TEMAS QUE VAMOS A DESARROLLAR |
1. Reinado de los Reyes Católicos.
1.1. El mercantilismo.
1.2. El restablecimiento de la autoridad real en las coronas de Castilla y Aragón.
1.3. Los hitos de la política de los Reyes Católicos.
2. Reinado de Carlos I.
2.1. Una mala entrada en los reinos peninsulares.
2.2. La herencia territorial de Carlos I.
2.3. Las guerras en el exterior.
a) Guerras contra Francia.
b) Guerras religiosas en Alemania: la cuestión luterana.
c) Guerras contra el turco.
2.4. Las guerras en el interior de España.
a) La guerra de los comuneros.
b) La guerra de las germanías.
2.5. Los hitos de la política de Carlos I.
a) Una nueva mirada hacia España.
b) Una nueva visión europeísta.
2.6. ¿Cómo goberno Carlos I su imperio?
2.7. Diversas etapas en el reinado del emperador Carlos I.
3. Reinado de Felipe II.
3.1. Las diversas guerras durante el reinado de Felipe II.
3.2. Estructura social y económica en el reinado de Felipe II.
3.3. Cambios fundamentales en el reinado de Felipe II respecto al de Carlos I.
3.4. Etapas en el reinado de Felipe II.
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1. REINADO DE LOS REYES CATÓLICOS.
La Historia Moderna comienza en la segunda mitad del siglo XV. En el caso de la Península Ibérica, los hechos más destacados que marcan esa transición son el reinado de los Reyes Católicos, el Descubrimiento de América (1492) y la llegada de los portugueses a la India (1498).
A finales del siglo XV, las largas décadas de revueltas y guerra civil dieron paso a un deseo generalizado de paz. Las controversias políticas bajo el rey Enrique IV de Castilla, el Impotente, giraron en torno a la legitimidad de su hija y heredera Juana. Los oponentes deJ uana, apoyaban los derechos de Isabel, la hermana del rey, que en 1469 había contraído matrimonio con Fernando, heredero al trono de Aragón.
La consiguiente guerra civil puso fin a la disputa y el trono fue afianzado en Isabel en 1479. Desde entonces las décadas anteriores de conflictos dinásticos llegaron a su fin. El impulso de la reconquista castellana y el vigor expansionista mediterráneo de Cataluña se unieron para formar una política nacional común. De esta manera el reinado de Fernando e Isabel marcará el principio de la historia moderna de España.
1.1. El mercantilismo.
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Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón,
los Reyes Católicos |
El siglo XV fue una etapa de cambios palpables en la sociedad, tanto de Europa como de los distintos reinos peninsulares. Efectivamente, la "apertura" del mar Mediterráneo como consecuencia de las Cruzadas dio lugar al surgimiento de una economía monetaria, que se reforzó con las producciones de oro de las minas de Centroeuropa y el consiguiente uso de monedas en las relaciones feudales en toda Europa (y sobre todo, en el Norte de Italia, en Francia, en los Países Bajos y en el Sur de Alemania). De esta manera, surgieron nuevas formas de transacción y de acumulación monetarias, como la Taula de Cambi, en 1401, de Barcelona.
Con todos estos componentes comenzó a fraguarse la sociedad de mercado , y la estructura económica denominada mercantilismos, que consideraba como elemento más importante de la riqueza a la moneda en sí misma. Por consiguiente, se produjo una erosión en las relaciones de tipo feudal, dando paso al ascenso social de la clase urbana: la burguesía. A partir de estos momentos, la cúspide de la sociedad pasó a estar integrada no sólo por individuos con un origen familiar determinado (linaje o estirpe), sino que también se fue abriendo a nuevas personas por su simple condición económica, por tener gran cantidad de riqueza monetaria.
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El comercio en España en la época de los Reyes Católicos |
La necesidad constante de capital fue reuniendo a los grandes mercaderes en compañías privadas. Asimismo, estas sociedades mercantiles estimularon el desarrollo de las comunicaciones, tanto navales como terrestres, y fomentaron la creación de agencias en el extranjero. Este nuevo modelo de empresa, que fue administrada por los procedimientos de balance y contabilidad actuales, funcionaban mediante la adjudicación de créditos. La prohibición eclesiástica de obtener beneficios por medio de los intereses que aportaban los préstamos de capital fue eludida, incluso, por la misma Iglesia, estableciéndose un sistemas de rentas que daba lugar a una acumulación de riquezas. De igual modo, los diversos reyes europeos, mediante el procedimiento de las rentas, comenzaron a alquilar los derechos de aduana, los de acuñación de moneda, los de mercado, los de las explotaciones mineras y los del propio suelo. En este orden de cosas, la carta de pago, antecedente de la letra de cambio, comenzó a ser usada en las transacciones comerciales entre los grandes comerciantes, la Iglesia y la Corona.
Así, fueron importantes los enfrentamientos con el Estado, rival incómodo para estos capitalistas porque reclamaba esos monopolios económicos por derecho de soberanía.
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Expansión económica en la época de los Reyes Católicos |
El aumento de la demanda de los productos alimenticios en las ciudades, que comienzan a ser receptoras de población, dio lugar a una serie de transformaciones en la agricultura: comenzó a pasarse a una producción especializada en cada zona (atendiendo a las características del suelo y del clima), empezaron a decaer las relaciones feudales (el campesino cambió las prestaciones por unas rentas censatarias), se desarrollaron nuevas formas de explotar la tierra (como la enfiteusis y el trabajo libre asalariado; en Cataluña la 'rabassa morta') y, por último, se generalizó el arrendamiento de la propiedad rural.
Así, el cereal, alimento imprescindible, experimentará una mayor producción, estableciéndose una ' tasa' que marcará el precio máximo, frenando así los precios alcistas. Poco a poco crecerá la ganadería estante (que pastaba en el mismo lugar), pero la Mesta, con sus privilegios reales dados los impuestos que pagaba por "servicio" y "montazgo", será la dominante con su ganadería trashumante y la calidad de su lana, que es exportada a los Países Bajos fundamentalmente (de los desmesurados privilegios de los ganaderos da cuenta el refrán que usaban los labradores, y que decía: "Dos santas y un honrado/ tienen el reino arruinado", y que hace referencia a la Santa Inqusisión y Santa Hermandad, y al Honrado Concejo de la Mesta) . Del auge mercantil de Burgos, fundamentalmente con este producto, da buena cuenta el que en 1494 se estableciera un Consulado. Lo mismo podemos decir de Medina del Campo, cuyas ferias se promovieron como "ferias generales del reino", o del esplendor de Segovia (casi toda la ciudad se dedicaba a la industria pañera) o de Cuenca.
El artesanado se localiza en las ciudades, en gremios, siendo muy poderoso el que gira en torno a la lana (Consulado de Burgos). Pero a lo largo de este período se produjeron crisis sociales debido a las continuas agitaciones de los artesanos, que luchaban contra la nobleza por el control de las ciudades. Se vivieron etapas de escasez y necesidad por la dependencia tan directa de la circulación de las monedas. En ocasiones, como consecuencia de la superproducción de plata, se llevaron a cabo devaluaciones de esas monedas y subidas de precios de los alimentos. Epidemias y pestes agravaron estas situaciones y desencadenaron fuertes crisis sociales.
De este modo, podemos decir que si el centro económico y social del anterior período fue la tierra, ahora será el dinero, la moneda, el capital; si fue una economía natural, destinada a satisfacer las necesidades locales e inmediatas, se reestructurará a una economía monetaria de producción para los mercados externos; que si el centro de poder político estuvo en la nobleza y el clero, ahora se unificará en el rey, sobre el que gravitará una pequeña oligarquía de nobles y burgueses; etc.
[Cfr.: Basas Fernández, M. El consulado de Burgos en el siglo XVI. Madrid: CSIC, 1963.
Larraz, J. La época del mercantilismo en Castilla: 1500-1700. Madrid: Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, 1943.
Martín, J. L., et Valdeón, J., et García Sanz, A. la Mesta, in Cuadernos de Historia 16. Vol. 7. Madrid: Historia 16, 1985.
Suárez Fernández, L., et Carriazo J. M. La España de los Reyes Católicos (1474-1516), in Menéndez Pidal, Ramón (dir.). Historia de España. Tomo XVII, vol. 1. Madrid: Espasa-Calpe, 1969
Suárez Fernández, L., et Fernández Álvarez, M. La España de los Reyes Católicos (1474-1516), in Menéndez Pidal, Ramón (dir.). Historia de España. Tomo XVII, vol. 2. Madrid: Espasa-Calpe, 1969.
Valdeón Baruque, Julio. Los Reyes Católicos, in Cuadernos de Historia 16. Vol. 11. Madrid: Historia 16, 1995].
1.2. El restablecimiento de la autoridad real en las coronas de Castilla y Aragón.
En la Península Ibérica, Los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, lograron la unidad de las coronas castellanas y aragonesas mediante el enlace matrimonial que protagonizaron. El dominio de Castilla permitió que se trasladase a la Corona de Aragón las características absolutistas que se daban en la primera.
Será así como se afiance totalmente la monarquía absoluta (voluntas principis, suprema lex esto), perdiendo con ello poder político la nobleza. A su vez, unas décadas después, como veremos, la derrota de los comuneros propiciará el estancamiento de la burguesía mercantil que había surgido en las ciudades, con lo que la sociedad española se anquilosó irremediablemente. Es por ello que el peso del espíritu burgués es menor en el Renacimiento español que la participación aristocrática caballeresca y del clero.
Una de las primeras tareas de los monarcas fue la pacificación interna y el restablecimiento de la autoridad real. Y todo ello se hizo por medios de campañas contra nobles revoltosos, acoso a delincuentes comunes y diferentes medidas legislativas.
Las guerras contribuyeron a reforzar la autoridad absoluta de la Monarquía. Este absolutismo regio tenía su raíz ideológica en el romanismo que constituía la base de la formación de los legalistas. De esta forma, el absolutismo propugnado por la doctrina escolástica sólo estaba limitado por la Ley Divina, y no creaba conflicto con la teoría del pacto entre el gobernante y los gobernados. No obstante, este absolutismo era compatible con la gran variedad de situaciones a que daban lugar la multitud de fueros, ordenanzas y costumbres de los reinos y las ciudades.
Los Reyes Católicos ejercieron una mezcla de generosidad y firmeza ante el estamento nobiliario. En algunos casos, se procuró reforzar las relaciones con la nobleza mediante alianzas matrimoniales. Así, la alta nobleza renunció a sus ambiciones políticas y se configuró como pieza esencial de la organización social y política.
Las medidas tomadas por los reyes también tuvieron ese propósito de llegar a un equilibrio entre las diversas fuerzas de la sociedad, aunque teniendo en la cúspide a la monarquía. Las Cortes de Castilla fueron reunidas pocas veces, pero las que se convocaron fueron de gran importancia. Fueron 18 las ciudades que tuvieron el privilegio de enviar procuradores a las Cortes castellanas. En ellas se trataba el juramento de los herederos a la corona, la organización de los altos cuerpos administrativos, los nombramientos de los escribanos, el estado de la Hacienda, la defensa de los concejos contra la intrusión de los poderosos y muchos otros asuntos de gran interés.
A partir de ahora se crean las cortes reales como escolta, adorno y prestigio, a las que se incorporaron los nobles, monopolizando el poder hasta 1.700, empleando sus riquezas, no en el comercio o la industria, sino en arte y en iglesias. Surgen entonces los "cortesanos". Los hidalgos, por su parte, orgullosos y generalmente pobres, no "podían" trabajar para mantenerse, arruinándose al dar escaso valor a la tierra. Por otro lado, la paupérrima capa social burguesa, se obstinaba en ennoblecerse y las capas populares se empobrecen cada vez más, conllevando esto la mendicidad y la picaresca.
Por ello, en la centuria siguiente se hará necesario muy temprano crear un código que sirviera para educar al cortesano. Baltasar Castiglione escribirá de este modo su "Il cortigiano", "El Cortesano", en el que propugna todas las cualidades que debe tener un buen cortesano: hombre hermoso, buen jinete, buen esgrimidor, hábil en el salto y la carrera, en el juego de pelota, en la natación, culto, desenvuelto para el baile, gracioso en la conversación con las damas... Este libro se hizo decisivo en la evolución cultural del Renacimiento español, tras su traducción por parte de Boscán (en 1534), animado en su empresa por Garcilaso de la Vega, ofreciendo una nueva imagen del perfecto cortesano renacentista de amplias resonancias en la literatura y prácticas cortesanas de los Siglos de Oro y un modelo inmejorable de "diálogo". Así, suele indicarse que tanto la fuente italiana como el texto traducido ofrecen en sus conexiones y desviaciones datos de interés para el acercamiento a las relaciones entre las culturas española e italiana coetáneas y, a la sazón, suponen un hito destacado para trazar la evolución de la imagen ideal previa del caballero/cortesano hacia el "discreto" barroco..
El gran éxito de esta obra resulta perceptible en sus continuadas reediciones que llegan hasta 1588, en coincidencia con las sistemáticas reimpresiones del Amadís de Gaula, en particular, y del género caballeresco en general. Con diferentes modulaciones y variantes, corresponde al triunfo de un modelo social y literario, de recíprocas y dialécticas influencias. El Cortesano, sin duda, influyó en algunos libros de caballerías, que cada vez conceden más importancia a la conversación y a los divertimentos basados en la palabra, del mismo modo que a los espectáculos palaciegos, a la música, a las burlas, etc., pero el modelo fundacional, el Amadís de Gaula, contenía en germen algunos de estos ingredientes y había alcanzado cierto éxito con antelación. Además, Castiglione menciona un episodio del libro (III, 53), el arco de los leales amadores de la Ínsula Firme. El hecho no es aislado en el contexto europeo porque, también después, la refundición de Rodríguez de Montalvo y sus continuaciones se convirtieron en manual de cortesanía europeo, tamizados por la traducción francesa de Nicolas d'Herberay y por la recopilación efectuada en Le Thresor des livres d'Amadis de Gaule. Como es bien sabido, Rodríguez de Montalvo, hidalgo regidor de Medina del Campo y "escribano de la tierra" de los pueblos de su entorno, quizás después de 1492 y antes de 1497, reelaboró una versión primitiva, le añadió un cuarto libro y continuó con un quinto titulado Las sergas de Esplandián, conjunto que alcanzó cierto éxito de inmediato. A su zaga, un avispado editor sevillano, Cromberger, reeditó poco después, en 1512 un viejo texto de la primera mitad del siglo XIV, el Libro del cavallero Cifar, arropándolo con las mismas galas editoriales que el anterior. Sin embargo, estaba destinado al fracaso: transmitía una concepción de la cortesía arcaica e inadecuada para comienzos del siglo XVI. Por el contrario, el Amadís de Gaula remozaba una vieja tradición cortés, actualizándola además con nuevos ingredientes, de modo que en distintos aspectos podía anunciar nuevos tiempos. También conjugaba El Cortesano de Castiglione tradición y espíritu novedoso, a cuya luz pueden vislumbrarse los nuevos horizontes apuntados en la literatura caballeresca española anterior, en especial en el Amadís de Gaula, del mismo modo que, por contraste, resaltan las concepciones que habían quedado anticuadas.
Éstos actuaban por medio de los secretarios reales, que se ocupaban de diferentes temas cada uno. Asimismo, existió un equilibrio entre el personal castellano y aragonés.
La pieza fundamental de la organización estatal en Castilla era la Cámara de Castilla, que se ocupaba de temas judiciales, gubernamentales y administrativos.
En cuanto a la organización de la justicia, aparte del Consejo de Castilla en la cúspide, estaban las Chancillerías de Valladolid y la de Granada; en la de Valladolid existía la Sala de Vizcaya para los asuntos del País Vasco y, además, Galicia y Sevilla tuvieron audiencias propias.
Para hacer frente a los diferentes gastos que requería tanto la política interna como la externa, se tuvo que emitir deuda pública en forma de juros, e incluso se llegó a vender y empeñar joyas reales. La incorporación de los maestrazgos a la Corona, supuso el poder disponer de las rentas de las mesas maestrales y tener la capacidad para premiar ciertos servicios con la concesión de encomiendas.
En los territorios de la Corona de Aragón, la acción reformista fue limitada por su mayor grado de independencia respecto a la autoridad monárquica. Los cuatros estados tenían pocos vínculos comunes y ligados entre sí mediante un pactismo con la Corona.
El heredero de esta corona fue Carlos I de España y V de Alemania. Durante cuarenta años (1516‑1556), estuvo en el primer plano de los hechos ocurridos en Europa. Posteriormente, fue su hijo Felipe II quien continuó en la línea sucesoria, encabezando el imperio hispánico que se extendía por Europa, América, África y Asia. Pero de ellos hablaremos después.
Consecuencia de ello fue que el poderío político de España en la época de Carlos I (1509-1558), nieto de los Reyes Católicos, es inigualable al de cualquier otro Imperio. En efecto, Carlos I gobernó sobre Aragón, Castilla, Nápoles, Sicilia, Cerdeña, los territorios españoles en América, las plazas de África (como herencia de sus abuelos maternos); y los estados de la casa de Austria, Luxemburgo, los Países Bajos y el Franco Condado (como herencia de sus abuelos paternos). Luego, mayor será el de Felipe II.
En efecto, anteriormente, según el testamento de la reina Isabel I, D. Fernando debía gobernar Castilla hasta la llegada de doña Juana o, en su defecto, de su hijo Carlos. Así lo hizo, mas la rivalidad de Fernando con su yerno Felipe el Hermoso, a quien apoyaba un sector importante de la nobleza castellana, que no veía con buenos ojos al rey aragonés, determinó la decisión del monarca de contraer un segundo matrimonio con Germana de Foix, sobrina de Luis XII de Francia. Luego, la muerte prematura de Felipe el Hermoso y la supuesta locura de Doña Juana provocaron que durante siete años más, hasta su muerte, don Fernando estuvieran nuevamente al frente de los dos reinos. Éste se dedicó de lleno a la política exterior (Italia y el Norte de África, incorporación de Navarra), dejando en manos de Cisneros el gobierno de Castilla. A la muerte de D. Fernando, sus consejeros, aragoneses por supuesto, marchan a Flandes donde son confirmados en sus cargos por el futuro Carlos I.
Como sabemos, la entronización en Castilla y Aragón de un mismo monarca es el fruto de una política de concentración de poder, desarrollada en torno a Carlos, que hace que recaiga sobre su persona el control de una enorme extensión de territorio.
Carlos I concebía el Imperio que caía en sus manos, no como una unidad férrea, sino como un conglomerado de territorios sobre los cuales tenía que mediar, que arbitrar.
Carlos V heredó un extenso patrimonio territorial, pero formado por un conjunto de estados heterogéneos que tenían lenguas, costumbres, culturas e instituciones diferentes y una importancia desigual en el contexto europeo. Estos fueron:
Mantener sus estados y ampliar su territorio ocasionó no pocos problemas a Carlos I, y a Castilla fundamentalmente. En efecto, Carlos reinó permanente en lucha, de ahí su cansancio vital al final de su reinado. Mantuvo:
Los dominios del emperador rodeaban literalmente a Francia, impidiéndole cualquier movimiento de expansión, ya fuera hacia los riquísimos Países Bajos o a los débiles estados italianos. Además, las alianzas establecidas por Carlos V con Inglaterra y Portugal (el rey se casó con una princesa portuguesa llamada Isabel) sirvieron para aislar aún más a los franceses. Fueron cuatro enfrentamientos contra Francia, todos favorables para España, en los que cabe destacar la captura del rey Francés, Francisco I, a manos de la tropa Imperial en la batalla de Pavía (1525), y que ocasionó el Tratado de Madrid, por el que España quedaba en posesión de Milán. Fue un tema no resuelto y qué volverá a tomar carta de presencia más adelante. Los reyes de Francia no dudaron en ningún momento en aliarse en el transcurso de estas guerras con los enemigos de España, ya fueran los turcos, los piratas berberiscos o los príncipes alemanes protestantes. Los estados italianos, incluido el papado, oscilaron unas veces a favor de Carlos V y otras de Francisco I dependiendo de sus intereses y de la necesidad de mantener el equilibrio internacional. Las consecuencias de las guerras con Francia fueron las siguientes:
1) Conquistas territoriales en Italia. Carlos V se apoderó del ducado de Milán; el dominio del norte de Italia se convirtió en una prioridad porque así comunicaba por tierra todas las áreas de su Imperio y mantenía el control sobre Génova, tradicional aliada de Francia, que además ponía al servicio de Carlos su puerto, sus barcos, sus comerciantes y sobre todo, sus banqueros.
2) Aumento del prestigio militar. Los ejércitos de los Habsburgo se convirtieron en invencibles tras lograr célebres victorias en las continuas guerras que mantuvieron con Francia. Algunos episodios célebres de estas guerras fueron el citado secuestro de Francisco I, y el saqueo de Roma ("Sacco di Roma"), en el que los mercenarios se apoderaron durante una semana de la ciudad en castigo por la ayuda prestada por el papa al rey de Francia.
3) Pero también la ruina financiera. Los gastos ocasionados por las campañas militares contra Francia y otros países incrementaron, especialmente a partir de la década de 1540 las deudas contraídas por el emperador. La mayoría de los tratados de paz firmados con Francia se debieron al agotamiento de las finanzas imperiales. Así, Felipe II recibió una costosa herencia de deudas y acreedores.
b) Guerras religiosas en Alemania: la cuestión luterana.
En 1503, dentro del Imperio, el luteranismo hizo numerosos prosélitos, y Carlos, hombre nada intolerante, intentó desmontar la herejía mediante el dialogo que pasaba por la convocatoria de un Concilio, que llegó, pero tarde (Trento 1.534‑1.563).
El emperador tuvo que afrontar también la difusión del protestantismo por el norte de Europa, ya que Martín Lutero y sus seguidores estaban extendiendo la Reforma en el imperio con el apoyo de algunos principados alemanes, que veían en el desmantelamiento de la iglesia católica un excelente medio de aumentar sus posesiones y rentas y de independizarse aún más del emperador. Carlos I, por su parte, condenaba públicamente las teorías de Lutero, pero no apoyaba al papado en sus deseos de ruptura total con los protestantes, por el contrario, se mostraba partidario de llegar a un compromiso entre luteranos y católicos, para lo cual solicitó al papado que convocara un concilio para acercar ambas posturas. De esta forma, él podía restablecer su autoridad y atraer a los príncipes alemanes contra Francia. Mediante las Dietas de Worms (1521) y Spira (1529) se pretendió la reunificación y conciliación con los príncipes alemanes, pero estos intentos fracasaron. Tampoco consiguió Carlos la convocatoria de un concilio por parte del Papa. Finalmente, el enfrentamiento entre catolicismo y protestantismo se agudizó cuando los príncipes de los estados alemanes luteranos se unieron en la Liga de Esmalcalda (1531) y entablaron varias guerras contra las tropas imperiales.
Para cuando el Papa convocó finalmente el Concilio de Trento a instancias del emperador, que se desarrolló entre 1545 y 1563, sufriendo numerosas interrupciones debido a las guerras entre Francia y los Habsburgo. Los protestantes (ya entonces muy influyentes en el norte de Alemania y en los países nórdicos de Europa) se negaron a asistir a la mayoría de las sesiones, y el concilio impulsó la Contrarreforma, un movimiento que reafirmó el dogma católico y la disciplina dentro de la Iglesia y selló la ruptura total con los protestantes. Por eso, la única alternativa que le quedó a Carlos I fue la guerra, que él no presentó como religiosa, sino política, contra unos príncipes que se habían rebelado contra su autoridad. En 1547 derrotó a las tropas de la Liga de Esmalcalda en Mühlberg (Alemania) a orillas del río Elba. Sin embargo, el emperador no logró la reconciliación religiosa ni impuso su autoridad política (rechazada incluso por los príncipes católicos). Enfrentado de nuevo a Francia y a los turcos, aceptó su derrota y la imposibilidad de lograr la unidad religiosa de Alemania, de Europa y del Imperio: por ello, en 1555 firmó la Paz de Augsburgo, en la que reconocía el derecho de cada príncipe alemán a imponer a sus súbditos la religión que eligiera, con lo que se consagraba así la definitiva división religiosa de Europa. Poco después, Carlos V abdicó en 1556 renunciando a sus dominios de la península ibérica, de Borgoña e Italia a favor de su hijo Felipe (el futuro Felipe II), y cediendo sus derechos imperiales y dominios austriacos a su hermano Fernando, mientras se retiraba al monasterio de Yuste (Cáceres).
[Cfr.: Bada, J., et Egido, T., et Vilar, J.B. La reforma protestante, in Cuadernos de Historia 16. Vol. 9. Madrid: Historia 16, 1995].
c) Guerras contra el turco.
Rechazar los ataques turcos era, en el fondo, una cuestión de control sobre el Mediterráneo. Los turcos habían puesto fin al Imperio Bizantino en 1453, y desde entonces llevaban a cabo una política de expansión por el norte de África y Europa oriental (en torno al Danubio), llegando a conquistar Hungría y poner en grave peligro a los territorios austríacos (sitiaron la ciudad de Viena en 1529). Carlos I se sentía amenazado por partida doble: por su condición de emperador alemán, y por las posesiones italianas. Además, la piratería practicada por navíos turcos constituía un serio freno para la navegación por el Mediterráneo, y amenazaba las costas de las penínsulas ibérica e itálica. En principio, para Carlos I, la guerra contra el imperio otomano no constituía una prioridad, sin embargo, la defensa del Mediterráneo constituyó una gran preocupación para el emperador. Contaba para ello con las plazas conquistadas por Fernando II de Aragón en el norte de África pero carecía de una flota poderosa. Carlos V no solucionó esta deficiencia y se limitó a realizar en esta zona algunas acciones espectaculares de éxito muy limitado, como la toma de Túnez, muy importante para la protección de las costas italianas. Sin embargo, la expedición imperial de Argel fracasó en 1541 y los turcos acabaron conquistando Trípoli y Bugía. Los recursos imperiales se dedicaron a otras campañas militares y el Mediterráneo occidental se convirtió en un mar inseguro. Será Felipe II quien finalmente tenga que solventar esta cuestión.
2.4. Las guerras en el interior de España.
En el interior el emperador Carlos tuvo que atender diversos conflictos sociales (la guerra de las Comunidades: 1.520‑23, y la guerra de las Germanías: 1.519‑24).
Hemos dicho que desde la llegada de Carlos a Castilla, en 1517, sus relaciones con los súbditos no estuvieron exentas de tirantez. En contraposición a la educación recibida por su hermano Fernando, educado en la Península, Carlos desconocía por entero la idiosincrasia de los españoles y ni siquiera hablaba castellano. Su política como rey de Castilla‑Aragón fue, desde el principio, inadecuada, entregando cargos políticos a personajes que le acompañaban desde Flandes, las cuales aprovecharon para cometer todo tipo de abusos (venta de cargos, evasión de dinero, etc,).
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Las contradicciones en la economía (alineación monárquica con los Países Bajos, consolidación ganadera que debilita la estructura agrícola y obstaculiza la industrialización) y en lo político (descomposición del estado con una fuerte aristocratización, ilegitimidad del poder real, abandono del reino por la elección imperial) conllevan a la emergencia de dos movimientos de envergadura: las Comunidades y las Germanías. Los comuneros en las ciudades del centro de Castilla la Vieja expulsan a los funcionarios reales, a los recaudadores de impuestos y proclaman la comunidad. Surge una junta revolucionaria que expulsó al regente y estableció un gobierno paralelo al real. El movimiento político continuó hasta la derrota de Villalar, luego de la cual los jefes comuneros fueron ajusticiados. Para entonces, había hecho su aparición el estallido agermanado. El vacío de poder resultante de una serie de factores determinó su constitución. Los agermanados se instituyen como gobierno local armado y conforman nuevos órganos de poder. La revuelta se radicaliza, se extiende a toda la región y estalla el conflicto en Mallorca. Los nobles, con el posterior apoyo real, enfrentan militarmente al alzamiento que deviene en guerra civil, a cuyo término la revuelta alcanza caracteres mesiánicos con el Encubierto. Se mantiene la resistencia en unas pocas ciudades insurrectas hasta que el terror blanco pone término al acontecimiento. En líneas generales, ambos alzamientos han sido catalogados por la historiografía como “revueltas urbanas”. Maravall señala acerca de estos movimientos que “representan una experiencia de unidad política, en el plano de la ciudad, que habría de tener una positiva influencia en el proceso de las modernas formaciones estatales europeas”».
[ Parma, Mariana. "La solidaridad campo-ciudad a principios de la modernidad: el caso agermanado", in Anales de Historia Antigua, Medieval y Moderna, XXXVII-XXXVIII (2004-2005), [en línea]: http://revistascientificas.filo.uba.ar/index.php/analesHAMM/article/view/3517/3233
].
La situación estalla en el llamado movimiento comunero, que en esencia es una pugna entre realeza‑nobleza‑burguesía, en un intento por alcanzar la supremacía en una naciente España.
a) La guerra de los comuneros.
El movimiento comunero nace en Segovia (1.520), liderado por Padilla, Bravo y Maldonado. Algunas de sus principales reivindicaciones fueron:
► Que el rey residiera en Castilla pronto, como hicieron sus antecesores, siendo él la única garantía de paz.
► Que en Cortes estuvieran representadas todas las tierras de realengo, y que se enviasen tres procuradores por cada ciudad: uno por el clero, otro por la nobleza y otro por la comunidad o estado llano (con esto se pretendía eliminar al alto clero y a los grandes señores, y que fueran sustituidos por caballeros, eclesiásticos y pecheros). Éstos, además, que acudieran a las Cortes tenían que cumplir la condición de que "no pueden, por ninguna causa ni color que sea, recibir merced de sus altezas ni de los reyes sus sucesores que fueren en estos reinos, de cualquier calidad que sea, para sí, ni para sus mujeres, hijos ni parientes, so pena de muerte y perdimiento de sus bienes" (y así se evitaba la compra de votos, como sucedió en las Cortes de La Coruña).
► Que el monarca eligiera corregidores de entre unas ternas propuestas por las ciudades.
► Que se cobrase el "servicio" votado por las Cortes de La Coruña.
► Que no se sacara de Castilla oro ni plata labrada ni por labrar.
► Que cuando viniera no trajera consigo flamencos ni franceses, ni otra gente extranjera, ni para los oficios de la Real Casa, ni para la defensa de los reinos (tal y como establecía el testamento de la reina Isabel I).
► Que las dignidades eclesiásticas se proveyesen con naturales de estos reinos (como también señaló el testamento de la reina Isabel, y, pidiendo, por tanto, que se anulara la provisión del arzobispado de Toledo en el sobrino de Xièrves, Guillermo de Croy).
► Y, como curiosidad: "Que a ninguna persona, de cualquier clase y condición que fuese, se dieran en merced indios para los trabajos de las minas y para tratarlos como esclavos y se revocaran los que se hubiesen hecho".
Estas reivindicaciones tuvieron causa, según F. Soldevila, en:
► el mal gobierno de un rey extranjero que no habla español y que da mayor importancia a los asuntos del Imperio que a los peninsulares, abandonando su reino y dejando un Regente extranjero (Adriano de Utrecht).
► A ello se unió que, desoyendo el testamento de Isabel I y la petición comunera, entregó los más altos cargos, civiles, religiosos, de los maestrazgos de las órdenes militares, etc., a gente extranjera.
► La continua sangría económica que el monarca practicó a las Cortes castellanas para obtener "servicios" que gastaba en el exterior del país.
[Soldevila, Ferrán. Historia de España. Barcelona: Ariel, 1952].
Todas estas causas enfrentaran la política centralista del Estado con los intereses y privilegios de las ciudades.
Las primeras alteraciones se produjeron en Segovia y Toledo. En la primera de las ciudades Juan Bravo se pone al frente, y en la revuelta fue asesinado el Procurador en Cortes por la ciudad, Rodrigo de Tordesillas, quien había sido sobornado en las Cortes de La Coruña para que votara a favor del impuesto solicitado por Carlos I. En Toledo, Juan de Padilla se puso al frente del Consejo y se declaró en rebeldía también, y el Cabildo se declaró independiente del poder central, representado por Adriano de Utrech ante la ausencia del Monarca. Se redactó un manifiesto incitando a las ciudades a sumarse al movimiento y otro, dirigido al regente, en el que se recogían las peticiones.
Durante el verano del 1520 el movimiento se extiende por Zamora, León, Guadalajara, Soria, Valladolid, León, Madrid, Cuenca, Ávila, Burgos, etc.
El cardenal Adriano ordena a la ciudad de Medina del Campo que le entregue la artillería para atacar a Segovia. Ésta se niega, por lo que será incendiada. La consecuencia fue que más ciudades se sumaron al movimiento: Palencia, Cáceres, Badajoz, Sevilla, Jaén, Úbeda y Baza.
Hasta ese momento, cada comunidad iba por libre. Ahora, Padilla se pone al frente del movimiento, enviando cartas a todas las ciudades, citándolas en Ávila para constituir la Junta Santa el 29 de julio de 1520. Sólo fue capaz de aglutinar a quince ciudades.
El Emperador, desde Europa, intenta atajar el movimiento interpretándolo como una revuelta por razones financieras, por lo que rebaja los impuestos, al tiempo que deja de dar cargos relevantes a los flamencos. Se redujo el número de descontentos, pero el núcleo rebelde formó un ejército que se enfrentó a los defensores del Emperador: los nobles, mucho mejor preparados y organizados. En un intento de legitimar sus tesis, los Comuneros toman Tordesillas, lugar de residencia de la Reina Juana, a la que intentan convencer para que acepte la Corona de nuevo, la cual reniega la oferta para no provocar una guerra civil. La pérdida del apoyo de la reina provocará que vaya perdiendo fuerza el movimiento.
En 1521, en la batalla de Villalar (en el Puente del Fierro), derrotados los contingentes insurrectos, la mayoría de las ciudades integrantes del movimiento capitularon; sólo Toledo siguió fiel al movimiento, encabezada ahora por María Pacheco, viuda de Padilla; pero, sitiada y rota por las disensiones, acabó capitulando mediante la Concordia de la Sisla. El rey intentó castigar a los insurrectos, mas influido por sus nuevos colaboradores, concluyó siendo benévolo, conmutando las penas por multas y, más adelante, otorgando una amnistía general en 1522 (excepto 200 jefes comuneros, de los que sólo tres de ellos serían ejecutados, entre ellos el obispo Acuña, por lo que sería excomulgado el Emperador).
Las Comunidades castellanas han sido valoradas desde muy distintos puntos de vista: desde catalogarla como la última de las rebeliones medievales, hasta tildarla de la primera revolución moderna, e incluso como el primer movimiento constitucional hispano.
Un estudio imparcial demuestra que no fue un fenómeno feudalizante, ya que se detecta la ausencia del apoyo nobiliar (muy contados y escasos); tampoco se encuentra en ello ningún carácter de corte liberal.
En realidad representan el choque entre la nobleza y la oligarquía municipal; y por otro lado la oposición de esta oligarquía a la política centralista del monarca.
[Cfr., además, para este apartado: Arciniegas, G. Los Comuneros. Madrid: Sesmay, 1977.
Berzal de la Rosa, Enrique. Los comuneros: de la realidad al mito. Madrid: Silex, 2008.
Maraval, José Antonio. Las Comunidades de Castilla. Una primera revolución moderna. Madrid: Alianza, 1979.
Muñoz Moya, M. A., et Montraveta, (eds.). Mejía, Pedro. Relación de las Comunidades de Castilla. Barcelona: M. Pareja, 1985.
Pérez, Joseph. Los comuneros. Madrid: La Esfera de los Libros, 2006.
Valdeón, J., et Pérez, J., et Maravall, J. A. Los comuneros, in Cuadernos de Historia 16. Vol. 53. Madrid: Historia 16, 1996].
b) La guerra de las germanías.
Por otro lado, las irregularidades en la administración, en manos de la nobleza a través del Consell (donde no había representación del pueblo, sólo en el Consell General, de carácter exclusivamente consultivo), y las irregularidades en la administración de Justicia por parte de los Oficiales Reales (Valencia era una ciudad de realengo), provocaron la rebelión popular de los gremios, profesiones liberales, e incluso campesinado, en Valencia (las denominadas Germanías: 1519‑1524).
Coincidiendo con una epidemia (en 1519), la nobleza valenciana y oficiales reales abandonaron la ciudad, quedando subida ésta en un caos, momento aprovechado por los agermanados (hermanados) para tomar la ciudad bajo el pretexto de una amenaza turca. Éstos se encontraban armados en 1520, en virtud de un permiso del rey Fernando el Católico, que en 1515 autorizó la formación de grupos armados para defender la ciudad de los ataques berberiscos. Las tropas de las Germanías incluían entre sus filas artesanos, campesinos, trabajadores y miembros del bajo clero: todos ellos se oponían a los abusos señoriales y a la presencia de los musulmanes o mudéjares.
La Junta de los Trece envió un memorial al rey pidiendo justicia contra los nobles. Entre otras cuestiones, exigían la abolición de la jurisdicción señorial y de los impuestos feudales y reivindicaban para los gremios el dominio de los municipios. Eran fundamentalmente revueltas populares antiseñoriales y antimudéjares, y vinieron motivadas por varias causas: el rey no vino en persona a los reinos de Valencia y Mallorca a jurar los fueros en las respectivas Cortes, la corrupción generalizada en la clase municipal dirigente, el hambre debido a la escasez de trigo, los efectos causados por una intensa peste y la existencia de una piratería corsaria en sus costas, que provocaba inseguridad y descontento.
La revuelta propiamente dicha no estalló hasta junio de 1521, en dos frentes a la vez: uno en el norte, en las comarques del Maestrat, la Plana y el Camp de Morvedre; y otro por el sur, en las tierras de Alzira, Xátiva, Gandía y Elche. El primer frente fue doblemente derrotado por las tropas del duque de Segorbe. En cambio, el frente del sur consiguió tomar el castillo de Xátiva y alcanzó una importante victoria en Gandía sobre las tropas del virrey, Diego Hurtado de Mendoza.
A su vez, en Valencia el movimiento fue radicalizándose y los primeros líderes más moderados (Juan Llorenç, que fue quien constituyó la "Junta Dels Tretze" en Valencia, Guillem Sorolla, quien fuera el primer enviado ante Carlos I para exponer sus demandas, Caro y Montfort) fueron dando paso a personajes más bélicos (Vicente Peris, que hará cabeza, y otros más como Urgellés, Estellés y Borrell). Así, mientras la burguesía valenciana buscaba una salida negociada, los líderes más radicales defendían la revolución en los campos de batalla. Esta desunión provocó la caída rápida de la revuelta y sólo a una semana de la gran victoria en Gandía, la Junta de los Trece dimitía, y a los tres meses la Ciudad de Valencia se rindió al rey.
No obstante, Peris, después de hacerse fuerte unos meses en Xátiva, volvió a Valencia, donde no pudo reavivar la Germanía y finalmente fue hecho preso y ejecutado. Únicamente Xátiva y Alzira quedan bajo dominio agermanado. Luego, se produjo un rebrote de la rebelión, esta vez encabezada por un misterioso personaje conocido por el "Encubierto" ("l'encobert", que se hacía pasar por hijo del infante Joan, hijo a su vez de los Reyes Católicos). Se saquearon algunas tierras de señorío vecinas, se asaltaron algunos castillos y sobretodo, se obligó a todos los musulmanes a bautizarse (pasando de mudéjares a moriscos). Tras el asesinato en Burjassot de "El encubierto", el 19 de mayo de 1522, por dos seguidores suyos para cobrar la recompensa ofrecida por el virrey, y la caída de Xátiva y Alzira a finales de 1522, se produce la derrota definitiva de los "agermanats", nombrándose virrey de Valencia a Germana de Foix, "abuelastra" ¿y amante? del Emperador, quien gobernó duramente estas tierras hasta su muerte en 1538. Se mencionan 800 sentencias de muerte. También se impusieron una serie de multas astronómicas para los gremios, así como un total de más de 360.000 ducados de multa al conjunto de todas las ciudades y villas agermanadas, y dos millones de ducados en concepto de indemnizaciones por los daños sufridos durante la guerra. El movimiento pervivirá, anquilosado, unos meses más en Mallorca, que se radicalizará en sus posturas, pero que finalmente será sofocado por el virrey Gurrea.
[Cfr. para este apartado: Dánvila y Collado, M. La Germanía de Valencia. Discursos leídos ante la Real Academia de la Historia. Madrid: Real Academia de la Historia, 1884.
García Cárcel, R. Las Germanías de Valencia. Barcelona: Península, 1975.
García Cárcel, R., et Belenguer, E. Las Germanías, in Cuadernos de Historia 16. Vol. 48. Madrid: Historia 16, 1985].
Añadamos, que mientras que en Castilla o en los reinos de Valencia y Mallorca se sucedían estas sublevaciones, en estos mismos lugares, pero aún en el resto de España, el año 1521 fue especialmente trágico por la gran hambruna que recorrió la península, como relató Juan del Encina, refiriéndose a Andalucía:
«
Y en Niebla con hambre pura
otra madre a un hijo muerto
también sacó la asadura
y en sí la dio sepoltura,
que diz que la comió cierto.
¡O cosa de gran mancilla,
horrible de gran mancilla,
de gran compasión y duelo,
que se me eneriza el pelo
en contalla y en oílla».
[Jones, R. O. Historia de la Literatura Española. Vol. 2. Siglo de Oro: prosa y poesía. Barcelona: Ariel, 2000, pág. 23].
2.5. Los hitos de la política de Carlos I.
a) Una nueva mirada hacia España.
Tanto las comunidades como las germanías atrajeron la mirada de Carlos sobre sus reinos más meridionales, provocando un cambio radical en su comportamiento político, que le lleva a identificarse, definitivamente y tras los reveses que sufre en su política europea, con el pueblo español, con lo que a partir de ahora se identifican los conceptos de España e Imperio.
En los años que se corresponden con el reinado del rey‑Emperador Carlos, las tierras peninsulares estaban en buena parte desiertas y mal cultivadas, debido a la baja población. Al comienzo del siglo XVI la Península tenía un contingente poblacional cercano a los siete millones, cifra que ira creciendo hasta el siglo siguiente: Castilla recupera un 15% de su población, Aragón crece más lentamente. Se distribuye desigualmente: más en el centro que en la periferia.
Aun dentro de Castilla existían diferencias: hay un movimiento migratorio con dirección norte‑sur.
b) Una visión europeísta.
Por otro lado, como ya se ha dicho, Carlos entendía su papel político como un todo; este punto de vista le valió enfrentamientos contra los adversarios de su política.
La rivalidad de Carlos y Francisco de Francia dura dos décadas. Carlos trabaja en dos frentes: acabar con la piratería del Mediterráneo (Barbarroja) y contra Francia (que apoya cualquier Iniciativa contraria al Emperador.
Tras el fracaso de su política mediterránea, Carlos se centra en el control del norte continental, teniendo como enemigo (¡cómo no!) a Francisco I de Francia. Carlos deja a su hijo Felipe como gobernador de los reinos peninsulares mientras avanza en Europa, obligando a Francisca a firmar una paz que deja la situación como antes.
Estas acciones, más el problema religioso de la Reforma, complicarán la política del Emperador, que tenía que trabajar en múltiples frentes al mismo tiempo.
No obstante, podemos decir ciertamente que Carlos I fue el último gran Emperador europeo. Su ideal fue la unidad de la cristiandad. Trató de acomodar la situación de la Iglesia a los nuevos tiempos. Gobernó personalmente incorporó la Corona de Castilla‑Aragón, definitivamente, a la política europea.
En sus últimos días de acción imperial, Carlos trata de cambiar su política para conciliarse con los factores Imperiales; pero, la no participación de su hermano Fernando, y la oposición francesa, dan al traste con su intento de unir Inglaterra a los intereses hispanos mediante la boda de Felipe con María (hija de Enrique VIII).
Harto, Carlos se manda construir un palacio‑monasterio en Yuste (Cáceres) al que se retira tras abdicar doblemente: de su Corona Imperial y de los reinos peninsulares. Su hijo, Felipe II, le sucederá en todos sus reinos excepto en el Imperio.
Tras las turbulencias, Carlos será rey de España durante un periodo superior a los 30 años, de los que sólo 16 pasará en suelo español.
2.6. ¿Cómo gobernó Carlos I su imperio?
¿Quién gobernó en ausencia del Rey? Para solventar esta cuestión, el Rey nombraba a ciertos representantes de la familia. El gobierno interior es ejercido por un Secretario Real, Francisco de los Cobos, que consigue que no haya excesivos problemas de orden interno.
Además, para gobernar el país, se estableció un sistema de gobierno en donde destaca una intensa burocracia. Las transformaciones consisten sobre todo en´el desarrollo de un sistema de Consejos (ya iniciado por los Reyes Católicos), que tienen sobre todo poder consultivo. Es el llamado sistema polisinodial.
El sistema polisinodial responde a la ausencia de los reyes. Se garantiza una coordinación entre gobiernos territoriales y una cierta centralización (consejos territoriales y ministeriales o asesores). Los virreyes se ven controlados o limitados por los Consejos. Resulta igualmente interesante el Sistema de Consultas, para el funcionamiento de cada gobierno. Se discuten todos los temas y los resultados pasan a unos documentos que son en propiedad las consultas, sobre las que el rey decide.
El Consejo de Estado es el último encargado en supervisar cualquier problema. El rey finalmente dará la solución. Era el único órgano de poder común para todos los reinos y aconsejaba al rey en todos los asuntos; transitoriamente, dentro del Consejo de Estado funcionaba una comisión que se llamaba Consejo de Guerra.
Todos los asuntos pasan por innumerables trámites. Problema importante es pues la lentitud, resultado de una excesiva burocratización.
Promueven este sistema las continuas guerras, la conquista de América y las diversas características de cada reino hispano.
Recordemos que durante el reinado de los Reyes Católicos, eran 4 los Consejos existentes:
• El Consejo de la Santa Inquisición,
• El Consejo de Ordenes Militares,
• El Consejo de Castilla,
• El Consejo de Aragón
En época de Carlos I se ampliarán los Consejos territoriales, teniendo además:
• El Consejo de Asuntos de Italia, que se disgrega del de Aragón.
• El Consejo de Flandes.
• El Consejo de Indias. Creado en 1524, tiene atribuciones administrativas, judiciales, e incluso eclesiásticas. La autoridad la llevan a cabo los virreyes y también las Audiencias, con atribuciones que varían un tanto de otras hispanas. Aquí, la Audiencia incrementa su poder (para servir de contrapunto al poder de los virreyes).
Y luego con su hijo Felipe II se ampliará uno más:
• El Consejo de Portugal.
Además existían otros más, como:
• El Consejo de Estado, que en época de Felipe II, llegará a ser el principal, ya que con Carlos I mantiene grandes rencillas.
• El Consejo de Guerra, que es una prolongación del anterior. Fue muy dinámico con Carlos I.
• El Consejo de Hacienda, precedente de un Consejo de Finanzas que había en Flandes. Se concibe primero sólo para Castilla, pero después pasa a toda la monarquía hispana. Controla ingresos, gastos, y operaciones de crédito para la política exterior.
Este sistema de Consejos, se fortalecía, además, mediante diversas Instituciones, como:
• La del Virrey, que suplía al monarca y asumía sus mismas funciones en algunos territorios no castellanos. Este cargo tenía su origen en la Corona de Aragón, y hubo virreyes en Navarra, Aragón, Valencia, Cataluña, Mallorca, Nápoles, Sicilia y Cerdeña.
• La de las Cortes, que mantuvieron la misma estructura y funciones que en la Baja Edad Media. Las Cortes de Navarra y las de la Corona de Aragón, por la doctrina pactista imperante en estos reinos, fueron más reivindicativas que las de Castilla. Y en estas últimas dejó de convocarse a los brazos nobiliario y eclesiástico, ya que se las reunía principalmente para votar impuestos, que sólo pagaba el estado llano.
• La de las Audiencias y Chancillerías, que desempeñaron la función de tribunales superiores de justicia en sus respectivos territorios y se crearon nuevas sedes durante el siglo. A las ya existentes en tiempos de los Reyes Católicos, se añadieron, por ejemplo, las de Cerdeña, Canarias y Mallorca.
• La de los municipios castellanos, que fueron cada vez más controlados por las oligarquías locales y los Corregidores (figura creada por los Reyes Católicos, como autoridad real), por los que fue desapareciendo con el tiempo cualquier resquicio democrático, mientras que en los municipios de la Corona de Aragón se extendió la elección de cargos por sorteo o insaculación (se introducían los nombres en un saco y después se extraían al azar tantos nombres como cargos) como procedimiento para elegir los cargos, que evitaba, en cierta forma, las disputas por el poder municipal.
• La de la Hacienda Real. Los Austrias dispusieron de unos ingresos que crecieron notablemente, pero no cubrían los ingentes gastos, especialmente los militares. Estos ingresos procedían de los impuestos que pagaba Castilla (especialmente la alcabala) complementados con los subsidios votados en Cortes. Otra aportación importante eran los ingresos provenientes de las Indias. Entre los ingresos extraordinarios estaban las remesas de metales preciosos, la venta de hidalguías y los empréstitos de particulares o de banqueros alemanes. La diferencia entre los ingresos y los gastos endeudó a la Corona y la llevó a la quiebra en varias ocasiones, por lo que los monarcas se vieron obligados a recurrir al crédito y al préstamo.
• La de los Secretarios del rey, que llegaron a ser figuras clave del gobierno. Eran los encargados de informar al monarca de las deliberaciones y decisiones de los consejos, de manera que el rey terminó por despachar solo con los secretarios. Los más importantes se convirtieron en Secretarios de Estado.
2.7. Diversas etapas en el reinado del emperador Carlos I
Visto esto, podemos decir, siguiendo a la profesora Emilia Salvador, que en la monarquía de Carlos I se puede establecer varias fases:
- Frontera política: Francia. 1516-1530. Se presta especial atención a la frontera política con Francia, ya que el problema protestante aún no se ha intensificado, y si bien el problema turco no era nimio (Solimán atacó las llanuras del norte de los Balcanes, tomando Belgrado y varias islas del Mediterráneo oriental), Carlos todavía no responde ya que el problema con Francia es acuciante. De cualquier modo, se frena el avance turco sobre Viena (1529). Se mantendrán con Francia hasta un total de cuatro guerras, de las cuales las dos primeras corresponden a éste periodo, y que finalizan con la humillación francesa. Así pues, grandes éxitos diplomáticos y militares. Momento de máximo poderío de Carlos V.
- Coordinación de fuerzas antiimperiales. 1530-1544. Los tres frentes (cristiano, católico y político) siguen abiertos, y además actúan mucho de modo más coordinado. Los príncipes protestantes pactan con los franceses, pero lo que destaca es la alianza franco-turca (aunque no haya un Tratado firme o firmado). Se suceden dos nuevas guerras contra los franceses, intercaladas con actuaciones directas contra los turcos, llegando a recuperar Tunez. Se plantea incluso la reconquista de Argel, pero una tormenta lo impide y Carlos desiste de enfrentarse de nuevo a los turcos. El problema abierto en Alemania se convierte ahora en su prioridad.
- Fase germánica. 1544-1551 y 1551-1555. Carlos I intenta solucionar el problema alemán en su doble aspecto: ideológico-religioso y militar. Así, se actúa en dos frentes:
a) Concilio de Trento, logrando que en sus primeras etapas se mantuviera un espíritu reconciliador (que no agradaba al Papado, mucho más dogmático), sin embargo, al Concilio acudieron muy pocos príncipes alemanes protestantes y sólo los católicos estaban presentes. Además, pronto las posturas se radicalizaron.
b) Actuaciones militares, por vez primera y como única solución al conflicto. Se produce el triunfo imperial sobre la Liga de Esmakalda (alianza entre príncipes alemanes luteranos) en la batalla de Mülhberg. Tras ellas, se celebra la dieta de Ausburgo (=Dieta Armada), donde Carlos intenta hacer una concesión a los protestantes a cambio de imponer el catolicismo a toda Alemania. El Papa, mucho más dogmático, no acepta las concesiones, tampoco el norte de Alemania. Es un desastre para Carlos. La situación alemana es poco más o menos la del comienzo de la guerra. Por último, se plantean los primeros problemas para la sucesión de estas tierras. Carlos había sido partidario de dividir el Imperio, pero ahora replantea la situación y prefiere dejarlo todo en manos de su hijo Felipe. Consecuentemente, Fernando (hermano de Carlos I) recela.
De destacar en el campo de la política exterior del reinado de Carlos I, es la creación del Imperio americano, que conquistadores españoles como Cortes, Pizarro o Valdivia, estaban llevando a cabo coetáneamente. Así, se organizó por vez primera el vasto territorio americano: Virreinatos (Nueva España-Méjico, Perú-Lima). Nuevas leyes. Sin embargo, a Carlos lo único que le interesó del Imperio americano fueron sus abundantes recursos de metales preciosos, como base económica para el refuerzo del imperioeuropeo en el que estaba concentrado.
3. REINADO DE FELIPE II.
3.1. Las diversas guerras durante el reinado de Felipe II
No menos halagüeño fue el reinado de Felipe II (1.556-1.598), heredando los problemas que fueron fraguándose durante la época de su padre: tuvo que hacer frente a numerosas guerras y revueltas, hechos por los que el Estado tuvo que declararse en bancarrota por tres veces, a pesar de ser España el país más poderoso de Europa. En efecto, Felipe II tuvo guerras contra Francia (se ganó en San Quintín, 1.557), levantamiento de las Provincias Unidas del Norte (1.566), rebelión de los moriscos en Las Alpujarras (1.568), guerra contra el Imperio Otomano (se ganó en Lepanto, 1.571) y contra Inglaterra (se perdió, con el desastre de la Armada Invencible, 1.588), revueltas de Aragón (1.591)...
Todos estos acontecimientos hacen posible que, si durante la primera mitad del siglo XVI, la literatura se caracterizó por la influencia europea: humanismo, renacimiento italiano, erasmismo, etc., y la cultura por su secularización, exaltación de lo humano, el hedonismo y la confianza en la razón y el espíritu crítico; durante la segunda mitad, las corrientes tradicionales serán las que triunfen, amparadas en el hermetismo de la Contrarreforma, prohibiendo estudiar en el extranjero, censurando libros la Inquisición (que llevará a la publicación del "Index Librorum Prohibitorum et Derogatorum") y desarrollándose enormemente la literatura religiosa y espiritual (rasgo genuinamente español).
Pero analicemos detenidamente este período del reinado de Felipe II ( 1556‑1598).
Sus preceptores fueron elegidos por su padre, quien a los doce años le entregaba, en su ausencia, el cargo de Gobernador de Castilla (1539); pero, será diez años después cuando Felipe entre de lleno en el mundo de la política de Estado, tema que había aprendido directamente de su padre.
Felipe hereda de su padre los territorios siguientes:
► La Corona de Castilla (incluyendo su extensión americana).
► La Corona de Aragón.
► Las grandes Islas del Mediterráneo. Nápoles y Sicilia. Puntos de la costa toscana. Presidios de la casta africana.
► Los Países Bajos.
► El Franco Condado.
La diversidad de los pueblos que regía y la falta de conexión creada por la dificultad de las comunicaciones le acarrearán continuos problemas. En la Península Ibérica, se vive un clima de guerra continua dada la cantidad de fronteras a defender.
Con la abdicación de su padre, la paz europea ha empezado a crearse, pero el nuevo rey de Francia, Enrique II, se alía con el papado para la excomunión del rey de España cosa que llega a hacerse, pero que la intervención del Duque de Alba paraliza.
Tras este hecho, Felipe va ganando terreno político aunque económicamente su Imperio esté cada vez más debilitado, debido a las deudas heredadas del reinado de su padre.
Francia y España pactan la paz (Cateau‑Cambresis 1559) ya que la guerra no era más que un enorme gasto para ambas partes.
Tras la paz, Felipe quiere la reapertura del Concilio de Trento, idea nacida bajo Carlos, pero a la que el Papado y el Imperio se niegan ya, que presuponen una preeminencia española en él. El Concilio finalmente se reanuda bajo control ideológico y numérico español: es el Concilio de la Contrarreforma.
Por otro lado, ante la amenaza turca se crea la Liga Santa, que derrota a los turcos en Lepanto (1571).
Asimismo, las incursiones inglesas en el Atlántico merman el comercio hispano americano, base de la existencia del poderío hispano. Para ello se creará una Gran Armada que intentará acabar con el problema).
Ya Carlos V soñó con la creación de un bloque de poder al Norte de Europa, y tal fue la finalidad del matrimonio de Felipe con la reina inglesa María Tudor; pero, la muerte de la reina sin descendencia dio al traste con estas expectativas. Con la nueva monarca (Isabel), Inglaterra se convierte en una amenaza para la Monarquía Católica, al patrocinar a los corsarios y apoyar a los insurrectos flamencos. Se esgrime también la causa católica contra el anglicanismo protector de los luteranos y calvinistas; y el propio papado apremia a Felipe para que, como máximo monarca de la cristiandad, intervenga como vengador del asesinato de María Estuardo. Finalmente, el resultado fue un fracaso: "No mandé luchar a mi Armada contra los elementos".
Entre tanto, en la península, las nuevas circunstancias abren viejas heridas sociales. En Las Alpujarras (Granada) la minoría morisca se subleva. Juan de Austria será el encargado de sofocar la revuelta.
También tiene que enfrentarse a problemas religiosos, como el Calvinismo, que hace prosélitos en los Países Bajos. Las actuaciones encaminadas a reducir la resistencia resultan desmedidas y crean mayores problemas. El problema acabará en 1598 con la renuncia a la soberanía.
Significativo, también, es destacar que Felipe llegó a ser rey de Portugal en 1581, quedando unidos los dos reinos peninsulares durante un siglo, de modo tal que "en el Imperio español nunca se ponía el sol".
3.2. Estructura social y económica en el reinado de Felipe II
En este período, la estructura social, basada casi exclusivamente en la propiedad de la tierra, tendía a concentrarla en unas pocas familias poderosas; el mayorazgo había sido el medio, y éste se convirtió en un derecho civil en base a las Leyes de Toro, lo que permitió a ciertos pecheros hacerse con pequeños mayorazgos. Los terratenientes y los nobles, sobre todo, quedaron a cubierto de las subidas de precios, ya que fueron los precios agrícolas los primeros en subir, esto permitía a los terratenientes aumentar las rentas a la par, en un momento en el que la tierra tenía un valor cada vez más apreciado.
La nobleza, que en el pasado habla perdido su poder político en aras de la monarquía, fue recompensada con actividades que aumentaron su poder económico‑territorial, en cuyo ámbito los moriscos, protegidos aunque prácticamente poseídos por sus dueños nobles, cultivaban los llanos de Lleida, Valencia, Murcia y Granada.
En la Península, apenas existía una clase media; bien es verdad que en Castilla había una clase mercantil (Burgos y Medina del Campo) que actuaba en el comercio lanero y que intervendrá en el americano. Pero es un país medianamente urbanizado y con una población carente de tradición mercantil. Hay excepciones que se enfrentan contra el prejuicio social de "el no vivir de rentas no es trato de nobles". El deshonor del trabajo impidió la creación de una clase medía, pues los propios comerciantes aspiraban a abandonar el comercio e invertir el dinero en un título territorial.
La agricultura se vio modificada por la revolución de los precios al convertirse en elemento de especulación. Los cereales sufrieron una crisis de producción que se intentó paliar con una política de control de precios; pero, el problema era una creciente población y una mayor atención a la ganadería que a la agricultura.
La Mesta también fue afectada por la revolución de precios, ya que el alza de éstos la hizo no‑competitiva a nivel europeo.
La Iglesia estaba presente en cada estamento de la sociedad. A pesar de sus privilegios y riqueza, no puede ser considerada como una clase social. En su seno encontramos hijos de artesanos, representantes de la clase media y elementos nobiliares; todos ellos situados de modo distinto. La riqueza de la Iglesia quedaba mal repartida entre el bajo y alto clero.
Además, estaba la Inquisición. La palabra Inquisición designa dos realidades distintas: una es la Inquisición medieval, a la que también podríamos llamar europea, dependiente de Roma a través del sistema jerárquico episcopal; y la otra, la inquisición española eclesiástica, pero sometida a la voluntad del Estado. Ésta, fue concebida para extirpar del cuerpo social la herejía, entendida ésta no solo como heterodoxia respecto a la fe dominante, sino también como disidencia social. Nace oficialmente con una Bula de Sixto IV en el 1478, fruto de la presión de los Reyes Católicos. Este tribunal, recién creado en Castilla, pasará pronto a tener Jurisprudencia sobre Aragón. La tipología de los delitos sobre los que tuvo competencias es muy extensa, baste decir que trató desde casos de moriscos, luteranos, judíos, hasta homosexualidad, brujería, satanismo, etc.
El balance económico del periodo ha de comenzarse en el siglo XVI, ya que el XV no gozó de la coyuntura favorable que supuso la entrada en circulación de los metales americanos. Éstos, al penetrar en una sociedad como la castellana, carente de una conciencia capitalista y mercantil, sólo llevaran a un agravamiento de las viejas tendencias. Ante la abundancia de dinero, no es necesario invertir para producir, basta con sentarse y esperar a que se rellenen las arcas, que cuando se vacíen, volveremos a esperar. No se escapa a esta mentalidad un consumo desenfrenado y cuyos productos proceden del exterior; los precios no importan, por altos que sean pueden pagarse. Se crea así una espiral de violencia monetaria a la que nadie pone fin por innecesario. América requiere productos para el consumo: Castilla, carente de industria, no puede servirlos; pero, sistemáticamente paraliza los intentos suministradores de los otros países: ella tiene el monopolio comercial el contrabando hace su aparición en escena, utilizando básicamente dos modalidades:
► Dentro de la Península, "comerciantes" españoles convertidos en prolongaciones de los europeos.
► En el Atlántico: saltándose las prohibiciones de comerciar, pero contando con el apoyo del mercado americano, que recibe iguales productos a menor precio y en condiciones más favorables.
En Castilla, los beneficios obtenidos del comercio con América tuvieron los siguientes destinos:
► Pago de la deuda externa por préstamos a la Corona.
► Donaciones a la Iglesia'.
► Intervenciones en el continente.
► Pago a comerciantes europeos por "transacciones realizadas".
El contrabando dejó muy pocos beneficios en el interior del país, y estos contribuyeron a desarrollar la llamada "Revolución de los precios", fenómeno que comienza su declive en el XVI‑XVII cuando comienza a flaquear la llegada de ingresos; pero los precios se mantienen, lo cual rebaja sensiblemente el nivel de vida del país, que se sume en la ruina no queriéndose reconocerlo. La punta del Iceberg la podemos encontrar en la novela del XVII español, en la llamada picaresca, fruto de una época difícil en la que la miseria azota al mayor Imperio de la cristiandad.
Por otro lado, los envíos de plata americana decaen escalonadamente desde mediados del XVI. Entre las causas que se señalan citamos:
► Descenso de la productividad de las minas.
► Desvío de los cargamentos (piratería).
► Aumento del consumo de plata en la propia América.
► Comercio directo con Europa (contrabando)
► Comercio con Asia (Navío de Filipinas).
Paralelamente a este proceso, en la metrópolis aumenta el "consumo" de plata; el desfase es fácilmente comprensible.
Como queda patente, gran parte del por qué de la caída del Imperio español se debe a la gestión de los llamados Austrias Mayores (Carlos I y Felipe II). La coyuntura heredada por los restantes Austrias (los llamados Menores: Felipe III, Felipe IV y Carlos II) condicionó totalmente su tarea.
3.3. Cambios fundamentales en el reinado de Felipe II respecto al de Carlos I.
Entre los gobiernos de Carlos I y Felipe II hay, pues, una lógica continuidad, aunque también significativas diferencias, principalmente el sedentarismo de Felipe II frente a la conocida movilidad de Carlos I. También han cambiado las bases económicas, territoriales, políticas, etc. Veámoslas
a) Bases territoriales. Fruto de la división de la herencia de Carlos I. Felipe II consigue una base más coherente. Es un rey castellano e impondrá a Castilla como centro de la política internacional. No habrá choque entre territorios por intereses contrarios como ocurría con Carlos I. Los Países Bajos serán la excepción.
b) Bases económicas. Ya nos hemos referido a ello anteriormente. Esta es una época de recesión y graves problemas. Hasta por cuatro veces se declarará la Bancarrota.
c) Bases ideológicas. El intento de Imperio universal cristiano de Carlos V pasa ahora a ser un Imperio Católico. No es un salto totalmente brusco. Carlos ya al final de su reinado actúa de un modo más conservador, al haber visto el problema del protestantismo y su importancia. De hecho, la segunda mitad del siglo XVI se caracterizará por sangrientas guerras de religión, que azotarán a países centroeuropeos, especialmente Francia. Por su parte, España, al margen de estos conflictos, presenta el término contrarreforma como sinónimo prácticamente del pensamiento religioso de Felipe II.
d) Bases políticas del mundo. Los otomanos están agotados tras la muerte de Solimán y afectados por importantes problemas internos (rivalidad con Persia). La derrota de Lepanto supondrá el fin de la amenaza turca. Portugal está integrado a la península. Francia, sigue siendo enemigo potencial, pero las guerras de religión suponen un fuerte mermo de sus posibilidades. Inglaterra como principal rival de Felipe II (importante giro en las alianzas europeas, ya que durante todo el reinado de Carlos I, había actuado como aliado). Enfrentamiento directo durante la década de los ochenta.
Así pues, los problemas de fondo serán los mismos que con Carlos I, cambiando los escenarios. Musulmanes, protestantes (en los Países Bajos) y potencias europeas como principales focos de conflicto.
3.4. Etapas en el reinado de Felipe II.
Pueden, además, distinguirse hasta tres etapas en su reinado en cuanto a la política internacional.
① 1ª etapa (1555-1568). Se sientan las bases de la hegemonía española. Los primeros años no son sino los últimos coletazos del reinado de Carlos I. Así, guerra contra el Papado, que consigue la alianza con Francia, revocando incluso una tregua hispano-francesa previa. En la Batalla de San Quintín, el ejército español se muestra claramente superior. Se firma la paz de Cateau-Cambresis, importantísima ya que Francia debe hacer significativas renuncias (Milanesado y Saboya). La paz se confirma con el matrimonio de Felipe II e Isabel de Valois, lo que supone de hecho importantes connotaciones religiosas (Francia y España hacen frente común al protestantismo).
Tras Cateau - Cambresis, comienza la primera etapa propiamente del reinado de Felipe II. El Concilio de Trento finalmente concluye, y será la frontera de la cristiandad, esto es, el problema turco, el principal frente. Carlos I había abandonado las luchas contra los turcos en la última etapa de su reinado, lo que será aprovechado por los turcos que consolidaron sus posiciones incluso en el Mediterráneo Occidental (p.e. se pierde Trípoli en 1559). Felipe busca la solución mediante importantes planes de reconstrucción naval, consiguiendo mayor operatividad en el Mediterráneo, el ataque turco a Malta supone el envío de una escuadra por parte de Felipe II, que acaba consiguiendo la victoria.
② 2ª etapa. A partir de 1568 y hasta 1580, los tres frentes permanecen activos simultáneamente:
A) El frente turco. Pese a Malta, la iniciativa de las campañas corresponde a los turcos. La revuelta de las Alpujarras (1568), provoca el terror en España de una posible relación con el poder otomano. Los turcos toman además Chipre en 1570.
La situación era muy tensa con lo que se decide formar la Liga Santa (Venecia, el Papado...). Ante la amenaza turca, la liga decide actuar: batalla de Lepanto.
En el envite, las fuerzas eran similares pero se tuvo la suerte de cara ya que España atacó por el flanco de la nave insignia y se hizo con ella. Victoria sin precedentes, pero sobre todo psicológica, ya que no significaba el fin de los turcos pues éstos tenían tiempo de rehacer su flota. Además, Venecia pactará con los otomanos a cambio de Chipre. La liga se disuelve.
B) Revolución de los Países Bajos. Muy compleja. La causa principal no puede ni debe achacarse a un nacionalismo incipiente, ya que se caracteriza por la falta de cohesión. Se trata de revueltas sucesivas (1566,1572,1576...) y que nacen por causas diversas. Los Países Bajos ya le plantean problemas a Carlos I por cuestiones religiosas (luteranismo y anabaptismo), pero ahora la situación es distinta. Se trata de un monarca español, mejor castellano, y que sólo estará presente en los Países Bajos entre 1555-1559. Un rey que hace política española, política católica. El calvinismo, movimiento mucho más exacerbado que el luteranismo, era mayor enemigo. Además, era fácil que se implantará aquí, ya que el nivel moral del clero era más bajo que en el resto de Europa. La etapa además es circunstancialmente negativa: se desarrolló una industria importante, pero muy dependiente del momento, de las inversiones, fluctuaciones de la población, etc.
Todo ello crea inquietudes sociales, sobre todo con la política represora del Imperio español. El calvinismo calará sobre todo en la población urbana de clases medio - baja y baja (también la clase alta apoyará la rebelión pero sus motivaciones serán diferentes).
Con estas bases, Felipe II abandona su estancia en los Países Bajos dejando como regente a su hermana Margarita. Los nobles lograrán la destitución del consejero de los Países Bajos lo que supuso un mayor poder para ellos. Deciden mandar una embajada a Madrid a pedir a Felipe mayor tolerancia religiosa (por convicción o provecho), pero Felipe sólo atiende a los turcos. Con el tiempo, Felipe se digna a contestar. Su posición intransigente, provoca que parte de la nobleza firme el Compromiso de Breda, en el que se exige tolerancia. La difícil situación acrecentada por la subida de precios del cereal, que supone una revuelta popular en verano de 1566, donde se llegaron a profanar templos y esculturas, provoca que Madrid se decante por actuar de una forma represora. Felipe envía al duque de Alba. Incluso la reina Isabel de Inglaterra apoya la decisión de Felipe II.
Sin embargo, hubo un tremendo error. Cuando el duque de Alba llegó a los Países Bajos, la situación ya estaba controlada, pero se decidió por encarcelar y juzgar a buena parte de aquellos que habían participado en las revueltas, cuando los principales instigadores ya habían abandonado las ciudades.
En 1572, se produjo una nueva rebelión en los Países Bajos provocada esta vez por el conato de reforma fiscal llevado a cabo por el duque de Alba, así como por un hecho fortuito cual es la toma de puertos del norte europeo por parte de los llamados "mendigos del mar", al dejar Alba desprotegido el norte de los territorios pues decidió marchar al sur por la amenaza francesa. Si bien los protestantes sufren una tremenda masacre ("Matanza de San Bartolomé), Alba es incapaz de reconquistar el norte, con lo cual la escisión se había conseguido (tal vez por la lentitud de la ayuda española).
La tercera revuelta se produjo en 1576. Nació en el sur y no tuvo mucha relación con revueltas anteriores. Estuvo propiciada por la nobleza. Así, en 1575, Felipe II se vio obligado a declarar por segunda vez la bancarrota, lo que provocó motines en el ejército que no cobraba. En 1576, el ejército español entró a saco en Amberes, provocando más de 6000 asesinatos. La indignación fue generalizada.
La oposición se transformó ahora en guerra, todos los Países Bajos contra España. Sin embargo, hay grandes diferencias entre el norte y el sur (p.e. socialmente). En algunos puntos del sur, aparecían repúblicas teocráticas radicales (p.e. Amberes). Felipe II envía a Juan de Austria, que no era buen diplomático, con lo que el diálogo resultó imposible. El movimiento se internacionaliza. Empieza a no aceptarse el nombramiento de gobernadores de Felipe II. Los estados del sur llaman al archiduque Matías, y buscan la alianza francesa. Los estados del norte buscan a un duque calvinista. La muerte de Juan de Austria, lleva a los Países Bajos a Alejandro Farnesio que aprovecha el descontento nobiliario, por las revueltas del sur, para atraerse el pacto de la nobleza sureña ("Unión de Arras"). Algunas provincias del norte, se unen entonces en la "Unión de Utrech".
③ 3ª etapa (1580-1598). En esta etapa, se produce la llegada masiva de oro y plata americana. El Imperialismo se manifiesta en todos los frentes: Portugal, Países Bajos, Francia e Inglaterra.
A) Portugal: Incorporación a la corona tras crisis sucesoria. Felipe II será apoyado por las capas altas de la sociedad portuguesa por la mala coyuntura económica portuguesa, por los enemigos comunes que ambas potencias tienen en sus posesiones americanas, etc. Las cortes portuguesas y las clases populares, sin embargo apoyaban a Antonio, nieto bastardo. Felipe II recurre a la intervención militar. Alba cruza la frontera y los portugueses no se resisten. En 1581, Felipe II se proclama rey de Portugal. Destaca que la anexión de Portugal se realiza en plano de igualdad, manteniendo una independencia mayor que la del resto de Coronas del Imperio.
B) Países Bajos. El conflicto es cada vez más militar entre España y las "provincias unidas del norte", que además cuentan con el apoyo militar francés y británico. Felipe II es depuesto como rey en 1581. La corona le será ofrecida al Duque d'Anjou, para obtener la alianza francesa en el caso de contraofensiva española, pero éste muere poco después. Entonces, la corona es ofrecida al rey francés, pero éste la rechaza, por temor a España. Alejandro Farnesio, aprovechará la confusión, sometiendo a Flandes, Bramante, conquistando Amberes e iniciando la reconquista del norte. Inglaterra decide actuar y la lucha queda en tablas.
Felipe II decide arrojar la toalla en la cuestión de los Paises Bajos finalmente, por el temor a una unión Francia- Inglaterra -Países Bajos. Los Países Bajos se ofrecen no al futuro Felipe III, si no a su hija Isabel Clara Eugenia y a su esposo. Si hay sucesión, perfecto, si no, la herencia revertirá a España. Por tanto, una solución intermedia.
C) Francia. Inmersa en las guerras de religión. En 1598, se firma la paz con España. Felipe II renuncia a sus pretensiones al trono francés y reconoce a Enrique IV como monarca.
D) Inglaterra. Durante el reinado de Carlos I aliada de España. Con la llegada de Isabel I se producen las primeras tensiones. Se evita el enfrentamiento directo durante largo tiempo. Sin embargo, el apoyo británico a las provincias unidas en 1585, supone una afrenta, agravada por los continuos saqueos de los piratas británicos a los galeones españoles. Desde ahora, la única respuesta posible es la conquista de Inglaterra. Felipe II cuenta con buena parte del ejército situado en los Países Bajos, y consigue la renuncia de María Estuardo a sus derechos. Sin embargo, la ofensiva tuvo un error de partida, ya que España no contaba con un puerto en los Países Bajos de calado suficiente para su marina. También se perdió el factor sorpresa (en 1588 salieron de Cádiz más de 20000 hombres en 130 naves). Por otra parte, la marina inglesa, similar en número a la española era mucho más maniobrable y con mayor capacidad de fuego. Los españoles no pueden hacer el abordaje. Frente a los Países Bajos se envía a Alejandro Farnesio la orden de embarcar, pero éste no lo consigue por el bloqueo a la flota. A todo ello, se une una fuerte tempestad, que empuja a la marina española contra las costas de los Países Bajos provocando la desbandada de los hombres. A España no retornará sino la mitad aproximada de las naves y hombres. España se lo tomará con filosofía. No es una derrota total, pero obviamente sí es importante. Para Inglaterra, sin embargo, comienza una nueva etapa. La Paz no se firmará hasta 1604, ya durante el reinado de Felipe III.
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