutas, forman la parte principal de esta escenografía. Las flores y las guirnaldas se traen a cuento para comparación con la amada y triunfo de su belleza. En la fauna, dominan las aves, y de ellas, las más delicadas: paloma y ruiseñor (añadamos la tórtola, jilguero y golondrina). Es muy frecuente y familiar el empleo de la Mitología. Viene luego la alabanza del vino, remedio sin par contra aflicciones y desdenes y al propio tiempo compañero del goce amoroso. El vino invita también a las alegres reuniones de festiva compañía. Cuando estos personajes de la anacreóntica abandonan sus regaladas actitudes, es para sumergirse en el torbellino de la danza, uno de los temas favoritos; ella es el coronamiento de la fiesta, donde las bellas se realzan con rosas y mirtos. Los procedimientos de estilo concurren a lograr un efecto de vivacidad y ligereza por la repetición de ciertas fórmulas de comparación, abundancia de epítetos amables y constante tendencia a los diminutivos».
[Cfr.: Induráin, Domingo.- "Villegas: revisión de su poesía", in Berceo, 7 (1.950), pág. 703]

Debe su nombre al poeta griego Anacreonte de Teos (h. 572 a.d.n.e. - h.. 485 a.d.n.e.), pues por el fondo, la forma y los asuntos, se asemeja este tipo de lírica a las composiciones que de él nos quedan. No obstante hay que dejar constancia que casi todas las imitaciones se han establecido entorno al corpus de las "Anacreónticas" conservadas en la Antología de Constantino Cephalas (del s. XI), que son composiciones posteriores al poeta griego y, por tanto, no atribuibles a él.

Claramente relacionada con el espíritu báquico, Anacreonte adoptó para sus odas el verso yámbico dimetro cataléctico, compuesto de tres pies y medio: el primero yambo, espondeo, dáctilo o anapesto, y el segundo y tercero yambos. Los imitadores latinos no se sujetaron a esta regla, y los modernos fueron adecuándola en metros cortos en sus adaptaciones, de ahí que su forma métrica habitual (pero no única) en castellano sea el romance, generalmente heptasílabo, desde el siglo XVIII.

Este limitado carácter temático lo ha hecho género muy extraño en la literatura española, teniendo su mayor florilogio en el período neoclásico, cuyas características más destacables fueron:

"brevedad, cualidad evocativa e intuitiva, uso del heptasílabo y la asonancia, visión selectiva de la naturaleza, que simboliza un concepto determinado del arte poética, personificaciones femeninas de fenómenos naturales designados con pronombres personales, tú, yo, personajes femeninos idealizados que encarnan el amor-poesía (la típica "zagala" de Meléndez Valdés), y personajes masculinos, zagales, cuyo yo es el de todo lector masculino"
[Sebold, Russell P..- La perduración de la modalidad clásica. Poesía y prosa españolas de los siglos XVII a XIX. Salamanca, Univ. de Salamanca, 2.001, pág. 256]

En la literatura latina fue muy poco cultivado, destacando Propercio, Horacio, Catulo y Tíbulo.

Luego, con su alta carga epicúrea, se mantendrá vivo y creativo el género en el período alejandrino helenístico, teniendo su continuidad en el Imperio Bizantino, que será quien nos lo recupere para el occidente europeo: Sinesio de Cirene, Gregorio de Nacianzo y el llamado círculo de Gaza, continuándolo Elías Síncelo, Juan de Damasco, Miguel Síncelo, Ignacio Diácono, Focio, Constantino Sículo, el Emperador León, Teodoro Pródomo, Juan Commeno, Juan Catrares... Al mismo tiempo, en su edad clásica, la poesía árabe también presentó un gusto por esta temática hedonista, en torno a los placeres de la mesa y del cuerpo, mediante géneros como la qasida, siendo bastante cultivado en nuestras tierras de Al-Andalus.

En el siglo XIII, Máximo Planudes revisará el corpus de lírica helenística creado por Cephalas, y que se denominará "Antología Planudea", la cual será la que se lleven consigo los humanistas bizantinos que emigraron a Italia a lo largo del siglo XIV. Así es como llegó a incorporarse al corpus poético de Petrarca, Ridolfi y Guarini en Italia.

En España, basándose en antiguas formas italianas de raíz popular que adapta al castellano, lo cultivará Gutierre de Cetina, en el siglo XVI, así como Cristóbal de Castillejo.

Impresa la "Antología Planudea" en 1.494 bajo el título de "Florilegium diversorum epigrammatum veterum (Antología diaphóron epigrammáton palaión)"), y reimpresa numerosas veces, no será hasta la publicación del humanista francés Henri Estienne (Henrico Stephano) en París en 1.554 de una nueva versión, esta vez denominada "Anakreonteia", donde hizo pasar numerosas obras por auténticas de Anacreonte, cuando tenga gran difusión el género. Francisco de Quevedo (1.580-1.645), hará entonces una traducción de Anacreonte, "Anacreón castellano. Con paráfrasis y comentario" (1.609), aunque no se editará hasta 1.794.
[Cfr.: Schwartz, Lía.- "Un lector áureo de los clásicos griegos: de los epigramas de la 'Antología griega' a las 'Anacreónticas' en la poesía de Quevedo", in La Perinola, 3 (1.999), pp. 295-324].

Le seguirán Francisco de Trillo y Figueroa (1.618-1.680) y fundamentalmente Esteban Manuel de Villegas (1.589-1.669) [cfr.: Campo, E del.- Villegas es el padre de la Anacreóntica española. Berceo, 1.961], quien intentó imitar la métrica de los sáficos adónicos conformando una estrofa de cuatro versos de rima libre, en la que los tres primeros versos son endecasílabos y el cuarto un pentasílabo("Eróticas o amatorias"). De hecho, dirá en el Libro IV, titulado "El Anacreonte", que lo ha «traducido en la misma cadencia en que está en griego». Será la reedición de este libro así como la edición del de Quevedo los que provocarán a partir de finales del siglo XVIII el renovado impulso que se dio a este género en los poetas neoclásicos y primeros románticos, por

Efectivamente, en el siglo XVIII lo cultivaron numerosos poetas neoclásicos: Ignacio de Luzán (1.702-1.754), fray Diego Tadeo González (1732-1794), Vicente García de la Huerta (1.734-1.787), Cándido María Trigueros (1736-1798), Nicolás Fernández de Moratín (1737-1780), José Cadalso (1741-1782), María Gertrudis de Hore (1742-1801), Gaspar Melchor de Jovellanos (1744-1811), José Iglesias de la Casa (1748-1791), Vicente Rodríguez de Arellano (1.750-1.815), Tomás de Iriarte (1.750-1.791), Juan Meléndez Valdés (1754-1817), León Arroyal (1755-1813), Juan Pablo Forner (1.756-1.797), Gaspar María de Nava, conde de Noroña (1760-1815), Nicasio Álvarez Cienfuegos (1.764-1.808), Juan Bautista de Arriaza (1770-1837), Félix José Reinoso (1772-1841), fray Juan Fernández de Rojas (1.752-1.819), Alberto Lista (1775-1848), Juan Nicasio Gallego (1.777-1.853)... Y es que en la universidad de Salamanca se puso de moda las imitaciones anacreónticas.

En el segundo romanticismo español, claramente conexionado con el Neoclasicismo, Gustavo Adolfo Bécquer lo cultivará en sus inicios literarios.

Escasamente, seguirá dando muestras el siglo XX, como en Álvaro Cunqueiro.

Veamos unos cuantos ejemplos de los autores mencionados:

■ De sí mismo,
de Anacreonte (h. 572 a.d.n.e. - h.. 485 a.d.n.e.).

Sobre los verdes mirtos recostado
quiero brindar, y sobre tiernos lotos,
y que al Amor, al cuello
con una cinta el palio recogido,
escancie el vino en mi profunda copa. 5
La breve vida pasa dando vueltas
cual la rueda de un carro,
y cuando se deshagan nuestros huesos
yaceremos en polvo convertidos.
¡Para qué entonces derramar ungüentos 10
sobre la tierra helada? ¿De qué sirve
libar sobre la tierra que nos cubra?
Mejor úngeme ahora,
coróname de rosas perfumadas
y haz que se acerque la mujer que adoro... 15
Mientras llega el momento
de acudir a las danzas infernales,
quiero vivir ajeno de cuidados.

∞∞∞∞∞∞∞∞۞∞∞∞∞∞∞∞∞

■ Las rosas,
de Anacreonte (h. 572 a.d.n.e. - h.. 485 a.d.n.e.).

Derramemos el vino
sobre las frescas rosas,
que es flor de los amores.
Apuremos las copas
ciñendo nuestras sienes 5
con floridas coronas.
Entre todas las flores
la más bella es la rosa:
ríe la primavera
al romper su corola: 10
con ella se complacen
los dioses, y ella adorna
del hijo de la diosa Citerea
la cabellera blonda
cuando va con las Gracias 15
danzando en las praderas olorosas.
Ciñamos nuestras sienes, ¡oh Dionisos!
con floridas coronas,
y yo, cantando al eco de la lira,
danzaré ante las aras con la moza 20
de más alivio seno, coronado
de guirnaldas de rosas.

∞∞∞∞∞∞∞∞۞∞∞∞∞∞∞∞∞

■ Otra,
de Anacreonte (h. 572 a.d.n.e. - h.. 485 a.d.n.e.).

Apuremos los vasos
ciñéndonos las sienes
de coronas de rosas.
Una gentil doncella
de blancos pies ligeros 5
danzará sobre flores
al compás de la lira,
agitando en el aire
los tirsos enlazados
con guirnaldas de hiedra, 10
y un hermoso mancebo
de cabellos de oro
la cítara armoniosa
tañera, mientras dulce
brotará de sus labios 15
una canción de amores.
Y Eros, el de la rubia
cabellera, y Lieo,
y la gentil Citeres,
reinarán en la fiesta, 20
regocijo de viejos y de mozos.

∞∞∞∞∞∞∞∞۞∞∞∞∞∞∞∞∞

■ Anacreóntica,
de Cristóbal de Castillejo(1.490-1.550).

xxxxxxxxxxxx

∞∞∞∞∞∞∞∞۞∞∞∞∞∞∞∞∞

■ Anacreóntica,
de Gutierre de Cetina(1.520-1.557).

De tus rubios cabellos,
Dórida ingrata mía,
Hizo el Amor la cuerda
Para el arco homicida.
Ahora verás si burlas
De mi poder, decía
Y tomando una flecha,
Quiso a mi dirigirla.
Yo le dije: Muchacho,
Arco y arpón retira;
Con esas nuevas armas,
¿Quién hay que te resista?

∞∞∞∞∞∞∞∞۞∞∞∞∞∞∞∞∞

■ Oda II,
de Francisco de Quevedo y Villegas (1.580-1.645).

A los novillos dio naturaleza
En las torcidas armas la fiereza;
Al caballo hermoso
Dio cascos fuertes, pecho generoso;
Dio por pies a las liebres temerosas
Las alas de los vientos presurosas,
Y en los leones nobles, si valientes,
Negra concavidad armó de dientes.
Al mudo nadador alas y brío,
Con que resbala libre por el río;
Y en los aires suaves
Plumas las dio a las aves,
Para que se adornasen,
Y caminos diáfanos volasen.
A los hombres dio esfuerzo y osadía:
Que dar a las mujeres no tenía,
Y diólas, ¡don del cielo!, la hermosura,
La honesta compostura,
La bizarría y gala,
A cuya fuerza nada de esto iguala:
Pues la mujer hermosa en un instante
Vence en valor al fuego y al diamante.

∞∞∞∞∞∞∞∞۞∞∞∞∞∞∞∞∞

■ Oda V,
de Francisco de Quevedo y Villegas (1.580-1.645).

Mezclemos con el vino diligentes
La rosa dedicada a los amores,
Y abrazando las frentes
Con las hermosas hojas y colores
De la rosa, juguemos descuidados.
La rosa es gala y honra de los prados:
Es la rosa tan bella,
Que es ojo del jardín, del llano estrella,
Regalo del olfato y de la mano.
La rosa es la querida del verano,
Joya que más estima primavera:
Es deleite del cielo, es de manera
la rosa, y es tan blanda su belleza,
que enlaza Amor con ella la cabeza,
cuando en los corros de las Gracias danza
una y otra mudanza.
¿Qué te detienes más, padre Lyeo?
Coróname premiando mi deseo,
Porque en tu templo asista
Diestro cantor y alegre citarista,
Y para que de rosas coronado
Con mi señora al lado
En los bailes alegres de mil modos
Dé yo también ni vuelta como todos.

∞∞∞∞∞∞∞∞۞∞∞∞∞∞∞∞∞

■ Oda XIX,
de Francisco de Quevedo y Villegas (1.580-1.645).

Bebe la tierra negra cuando llueve,
Y a la tierra el humor el árbol bebe.
El mar bebe los vientos, que en sí encierra,
Y el sol bebe la mar sobre la tierra;
Y por resplandor nuevo
Hasta la propia Luna bebe a Febo.
Pues si estos son ejemplos verdaderos,
Decidme, compañeros,
¿para qué hacéis de mi paciencia prueba,
Diciendo que no beba?

∞∞∞∞∞∞∞∞۞∞∞∞∞∞∞∞∞

■ Anacreóntica,A Drusila,
de Esteban Manuel de Villegas (1.589-1.669).

En tanto que el cabello
resplandeciente y bello
luce en tu altiva frente
de cristal transparente,
y en tu blanca mejilla 5
la púrpura que brilla,
la púrpura que al labio
no quiso hacerle agravio;
goza tu abril, Drusila,
en esta edad tranquila. 10
Coge, coge tu rosa,
muchacha desdeñosa,
antes que menos viva
vejez te lo prohíba.
Porque si te rodea 15
y en ti su horror emplea,
quizá lo hará de suerte
que llegues a no verte,
por no verte tan fea.

∞∞∞∞∞∞∞∞۞∞∞∞∞∞∞∞∞

■ Anacreóntica,
de Esteban Manuel de Villegas (1.589-1.669).

Al son de las castañas,
que saltan en el fuego,
echa vino, muchacho,
beba Lesbia y juguemos.
Siquiera el Capricornio 5
tire lanzas de hielo,
mal agüero a casados,
buen auspicio a solteros.
Enemigo de Baco,
cuando estaba en el suelo, 10
destrozándole vides,
rumiándole vides,
rumiándole sarmientos,
y agora no tan dócil,
que no procure vernos, 15
aguados con mil aguas,
y helados con mil hielos.
Yo apostaré, mi Lesbia,
que si le diese el cielo
poder en causa propia, 20
que nos hiciese yermos.
¡O como el insolente
diera fin al viñedo,
y juntamente en Darro
con todos los sedientos! 25
Porque daños mayores
se le siguen al cuerpo
beber tus aguas, Tajo,
que echarse en las del Ebro.
Pero ya que los astros 30
mejor que esto hicieron,
echa vino, muchacho,
beba Lesbia, y juguemos.

∞∞∞∞∞∞∞∞۞∞∞∞∞∞∞∞∞

■ Anacreóntica,
de Esteban Manuel de Villegas (1.589-1.669).

Ya de los montes
Las encumbradas nieves
A valles hondos bajan
Desesperadamente.
Ya llegan a ser ríos 5
Los que antes eran fuentes,
Corridos de ver mares
Los arroyuelos breves.
Ya las campañas secas
Empiezan a ser verdes, 10
Y porque no beodas,
Aguadas enloquecen.
Ya del liceo monte
Se escuchan los rabeles
Al paso de las cabras 15
Que Títiro defiende.
Pues, ea, compañeros,
Vivamos dulcemente,
Que todas son señales
De que el verano viene. 20
La cantimplora salga,
La cítara se temple,
Y beba el que bailare
Y baile el que bebiere.

∞∞∞∞∞∞∞∞۞∞∞∞∞∞∞∞∞

■ Oda III,
de Esteban Manuel de Villegas (1.589-1.669) .

Quejas que envía desde frágil nido
pájaro tierno, escucha condolido
un libre que antes era,
y agora es prisionero en cárcel fiera;
que Amor a verdes años 5
da voces, lazos tiende y arma engaños.
No el oso melenudo, ni el cerdoso
jabalí, temerario más que el oso
en colmillos, no en brazos,
cayeron a sus voces ni en sus lazos; 10
que juvenil mancebo
deja armas, va a sus voces, da en su cebo.
Era un abril su edad, que poco a poco
de muy fertilizado vino a loco,
hasta que cuerdo y seco 15
vea el mal, sienta el rigor, llore el trueco;
que el hombre con los daños
abre ojos, muda empleos, deja engaños.
Huyendo de una siesta, dio en un sueño,
a vista de un arroyo asaz risueño, 20
que franco le ofrecía
son dulce, amena estancia, cama umbría;
si es que alivian pena
son dulce, cama umbría, estancia amena.
Dormido, pues, prosigue el pajarillo 25
y el viento aun no se mueve por oíllo;
que tal vez un acento
es sueño al alma, es rémora del viento
y si suave obliga,
pies ata, cierra oíos, alas liga. 30
El susurro esta vez, que prometía
por suelta el agua, ya que no por fría,
mudo, pues, ni se opone
al pájaro, ni al joven descompone;
antes criando orejas, 35
para aguas, hunde guijas, oye quejas.
pero la tarde sombras que ofrecía
fuelas alzando, porque el sol caía;
el pájaro enmudece,
siéntese el viento y el susurro crece; 40
y el joven, ya despierto,
pies mueve, sendas sigue, huye el desierto.

∞∞∞∞∞∞∞∞۞∞∞∞∞∞∞∞∞

■ Anacreóntica (traducción de Anacreonte),
de Ignacio de Luzán (1.702-1.754).

Naturaleza al toro
dio astas en la frente,
uñas a los caballos,
ligereza a las liebres,
a los bravos leones 5
sima de horribles dientes;
dio el volar a las aves,
dio el nadar a los peces,
dio prudencia a los hombres;
mas para las mujeres 10
no le quedó otra cosa
que liberal las diese.
Pues ¿qué las dio? Belleza;
la belleza, que puede
aún más que los escudos 15
y que las lanzas fuerfes,
porque en poder y en fuerza
una hermosura excede
al hierro que más corte,
al fuego que más queme. 20

∞∞∞∞∞∞∞∞۞∞∞∞∞∞∞∞∞

■ Anacreóntica IX,
de Nicolás Fernández de Moratín (1.737-1.780).

Erato, dulce musa,
que con sonoras voces
cantas del ciego niño
delicias y rigores:
díctame aquellos versos,
que al son de lira acorde,
modulaba festivo
el teyo Anacreonte.
Así dije, y la ninfa
con agrado escuchóme;
mas Cupido la mira,
y el pérfido rióse.
De este amante, la dijo,
me alegran los dolores;
no permitas que cante,
yo le mando que llore.

∞∞∞∞∞∞∞∞۞∞∞∞∞∞∞∞∞

■ Anacreóntica XXIV,
de Nicolás Fernández de Moratín (1.737-1.780).

Hernando, si la vida
es círculo tan breve,
que apenas se comienza
ya vemos que fenece;
si el día que se pasa
jamás al mundo vuelve,
o bien se llore triste
o bien se goce alegre;
si los graves cuidados
aceleran la muerte
y sólo sabe huirlos
quien como tú es prudente;
merezca tu desvelo
lo que enmendarse puede,
y de lo inevitable
ni aún quiero que te acuerdes.
Brindemos dulces vinos
en plácidos banquetes,
y con laurel y yedra
coronemos las sienes.
Después de haber bebido
la cítara se temple,
y cantemos suaves
amores y desdenes.
Recibe a la fortuna
si a tus umbrales viene,
mas no para alcanzarla
te afanes y desveles.
Pues es virtud y fuerza
mostrar ánimo alegre
en las adversidades
que remediar no puedes.

∞∞∞∞∞∞∞∞۞∞∞∞∞∞∞∞∞

■ Anacreóntica,
de José Cadalso y Vázquez de Andrade (1.741-1.782).

Unos pasan, amigo,
estas noches de enero
junto al balcón de Cloris,
con lluvia, nieve y hielo;
otros la pica al hombro, 5
sobre murallas puestos,
hambrientos y desnudos,
pero de gloria llenos;
otros al campo raso,
las distancias midiendo 10
que hay de Venus a Marte,
que hay de Mercurio a Venus;
otros en el recinto
del lúgubre aposento,
de Newton o Descartes 15
los libros revolviendo;
otros contando ansiosos
sus mal habidos pesos,
atando y desatando
los antiguos talegos. 20
Pero acá lo pasamos
junto al rincón del fuego,
asando unas castañas,
ardiendo un tronco entero,
hablando de las viñas, 25
contando alegres cuentos,
bebiendo grandes copas,
comiendo buenos quesos;
y a fe que de este modo
no nos importa un bledo 30
cuanto enloquece a muchos,
que serían muy cuerdos
si hicieran en la corte
lo que en la aldea hacemos.

∞∞∞∞∞∞∞∞۞∞∞∞∞∞∞∞∞

■ Anacreóntica,
de José Cadalso y Vázquez de Andrade (1.741-1.782).

¿Quién es aquél que baja
por aquella colina,
la botella en la mano,
en el rostro la risa,
de pámpanos y hiedra 5
la cabeza ceñida,
cercado de zagales,
rodeado de ninfas,
que al son de los panderos
dan voces de alegría, 10
celebran sus hazañas,
aplauden su venida?
Sin duda será Baco,
el padre de las viñas.
Pues no, que es el poeta 15
autor de esta letrilla.

∞∞∞∞∞∞∞∞۞∞∞∞∞∞∞∞∞

■ A la muerte de Filis,
de José Cadalso y Vázquez de Andrade (1.741-1.782).

En lúgubres cipreses
he visto convertidos
los pámpanos de Baco
y de Venus los mirtos;
cual ronca voz del cuervo 5
hiere mi triste oído
el siempre dulce tono
del tiempo jilguerillo;
ni murmura el arroyo
con delicioso trino; 10
resuena cual peñasco
con olas combatido.
En vez de los corderos
de los montes vecinos
rebaños de leones 15
bajar con furia he visto;
del sol y de la luna
los carros fugitivos
esparcen negras sombras
mientras dura su giro; 20
las pastoriles flautas,
que tañen mis amigos,
resuenan como truenos
del que reina en Olimpo.
Pues Baco, Venus, aves, 25
arroyos, pastorcillos,
sol, luna, todos juntos
mirad me compasivos,
ya la ninfa que amaba
al infeliz Narciso, 30
mandad que diga al orbe
la pena de Dalmiro.

∞∞∞∞∞∞∞∞۞∞∞∞∞∞∞∞∞

■ Anacreóntica,
de José Cadalso y Vázquez de Andrade (1.741-1.782).

Por no sé qué capricho
Philis juró olvidarme.
Pasados pocos días
Hizo otra vez las paces,
Pero fue tan gustoso
Aquel feliz instante,
Que le digo mil veces:
Philis, vuelve a olvidarme,
Con tal que a pocos días
Vuelvas a hacer las paces.

∞∞∞∞∞∞∞∞۞∞∞∞∞∞∞∞∞

■ Anacreóntica VII,
del Padre José Iglesias de la Casa (1.748-1.791).

Corra el otro indignado
a las sangrientas lides,
ansioso de algún triunfo
que su nombre eternice.
Que yo quieto en mi aldea
solo correré al brindis
de aquel licor suave
que a Baco dan las vides.
Licor que es muy sobrado
a hacer que el hombre triste,
en sus mayores penas,
se aliente y regocije.

∞∞∞∞∞∞∞∞۞∞∞∞∞∞∞∞∞

■ Anacreóntica VIII, El Banquete,
del Padre José Iglesias de la Casa (1.748-1.791).

Debajo de aquel árbol
de ramas bulliciosas,
donde las auras suenan,
donde el favonio sopla,
donde sabrosos trinos
el ruiseñor entona,
y entre guijuelas ríe
la fuente sonora;
la mesa, oh Nise, ponme
sobre las frescas rosas,
y de sabroso vino
llena, llena la copa.
Y bebamos alegres,
brindando en sed beoda,
sin penas, sin cuidados,
sin sustos, sin congojas,
y deja que en la corte
los grandes, en buena hora,
de adulación servidos,
con mil cuidados coman.

∞∞∞∞∞∞∞∞۞∞∞∞∞∞∞∞∞

■ Anacreóntica XI,
del Padre José Iglesias de la Casa (1.748-1.791).

Vuela, ruiseñor blando,
vuela y cuéntale a Nise
las lágrimas que a Arcadio
llorar por ella viste.
Dile que ovejas, flores,
aves, fuentes y vides
de su desdén murmuran,
de mi dolor se aflijen.
Dile como en su ausencia
solo su voz repite:
"llorad, ojos cansados,
salid,lágrimas tristes".
Dile, en fin, que se acuerde.
Pero ya nada dile;
dile solo, si gustares,
"di que espirar me viste".

∞∞∞∞∞∞∞∞۞∞∞∞∞∞∞∞∞

■ Anacreóntica II,
de Tomás de Iriarte y Nieves Ravelo(1.750-1.791).

Cuando la tierra fría
dé hospedaje a mi cuerpo,
¿qué servirá que deje
acá renombre eterno,
que me erija un amigo 5
sepulcral monumento,
que me escriba la vida,
que publique mis versos,
que damas y galanes,
niños, mozos y viejos 10
me lean, y me lloren
mis parientes y afectos?
Esta fama, esta gloria,
a que aspiran mil necios,
no me da, mientras vivo, 15
vanidad ni consuelo.
No quiero yo otra fama,
otra gloria no quiero,
sino que se oiga en boca
de niños, mozos, viejos, 20
de damas y galanes,
de parientes y afectos:
«Este hombre quiso a Laura,
y Laura es quien le ha muerto.»

∞∞∞∞∞∞∞∞۞∞∞∞∞∞∞∞∞

■ Anacreóntica a la primavera,
de Tomás de Iriarte y Nieves Ravelo(1.750-1.791).

Mira cómo los campos
se visten de verdor,
el árbol brota tallos,
el diestro ruiseñor
con caprichoso canto 5
alegra al labrador
que hace fértil el suelo
a costa de sudor.
Éste, Silvia, es el tiempo,
el tiempo del amor. 10
No temen los arroyos
que del hielo el rigor
aprisione su curso
ni le agote el calor.
La mariposa el jugo 15
exprime de la flor,
la abeja con anhelo
se aplica a su labor.
Éste, Silvia, es el tiempo,
el tiempo del amor. 20
Saluda al verde Mayo
el festivo pastor,
que sus hatos al campo
saca desde el albor,
mira con regocijo 25
pacer al balador
carnero, al bravo toro
y al chivo trepador.
Éste, Silvia, es el tiempo,
el tiempo del amor. 30

∞∞∞∞∞∞∞∞۞∞∞∞∞∞∞∞∞

■ Anacreóntica V,
de Tomás de Iriarte y Nieves Ravelo(1.750-1.791).

Para que mi alma sane de la herida
que en ella hizo el traidor Cupido
con penetrante flecha,
tú, que mi amor no entiendes,
me recetas la ausencia, 5
y el cómo he de ausentarme
es lo que no recetas.
Yo, que hallar no confío
alivio en mi dolencia,
temo que mi tormento 10
más con la ausencia crezca.
¿Iré acaso a una quinta,
iré a una bella aldea,
en que ostente sus dones
la fresca primavera? 15
Sí; pero allí los valles,
los huertos, las riberas,
los prados, los arroyos
y las frondosas vegas
serán fieles testigos 20
de mil raras tristezas,
unas que llevo, y otras
que, si allá voy, me esperan.
En la arena del río,
en las verdes cortezas 25
escribiré aquel nombre
que hoy olvidar quisiera;
repitiéndole siempre
el eco de las selvas,
hará que mi tormento 30
más con la ausencia crezca.
Querrás que me acompañen
libros de ingenio y ciencia,
que en el discurso alivien
lo que el corazón pena. 35
Sí; pero nada es fácil
que yo, infelice, lea
sino amorosos versos
de algún tierno poeta;
y entonces los cariños, 40
las dulzuras, las quejas
harán que mi tormento
más con la ausencia crezca.
¿Recurriré al deleite
que en sonoras cadencias 45
la música divina
al oído franquea?
Sí; pero en cada acento
que despidan las cuerdas
se oirá el llanto mío, 50
que ablandará las piedras,
y los pausados tonos
de la armonía tierna
harán que mi tormento
más con la ausencia crezca. 55
Ausencia es un castigo
a que Amor nos condena;
si amor me le enviare,
en hora buena venga;
mas no quiero yo mismo 60
imponerme esta pena
para que mi tormento
más con la ausencia crezca.

∞∞∞∞∞∞∞∞۞∞∞∞∞∞∞∞∞

■ Anacreóntica. De la paloma de Filis,
de Juan Meléndez Valdés (1.754-1.817) .

Filis, ingrata Filis,
tu paloma te enseña;
ejemplo en ella toma
de amor y de inocencia.
Mira cómo a tu gusto 5
responde, cómo deja
gozosa, si la llamas,
por ti sus compañeras.
¿Tu seno y tus halagos
olvida, aunque severa 10
la arrojes de la falda,
negándote a sus quejas?
No, Filis; que aun entonces,
si intento detenerla,
mi mano fiel esquiva, 15
y a ti amorosa vuela.
¡Con cuánto suave arrullo
te ablanda! ¡Cómo emplea
solícita sus ruegos,
y en giros mil te cerca! 20
¡Ah crédula avecilla!
En vano, en vano anhelas;
que son para tu dueño
agravio las finezas.
Pues ¿qué cuando en la palma 25
el trigo le presentas,
y al punto de picarlo,
burlándote la cierras?
¡Cuán poco del engaño,
incauta, se recela, 30
y pica, aunque vacía,
la mano que le muestras!
¡Qué fácil se entretiene!
Un beso le consuela;
siempre festiva arrulla, 35
siempre amorosa juega.
Su ejemplo, Filis, toma,
pero conmigo empieza,
y repitamos juntos
lo que a su lado aprendas. 40

∞∞∞∞∞∞∞∞۞∞∞∞∞∞∞∞∞

■ Anacreóntica. Los Hoyuelos,
de Juan Meléndez Valdés (1.754-1.817).

¿Sabes, di, quién te hiciera,
idolatrada mía,
los graciosos hoyuelos
de tus frescas mejillas?
¿Esos hoyos que loco
me vuelven, que convidan
al deseo y al labio
cual copas de delicias?
Amor, Amor los hizo,
cuando al verte más linda
que las Gracias, por ellas
besarte quiso un día.
Mas tú, que fueras siempre,
aun de inocente niña,
del rapaz a los juegos
insensible y esquiva,
la cabeza tornabas
y sus besos huías;
y él doblando con esto
más y más la porfía,
apretó con las manos
en su inquietud festiva
la tez llena, suave;
y así quedara hundida.
De entonces, como a centro
de la amable sonrisa,
en ellos mil vivaces
Cupidillos anidan.
¡Ah, si yo en uno de ellos
transformado...! Su fina
púrpura no, no ajara
con mis sueltas alitas.
Pero tú, aleve, ríes;
y con la risa misma
más donosos los haces,
y mi sed más irritas.

∞∞∞∞∞∞∞∞۞∞∞∞∞∞∞∞∞

■ Anacreóntica. El amor mariposa,
de Juan Meléndez Valdés (1.754-1.817) .

Viendo el Amor un día
que mil lindas zagalas
huían de él medrosas
por mirarle con armas,
dicen que, de picado, 5
les juró la venganza,
y una burla les hizo,
como suya, extremada.
Tornóse en mariposa,
los bracitos en alas, 10
y los pies ternezuelos
en patitas doradas.
¡Oh! ¡qué bien que parece!
¡Oh! ¡qué suelto que vaga,
y ante el sol hace alarde 15
de su púrpura y nácar!
Ya en el valle se pierde,
ya en una flor se para,
ya otra besa festivo,
y otra ronda y halaga. 20
Las zagalas, al verle,
por sus vuelos y gracia
mariposa le juzgan,
y en seguirle no tardan.
Una a cogerle llega, 25
y él la burla y se escapa;
otra en pos va corriendo,
y otra simple le llama,
despertando el bullicio
de tan loca algazara 30
en sus pechos incautos
la ternura más grata.
Ya que juntas las mira
dando alegres risadas
súbito Amor se muestra, 35
y a todas las abrasa.
Mas las alas ligeras
en los hombros por gala
se guardó el fementido,
y así a todos alcanza. 40
También de mariposa
le quedó la inconstancia:
llega, hiere, y de un pecho
a herir otro se pasa.

∞∞∞∞∞∞∞∞۞∞∞∞∞∞∞∞∞

■ Oda XIII. Los besos de amor,
de Juan Meléndez Valdés (1.754-1.817) .

¡Oh noche deliciosa!
¡Oh afortunado lecho! ¡Oh gloria mía!
¡Oh Amarilida hermosa!
mi amor en ti confía
la dulcísima gloria de este día. 5
Pensando en mi amor ciego
los venideros ratos concertados
y aquel lascivo juego
con tus pechos nevados,
y mil sabrosos besos a hurto dados, 10
cuando en tiernos abrazos
a tu cándido cuello asido estaba
cual la vid con mil lazos,
y tu boca sonaba
con los ardientes besos que me daba, 15
quedéme ayer dormido
¡oh nunca despertara a más dolores!
¡Ay! yo soñé el cumplido
premio de mis amores
gozándote, mi bien, entre las flores. 20
¡Cuán dulces cosa vía!
¡Qué brazos y qué pechos! ¡Qué cintura!
Mi vista discurría
con ardiente presura,
ansioso de gozar tanta hermosura; 25
y al ceñir a tu cuello
mis amorosos brazos en cadena,
ora tu labio bello,
con dulces voces suena,
y ora al quejarse mi furor refrena. 30
Mas yo de amor perdido,
ya tus ayes, donosa, me aplacaban,
ya de tu ardor movido
las ropas te quitaba
y toda de mis besos te anegaba. 35
¡Qué de luchas trabamos,
quitada ya la luz y a cuántos juegos
de nuevo, ¡ay me! tornamos!
ora humilde a mis ruegos,
ora pugnando entrambos de amor ciegos, 40
Ya las tetas mostrabas
redonduelas y cándidas cual nieve,
y ya las ocultabas
porque de nuevo pruebe
mi mano a hallarlas, y en su ardor se cebe. 45
Mas cuando amor instiga
al dulce ayuntamiento apetecido
y en sabrosa fatiga
me falta ya el sentido,
de un éxtasis dulcísimo impedido, 50
tú con lasciva mano
tocándome proterva, a nueva vida
del dueño soberano
me tornas atrevida,
y un besito a otro sueño me convida. 55
Así se dobla el fuego
y los halagos crecen al sonido
del alternado ruego
respondiendo a un quejido
el muerdito en el beso confundido. 60
Y entre el murmullo lento
el ánima parece en suspirando
salirse entre el aliento,
o que nos va faltando
para tantos deleites no bastando. 65
Engáñase el que intenta
poner término a amor y sus furores,
porque él sabe sin cuenta
mil deleites y ardores,
y mil modos de abrazos y favores. 70
¿Qué aprovecha a lo obscuro
envolver el amor? A la luz clara.
gócelo yo seguro
sin que me niegue avara
la divina Amaralida su cara. 75
Vea de sus ojuelos
el lascivo mirar y oiga el sonido
de sus blandos anhelos,
cuando a compás movido
mi muslo suene, a su muslo unido; 80
y la vista derrame
por su nevado vientre y por sus lados,
y tanto amor me inflame
que en lazos duplicados
mil veces nos gocemos ayuntados, 85
saciándose mis ojos
en cuanto el hado crudo así lo ordena
pues los fieros cerrojos
la muerte al lado suena
del Orco, do tan presto nos condena. 90
Por esto, gloria mía,
la verdad de mi sueño no tardemos,
y en ardiente porfía,
ahora que podemos,
los dulces gustos del amor gocemos. 95

∞∞∞∞∞∞∞∞۞∞∞∞∞∞∞∞∞

■ Mi paseo solitario de primavera,
de Nicasio Álvarez Cienfuegos (1.764-1.809) .

Dulce Ramón, en tanto que, dormido
a la voz maternal de primavera,
vagas errante entre el insano estruendo
del cortesano mar siempre agitado,
yo, siempre herido de amorosa llama, 5
busco la soledad y en su silencio
sin esperanza mi dolor exhalo.
Tendido allí sobre la verde alfombra
de grama y trébol, a la sombra dulce
de una nube feliz que marcha lenta, 10
con menudo llover regando el suelo,
late mi corazón, cae y se clava
en el pecho mi lánguida cabeza,
y por mis ojos violento rompe
el fuego abrasador que me devora. 15
Todo despareció; ya nada veo
ni siento sino a mí, ni ya la mente
puede enfrenar la rápida carrera
de la imaginación que, en un momento,
de amores en amores va arrastrando 20
mi ardiente corazón, hasta que prueba
en cuántas formas el amor recibe
toda su variedad y sentimientos.
Ya me finge la mente enamorado
de una hermosa virtud: ante mis ojos 25
está Clarisa; el corazón palpita
a su presencia: tímido, no puede
el labio hablarla; ante sus pies me postro,
y con el llanto mi pasión descubro.
Ella suspira y, con silencio amante, 30
jura en su corazón mi amor eterno;
y llora y lloro, y en su faz hermosa
el labio imprimo, y donde toca ardiente
su encendido color blanquea en torno...
Tente, tente, ilusión... Cayó la venda 35
que me hacía feliz; un cefirillo
de repente voló, y al son del ala
voló también mi error idolatrado.
Torno ¡mísero! en mí, y hállome solo,
llena el alma de amor y desamado 40
entre las flores que el abril despliega,
y allá sobre un amor lejos oyendo
del primer ruiseñor el nuevo canto.
¡Oh mil veces feliz, pájaro amante,
que naces, amas, y en amando mueres! 45
Ésta es la ley que, para ser dichosos,
dictó a los seres maternal natura.
¡Vivificante ley! el hombre insano,
el hombre solo en su razón perdido
olvida tu dulzor, y es infelice. 50
El ignorante en su orgullosa mente
quiso regir el universo entero,
y acomodarle a sí. Soberbio réptil,
polvo invisible en el inmenso todo,
debió dejar al general impulso 55
que le arrastrara, y en silencio humilde
obedecer las inmutables leyes.
¡Ay triste! que a la luz cerró los ojos,
y en vano, en vano por doquier natura,
con penetrante voz, quiso atraerle: 60
de sus acentos apartó el oído,
y en abismos de mal cae despeñado.
Nublada su razón, murió en su pecho
su corazón; en su obcecada mente,
ídolos nuevos se forjó que, impíos, 65
adora humilde, y su tormento adora.
En lugar del amor que hermana al hombre
con sus iguales, engranando a aquéstos
con los seres sin fin, rindió sus cultos
a la dominación que injusta rompe 70
la trabazón del universo entero,
y al hombre aísla, y a la especie humana.
Amó el hombre, sí, amó, mas no a su hermano,
sino a los monstruos que crió su idea:
al mortífero honor, al oro infame, 75
a la inicua ambición, al letargoso
indolente placer, y a ti, oh terrible
sed de la fama; el hierro y la impostura
son tus clarines, la anchurosa tierra
a tu nombre retiembla y brota sangre. 80
Vosotras sois, pasiones infelices,
los dioses del mortal, que eternamente
vuestra falsa ilusión sigue anhelante.
Busca, siempre infeliz, una ventura
que huye delante de él, hasta el sepulcro, 85
donde el remordimiento doloroso,
de lo pasado levantando el velo,
tanto mísero error al fin encierra.
¿Dó en eterna inquietud vagáis perdidos,
hijos del hombre, por la senda oscura 90
do vuestros padres sin ventura erraron?
Desde sus tumbas, do en silencio vuelan
injusticias y crímenes comprados
con un siglo de afán y de amargura,
nos clama el desengaño arrepentido. 95
Escuchemos su voz; y, amaestrados
en la escuela fatal de su desgracia,
por nueva senda nuestro bien busquemos,
por virtud, por amor. Ciegos humanos,
sed felices, amad: que el orbe entero 100
morada hermosa de hermanal familia
sobre el amor levante a las virtudes
un delicioso altar, augusto trono
de la felicidad de los mortales.
Lejos, lejos honor, torpe codicia, 105
insaciable ambición; huid, pasiones
que regasteis con lágrimas la tierra;
vuestro reino expiró. La alma inocencia,
la activa compasión, la deliciosa
beneficencia, y el deseo noble 110
de ser feliz en la ventura ajena
han quebrantado vuestro duro cetro.
¡Salve, tierra de amor! ¡mil veces salve,
madre de la virtud! al fin mis ansias
en ti se saciarán, y el pecho mío 115
en tus amores hallará reposo.
El vivir será amar, y dondequiera
Clarisas me dará tu amable suelo.
Eterno amante de una tierna esposa,
el universo reirá en el gozo 120
de nuestra dulce unión, y nuestros hijos
su gozo crecerán con sus virtudes.
¡Hijos queridos, delicioso fruto
de un virtuoso amor! seréis dichosos
en la dicha común, y en cada humano 125
un padre encontraréis y un tierno amigo,
y allí... Pero mi faz mojó la lluvia.
¿Adónde está, qué fue mi imaginada
felicidad? De la encantada magia
de mi país de amor vuelvo a esta tierra 130
de soledad, de desamor y llanto.
Mi querido Ramón, vos mis amigos,
cuantos partís mi corazón amante,
vosotros solos habitáis los yermos
de mi país de amor. Imagen santa 135
de este mundo ideal de la inocencia,
¡ay, ay! fuera de vos no hay universo
para este amigo que por vos respira.
Tal vez un día la amistad augusta
por la ancha tierra estrechará las almas 140
con lazo fraternal. ¡Ay! no; mis ojos
adormecidos en la eterna noche
no verán tanto bien. Pero, entretanto,
amadme, oh amigos, que mi tierno pecho
pagará vuestro amor, y hasta el sepulcro 145
en vuestras almas buscaré mi dicha.

∞∞∞∞∞∞∞∞۞∞∞∞∞∞∞∞∞

■ Anacreóntica (1.855),
de Gustavo Adolfo Bécquer (1.836-1.870) .

Toma la lira, toma
la de cuerdas doradas
y dame la que alegres
las flores engalanan,
en la que Anacreonte, 5
con gresca y algazara,
en tiempo del dios Baco
los néctares cantaba.
Corre, muchacho, corre;
de traérmela acaba, 10
que ya espero impaciente
la hora de pulsarla;
ve corre, y presuroso
a Flérida me llamas,
la de los ojos negros, 15
la de la linda cara
y dile que con ella
se vengan las muchachas
amigas, que tejiendo
con flores mil guirnaldas 20
en torno de mi frente
las ceñían ufanas,
al par que me provoquen
con sus ligeras danzas.
También bajo los olmos 25
que prestan sombra grata,
y donde con sonoras
voces las aves cantan,
ponme, ponme un mesa,
al par cómoda y ancha, 30
y en ella me colocas
la copa venerada
por todos los amigos
del néctar de las parras,
aquélla en que la historia 35
de Baco está grabada,
sus valerosos hechos,
sus ínclitas hazañas;
aquélla que las vides
la tienen enredada, 40
la que en mejores tiempos
Elpino me donara:
Elpino, el más famoso
de los que en la comarca
grabaron con destreza 45
las copas delicadas.
Corre, muchacho, corre,
de disponerlo acaba;
que ya espero impaciente,
la hora de tomarla, 50
y cumplir de las Musas
las órdenes sagradas.

∞∞∞∞∞∞∞∞۞∞∞∞∞∞∞∞∞




BIBLIOGRAFÍA.-

Campo, Eladio del.- "Villegas y Catulo", in Berceo, 74 (1.965), pp. 25-46.

Checa, José, J. A. Ríos, et I. Vallejo.- La poesía del siglo XVIII. Madrid, Júcar, 1992.

Fernández Galiano, Manuel.- "Anacreonte, ayer y hoy", in Atlántida, 42 (1.969), pp. 570-591.

González Delgado, Ramiro.- "Anacreonte en la prensa del siglo XIX", in CFG (G): Estudios griegos e indoeuropeos, 15 (2.005), pp. 175-195.

Moya del Baño, Francisca.- "Catulo, Ovidio y Propercio en el 'Anacreón' de Quevedo", in E. Calderón, A. Morales et M. Valverde (eds.).- Koinós Lógos. Homenaje al profesor José García López. Murcia, 2.006, pp. 699-711.

Nang, Mbol.- La poesía anacreóntica en España en el siglo XVIII. Madrid, Univ. Complutense de Madrid, 1990, 2 vols. (Tesis doctoral).

Polt, John H. R..- "La imitación anacreóntica en Meléndez Valdés", in Hispanic Review, 47 (1.979), pp. 193-206.

Schawartz,Lía.- "Las Anacreónticas en la poesía de Francisco de Trillo y Figueroa", in Mélanges M. Soledad Carrasco Urgoiti, Zaghouan (Tunisia): Fondation Temimi, 1999, vol. II, pp. 535-553.

Valverde Sánchez, Mario.- "Cienfuegos y la tradición anacreóntica", in Estudios Clásicos, 119 (2.001), pp. 63-88.







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