16 de julio de 2017

¿QUÉ SON LOS ARABISMOS DE LA LENGUA CASTELLANA?


TEMAS QUE VAMOS A DESARROLLAR
¿Qué es un arabismo?
¿Cuántos arabismos hay en nuestro vocabulario castellano?
¿Cómo podemos agrupar estos arabismos?
¿En qué campos de la actividad humana empleamos arabismos?
¿En qué categorías gramaticales encuadramos estos arabismos?

¿QUÉ ES UN ARABISMO?

Sabemos que un arabismo es una «palabra o expresión procedentes de la lengua árabe que se usan en otro idioma», según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.

Aun después de haber convivido durante muchísimos siglos la mayor parte de los pobladores de lo que hoy es España en una situación de bilingüismo (fundamentalmente hasta el s. XII), o de haber tenido, durante un período más o menos amplio, un conocimiento parcial de la lengua árabe peninsular hablada (con sus diversas variedades regionales dentro del mismo Al-Andalus, que difería del árabe escrito, más cercano al clásico), lo cierto es que los préstamos de términos o palabras al castellano, y la conservación de este léxico de origen árabe en el mismo, representa poco menos de un millar [continúese esta lectura matizada más abajo] . Y ello a pesar de que el árabe actuó como superestrato del romance andalusí y como adstrato de los otros romances peninsulares, y a que el elemento árabe se constituyó hasta el siglo XVI en el segundo referente (el primero era el latín) para adquirir préstamos léxicos, como ya comentó Rafael Lapesa.
[Cfr.: Lapesa, Rafael. Historia de la lengua española. Madrid: Gredos, 1981, pág. 133]

En efecto, recuerda la profesora Mª J. Viguera que:

«La lengua árabe empieza a relacionarse con al-latînî, en el Norte de África, desde finales del siglo VII y desde principios del siglo VIII en la Península Ibérica. Esta denominación, latînî, se encuentra >sobre todo en obras de «materia médica», que incluyen términos botánicos y farmacológicos, con sus sinónimos en varias lenguas, entre ellas en ese latînî que tanto califica, unas veces, al latín clásico, como a alguna de las formas bajo-latinas, incluido el latín africano, que también dejaría su rastro en la Península Ibérica, traído por beréberes latinados, como señaló la polémica y fundamental propuesta contenida en el Discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia de Jaime Oliver Asín [En torno a los orígenes de Castilla. Su toponimia en relación con los árabes y los beré- beres. Discurso de ingreso RAH. Madrid: RAH, 1974], donde señala la huella toponímica aquí dejada por «emigrantes [norteafricanos] de los primeros momentos de la conquista [musulmana]... en que muchos de los norteafricanos que vinieron... hablaban el sermo rusticus».
Pero las relaciones directas del latín y sus derivados con el árabe de al-Andalus fueron mucho más intensas y extensas, a través de los textos latinos y sus versiones al árabe, como también a través de contactos humanos, todo lo cual dejó una importante secuela de «latinismos», «mozarabismos» y «romancismos» en la lengua árabe de al-Andalus, fundamentalmente reflejada en préstamos léxicos, aunque su proporción no llegara a un 5% en el árabe de al-Andalus, y en su mayor parte producida mientras se mantenía un bilingüismo, que decrecía según avanzaba el proceso de la arabización lingüística, siendo el árabe en al-Andalus la lengua del poder político, de su religión y de su cultura (...)
Los préstamos de la lengua árabe a las lenguas peninsulares ocurrieron, fundamentalmente pero no sólo, durante la Edad Media, por la presencia de árabes y de arabófonos en al-Andalus y en el resto del territorio peninsular, transmitidos así directamente por vía oral, a través de las características poblaciones compartidas, así los «mozárabes» o cristianos andalusíes, y, entre otros grupos, los mudéjares y moriscos, que han sido puentes considerables de arabismos, como, respecto a cuestiones de relación cotidiana plantea S. Boissellier, «Les mudéjars dans le Sud portugais: l’étranger, l’integration et le quotidien, XIII-XIVe siècles»
[L’étranger au Moyen-Âge. Actes du XXe congrès annuel de la HHMES (Göttingen, 1999). París: 2000]. O por la vía escrita de las traducciones, o transmitidos indirectamente a través de una tercera lengua, como ocurre por vía de la presencia de los cruzados en Oriente y del comercio, o de transmisión y recreación literaria».
[Viguera Molins, María Jesus. "Lengua árabe y lenguas románicas", in Revista de Filología Románica, XIX (2002), pp. 46 y 50, respectivamente]

No obstante, esta influencia árabe, sólo se produjo en el léxico del castellano. En efecto, Cano Aguilar [ Cano Aguilar, Rafael. El español a través de los tiempos. Madrid: Arco libros, 2006] nos dice que no hay ningún fonema prestado del árabe ni ninguna pronunciación particular. Y aunque se suela señalar que la “h” aspirada que permanece en el andaluz, sustituyendo en el habla a la “h”, como en hondo> “jondo”, así de rotunda se muestra Toro Lillo:
«Todos los estudios realizados sobre correspondencia de fonemas de una lengua a otra han resultado negativos: los respectivos sistemas fonológicos fueron siempre impermeables el uno al otro. Asimismo, es posible, que la influencia de los prestamos árabes modificara la frecuencia de cierto tipo de acentuación: se incrementaron las palabras agudas y esdrújulas y el aumento de polisílabas: almogávar, berenjena…».
[Toro Lillo, Elena. La invasion árabe. Los árabes y el elemento árabe en español. In Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2006, [en línea] http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/la-invasin-rabe-los-rabes-y-el-elemento-rabe-en-espaol-0/html/00b64db8-82b2-11df-acc7-002185ce6064_2.html#I_0_]

Tanto Aguilar como R. Lapesa, sólo significan como arabismos algunos elementos en el aspecto morfosintáctico recogen, como la anteposición del artículo al-, que ha llegado a unirse a palabras de origen latino (almeja < ár. al + lat. mitulu; alpiste < ár. al + lat. pistu); el sufijo –í para formar gentilicios (ceutí, iraquí marroquí, nazarí, tunecí, yemení), sustantivos (jabalí, maravedí) o como atributivo (alfonsí, baladí, muladí...), etc...

Hemos dicho que donde encontramos muestra palpable de arabismos es en el léxico, fundamentalmente referido a las tareas, labores, oficios, utensilios, etc., que introdujeron en la península, y que fueron evidentemente novedosos y desconocidos para los nativos, de modo que adoptaron para los nuevos referentes los vocablos árabes. Mas no todos ellos les fueron propios, sino que muchos vocablos fueron adaptados previamente del griego (a cuyos grandes filósofos y científicos tradujeron, trasmitiendo su saber no sólo a España sino a toda Europa), de términos de toda la cornisa norteafricana y oeste de Asia, e incluso de más allá, como de Persia, la India, Bengala, etc. Más aún, por paradójico que nos pueda parecer, hay arabismos procedentes del latín (alcázar, que significa “castillo”, procede del “castrum” latino, p. ej.: al + castrum). Incluso, no todos proceden de la influencia directa de los árabes hispánicos, sino, como ya explicó Steiger, de términos adoptados previamente en el provenzal y francés, a través de las cruzadas, o del italiano a través del intercambio marítimo, etc., y que de esas lenguas pasaron al castellano.

Además, lo cierto es que no fue constante ni permanente el préstamo de términos árabes.

Pues bien, todo esto provoca, por un lado, que el hablante de la lengua castellana ignore su procedencia, a pesar del empleo popular, común y masivo de algunos de ellos (alquiler, ajedrez, naranja, limón, guitarra, albañil, cifra, cero, noria, etc...); por otro, que lo desconozca, por ser poco frecuentes en la actualidad o ser objetos o medidas que han dejado de utilizarse (alahilca, alcuza, quintal, almud, etc.), o por ser términos claramente especializados (alcora), o porque apenas existieron (como alcozcode, alhaite, alcora..., que ha pasado sólo por un único o escasos textos y ni siquiera sabemos bien lo que significan). Mas no todos le son completamente ignorantes: hay palabras que claramente las relaciona con el mundo árabe (mezquita, musulmán, Corán...).

En este artículo, vamos a reflejar algunos de los más de 4000 términos admitidos por la RAEL, con su etimología y significado.

¿CUÁNTOS ARABISMOS HAY EN NUESTRO VOCABULARIO CASTELLANO?

No hay mucho consenso, a pesar de que el interés por estos vocablos ya supera los cinco siglos, para que podamos dar una cifra sobre los arabismos existentes en nuestra lengua.

Fue Antonio de Nebrija, en su Vocabulario español-latino o "Dictionarium ex hispaniensi in latinum sermonem" (1495), luego en su Diccionario latino-español o "Lexicon hoc est Dictionarium ex sermone latino in hispaniensem" (1492) y finalmente en su "Diccionario Médico" o "Dictionarium Medicum" (1545), el primero en agregar múltiples términos en árabes, por su común uso, en sus textos. En éste último diccionario, como indica una de sus editoras, A. Carrera:

« sobresale especialmente la combinación de arabismos, helenismos y latinismos.
Con ella se refleja, casi gráficamente, la ambivalencia de quien pretende elaborar su trabajo sobre los autores griegos y latinos, y ha de recurrir a la nomenclatura común, en buena parte de procedencia árabe.
En cuanto a los arabismos, parece claro que Nebrija no traduce del árabe directamente, como tampoco debieron hacerlo la mayoría de los textos-fuente de los que extrae su vocabulario (índices y glosarios diversos).
Al igual que buena parte de los textos medievales, una enorme variedad gráfica en los términos tomados del árabe caracteriza este vocabulario. Copistas y editores se enfrentan a menudo en su tarea a palabras corruptas, mal escritas o marcadas con signos diacríticos que desconocen. Adaptar la fonética árabe a la latina no es fácil; el latín amplía el número de vocales respecto al árabe que, a su vez, las señala con signos que no suelen aparecer en los manuscritos; la misma ausencia se produce en los puntos diacríticos que diferencian las consonantes árabes, mucho más numerosas que las del sistema consonántico latino.
Así se explican las alternancias vocálicas tan normales en los arabismos recogidos en textos latinos, como comprobamos también en el "Dictionarium medicum": «alguesegues / alguesques» (del árabe 'alwaswas', enajenación mental por la que se habla solo); «altalisafar / altulisafar» ('talisafar' también en Avicena, 'Canon', II. Trac. II, cap. DCXIV); «baurrach / borrax» (del árabe 'bauraq', una clase de sal), etc.
La variedad consonántica es aún mayor. Aunque es prácticamente imposible su sistematización, sobre todo tras la comparación con otros textos, destacan las alternancias de 'l' y 'r' («furfur abbatis» sobre el árabe «fulful abjad»), 'f' y 's' («alcarfas / carasi», del árabe «karafs», nombre genérico de las umbelíferas); 'f' y 'ph' («alufulmen / alphulphumen / darfafel / fulfumine» sobre «fulful», pimienta en árabe), 'h', 't' y 'c' («alcana / alhana / altana», del árabe «hinna»); 'c', 'ch', 'k' y 'qu' («alcalil / alchichil / alquiquil», del árabe «al-iklil al-jabali» e «iklil al-jabal», «chesmes / kesmes / alquesmes»), etc.
La incorporación o no del artículo («al / a ») marca en algunos casos dos o más entradas para el mismo término: «albatechan / bateca» (del nombre genérico «battij»); «albelenguesif / berengisef», del árabe «biringasaf», una especie de 'artemisia' o «barangasaf», 'Artemisa vulgaris' L.; «alhermes / alkermes / kermes», la grana en grano, etc.».

[Carrera de la Red, Avelina (ed.). E. A. de Nebrija. Diccionarium Medicum. Salamanca, Univ. Salamanca, 2001, pp. 15-16].

[Cfr.: Acero Durántez, Isabel. "El Diccionario latino-español y el Vocabulario latino-español de Elio Antonio de Nebrija", in Anuario de Lingüística Hispánica, I (1985), pp. 11-22.
Carrera de la Red, A. "Arabismos técnicos en el 'Dictionarum medicum' de E. A. de Nebrija", in Rodríguez Adrados, Fco. (coord.). IX Congreso Español de Estudios Clásicos: Madrid, 27 al 30 de septiembre de 1995. Vol. VII. Madrid: 1999, pp. 83-88.
Nebrija, Elio Antonio de. Vocabulario español-latino. Madrid: RAE, 1951.
_____ . Diccionario latino-español. Germà Colón et Amadeu J. Soberanas (eds.). Barcelona: Puvill, 1979.
Aelii Antonii Nebrissensis. Dictionarium Medicum (introducción, edición y glosario de Avelina Carrera de la Red). Salamanca: Univ. Salamanca, 2001.]

En efecto, Joaquín Bustamente observó que

« Cuando se abre un libro renacentista de «Materia médica», o un glosario moderno de sinonimias de cualquier farmacopea nacional de los países directamente tributarios del latín científico, asombra la cantidad de léxico procedente de las traducciones medievales que en ellos ha pervivido. Del mismo origen, principalmente en la taxonomía botánica y con menor frecuencia en la zoológica, llegan hasta nuestros días, incluidos en la nomenclatura binomial dieciochesca, arabismos incorporados al latín hace ocho siglos».
[Bustamante Costa, Joaquín. Arabismos botánicos y zoológicos en la traducción latina (s. XII) del 'Calendario de Córdoba'. Cádiz: Área de Estudios Árabes e Islámicos-Universidad de Cádiz, 1996, pág. 7 ].

Luego, el conquense Juan de Valdés, amén de criticar a Nebrija por la incorporación de estos vocablos, en el "Diálogo de la lengua" (1533), nos dirá:

«Esta conquista, como creo sabéis, duró hasta el año de mil y cuatrocientos y noventa y dos, en el cual año los Reyes Católicos, de gloriosa memoria, ganando el reino de Granada, echaron del todo la tiranía de los moros de toda España. En este medio tiempo no pudieron tanto conservar los españoles la pureza de su lengua, que no se mezclase con ella mucho de la arábiga, porque, aunque recobraban los reinos, las ciudades, villas y lugares, como todavía quedaban en ellas muchos moros por moradores, se quedaban con su lengua; y, habiendo durado en ella hasta que pocos años ha, el emperador les mandó se tornasen cristianos o se saliesen de España, conversando entre nosotros, nos han pegado muchos de sus vocablos. Esta breve historia os he contado, porque, para satisfaceros a lo que me preguntasteis, me pareció convenía así. Ahora, pues habéis visto cómo, de la lengua que en España se hablaba antes que conociese la de los romanos, tiene hoy la castellana algunos vocablos y algunas maneras de decir, es menester que entendáis cómo de la lengua arábiga ha tomado muchos vocablos; y habéis de saber que, aunque para muchas cosas de las que nombramos con vocablos arábigos tenemos vocablos latinos, el uso nos ha hecho tener por mejores los arábigos que los latinos; y de aquí es que decimos antes alhombra que "tapete", y tenemos por mejor vocablo alcrevite que piedra "sufre", azeite que "olio", y, si mal no me engaño, hallaréis que para solas aquellas cosas que habemos tomado de los moros, no tenemos otros vocablos con que nombrarlas que los arábigos, que ellos mismos, con las mismas cosas, nos introdujeron; y, si queréis ir avisados, hallaréis que un al, que los moros tienen por artículo, el cual ellos ponen al principio de los más nombres que tienen, nosotros lo tenemos mezclado en algunos vocablos latinos, el cual es causa que no los conozcamos por nuestros. Pero, con todos estos embarazos y con todas estas mezclas, todavía la lengua latina es el principal fundamento de la castellana, de tal manera que, si a vuestra pregunta yo hubiera respondido que el origen de la lengua castellana es la latina, me pudiera haber excusado todo lo demás que he dicho; pero mirad que he querido ser liberal en esta parte, porque me consintáis ser escaso en las demás».
Juan de Valdés. Diálogo de la lengua (1533)

Mas tarde, en 1606, Bernardo de Aldrete, en el capítulo titulado «Vocablos arábigos que ay en el romance» (Libro III, Cap. XV) de su "Del origen y principio de la lengua castellana o romance que oi se usa en España" , les dedicará un breve excurso, en la misma línea que Valdés, recelando de que se usen términos árabes habiéndolos latinos.
[Aldrete, Bernardo. Del origen y principio de la lengua castellana o romance que oi se usa en España. Roma: Carlo Vuliet, 1606].

Todo ello da muestra de la conciencia existente en el español del siglo áureo de que muchos de sus términos comunes eran árabes. Sirva una muestra más, la que nos ofrece Miguel de Cervantes:

Pero todas estas referencias fueron breves y poco concretas. Será a finales del siglo XVI, cuando dos clérigos afincados en Granada nos ofrezcan un verdadero corpus de arabismos. Uno fue Francisco López Tamarid, quien en su "Compendio de algvnos vocablos arábigos introdvzidos en la lengua caſtellana en alguna manera corruptos, de que comúnmente vſamos, pueſtos por orden alphabético" (1585) nos ofrecerá 603 lemas. Otro, Diego de Guadix, quien hará una "Recopilación de algunos nombres arábigos que los árabes (en España, Francia, y Italia) pusieron a algunas ciudades y a otras muchas cosas ", que aunque no llegó a publicarse en su época, fue transmitida por Sebastián de Covarrubias a través del "Tesoro de la Lengua Castellana o Española" (1611) -pues a la sazón éste fue hermano del obispo de Guadix, Juan de Horozco y Covarrubias-, y que nos ofrecerá un total de 4336 voces, distribuidas entre 2275 apelativos y 2061 nombres propios.
[Cfr.: Guadix Diego de. Recopilación de algunos nombres arábigos que los árabes pusieron a algunas ciudades y a otras muchas cosas. Edición, introducción, notas e índices de Elena Bajo Pérez y Felipe Maíllo Salgado. Gijón: Trea, 2005.
_____ . Diccionario de arabismos: recopilación de algunos nombres arábigos. Estudio preliminar y edición de Mª Águeda Moreno Moreno. Jaén: Univ. Jaén, 2007.
López Tamarid Francisco. Compendio de algvnos vocablos arábigos introdvzidos en la lengua castellana en alguna manera corruptos, de que comúnmente usamos. Apéndice a Antonio de Nebrija, Diccionario de romance en latín. Granada: Antonio de Nebrija, 1585.]

Pues bien, hoy podemos decir que:

■ Según Cano Aguilar las palabras de origen árabe forman, aproximadamente, un 8% del léxico total, indicando que los términos primitivos son alrededor de 800 o 900 palabras, a los que hay que sumarles los derivados, y topónimos, con los que se llegaría a alrededor de 4.000
[ Cano Aguilar, Rafael. El español a través de los tiempos. Madrid: Arco libros, 2006, pág. 53].

■ A esta cifra llega también Rafael Lapesa, quien distingue en esta cantidad unos 850 arabismos cuya etimología es identificable y unas 780 palabras derivadas de ellos. Subraya que sus variantes formales son muy abundantes. Además, a esta suma agrega un millar de topónimos de origen árabe demostrable y casi otros quinientos probables.
[Lapesa, Rafael. Historia de la lengua española. Madrid: Gredos: 2001, pág. 133]

■ Luego, a este último planteamiento, se adhirió Antonio Alatorre.
[Alatorre, Antonio. Los 1000 años de la lengua española. México: FCE, 1989, pág. 79]

Respecto a su datación, Rafael Lapesa nos indica que la mayoría de ellos debieron entrar a formar parte del español antes del siglo X, durante los períodos del Emirato y Califato, períodos en los que la influencia árabe, en el aspecto político, económico, social y cultural fue grande, y en el que los mozárabes (bilingües) dejando plasmados en sus escritos estos términos. Siendo esto parcialmente cierto, gracias a los estudios realizados por E. K. Neuvonen [ Los arabismos en el siglo XIII. Melsinki: Imprenta de la Sociedad de Literatura Finesa, 1941.] sobre los arabismos del s. XIII y F. Maíllo Salgado [ Los arabismos del castellano en la Baja Edad Media. Salamanca, Univ. Salamanca, 1991] sobre los arabismos de la Baja Edad Media, podemos decir que el número de arabismos en la Edad Media fue muy bajo.
Todos estos arabismos no fueron conocidos por la generalidad de los hablantes unilingües romances de forma directa, sino a través de jergas profesionales, restringidas socialmente y utilizadas por individuos bilingües o en contacto con hablantes árabes, o por eruditos que conocían el árabe.
[García González, Javier. “El contacto de dos lenguas: los arabismos en el español medieval y en la obra alfonsí”, in Cahier de Linguistique Hispanique Médiévale, 18-1 (1993), pág. 347.]

¿CÓMO PODEMOS AGRUPAR ESTOS ARABISMOS?

Federico Corriente divide los arabismos según la manera de su transmisión al castellano en cuatro clases fundamentales: dos por vía directa y otros dos por vía indirecta, aunque deja claro que ni unos ni otros fueron incorporados al castellano directamente del árabe clásico. Así, los directos son los que fueron derivados del dialecto andalusí, es decir, del árabe hablado en el territorio de Al-Andalus. En cambio, los indirectos fueron adoptados de otros dialectos neo-árabes, particularmente de los empleados en Siria, Egipto y el resto del norte de África. Además, nos indica que en ambos casos la transmisión al castellano casi siempre tuvo una fase intermedia refiriéndose a hablantes bilingües, que adaptaban fonética, o a la grafía de traducciones y arabismos cultos o literarios. Hemos dicho quelos arabismos directos los podemos dividir en dos grupos.

● Los préstamos árabes transmitidos al castellano por causa del éxodo masivo de los mozárabes al norte cristiano.

● Los préstamos que fueron adoptados más tarde por los reconquistadores cristianos quienes en su marcha hacia el sur entraban en contacto con los mudéjares y posteriormente con los moriscos.

Pues bien, las voces árabes divulgadas por mozárabes y mudéjares no sufrieron cambios fonéticos, dado que ambos grupos dominaban el dialecto andalusí. Las alteraciones en este tipo de arabismos se realizaron en el momento de su transición del romance andalusí a las lenguas iberorromances del norte. Los fonemas árabes que resultaban extraños o desconocidos fueron reemplazados o suprimidos. En muchos casos fue necesario efectuar unas adaptaciones a la morfosintaxis romance, como por ejemplo la abundante aglutinación del artículo árabe al- en los sustantivos, derivación de algunos adjetivos y verbos, etc. También hemos referido que los arabismos indirectos podemos clasificarlos en dos grupos:

● Los préstamos adoptados mediante el contacto con los comerciantes, viajeros, embajadores, peregrinos o guerreros de lenguas distintas a la castellana, (catalanes, aragoneses, portugueses, franceses, poblaciones itálicas, etc.) que se trasladaban a tierras islámicas insertando en su lengua materna y en los dialectos peninsulares varios términos procedentes del árabe relacionados con tecnicismos de sus experiencias y oficios.

● Los préstamos que surgieron por las traducciones del árabe, puesto que algunas veces era imposible hallar una palabra que tuviera su equivalente en latín o romance.

Ambos tipos pasaron por doble adaptación: primero pasaron desde el neo-árabe al catalán, francés u otras lenguas y después de ellas al castellano y por eso es muy probable que recibieran cierta deformación.

Finalmente hay que hacer constar los arabismos modernos que se van incorporando recientemente a nuestra lengua, bien a través de autores literarios contemporáneos, bien por causa de las relaciones de España con países de África del Norte, especialmente con Marruecos; bien por asuntos sociopolíticos y económicos del mundo islámico actual.

[Cfr.: Hamerská, Jana. Comparación de los arabismos en español y en portugués. (Tesis Doctoral). Univ. de Masarykova, 2009., pp. 25-32.]

¿EN QUÉ CAMPOS DE LA ACTIVIDAD HUMANA EMPELAMOS ARABISMOS?

Según Rafael Lapesa, las palabras que proceden del árabe aparecen en gran parte de los campos de la actividad humana, a excepción del vocabulario relacionado con la expresión de sentimientos, deseos, vicios y virtudes.

Hay que tener en cuenta que el árabe sólo posee la categoría nombre, y no distingue entre sustantivo y adjetivo. Esto corresponde a una visión muy concreta de los fenómenos.

En todo caso, lo cierto es que tenemos términos referidos a múltiples campos, de los que vamos a poner algunos ejemplos de cada uno de ellos.

Agricultura: Ababol, acebuche, aceituna, acelga, aceña, acequia, acelga, acerola, acirate, ador, ajarafe, ajonjolí, alazor, albacora, albarda, albaricoque, alberca, albérchigo, alcacer, alcachofa, alcaduz, alerce, alfaguara, alfalfa, alfolí, algarroba, algodón, aljibe, almazara, almiar, almunia, alpechín, alquería, alubia, arcaduz, arroz, ataharre, atocha, azafrán, azúcar, azud, azufaifa, balcal, baldío, berenjena, cúrcuma, chirivía, enjalma, jáquima, jara, jaraíz, jaricar, limón, maquila, naranja, noria, ronzal, sandía, tahona, toronja, zanahoria, etc.

Alimentación y bebidas: Aceite, acíbar, adutaque, alacena, alajú, albóndiga, alcorza, alcuzcuz, alejija, alfajor, alfeñique, alficoz, almíbar, almodrote, altramuz, arrope, café, cebiche, jarabe, mazapán, moca, mojí, rabazuz, regaifa, etc.

Antroponimia: abacero, abasí, abencerraje, alcahueta, almohade, arriero, cazurro, coima, daifa, fulano, mamarracho, mequetrefe, mozárabe, muladí, musulmán, ralea, recuero, etc.

Arquitectura y mobiliario doméstico: Acitara, adaraja, adefera, adobe, adoquín, ajimez, alarife, albañal, alcantarilla, alcoba, alcuza, aldaba, aldea, alfarjía, alféizar, alfombra, alhamar, aljibe, almadraque, almirez, almohada, alleba, anafe, andamio, anafe, ataurique, azotea, azulejo, baldosa, candil, friso, garrafa, jofaina, rincón, sofá, tabique, taraca, tarima, zaguán, zaquizamí, etc.

● Arte militar: Aceifa, acémila, acicate, adalid, adarga, adarve, alarde, alcaide, alcazaba, alcázar, alfanje, alférez, algara, aljaba, almena, almirante, almocadén, almófar, añafil, arsenal, atalaya, azagaya, barbacana, carraca, cicate, corbacho, daga, gumía, gurapa, jarcia, jineta, jinete, rábida, rebato, tambor, tahalí, zaga, etc.

● Astronomía: aldebarán, auge, cénit, nadir, etc.

● Botánica: abelmosco, abiar, adelfa, ajenuz, albahaca, albaida, alcorque, alerce, alhelí, alhucema, almez, almoradux, anea, arrayán, arriate, aulaga, azahar, azucena, bambú, bellota, jara, jazmín, mízcalo, nenúfar, retama, sándalo, tamarindo, zorzal, etc.

● Comercio y administración: Aduana, adul, ahorro, alafa, albacea, albalae, albarán, alboroque, alcalde, alcabala, alguacil, alhóndiga, almacén, almayal, almayar, almoneda, almotacén, almud, arancel, arroba, arrabal, azumbre, barrio, cahíz, caravana, ceca, celemín, fanega, gabela, horro, maravedí, quintal, recua, tarifa, zafra, zalmedina, zoco, zocodover, etc.

● Indumentaria y adornos: aceituní, ajorca, alamar, alaqueca, albadena, albanega, albornoz, alcaller, alhaja, alfiler, alfoz, aljófar, aljuba, almalafa, almejía, almófar, almojarife, alquicel, arracada, atavío, badana, babucha, badana, barragán, bata, borceguí,cenefa, ciclatón, cordobán, chaleco, chilaba, chupa, fustán, gabán, guadamacil, guata, jarra, jubón, marfil, taza, tiraz, zahón, zaque, zaragüelles, zurrón, etc.

● Juegos y ocio: ajedrez, alfil, azar, baza, naipe, tahúr, etc.

● Matemáticas: álgebra, algoritmo, cero, cifra, guarismo, etc.

● Minerología: albayalde, almadén, almagre, almazarrón, azogue, azufre,

● Musicología: adufe, ajabeba, albogue, añafil, gaita, guitarra, guzla, laúd, matraca, rabel, tambor, etc.

● Oficios: ajorca, alamín, alarife, albañil, albéitar, alcaller, alfageme, alfarería, alfarero, alfayate, alfiler, alhaite, alhaja, alicates, aljófar, argolla, arracada, ataujía, engarzar, gañán, rabadán, zagal, etc.

● Química: aceche, acíbar, alambique, álcalí, alcanfor, alcohol, alquermes, alquimista, alquitara, alumbre, ámbar, azogue, elixir, jarabe, jaqueca, julepe, laca, matraz, mejunje, nafta, redoma, regaljar, talco, triaca, zala, etc.

● Religión: Alfaquí, aljama, alminar, almuédano, Corán, mezquita, morabito, musulmán, ramadán, sufí, sura, zala, etc.

● Toponimia:

Alfamén (الحمة, los baños), Alhama (الحمة, los baños).

Alabaras (barbacana).

Albalate ( البلاط, camino), Albalatilo ( البلاط, el camino), Almansa (المنصف , la mitad del camino), Almusafes (المنصف , la mitad del camino).

Ador (الدور , las casas), Albeta (el caserío).

Alcácer (القصر , el alcázar), Alcalá (القلعة , el castillo), Alcalatén (القلعتين , los dos castillos), Alcaltenas (القلعتين , los dos castillos), Alcazaba ( القصبة , la fortaleza), Alcázar (القصر , el castillo), Alcocer (القصر , el alcázar), Alcolea (القليعة , el castillejo), Alquézar (القصر , el castillo), Calahorra (el castillo libre: no tiene nada que vez con Calahorra, de kalagurris)), Calaceite (el castillo de Zayd, último gobernador almohade y penúltimo soberano de Valencia y su región, en el siglo XIII), Calatayud (قلعة ايوب , el castillo de Ayyub), Calatañazor (قلعة النسور , el castillo de las águilas), Calatrava (قلعة رباح , el castillo de Rabah), Iznajar (castillo alegre), Iznalloz (Hisn al-lawz = Iznalloz , castillo del almendro).

Albaida (البيضاء , la blanca), Albelda (البيضاء ,el blanco), Alhambra (la roja).

Almudaina (المدينة , la ciudacita), Medina (مَدينة , la ciudad), Medinaceli (مدينة سالم , ciudad de Salim), Minateda (madinat Lyih = Hellín).

Alcudia (الكوديا, el cerro de la colina).

La Sagra (صحراء, desierto, como Sáhara).

Alberca (البركة , el estanque), Jerez (شريش , estanque).

Almazán (المحصن , lugar fortificado), Alozaina (al-Ḥuṣayna, pequeña fortaleza), Aznalcázar (Hisn al-qasr= Aznalcazar, fuerte del palacio), Aznalfarache (fuerte de al-Faray).

Benejama (بني الشحمي , hijos de las tierras fértiles), Beniajar (بني النجار , hijos del carpintero), Benicasim (بني قاسم , hijos de Qasim), Benijófar (بني جعفر , hijos de Yafar), Benimámet (بني محبط , hijos de Mahbit), Benimeli (بني مالك , hijos de Malik -el rey-), Bentarique (بني طريق , los hijos de Tariq). Este Ibn (بني) también se puede traducir por casa o linaje: Benacazón (casa de Qazun), Benagalbón (Casa de Galbum), Benalmádena (casa de al-Madana), Benamahoma (Casa de Muhammad), Benaocaz (casa de mercado), Benaoján (casa de panaderos).

Almunia, Armuña (al-munia, el huerto), (al)Muniesa (el huerto).

Aboaire (la laguna), Albufera (البحيرة , la laguna).

Almenara (lugar de la luz).

Albacete ( البسط, la planicie, la llanura), Azaila (el llano), La Mancha (لا منشا , la llanura sin agua, seca), Los Pedroches (البلوط فحص llanura de encinas).

Almadén (الميدان, la mina), Cuevas de Almudén (الميدان, la mina).

Almonacid (el monasterio), La Rábida (رِباطْ, el monasterio fortificado).

Gibraleón (el monte de la fuente), Gibralfaro (el monte del faro), Gibraltar (جبل طارق, monte de Tariq-el primer invasor árabe a España), Jabalcuz (monte de la jara), Jabalquinto (monte de Quinto).

Albarracín (de Al Banu Razin, un gobernante bereber de esta localidad), Almanzor (المَنْصور, del al-Mansur, el victorioso), Calatayud (castillo de Ayud), Castielfabib (castillo de Habib), Medinaceli (ciudad de Selim), Calasanz (el castillo de Sancho), Valladolid (بَلَد الوَليد, el lugar de Walid).

Axarquía ( ال شرق ية, la región oriental o del este), Jarque de la Val (A oriente del valle).

Alcacer (القصر, el palacio), Alcasar ((القصر, el palacio), Alcocer (القصر, el palacio).

Algarbe ( الغرب, el poniente, el oeste).

Albelda (pueblo), Aldaya (الضيعة , aldea), Alquería (القرية , el pueblo).

Alcanadre (al-qanatir, los puentes), Alcántara (القنطرة, el puente).

Hidrónimos formados por "wadi" (وادي): Guadajoz (río de la turbia), Guadalajara (وادي الحجرة , río de las piedras, el Henares), Guadalaviar (وادي الابيض , río blanco), Guadalbacar (وادي البقر río de la vaca), Guadalbanar (وادي الفنار, faro del río), Guadalbarbo (río del berebere), Guadalcanal (río del canal), Guadalcázar (وادي القصر , río del alcázar), Guadalertin (وادي التين , río de lodo), Guadalerza (وادي الحرْس , río de la guardia), Guadalest (وادي لشت, río de las lastras, piedras llanas), Guadalete ( (وادي لشت, río de las lastras, piedras llanas), Guadalfeo (río de la quebrada), Guadalhorce (río silencioso), Guadalhorra (وادي الغار , río de la cueva), Guadalimar (وادي الأحمر , río rojo), Guadalix (río de los alisos), Guadalmedina (وادي المَدينة, río de la ciudad), Guadalmina (río del puerto) Guadalquitón (وادي القط , río del Gato), Guadalquivir (الوادي_الكبير , río grande), Guadalupe (وادي الذئب , río del lobo), Guadalviar (وادي الأبيض , río blanco), Guadamesí (río de las mujeres), Guadarrama (وادي الرَمْل, río de arena), Guadiana (وادي , río Annas), Guadix (وادي آش , río Acci), Gualdalcázar (وادي القصر , río del alcázar), Guadarromán (río de las granadas), Guadasepe , Guatizalema (río tranquilo o río de los Salama)...

Alfaguara (surtidor).

Alborge (la torre), Alboraya (البريجة , la torrecita), Almenara (المنارة , el minarete, la torre de la mezquita), Almería (المرأى, la atalaya), Alburquerque (torre de la encina), Atalaya ( الطليعة, la torre de vigilancia), (al)Borja (Alburg, torre), Bujalaro (torre de Harum), Bujaraloz (la torre de la novia), Bujeda (burg, torre) Purchil (torre de la luna).

Alcira (الشقر جزيرة , la isla de Shuqr), Algeciras (الجزيرة الخضراء, la isla verde).

Alpujarra (البشرات, la tierra de pastoreo).

Badajoz (بطليوس , tierra de nogales).

Cáceres (قصرش , quizá del latín castris).

● Utensilios: acetre, alcuza, alfombra, aljofifa, almirez, almohadón, anafe, batea, candil, cojín, garrafa, jofaina, mandil, sofá, toalla, etc.

● Zoología: adive, alacrán, aladroque, albacora, alcatraz, almadraba, chacal, gacela, galápago, jabalí, japuta, marmota, marrano, mojama, res, zorzal, etc.

[Cfr.: Alatorre, Antonio. Los 1001 años de la lengua española. México: FCE, 1989, pp. 79-86.
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¿EN QUÉ CATEGORÍAS GRAMATICALES ENCUADRAMOS ESTOS ARABISMOS?

Aunque tenemos arabismos en todas las categorías gramaticales, lo cierto es que fundamentalmente los encontramos en sustantivos y adjetivos, siendo escasos los adverbios, interjecciones, preposiciones, pronombres y verbos.

Adjetivos: añil, azul, bacarí, baladí, baldío, barceno, barcino, beduino, bereber, cafre, carmesí, cazurro, ceutí, cicatero, curdo, chulo, edrisí, escarlata, farruco, gandul, garrido, gilí, haragán, horro, jarifo, mezquino, rahez, zahareño, etc...

Adverbios: he, de balde, de marras...

Interjecciones: ¡arre!, ¡hala!, ¡hola!, ¡guay!, ¡ojalá!...

Preposiciones: hasta.

Pronombres: fulano, mengano.

Sustantivos: ya citados en cada una de las secciones anteriores.

Verbos: acicalar, alardear, alborozar, alicatar, arrear, azotar, baldar, ciclar, embarazar, engarzar, gandulear, halagar, haraganear, recamar, etc.


Si quiere ver un pequeño diccionario que he elaborado con los arabismos en castellano, puede ira a la entrada: <>.

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