10 de marzo de 2015

AL-ANDALUS SE CONVIRTIÓ EN UN MOSAICO MULTIÉTNICO, DE DESIGUAL NÚMERO Y PODER DURANTE LA EDAD MEDIA. INTRODUCCIÓN CONTEXTUAL A LA LÍRICA EN AL-ANDALUS DURANTE LA EDAD MEDIA.


SUMARIO DEL ARTÍCULO
Posicionamiento de la crítica.
¿Cuántos inmigrantes acudieron a la península?
¿En qué lugar de la península se ubicaron?
¿Qué estructuración social se originó?


POSICIONAMIENTO DE LA CRÍTICA.

Suele manifestarse que “hacer historia es hacer política”. Y es más que evidente este hecho si nos atenemos a lo variado y hetereogéneo de las afirmaciones que los historiadores, dependiendo de las épocas políticas en que desarrollaron su labor, nos han contado. Este es el caso del período que nos ocupa.

En el siglo XIX (recordemos la tendencia tradicionalista [término dado por Monroe, J. T..- Islam and the Arabs in Spanish Scholarship (Sicteenth Century to the Present). Brill, Leinden, 1.970]) tendremos a Miguel Lafuente Alcántara, José Amador de los Ríos o Serafín Estébanez Calderón, entre otros, quienes minimizaron el impacto de la conquista, declarando que nunca hubo arabización ni islamización, y considerando la ocupación árabe como un paréntesis en la cristiandad, latinidad e hispanidad de la península, de tal modo que se considerará que los visigodos eran más ascendientes de los actuales españoles que los árabes ―cuestión que conlleva cuanto menos una dosis de elevada voluntad de crear una conciencia nacional o unitaria (y que resumió muy bien Américo Castro, cuando dijo que para algunos “ser español consiste en no ser musulmán”).

Esta tendencia fue seguida por parte de algunos historiadores del pasado siglo XX:

• Fco. Javier Simonet, nos decía que sólo los mozárabes representaron en Al-Ándalus la persistencia de la identidad hispana, en lucha contra el invasor moro;

• continuando con esta idea Menéndez Pelayo, Guillén Robles, Menéndez Pidal, Claudio Sánchez Albornoz… Éste último, por ejemplo, llegó a decir que

«los musulmanes de España o eran españoles por los cuatro costados, nietos de conversos a la religión de los conquistadores, o primaba en sus venas la vieja sangre hispana por ser fruto de repetidos mestizajes»
[Sánchez-Albornoz y Menduiña, Claudio.- La España musulmana: según los autores islamitas y cristianos medievales, Madrid, Espasa-Calpe, 1.982, pág. 82].

Más aún, para él:

«La aportación sanguínea oriental o africana fue mínima y no alteró las facies étnica de España. Los miles de hombres que vinieron desde Oriente o desde África se disolvieron pronto entre los millones de habitantes de la Península. Se casaron desde los días de Abd al-Aziz, hijo de Musa, con mujeres españolas. Y, al cabo de varias generaciones de cruces sucesivos, apenas si corrían algunas gotas de sangre no hispana por las venas de los islamitas de Al-Ándalus. No fueron excepción los califas, hijos en su mayoría de esclavas españolas. Y por ello puede advertirse cómo los más de ellos fueron rubios y de tez clara, a semejanza de sus madres vascas o gallegas».

Afirmación que a todas luces debe ser matizada, como expondremos más abajo.

Pues bien, lo cierto es que los ejércitos árabes y bereberes carecían de mujeres y pronto se produjo el mestizaje desde la segunda generación, por lo que étnica y culturalmente se constituyó en los habitantes de Al-Ándalus un grupo de mestizos, que fue escaso inicialmente con referencia a la población nativa, pues estamos hablando de entre 60.000 y 80.000 musulmanes frente a los entre 4 y 6 millones de habitantes naturales, pero que con el tiempo, el mestizaje iría ganando terreno, generándose disputas entre los propios árabes sobre sus linajes, como señalaremos más adelante.

Y entre los españoles del norte también se produjeron mestizajes tan significativos como que Musa ibn Fortún (موسى بن فرتون, de los Banu Qasi), gobernador y rebelde de la Frontera Superior de Al-Ándalus (al-Tagr al-Ala) en el siglo IX, de Arnedo, Tarazona y Zaragoza, se casó con Oneca, la viuda de Íñigo Jímenez, con quien tuvo a Íñigo Arista (el Yannaqo ibn Wanniqo, de los árabes) de Pamplona y fue fiel a Abd-al-Rahman I, pero en diciembre de 802 se sublevó en Zaragoza y fue asesinado. Su hijo Musa ibn Musa ibn Fortún (موسى بن فرتون موسى بن), jefe muladí que se hizo llamar "tercer rey de España" (Musa II), gobernador también de la al-Tagr al-Ala, valí de Arnedo, Tudela y Zaragoza, fundador de Qal’at Musa (قلعة موسى, Calamocha) ayudó a su hermano uterino Wannaqo ibn Wannaqo, más conocido como Íñigo Arista (con cuya hija Assona Íñiguez estaba casado), a vencer a los francos que pretendían Pamplona. Córdoba concedió la independencia a Navarra en 843, en la persona de Íñigo Arista (803-851), a cambio de un tributo de 700 dinares. Así que el nacimiento del primer reino de Pamplona está asociado a la alianza de dos familias, una mestiza árabe-goda, la de los Banu Qasi, y otra vascona, la estirpe de los Arista.

[Vid.: Lacara, José María.- Historia del reino de Navarra en la Edad Media, Pamplona, 1.976, pp.30 a 37.
Lorenzo Jiménez, Jesús.- La dawla de los Banū Qasī: origen, auge y caída de una dinastía muladí en la frontera superior de Al-Ándalus. Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2.010].

Estas posturas, afortunadamente, ya son para la mayoría de la crítica opiniones desfasadas. Porque parece razonable argüir con Antonio Ubieto Arteta , que

«durante la Edad Media una mayoría de la población peninsular practicó la religión musulmana. Por ello, es absurdo que consideremos a “los moros” medievales como algo ajeno a nosotros: con toda seguridad podemos afirmar que el abuelo número treinta de cada español tenía más probabilidades de que fuera musulmán que cristiano (…). El antagonismo con que se quiere presentar la Edad Media española entre musulmanes y cristianos, hasta el punto de identificar a los españoles de hoy con los cristianos, y los musulmanes con los “antiespañoles” medievales, es absurdo, y se originó en el siglo XVI cuando los problemas religiosos y políticos europeos identificaron la Cristiandad con España, y el peligro turco con lo musulmán».
[Ubieto Arteta, Antonio et Juan Reglá et José María Jover Zamora.- Introducción a la historia de España. León, Teide, 1.967].
En efecto, coincidente con Ubieto Arteta lo fue la escuela de arabistas españoles impulsada en el siglo XIX, que creía en la necesidad de reintepretar la historia y el período árabe como una época de mestizaje, relegando la religión a segundo plano, donde hubo islamización pero también identidad nacional (recordemos a Ángel González Palencia afirmando que los califas de Córdoba eran tan españoles como los indígenas mozárabes y muladíes), y que fue seguida por el oscense Francisco Cordera y Zaidin, Julián Ribera y Tarrago, Miguel Asín Palacios…, y luego en el siglo pasado por Emilio García Gómez, por ejemplo, generando la tesis de la convivencia y tolerancia de las tres religiones de Américo Castro.

Basándonos en las dos posturas, cara y cruz de la misma moneda, podemos decir, que la permanencia de lo autóctono parece que se da en el hecho de que la islamización en España sólo fue posible con el paso de los siglos, pues ni hubo una oleada masiva de norteafricanos para conquistar España y asentarse en ella ―permaneciendo, por tanto, mayoritaria la población autóctona, con su lengua y costumbres―, ni estos invasores eran de una sola etnia (árabes, bereberes, sirios…), ni los norteafricanos beréberes hablaban todos árabe y eran todos musulmanes , ni hubo una conversión masiva al islam desde los inicios de la conquista de la población nativa.

[González Ferrín, Emilio.- Historia general de Al-Ándalus, Córdoba, Almuzara, 2.006, pág. 189.]

Traemos a la memoria que P. Guichard nos refirió que

«si, a comienzos del siglo X, cabe aún considerar a los árabes y a los beréberes (...) como grupos, a la vez, claramente diferenciados de la masa indígena y antagonistas, ello se debe a que la hispanización de estos elementos sólo se había llevado a cabo de forma muy imperfecta»,
y que Claudio Sánchez Albornoz consideró siempre que el aporte étnico fue tan insignificante por parte de los árabes-bereberes, que rápidamente se asimiló por la población hispánica, no pudiendo provocar orientalización en los indígenas, por más entendamos que no parezca que haya sido así, a lo que atestiguaron los propios contemporáneos.

En efecto, recordemos que el Papa Adriano I (772-795) envió una carta de protesta a los obispos españoles recordándoles la prohibición y la mala costumbre de casarse con no-cristianos, judíos y paganos, que parecía se había extendido en al-Andalus:

«porro diversa capitula quae ex illis audivimus partibus, id est, quod multi dicentes se católicos ese, communem vitam gerentes cum Iudaeis et non baptizatis paganis, tam in escis quamque in potu et in diversis erroribus nihil pollui se inquiunt; et illud quod inhibitum est, ut nulli liceat iugum ducere cum infidelibus ipsi enim filias suas cum alio benedicent, et sic populo gentili tradentur».
[Cit. por Roberto Marín Guzmán.- Sociedad, política y protesta popular en la España musulmana. San José de Costa Rica, Univ. Costa Rica, 2.006, pág.107].

Por eso, como inquiere Maribel Fierro,

«a la pregunta de ¿quienes eran los andalusíes? hay que responder que, en su mayoría, procedían de una masa de población local que se incorporó, arabizándose e islamizándose, a una nueva sociedad, compuesta de elementos de origen étnico muy diverso».


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¿CUÁNTOS INMIGRANTES ACUDIERON A LA PENÍNSULA?

Siguiendo a José Luis Martín, Carmen Codoñer y Manuel Sánchez [“Historia de España.3. La Alta Edad Media. Visigodos, árabes y primeros reinos cristianos” in Historia 16, Año V, Extra XV, octubre, 1.980] el número de inmigrantes árabes y norteafricanos a la Península ha sido objeto de polémica desde siempre, variando sensiblemente según los historiadores.

Claudio Sánchez-Albornoz admite un número no superior a 40.000 hombres, por lo que prontamente fueron absorbidos por la población hispana indígena.

García Cortázar lo eleva a 60.000 hombres, de entre ellos:
      ⤷ 17.000 eran los bereberes de Tariq Musa (al-Razi, al-Waqidi e Ibn ‘Idhari afirman que eran 12.000 soldados, mayoritariamente de origen bereber),
      ⤷ unos 19.000 los árabes de Musa (comúnmente se aceptan entre 10.00 y 12.000 soldados, según difundieron los historiadores árabes al-Tabari, ibn al-Athir (“Al-Kamit fi al-Ta’rikh") e ibn ‘Idhari; Al-maqqari y al-Razzi lo elevaron a 18.000, como vemos en Mayte Penelas [Penelas, Mayte (trad.).- La Conquista de al-Andalus. Madrid, CSIC, 2.002, pág. 17: “Musa entró en al-Andalus con dieciocho mil hombres entre quraysíes, árabes y notables”]; ‘Abd al-Malik ibn Habib (“Al-Ta’rikh al-Kabir”) lo eleva a 20.000 soldados),
      ⤷ unos 500 árabes y bereberes llegados con al-Hurr,
      ⤷ unos 7.000 sirios venidos con Balch
      ⤷ y el resto pequeños grupos de árabes y bereberes que fueron llegando.

P. Guichard [Al-Ándalus. Estructura antropológica de una sociedad islámica en Occidente. Barcelona, Barral Editores, 1.976], por su parte, propone una cifra de contingentes árabes en torno a 60.000 (incluyendo los sirios que desembarcarían en Al-Andalus en el 741), teniendo en cuenta, además, que los 400 notables que pasaron con al-Hurr, vendrían acompañados de su Qawm o grupo tribal. Por eso, dirá que si le sumamos los bereberes,

«nos parece verosímil registrar en la España del siglo VIII, un mínimo de ciento cincuenta mil a doscientos mil guerreros árabes y beréberes. reagrupados en su mayoría en conjuntos tribales y clánicos».

[Para leer un estudio más detenido de datos, cfr. los ofrecidos por la tesis de la Univ. de Sevilla de Escartín González, Eduardo.- Estudio económico sobre el tratado de ibn Abdún.]


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¿EN QUÉ LUGAR DE LA PENÍNSULA SE UBICARON?

Según P. Guichard:
• los grupos tribales árabes yemeníes ocuparon dos grandes zonas:
      ⤷ Andalucía sudoccidental (desde Archidona y Málaga hasta Beja)
      ⤷ y la Marca Superior, es decir, el valle del Ebro.

• La franja central de Al-Andalus (desde Mérida a las zonas montañosas de Levante) nos ofrece un poblamiento árabe menos abundante, pero con predominio qaysí (árabes del norte).

• Andalucía oriental (de Málaga a Tudmir o región murciana) fue también una zona de masiva ocupación árabe, aunque sin neto predominio de ninguno de los dos grandes grupos étnicos.

• Frente a la teoría tradicional, la región valenciana nos presenta el caso de un territorio casi vacío de poblamiento árabe.

Los beréberes, es decir, el grupo más numeroso de los conquistadores, procedían del Magrib occidental, pero también los había de Ifriqiya. Los grupos más representados eran los Magila, Miknasa, Zanata, Nafza, Hawwara, Masmuda y SinhaYa. Su ocupación se dio:
      ⤷ Escasamente en el valle del Ebro, Andalucía Oriental, Sevilla, zona costera de Málaga, etcétera.
      ⤷ Fueron zonas profundamente berberizadas la región levantina y el extremo occidental de la cordillera Bética y serranía de Ronda, así como ciertos islotes del valle del Guadalquivir (Carmona, Morón, Osuna, Ecija ... ).
      ⤷ Asimismo, fue una gran zona berberizada la región central, excepto el paréntesis indígena de Toledo: abundan los beréberes en Guadalajara, Medinaceli, Ateca, Soria ... e incluso más al norte, en Castilla, nombre probablemente impuesto por beréberes de Túnez en recuerdo de su Qastilya natal (según J. Oliver Asín). Al sur de Toledo, era importante la población beréber (representada por el grupo tribal de los Nafza), así como en el Fahs al-Ballut (o «Campo de las encinas», en Los Pedroches), donde era más numerosa que la población árabe.


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¿QUÉ ESTRUCTURACIÓN SOCIAL SE ORIGINÓ?

Sabemos que los hispanos-musulmanes de Al-Ándalus conformaron un colectivo multiétnico, que se estructuró claramente en la alta élite (jass al-jass), conformada por patricios de origen árabe y familiares del soberano; los notables o aristócratas (al-jassa), que se constituía por altos funcionarios de la administración (visires, cadíes, secretarios..., de origen muladí o beréber, libertos...); una clase media (al-a’yan) que la conformaban los juristas, alfaquíes, los ricos comerciantes, etc.; y el pueblo llano de la ciudad (al-‘amma) constituido por aprendices, artesanos, tenderos, alfaquíes, etc..., no siendo grupos cerrados definidos por el nacimiento, sino movibles a través de la instrucción y del poder económico. Por debajo de todos estaba el pueblo llano rural y los esclavos.
[Cfr.: Hernández, M. Cruz, El Islam de al-Ándalus. Historia y estructura de su realidad social. Madrid, Ediciones Mundo Árabe e Islam, 1.996.
Maíllo Salgado, Felipe.- Vocabulario de historia árabe e islámica. Madrid, Akal, 1.996.
Manzano Moreno, Eduardo, Historia de las sociedades musulmanas en la Edad Media. Síntesis, 1.992.
Marín Guzmán, Roberto, “’Al-Khassa wa al-‘Amma (La élite y el pueblo común) en la historia social de Al-Ándalus. Una aproximación al estudio de las clases sociales y la movilidad social en la España musulmana (711-1.090)”, in Estudios de Asia y África, XXXIV, 3 (1.999) pp. 483-520.]

«La “jassa[élite] estaba compuesta ante todo, por los parientes del khalifa, aquellos que se llamaban genéricamente los “Quraish” y que incluía tanto a los descendientes directos de príncipes como a los colaterales. ‘Abd al-Rahman III consolidó la costumbre de otorgar a estos parientes rentas importantes ―de cuya distribución y control se encargaba un funcionario especial, el naqib―, pero evitando rigurosamente el entregarles ningún cargo. Pero desde muy pronto se había considerado también como miembros de la jassa a todos los altos funcionarios de la administración, los que constituían la “tabaqat ahl al-jidma” [clases de personal del servicio administrativo], así como a ciertos dignatarios de la Corte y otras personas en razón de su riqueza. A la larga se pertenecía o dejaba de pertenecer a la jassa según oscilara el favor del príncipe. Esto no quiere decir que no hubiese una tendencia a la cristalización de ciertos linajes –las fuentes no dejan lugar a duda en cuanto al poder sostenido de cinco, los Banu ‘Abi Abda, los Banu Hudair, los Banu Suhaid, los Banu ‘Abd al-Ra’uf y los Banu Futais-, pero sí que la autoridad del khalifa estuvo siempre tan por encima de cualquier oligarquía que era capaz de destruirla en su misma raíz. Más grave, desde el punto de vista de la continuidad aristocrática, fue la elevación hasta su mismo nivel de “mawlas” omeyas y “fatas” eslavos.
En las ciudades, al menos, existía una clase media de notables, “a’yan”, que estaba compuesta por comerciantes que habían logrado cierto bienestar, funcionarios locales, profesionales, intelectuales y teólogos (“fuqaha”, que da alfaquí) pertenecientes a la escuela malekita. Muchos de ellos eran, por su origen, más o menos remoto, mozárabes o judíos. Pero no debe entenderse esta clase como un sector definido jurídicamente, al modo de la aristocracia, sino más bien como una situación de holgura económica.
Campesinos, obreros y artesano constituyen el conjunto de la ‘amma, que puede considerarse como el conjunto de la población libre, musulmana y no rica. Se puede presentar como un proletariado, a condición de que evitemos cualquier imagen comparativa con los proletarios de Roma o el proletario industrial de los últimos siglos. En la ciudad, la ‘amma constituía fuente de inquietudes y de preocupación para las autoridades musulmanas. El proletariado campesino era más tranquilo, aunque su situación parece haber sido más dura que la de los habitantes de la ciudad (…)».

[Suárez Fernández, Luis.- Historia de España Antigua y Media. Madrid, Rialp, 1.976, pp. 284-285.]

Traemos aquí ahora un texto del siglo XV, posiblemente del granadino Abu al-Walid al-Nasr, llamado “Historia de las Familias Ilustres de Fez”, en el que se describe así a la sociedad musulmana de Al-Andalus a partir del año 711:

«En primer lugar, están los árabes Banu Hashim [el clan familiar del profeta Muhammad], procedentes de Arabia, Iraq, Siria, Egipto y Norte de África; en segundo lugar los Nobles Árabes y sus clientes o mawlas; en tercer lugar los bereberes que llegaron del Norte de África en gran número, y en cuarto lugar los naturales del país, muchos de los cuales se convirtieron al Islam, pero otros conservaron su fe y vivieron como sometidos. A esta raza pertenecen los romanos, gallegos, castellanos, aragoneses, godos, francos, etc. A ella pertenecen también los judíos, parte de los cuales residían en la Península desde antes de la invasión musulmana, pero otrs llegaron a ella después.
Los Banu Hashim y otras tribus árabes de la nobleza no practicaban oficios considerados innobles. Se dedicaban a la enseñanza de la ciencia, a componer libros piadosos, enseñar a los niños, dirigir la oración en la mezquita y ocupar cargos administrativos como secretarios de los reyes, gobernadores y visires. Algunos ejercían la agricultura, el hilado y venta de seda, la venta de perfumes, la manufactura de tejidos de lino y la venta de leche de vaca para quien quería desnatarla y hacer manteca. Aquellos que estaban al borde de la miseria se dedicaban a la venta de frutas y verduras si querían vivir honestamente. Otros en cambio preferían ingresar en el ejército.
Los bereberes preferían llevar rebaños de ganado y transportar trigo, manteca, aceite, miel, lana, frutas, sal y madera. Eran también carboneros y leñadores. Los bereberes que vivían en la capital ejercían los oficios de los esparteros, cacharreros, cedaceros y esportilleros. Fabricaban toda clase de cestos para acarrear semillas, trenzaban el cáñamo, hacían arados, albardas, cuerdas y escobas. Se dedicaban también a la caza de pájaros para comerlos y trabajaban como mozos de cuerda en los mercados o llevaban trigo u otros cereales de las casas particulares para venderlos en los zocos. Eran cuberos, aguadores, albañiles, caleros, yeseros y oficios parecidos. Los que vivían en el campo eran pastores y ganaderos, agricultores y colmeneros. Cuidaban sus tierras y huertos, cortaban madera y hacían carbón. Los que vivían en la costa eran pescadores y barqueros.
Los mawlas [o muladíes] que vivían en la capital trabajaban generalmente como curtidores, sastres, zapateros, vendedores de sandalias, trajes y chilabas, músicos, barberos, enterradores, molineros, podadores, “sacristanes” y almuédanos en las mezquitas. También eran mawlas los que daban la hora para el rezo de las oraciones canónicas. Eran carniceros, carpinteros, silleros, guarnicioneros, estuchistas y alfareros. Trabajaban en las fundiciones de hierro, en la fabricación de armas y objetos de cobre y bronce. Ejercían como serenos de noche en los zocos y porteros y vigilantes en las alhóndigas; herradores y transportistas de mercancías de pueblo a pueblo.
En cuanto a los judíos que se hicieron musulmanes ejercían los oficios de sastres, cordoneros, boneteros, forreros, tintoreros, barberos, cerrajeros, pregoneros en los zocos, lecheros y zapateros. Sus mawlas eran panaderos, fabricantes de esponjas, cocineros, olleros, aceiteros, jaboneros, vendedores de sal, pescado, grasa, dulces, como el alfeñique, medicinas y hierbas. Eran también encuadernadores, estuquistas, especialistas en el arte de embellecer y decorar la madera, azulejeros o enlosadores, tejedores, latoneros, tintoreros, obreros de los baños públicos, aguadores y fabricantes de pastas y fideos. Eran también especialistas en preparar sopas de carne picada además de la elaboración de panecillos para venderlos. Ejercían como vendedores de lana y lino y de instrumentos de música; se dedicaban a la acuñación de monedas y a la fabricación de joyas y cuentas de coral. Se dedicaban a alquilar los utensilios del ramo de la construcción que fabricaban. También ejercían los oficios de poceros, mineros y marmolistas.
Los árabes se establecieron principalmente en las ciudades, pero los bereberes se asentaron unos en las ciudades y otros en las zonas rurales. Los militares eran árabes en su mayoría. En esta situación siguieron con los almorávides, pero cambió con los almohades, que obligaron a los habitantes de Al-Ándalus a pagar el impuesto sustitutorio de la na’iba [a cambio del servicio militar]. Por esta razón se debilitaron sus fuerzas.»

[Citado por Vallvé, Joaquín.- El califato de Córdoba, Madrid, Mapfre, 1.992, pp. 54 a 56.]

En resumen, diremos que por un lado nos encontramos con un grupo exógeno a nuestro país, y que profesaba (desigualmente) la religión islámica (musulmanes), y que lo conformaron los conquistadores árabes, beréberes, sirios, persas, africanos subsaharianos y europeos orientales. De éstos, los árabes (عربي), aunque escasos en número, eran el grupo dominante.

En Al-Ándalus reprodujeron sus viejas divisiones y sus luchas tribales. Así, éstos se fragmentaban entre árabes del norte (القيسي , qaysíes, que conformaban las tribus de los Ma’add, Mudar, Qays, Qays ‘Aylan o sirias) y árabes del sur o yemeníes (الكلبي , kalbíes, que conforban las de los Qahtan y Kalbi ) , igual que luego se dio una gran rivalidad entre los primeros conquistadores (baladiyyun, “naturales del territorio”), que fueron principalmente yemeníes, y los que acudieron en las oleadas de inmigrantes posteriores (shamiyyun, o habitantes de Damasco, o sirios), fundamentalmente alrededor del año 740 d.n.e., tras la expedición de Balj ibn Bishr, con el propósito de ayudar a ‘Abd al-Malik ibn Qatan al-Fihri a suprimir la revuelta bereber.

Los beréberes (البربر) procedían básicamente de tribus sedentarias del Norte de África (montañas del Rif y de Yebala), siendo el grupo más numeroso. También tuvieron sus rivalidades entre tribus, así como entre los bereberes antiguos (los que llegaron en la primera oleada) y los “nuevos” (los que llegaron contratados como mercenarios a lo largo de los siglos, principalmente por ‘Abd al-Rahman III y Almanzor).

Finalmente estaban los esclavos ( عبيد , ‘abid) negros ( السودان, sudan), de los que ‘Abd al-Rahman III tuvo una guardia personal, y los eslavones (de procedencia eslava, de piel clara y pelo rubio, y que se denominaban صقالبة, saqalibah, frijol, que es a lo que les recordaba el color de sus cabellos, y que podían ser esclavos o mercenarios ), apareciendo durante la etapa califal un grupo aparte de esclavos con derecho a patronato, denominado los maulas ( مولى , mawlā, plural موالي , mawālī), clientes de una tribu.

Como grupos endógenos, de naturaleza autóctona, tendremos, de un lado, los muladíes, esto es, hispano-visigodos, hispano-romanos, celtíberos e ilíricos, que se habían convertido a la fe islámica tras la llegada de los árabes y los beréberes en el 711 d.n.e. ―y que se subdividían, a su vez, en muwalladun (مولدون, plural de muladí, que son los nacidos de padre árabe o beréber y madre hispana) y los musalimah (hispanos convertidos al Islam)―; de otro lado, si no se convirtieron y conservaron su fe cristiana, tendremos a los mozárabes ( مستعرب, musta’rab, el hispano mezclado con los árabes).


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BIBLIOGRAFÍA.-


• Guichard, P.- Al-Ándalus. Estructura antropológica de una sociedad islámica en Occidente. Barcelona, Barral Editores, 1.976.

• González Ferrín, Emilio.- Historia general de Al-Ándalus, Córdoba, Almuzara, 2.006.

• Hernández, M. Cruz, El Islam de al-Ándalus. Historia y estructura de su realidad social. Madrid, Ediciones Mundo Árabe e Islam, 1.996.

• Lacara, José María.- Historia del reino de Navarra en la Edad Media, Pamplona, 1.976.

• Lorenzo Jiménez, Jesús.- La dawla de los Banū Qasī: origen, auge y caída de una dinastía muladí en la frontera superior de Al-Ándalus. Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2.010.

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____________ .- Sociedad, política y protesta popular en la España musulmana. San José de Costa Rica, Univ. Costa Rica, 2.006.

• Martín, José Luis et Carmen Codoñer et Manuel Sánchez.- “Historia de España.3. La Alta Edad Media. Visigodos, árabes y primeros reinos cristianos” in Historia 16, Año V, Extra XV, octubre, 1.980.

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• Ubieto Arteta, Antonio et Juan Reglá et José María Jover Zamora.- Introducción a la historia de España. León, Teide, 1.967.

• Vallvé, Joaquín.- El califato de Córdoba, Madrid, Mapfre, 1.992.



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