Señor licenciado, cure
las cataratas que ciegan
los ojos, que en la memoria
dan luz a la inteligencia;
[005] porque, curadas, avive
su vigilancia Minerva,
si es que desea saber
el arte de hacer comedias.
La comedia es una traza
[010] que, desde que se comienza
hasta el fin, todo es amores,
todo gusto, todo fiestas.
La tragicomedia es
un principio, cuya tela
[015] (aunque para en alegrías)
en mortal desdicha empieza.
La tragedia es todo Marte,
todo muertes, todo guerras;
que por eso a las desgracias
[020] las suelen llamar tragedias.
La comedia antiguamente
tenía coros y scenas,
pasos y autos; pero agora
en tres jornadas se encierra
[025] y cada jornada tiene
cien redondillas, aunque éstas
son de a diez, porque con eso
ni corta ni larga sea.
De tercetos y de estanzas
[030] ha de huir el buen poeta,
porque redondillas solo
admiten hoy las comedias.
Partir una redondilla
con preguntas y respuestas,
[035] a cualquier comedia da
muchos grados de excelencia,
puesto que hay poetas hoy
avaros con tantas veras,
que hacen (por no las partir)
[040] toda una copla mal hecha.
No le ha de doler borrar
una y otra escrita scena;
que quien algunas no borra,
lejos está de la enmienda.
[045] Cuatro figuras en peso
han de llevar su quimera,
porque es de más artificio
con esto el enredo della.
Hacer la postrer jornada
[050] sin acabar la primera,
es señal de que la traza
tiene mucho de perfeta.
Un romance y un soneto
pide solo la que es buena;
[055] lo demás es meter borra
para hinchir vacíos della;
la propiedad de su enredo
(según las cómicas reglas)
negocio ha de ser que acaso
[060] dentro una casa acontezca.
Segunda ni media vez
relatar acaso en ella
lo que se ha dicho al principio
maraña es de ingenio ajena.
[065] El lenguaje el más castizo,
y un pensamiento o sentencia
entre cuatro redondillas,
bien se escucha y mejor suena;
porque decir de ordinario,
[070] tras una y otra quimera,
uno y otro pensamiento,
cansa al gusto y no se lleva,
y en ocasión de apretar
un paso de más alteza,
[075] no se logra la costumbre,
cansada de oír sentencias.
El lacayo y la fregona,
el escudero y la dueña,
es lo que más en efeto
[080] a la voz común se apega.
Una letra, en ocasión
de un paso de gran tristeza
al vulgo, mientras se canta
envuelta en silencio, eleva.
[085] Salir un cómico solo
contando una larga arenga
es ocasión para que
con silbos dentro se vuelva;
que solo, quien solo sale,
[090] por no cansar, en tres letras
su razón ha de decir,
y si en menos, no lo yerra.
La suspensión hasta el fin,
el autor de Cariclea
[095] en Teágenes confirma
lo que en esto el gusto alienta;
que conocer al principio
los sucesos del fin della,
ni es de mano artificiosa,
[100] ni es obra de ingenio llena.
Algunos por varios modos
amor sin guerras condenan,
y otros guerras sin amor.
¡Ay de quien tal gusto templa!
[105] Ellas, pues, habrán de ser
ni tan bravas ni tan tiernas,
que den por uno en lloronas
y den por otro en sangrientas.
Después, licenciado mío,
[110] que estas reglas y artes sepa,
un sujeto escogerá
que dé nombre a su comedia.
Supuesto el fin que el mayor
de los que el aplauso aprueba,
[115] es ver fingir un traidor
un leal, aunque le ofendan,
un perseguido de quien
la persecución desdeña,
un hombre a quien la fortuna
[120] o le sube o le atropella,
un dadivoso Alejandro,
una Eriphile avarienta,
un cruelísimo Nerón,
un pïadosa Fedra;
[125] porque destas circunstancias
el énphasis que se muestra,
suspende, y la suspensión
de un cabello al vulgo cuelga.
Luego de otros atributos,
[130] el panal de sus colmenas,
el abeja de su ingenio
pondrá en la más alta esphera.
Letras, loas y entremeses
buscará de mano ajena,
[135] porque la propia de todos
como propia se condena.
De don Gaspar Mercader,
conde de Buñol, las letras
serán, porque, siendo suyas,
[140] tendrán gracia y serán buenas;
las loas del gran Ferrer,
que ha de gobernar Valencia,
el divino don Luis
doctísimo en todas ciencias;
[145] el verso, conceptuoso,
y las quintillas perfetas
del culto Ricardo busque,
pero no afecte su estrella.
Y al fin, fin, de espada y capa
[150] dará a las salas comedias,
y al teatro para el vulgo
de divinas apariencias.
Entre los compendios son
de las artes de mi escuela;
[155] apréndalos, y saldrá,
si no cómico, cometa.
Ser esto verdad le juro
por las más que humanas letras
del Arte Amandi de Ovidio;
[160] que así juran los poetas.
BIBLIOGRAFÍA.-
Sánchez Escribano, Federico et Porqueras Mayo, Alberto. Preceptiva dramática española. Del Renacimiento y el Barroco. Madrid: Gredos, 1972, pp. 181-185.