Iniciamos este artículo complementando lo que hemos referido en todos los que hemos elaborado en la introducción contextual de la lírica en Al-Andalus (apartados 07.1.1. del 1. al 8).
Nos recuerda María Jesús Viguera que
«las gentes de al-Ándalus tenían distintas procedencias, cada una con sus rasgos; la distinción entre autóctonos y foráneos fue disminuyendo, pues los segundos generalizaron su estructura y su supraestructura en al-Ándalus. Entre ambos contrastaban, de partida, diversos rasgos esenciales: étnicos, religiosos, culturales y estructurales. En el siglo VIII, los autóctonos eran hispanorromanos-visigodos, cristianos y judíos, de cultura latina y con una estructura feudalizante. Los foráneos eran árabes y beréberes, musulmanes, de cultura árabe y con una estructura tribal, pero, sobre ellos, la estructura estatal islámica (…).
Esa generalización de la estructura estatal islámica, bien notable desde el X, redujo diferencias entre los elementos de la población, hasta resultar mayoritariamente cohesionados en una entidad ‘andalusí’, araboislámica, fuera de la cual la divergencia quedó, en progresiva disminución, representada por algún vestigio ―o localizada nueva aportación― clánico árabe y beréber, y por los cristianos y judíos de al-Ándalus, cada vez en menor proporción, aún no convertidos al Islam (…).
La conversión al islam de los autóctonos no se produjo de una vez, en tiempos de la conquista, sino progresivamente, conviviendo la religión oficial con un apreciable número de cristianos y judíos, hasta su significativa disminución desde finales del siglo XI».
[Viguera Molins, María Jesús.- “La sociedad musulmana en al-Ándalus: su reflejo en los textos”, in Izquierdo Benito, Ricardo et Sáenz-Badillos, Ángel (coords.).- La sociedad medieval a través de la literatura hispanojudía. Murcia, Universidad de Castilla La Mancha, 1.997, pág. 29, pág. 31 y pág. 41.]
Por eso, siguiendo a Marcos Marín, diremos que hay que
«caracterizar lingüísticamente Al-Ándalus como un ‘continuum’ que va, desde una variedad romance andalusí, hasta una variedad de árabe clásico (…). Los usuarios del romance andalusí no eran cristiano, ni necesaria ni mayoritariamente, del mismo modo que también habría cristianos entre los usuarios del árabe andalusí. Encontramos usuarios cristianos, mozárabes, pero también musulmanes, para lasdos variedades lingüísticas, que sería mejor considerar una única variedad, con un espectro amplio. Hasta llegar al árabe clásico (extremo ideal sólo realizado plenamente en la lengua escrita), este ‘continuum’ se caracterizaría por una presencia mayor o menor de una de las dos lenguas en contacto. Unos hablantes usarían un léxico más latino-hispánico para comunicarse con hablantes del mismo extremolingüístico y, esos mismos hablantes, relexificarían hacia un léxico más árabe cuando se relacionaran con hablantes más arabizados que latinizados. Desde el otro extremo ocurriría exactamente un movimiento simétrico (…).
Permanecen en el territorio musulmán hispánico unos grupos de cristianos cuya vida va siendo progresivamente más dura, hasta su desaparición. La relación idílica entre cristianos, moros y judíos en la Hispania medieval no fue ni mucho menos la norma y sólo una simplificación abusiva de la compleja explicación de Américo Castro puede presentarla como tal. Es cierto que hubo períodos de relativa tolerancia, sobre todo en las esferas más ilustradas del poder, tanto musulmanas como cristianas, pero, en general, fue una convivencia conflictiva».
[Marcos Marín, Francisco.- “Forma y contenido en las cantigas de amigo y las jarchas. La nueva perspectiva”, in Cortijo Ocaña, Antonio, et al. (coords.).- Estudios Galegos Medievais, Vol.1. de Studia Hispánica Californiana. Santa Bárbara-California, University of California, 2.001, pp. 63-64.]
En efecto, con la llegada de los almorávides a la península, en el siglo XI, y luego con los almohades, en el siglo XII, se produjo un férreo control religioso y social, que supuso una conversión masiva al islam o una clara deportación de los cristianos y judíos, de tal manera, que finalmente se generó una suerte de unidad cultural entre las etnias, con predominio de la cultura dominante, esto es, la árabe.
Pues bien, en base a ello, podemos decir que hasta el siglo X, la lírica de Al-Ándalus siguió, de una parte, admirando e imitando las viejas composiciones de los poetas árabes anteislámicos; de otra, el esquema de la poesía clásica oriental..
[Cfr.: Ramírez del Río, José.- La orientalización de Al-Ándalus. Los días de los árabes en la Península Ibérica. Sevilla, Universidad de Sevilla, 2.002.]
LAS MU'ALLAQAT
Así, nuestros poetas gustaron del Mu’allaqat (المعلقات, odas colgantes) o grupo de siete (diez) largas casidas escritas por otros tantos poetas (sa’ir, شاعر.):
según una crítica u otro varía el número de poetas. Unos consideran que son siete (Imru’ al-Qays, Tarafa Ibn al-Abd, Zuhayr Ibn Abi Saalma, Labid Ibn Rabi’a, ‘Amru Ibn Kulzum, ‘Antara Ibn Saddad, al-Harit Ibn Hil-liza), otros ocho (añadiendo a Annabiga Addubyani) y otros 10 (añadiendo a al-A’sa al-Akbar y ‘Abid Ibn al-Abras).
[Pueden leerse en árabe y escucharse en http://zinedine07.free.fr/.
También se pueden leer en esta página http://www.arabespanol.org/cultura/index.htm.
En cualquier caso, vid.:
Corriente Córdoba, Federico.- Las Mu’allaqat: antología y panorama de Arabia preislámica, Madrid, Instituto hispano-árabe de cultura, 1.974.
___.- Las diez Mu’allaqat. Madrid, Hiperión, 2.005.]
Veamos a título de ejemplo el Mu’allaqat de Imru’ al-Qays B. Hagr al-Kindi [Corriente Córdoba, Federico, Las diez Mu’allaqat, Madrid, Hiperión, 2.005]:
[descripción de las ruinas]"¡ Haced alto!: Lloremos al recuerdo de un amante y campamento
al término de sinuosas dunas, entre Dahul y Hawmal
Tudih y al-Miqrat, cuyas trazas no se han desvanecido
por la urdimbre de siroco y bóreas:
Vese el sirle de gacela en sus patios
y explanadas, cual granos de pimienta."
En la alborada del adiós, el día de su marcha,
yo por las acacias del aduar diríase machacaba tuera ,
5 y mis compañeros, parando allí junto a mí sus monturas,
decían: "No perezcas de pesar, ten ánimo".
Mas mi cura han de ser las lágrimas vertidas,
pues, ¿qué socorro ha de haber en unas borrosas trazas'?
Tal solíame pasar ya antes: con Umm al-Huwayrit y su vecina, Umm al-Ribab, de Ma'sal,
que, al alzarse, exhalaban almizcle
cual soplo de céfiro trayendo aroma de clavo,
y las lágrimas de mis ojos, de pasión desbordaban
sobre el pecho, hasta mojar mi tahalí
10 ¡Qué fastos días tuve con ellas,
Sobre todo aquél en Darat Gulgul!
El día en que sacrifiqué mi montura a las doncellas
y su basto fue tan peregrinamente acarreado:
Las muchachas lanzábanse la carne a porfía
y grasa cual flecos de trenzada seda...
[El amor]
El día en que entré en el palanquín de 'Unayza
y me dijo: "A pie me harás ir, ¡tengas mal ventura!" ,
Y, al ceder el basto con nosotros ambos, seguía:
"lmru' al-Qay.s', has lastimado mi acémila, baja".
15 Dije yo: "Marcha, suéltale las riendas, no me alejes de tu grata vendimia,
que a cuántas, tus iguales, vine de noche y, embarazada o criando
hícela descuidar el hijo de un año, con amuletos:
si tras ella lloraba, tornábale medio cuerpo
mas la mitad bajo mí no bullía".
Un día por cima de las dunas me esquivaba
haciendo juramentos sin excepciones:
"Eh, Fátima -dije-, atenúa algo estos desdenes,
y si has decidido romper, hazlo gentilmente,
20 ¿O es que te engaña en mí el que tu amor me atormenta
y cuanto ordenas mi corazón hace?
Si algo en mi condición te agravia,
aparta mi corazón del tuyo, y quedará apartado;
Pues tus ojos sólo lloran para que alcancen
tus dos saetas los pedazos de un corazón lacerado."
¡Con cuánta beldad recatada, cuyo pabellón no es frecuentado
gocé de solaz no abreviado!
Franqueé hasta ella guardias y gentes
ávidas, si pudieran silenciarla, de mi muerte,
25 mientras las Pléyades en el cielo se mostraban
como trechos de un collar de cuentas intercaladas;
Llegaba yo y, ya desnuda para dormir, de sus ropas
salvo ligero atavío, dentro de la tienda,
decía: "Juro por Dios que no tienes excusa,
ni creo que tu extravío te deje".
Salíamos andando; tras nosotros ella arrastraba
sobre nuestras huellas la cola de recamada saya
y cuando cruzamos el ámbito del aduar y nos acogió
una tersa hondonada entre lomas de arenisca,
30 atraje por las trenzas su cabeza, y se me vino,
delicado el talle, opulento el lugar de las ajorcas,
esbelta, clara, prieta,
bruñido como espejo el pecho,
primicia de albura tocada de trigueño,
alimentada por vedadas aguas cristalinas,
mostrando evasiva un lozano (rostro) y protegiéndose
con la mirada de un hembra de Wagra con cría;
¡qué cuello cual de gacela, ni desproporcionado
al alzarlo, ni desguarnecido!
35 ¡qué cabellera engalana su espalda, prieta como carbón,
espesa como racimo cargado de palmera!
sus bucles se alzan hasta lo alto,
se pierden las guedejas, entre prendidas y sueltas. ..
¡Gentil talle apretado como trenza,
y qué piernas como estipe (en palmeral) regado y cargado!
Granos de almizcle cubren cl lecho en que aún
reposa al mediodía, desceñida, en n!egh'gente atavío,
y tiende sus tenues, suaves ( dedos)
como larvas de ,?rubí o mondadientes de isl:Ial.
40 Ella ilumina las sombras del atardecer cual
lámpara de célibe monje en la noche:
A una tal contempla el prudente arrebatado,
cuando se yergue entre mozas y mujeres.
Los hombres olvidan sus cegueras juveniles,
mas mis entrañas tu pasión no olvidan:
¡cuánto tenaz rival por tu causa rechacé,
consejero irremiso en su censura!
¡cuánta noche, cual onda marina, desplegó sus velos
sobre mí para afligirme con diversos pesares!
45 y dije a la noche, que su mitad delataba
prolongando su término, alejándose de su comienzo:
" Ea, larga noche, ea, descúbrete en
alborada, aunque ésta no haya de ser mejor,
oh noche, cuyas estrellas parecen (sujetas)
con maromas de cáñamo a sólida piedra.
iCuántas veces del odre de la gente fijé los cabos
a mi espalda sumisa y asendereada!
¡cuánta vaguada he cruzado, desierta cual panza de onagro,
donde aullaba el chacal como jugador cargado de prole!
50 Respondí a sus aullidos: "También mi condición
es escasa fortuna, así como tú próspero nunca fuiste:
Ambos si algo logramos, prodigárnoslo
y quien cultiva a nuestra guisa, enflaquece."
[el viaje y la vanagloria]
Al alba a menudo, aún en su nido las aves,
voy en un (corcel) ligero, corredor de fieras, recio,
que yendo )' viniendo, avanzando y volviendo,
parece una roca que arrastra de arriba el torrente;
Es bayo: resbala la crin por medio de su lomo,
como la lluvia sobre lisa piedra;
55 nervioso y delgado, parece su piafar,
cuando impaciente, el hervor de un caldero;
Galopa cuando otros ya; de fatiga,
levantan polvo en el duro hollado suelo;
Desmonta de su lomo al mozo ligero
y hace perder sus ropas al corpulento forzudo;
Raudo como la bola del niño que hace girar
el vaivén de sus manos, a un cordel amarrada;
Tiene flancos de antílope, patas de avestruz,
trote de lobo y galope de zorrezno;
60 Costilludo, cubre su trasero de la vista por atrás
con una abundante (cola) hasta casi ras de tierra, recta,
y su lomo parece, cuando se ladea,
muela de novia o mortero de tuera;
La sangre (seca) de las primeras presas en su garganta
parece juego del alheña en peinadas canas.
Una vez nos entró una manada, cuyas hembras parecían
doncellas de Duwar18 en túnica de cola,
y se dispersaron como cuentas de ónice intercaladas,
del cuello de un niño noble en la tribu;
65 pero (el corcel) dio conmigo alcance a las avanzadas, mientras atrás
las rezagadas, en pelotón, ni pudieron esparcirse:
a la carrera perseguía toros y vacas.
alcanzándoles sin que brotara sudor que lo cubriera;
Por largo espacio los cocineros ya preparaban
filas de asados, ya apresuradamente la carne cocían.
Aquella tarde la mirada apenas podía abarcarlo:
cuantas veces lo admiraba por arriba, la vista bajaba;
y pasó la noche con su silla y riendas,
de pie ante mí, sin ir suelto.
70 Amigo: ¿ves el relámpago cuyo brillo te muestro,
entre densas coronadas (nubes), conlo el centelleo de sus patas?
¿es su fulgor que resplandece o los candiles de un anacoreta,
de torcida mecha, que empapó en aceite?
Me senté con mis compañeros, entre Darig
YAl-‘Udayb, a buena distancia de mi espectáculo:
El aguacero parecía extenderse por la diestra hasta Qatan,
y hasta Sitar y Yadbul, por la izquierda;
el agua comenzó a fluir en torno a Kutayfa,
volviendo copa abajo grandes troncos de kanahbal:
75 las salpicaduras llegaron a Al-Qahan,
desalojando de sus cobijos a los manchados (antílopes),
y en Tayma no dejaron tronco de palmera
ni construcción que no fuera de piedras y mortero;
Tabira parecía, al comenzar el turbión,
un cacique de gentes, en su túnica rayada.
y las alturas del collado de Mugaymir amanecieron,
con la inundación y su aluvión, como el cabo de un huso:
su carga lanzada a la desierta hondonada fue como
la llegada del yemenita, cargado de telas.
80 Los pájaros del valle, de mañanita,
bebieron néctar generoso apimentado,
y las fieras ahogadas la víspera
en remotos paraderos, parecían como raíces de cebolla albarrana.».
Pero también se recrearon con la Hamasa (حماسة, exortación, fortaleza), reunido por Abu Tammam (800-845), que contiene epopeyas.
[Cfr.: Veglison Elías de Molina, J.- La poesía árabe clásica. Madrid, Hiperión, 1.997, pp. 45 y ss.
Recordemos que conocemos los comentarios realizados a esta obra (también lo hará de Mu’allaqat), por el hispanoárabe Abu Hayyay al-‘Alam al-Santamari (de Santa María del Algarbe) (1.083), sirviéndose de ejemplo de cómo eran conocidas y estudiadas estas obras en Al-Ándalus.]
O con el "al-Mufaddalat" ( المفضّلات, las preferidas), recopilación de las obras de 6 poetas antiguos; con el "Ash’ar al-‘arab" (أشعار العرب, la poesía de los árabes), que es una recopilación de poesías beduinas; con el ‘Ash’ar al-lusus (أشعار اللصوص, los poemas de los bandidos); deleitándose en los "madih" (مديح, panegíricos) y las "rasa’il" (رسائل, cartas, epístolas o misivas de la cancillería conmemorando los principales hechos cortesanos); sintiendo la musicalidad de las "ritas" o "martiyya" (elegías estructuradas en tres partes diferenciadas: llanto por el difunto, elogio fúnebre y exhortación a resignarse ante la muerte. [Vid.: Bastawi, Muna R..- "Las elegías de Ibn Zamrak", in Anaquel de Estudios Árabes, X ( 1.999), pág. 29]), al modo de al-Jansa (siglo VII), y el "wasf" o poema descriptivo; y, sobre todo, deleitándose con las "qasidas" (قصيدة, dirigirse a alguien), forma por excelencia de la poesía pre-islámica, poema monorrimo en consonante y métrica cuantitativa como la grecolatina, pudiéndose establecer el inicio de la conquista almorávide como el fin de la poesía clásica árabe y el desarrollo de la poesía popular.
Gustarán también de los epigramas:
Veamos este poema de Umayya Ibn Abu-as-Salt (m. 1064),«En elogio de todos aquellos objetos con que un lujo refinado ornaba la mansión de los magnates, como estatuas de bronce o de ámbar, vasos magníficos, fuentes y baños de mármol, y leones que vierten agua.
Sus poesías morales o filosóficas discurren sobre lo fugaz de la existencia terrenal y lo voluble de la fortuna, sobre el destino, al que ningún hombre puede sustraerse, y sobre la vanidad de los bienes de este mundo y el valor real de la virtud y de la ciencia. Con predilección, procuran que perduren en sus versos ciertos momentos agradables de la vida, describiendo una cita nocturna, un rato alegre pasado en compañía de lindas cantadoras, una muchacha que coge fruta de un árbol, un joven copero que escancia el vino, y otras cosas similares. Las diversas ciudades y comarcas de España, y también sus mezquitas, puentes, acueductos, quintas y demás edificios suntuosos, son encomiadas por ellos».
[ Schack, A. F. de.- Poesía y arte de los árabes en España y Sicilia. Sevilla, Ed. Espuela de Plata, 2.007, pág. 61]
A una bella escanciadora:
Más que el vino que escancia,
vierte rica fragancia
la bella escanciadora,
y más que el vino brilla en su tersa mejilla
el carmín de la aurora.
Pica, es dulce y agrada
más que el vino su beso
y el vino y su mirada
hacen perder el seso.
Pero, a pesar de la admiración de los poetas hispanomusulmanes por esta vieja literatura, como recuerdan Ángel González,
«No pueden menos de sufrir la influencia del medio andaluz en que viven; y así en vez de enemistades de las tribus o las discordias por causas de pastos, cantan la lucha del Islam con los cristianos; y al par de las alusiones al desierto o a la vivienda abandonada, se describen risueños jardines y arroyos cristalinos, para lo cual hubieron de emplear imágenes nuevas».
[González Palencia, Ángel.- Historia de la literatura arábigo-española. Barcelona, Labor, 1.928, pág. 36.]
BIBLIOGRAFÍA.-
Adonis. Poesía y poética árabes. Madrid: Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 1997.
Cantarino, V. Casidas de amor profano y místico. Méjico: Editorial Porrúa, 1988.
Garulo, T. La literaura árabe de Al-Andalus durante el siglo XI. Madrid: Hiperión, 1998.
Menéndez Pidal, Ramón. Poesía árabe y poesía europea. Madrid: Espasa-Calpe, 1973.
Pérès, H. Esplendor de Al-Andalus. La poesía andaluza en árabe clásico en el siglo XI, sus aspectos generales, sus principales temas y su valor documental Madrid: Hiperión, 1983.
Rubiera Mata, María J. Literatura hispanoárabe. Madrid: Editorial Mapfre, 1992.
Schack, A. F. von. Poesía y arte de los árabes en España y Sicilia. Madrid: Libros Hiperión, 1988.
Veglison Elías de Molina, J. La Poesía árabe clásica. Madrid: Hiperión, 1997.
Vernet, J. La cultura hispanoárabe en Oriente y Occidente. Barcelona: 1978.