La enamorada con frecuencia suele despreciar al amante, rechazándolo e impidiendo la felicidad deseada de la unión y el afecto entre los dos. Partiendo de este hecho, unas veces la amada es vista como una cruel enemiga, como "amada enemiga". Este un tópico frecuente en la poesía de los "Cancioneros" y desarrolla la doble faceta del amor: positivo y negativo.
Pero otras veces, aparece el tópico condimentado por la dulzura de la amada, de manera que se convierte en la "dulce enemiga" ("dolce mia nemica"), de Petrarca, que aparece al menos unas 8 veces en su "Canzionere", y que entronca con la "ma douce ennemie" de los trovadores provenzales.
Veremos en esta entrada ejemplos de Petrarca, Serafino Aquilano, Garcilaso de la Vega, Gutierre de Cetina, Francisco de Terrazas, Baltasar el Alcázar, Lope de Vega, Miguel de Cervantes, Alonso Pérez, Luis de Góngora, José Marchena, entre otros.
■ Soneto I ,
de Garcilaso de la Vega (1.498-1.536).
Cuando me paro a contemplar mi estado,
y a ver los pasos por do me ha traído,
hallo, según por do anduve perdido,
que a mayor mal pudiera haber llegado;
mas cuando del camino estó olvidado,
a tanto mal no sé por dó he venido;
sé que me acabo, y más he yo sentido
ver acabar conmigo mi cuidado.
Yo acabaré, que me entregué sin arte
a quien sabrá perderme y acabarme,
si ella quisiere, y aun sabrá quererlo;
que pues mi voluntad puede matarme,
la suya, que no es tanto de mi parte,
pudiendo, ¿qué hará sino hacerlo?
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■ Soneto: Dulce enemiga mía, hermosa fiera,
de Gutierre de Cetina (1.520-1.557).
Dulce enemiga mía, hermosa fiera,
si las obras de Amor mirar queremos,
iguales con el sol las hallaremos
una regla guardar y una manera.
Cerca la tierra el sol dentro y de fuera,
y la cera derrite como vemos.
¿De dónde vienen, pues, tales extremos?
¿Los rayos no son todos de una esfera?
Amor os hiela a vos y a mí me enciende,
en mí acrecienta ardor y en vos desvío,
yo soy un fuego ya, vos toda un hielo.
¿Pues cómo puede ser? ¿Hay quién lo entiende?
Si procede de Amor el ardor mío,
¿el hielo vuestro es permisión del cielo?
[Como podemos observar, este soneto desarrolla también el topos: ignis amoris.]
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■ Soneto: Dejad las hebras de oro ensortijado ,
de Francisco de Terrazas (1.525-1.580).
Dejad las hebras de oro ensortijado
que el ánima me tienen enlazada,
y volved a la nieve no pisada
lo blanco de esas rosas matizado.
Dejad las perlas y el coral preciado
de que esa boca está tan adornada,
y al cielo, de quien sois tan envidiada,
volved los soles que le habéis robado.
La gracia y discreción que muestra ha sido
del gran saber del celestial Maestro,
volvédselo a la angélica natura;
y todo aquesto así restituido,
veréis que lo que os queda es propio vuestro:
ser áspera, cruel, ingrata y dura.
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■ Soneto: Yo acuerdo revelaros un secreto,
de Baltasar del Alcázar (1.530-1.606).
Yo acuerdo revelaros un secreto
en un soneto, Inés, bella enemiga;
mas, por buen orden que yo en éste siga,
no podrá ser en el primer cuarteto.
Venidos al segundo, yo os prometo
que no se ha de pasar sin que os lo diga;
mas estoy hecho, Inés, una hormiga,
que van fuera ocho versos del soneto.
Pues ved, Inés, qué ordena el duro hado,
que teniendo el soneto ya en la boca
y el orden de decillo ya estudiado,
conté los versos todos y he hallado
que, por la cuenta que a un soneto toca,
ya este soneto, Inés es acabado.
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■ Desdenes de Juana y quejas del poeta,
de Lope de Vega (1.562-1.635).
Si digo a Juana, quanto hermosa, fiera,
lo que la quiero, ingrata corresponde,
si digo que es mi vida, me responde
que se muriera por que no lo fuera.
Si la busco del soto en la ribera,
entre los verdes álamos se esconde,
si va a la plaza y la pregunto, ¿a dónde?,
con la cesta me rompe la mollera.
Si digo que es la hermosa Polyxena,
dice que miento, porque no es Troyana,
ni Griega, si la igualo con Helena.
Eres Hircana tigre, hermosa Juana,
¡mas hai! que aun para tigre no era buena,
pues siendo de Madrid, no fuera Hircana.
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■ Carta de Don Quijote a Dulcinea del Toboso,
(El Ingenioso Hidalgo Don Qijote de la Mancha, I, cap. XXV), de Miguel de Cervantes Saavedra (1.547-1.616).
Soberana y alta señora: El ferido de punta de ausencia y el llagado de las telas del corazón, dulcísima Dulcinea del Toboso, te envía la salud que él no tiene. Si tu fermosura me desprecia, si tu valor no es en mi pro, si tus desdenes son en mi afincamiento, maguer que yo sea asaz de sufrido, mal podré sostenerme en esta cuita, que, además de ser fuerte, es muy duradera. Mi buen escudero Sancho te dará entera relación, ¡oh bella ingrata, amada enemiga mía!, del modo que por tu causa quedo: si gustares de acorrerme, tuyo soy; y si no, haz lo que te viniere en gusto, que con acabar mi vida habré satisfecho a tu crueldad y a mi deseo. Tuyo hasta la muerte,
El Caballero de la Triste Figura.
Pero otras veces, hemos dicho, aparece el tópico condimentado por la dulzura de la amada, de manera que se convierte en la dulce enemiga ("dolce mia nemica"), de Petrarca, la "dolce mia guerrera", que aparece al menos unas 8 veces en su "Canzionere", que entronca con Sordello y con la "ma douce ennemie" de los trovadores provenzales.
Este término sólo de "dulce" se usará en España a partir del siglo XVI, mediante dos vías, la referida de Petrarca y la de Virgilio, quien en la "Eneida" (IV, v. 652) ya refirió las "dulces exuviae" y en sus "Églogas" (VII, v. 37), la "Nerine Galathea, thymo mihi dulcior Hiblae" (Nerine Galatea, más dulce que el tomillo hibleo").
■ Soneto CCLIV,
de Francesco Petrarca (1.304-1.374).
Por más que escucho, nada oigo de aquella
la dulce y adorada mi enemiga,
y no sé qué pensar o qué me diga,
pues temo y la esperanza me atropella.
A alguna ya hizo daño el ser tan bella;
y a ella, la más bella y casta amiga,
quizás por tales dones Dios la obliga
a huir la tierra y ser del cielo estrella,
y aun todo un sol; y si es así, mi vida,
lo breve y largo de mi paz y engaños
llegan al fin. ¡Oh triste y cruel partida!
¿Por qué lejos me has puesto de mis daños?
Ya está mi breve farsa concluida
y el tiempo mío en remedio de mis años.
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■ Descripción de Dulcinea del Toboso,
(El Ingenioso Hidalgo Don Qijote de la Mancha, I, cap. XIII), de Miguel de Cervantes Saavedra (1.547-1.616).
[Este párrafo es muestra también del tópico de la descriptio puellae, enmarcándose dentro de la tradición petrarquista].Yo no podré afirmar si la dulce mi enemiga gusta, o no, de que el mundo sepa que yo la sirvo; sólo sé decir [...] que su nombre es Dulcinea; su patria, El Toboso, un lugar de la Mancha; su calidad, por lo menos ha de ser de princesa, pues es reina y señora mía; su hermosura, sobrehumana, pues en ella se vienen a hacer verdaderos todos los imposibles y quiméricos atributos de belleza que los poetas dan a sus damas: que sus cabellos son oro, su frente campos elíseos, sus cejas arcos del cielo, sus ojos soles, sus mejillas rosas, sus labios corales, perlas sus dientes, alabastro su cuello, mármol su pecho, marfil sus manos, su blancura nieve, y las partes que a la vista humana encubrió la honestidad son tales, según yo pienso y entiendo, que sólo la discreta consideración puede encarecerla[s], y no compararlas.
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■ Canción,
(El Ingenioso Hidalgo Don Qijote de la Mancha, I, cap. XIV), de Miguel de Cervantes Saavedra (1.547-1.616).
Diré que la enemiga siempre mía
hermosa el alma como el cuerpo tiene,
y que su olvido de mi culpa nace,
y que en su fe de los males que nos hace
amor su imperio en justa paz mantiene.
Tendrá este tópico una gran difusión musical en el Renacimiento, como vemos en una canción repetida hasta la saciedad posiblemente del italiano Serafino Aquilano, tanto en Cervantes como en Lope de Vega (en "El Isidro"), Garcilaso de la Vega, Gutierre de Cetina, Montemayor, Alonso Pérez, Herrera, Camoes, Padilla, Figueroa, Góngora...). El ejemplo es de Cervantes ("El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha", IIª Parte, Capítulo XXXVIII) y al lado ponemos el texto de Serafino Aquilano:
nace un mal que el alma hiere
y por más tormento quiere
que se sienta y no se diga.
nasce un do ch'esser non sole
e per piu tormento uole
che si senta, e non si dica.
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■ La casa de los celos,
de Miguel de Cervantes Saavedra (1.547-1.616).
Ya abajo; pero no a buscar reposo,
sino a cumplir lo que amistad me obliga
y a pasar a la sombra el sol fogoso;
ue en tanto que la dulce mi enemiga
se esté fortalecida en su dureza
no hay mal que huya ni placer que siga.
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■ La Segunda Parte de la Diana de Jorge de Montemayor, Libro IV,
de Alonso Pérez(h. 1.550 d.n.e. - 1.596 d.n.e.).
No tan rebelde a Amor, ni desdeñosa
pisó yerva con planta,
ni verde hoja cogió ninfa con mano,
cabello de oro fino no dio al viento,
ni en lino hermosos miembros ha cogido 5
dama gentil y bella, cual aquesta
dulce enemiga mía.
Belleza y castidad es una cosa,
no vista en edad tanta
y assí admira y contenta a todo humano, 10
mas ello a mí da pena y descontento
porque amor con belleza me ha encendido
y por la castidad ya no me resta
un punto de alegría.
No hay en apartado lirio o rosa, 15
ni flor alguna en planta,
ni prado ameno, verde en el verano,
que vello alegre assí mi entendimiento
cual la flor qu´en mi pecho ha florescido,
contemplando en aquella qu´es compuesta 20
de gracia y gallardía.
Parésceme que veo de mi diosa,
el pecho o la garganta,
en viendo al blanco armiño en algún llano,
y en ello aún imagino que la afrento. 25
¡O dioses que jamás aún he podido
ser harto en contemplarla al sol o siesta,
de noche o claro día!
De río no creciente caudalosa
de tanta falda, cuanta 30
dulçura sparze el rostro grave, llano
y bello, de quien basta hazer contento
al mundo, ni tranquilo mar se vido
salir menos de madre, assí cual está
de toda recta vía. 35
A cualquier voluntad algo viciosa
su honestidad quebranta,
cual suele al fuego o vela al aire insano,
si aquello tuvo poco fundamento.
Felis, cuerpo que tal alma has tenido 40
y ella que siendo en otro cuerpo puesta,
menos le convenía.
Por sola ella la vida m´es gozosa,
qu´el alma se adelanta
contemplándola, en gozo soberano, 45
(creello bien podrán con sano intento)
por ella, los desiertos me han plazido,
que sin ella no hay bien, placer, ni siesta,
ni aún verde yo quería.
Hado dulce, que a empresa generosa, 50
al coraçón levanta,
sellando en sí quién l´haze ser ufano.
¡O sello dulce, o tu dulce tormento!
Milagro dulce, que verse no ha querido,
dulce llaga por quien de balde cuesta 55
tan dulce compañía.
Gracia, hermosura igual, beldad honesta
no fue, ni ser podría.
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■ Canto amebeo de la II Soledad,
(Soledades, vv. 570-576), de Luis de Góngora y Argote(1.561-1.627).
Las que el cielo mercedes
Hizo a mi forma ¡oh dulce mi enemiga!
Lisonja no, serenidad lo diga
De limpia consultada ya laguna,
y los de mi fortuna
privilegios, el mar, a quien di redes
más que a la selva lazos Ganimedes.
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■ A Amarilis,
de José Marchena y Ruiz de Cueto (1.768-1.821).
[En esta composición, además, podemos ver los tópicos de locus agrestis, aurea aetas, tempus fugit, collige virgo rosas]Soledad deliciosa, bosque umbrío
¡ay, cómo en tu retiro busco en vano
alivio al inmortal quebranto mío!
Me hirió de Amor la poderosa mano,
de Amor la flecha aguda envenenada
que contra mí lanzara el inhumano.
¡Oh mil veces feliz edad dorada
en que fue la ternura y la firmeza
del constante amador siempre premiada!
Agora al rendimiento, a la fineza
se retribuye indiferencia fría,
al obsequio humillado cruel dureza.
¿Qué mal dios en su cólera daría
el siempre infame honor a los mortales,
que tanto de natura los desvía?
Él el pudor nos trajo, él sus fatales
leyes a Amor impuso, y él los bienes
más dulces transformó en acerbos males.
De mi dulce enemiga los desdenes
el acaso los causa, y hace en llanto
mis ojos dos raudales ¡ay! perenes.
Sigue, Amarilis, de Cupido santo
las leyes, del amor sigue el sendero
exento de pesar y de quebranto.
Honor, de la natura comunero,
ejercite en el vulgo su tirana
dominación y su poder severo.
Tú escucha del Amor la soberana
voz, que al deleite agora te convida;
que esta la edad en su verdor lozana.
Huye la primavera de la vida
cual un ligero soplo, un breve instante,
y nunca torna si una vez es ida.
Vendrá ¡ay! la vejez corva, y el amante
que agora sólo espira tus amores,
y que esquivas más dura que diamante,
Lejos huirá de ti; de adoradores
la turba que te cerca de contino,
cual brillo suele de caducas flores
tal desparecerá; que del destino
esta es la ley severa, inexorable;
éste de la hermosura el hado indino.
Tal la purpúrea rosa, que al amable
Céfiro abrió su seno, el soplo airado
del vendaval deshoja, y despreciable
yace y marchita en el florido prado.
BIBLIOGRAFÍA.-
Wilson, E. M. et Askins, L. F..- "History of a Refrain: "De la dulce mi enemiga", in Modern Language Notes, 85 (1.970), pp. 138-156.
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