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29 de marzo de 2022

MINILECTURA: "LA SIMA" de PÍO BAROJA (1872-1956).


[1] El paraje era severo, de adusta severidad. En el término del horizonte, bajo el cielo inflamado por nubes rojas, fundidas por los últimos rayos del sol, se extendía la cadena de montañas de la sierra, como una muralla azuladoplomiza, coronada en la cumbre por ingentes pedruscos y veteada más abajo por blancas estrías de nieve.

[2] El pastor y su nieto apacentaban su rebaño de cabras en el monte, en la cima del alto de las Pedrizas, donde se yergue como gigante centinela de granito el pico de la Corneja.

[3] El pastor llevaba anguarina de paño amarillento sobre los hombros, zahones de cuero en las rodillas, una montera de piel de cabra en la cabeza, y en la mano negruzca, como la garra de un águila, sostenía un cayado blanco de espino silvestre. Era hombre tosco y primitivo; sus mejillas, rugosas como la corteza de una vieja encina, estaban en parte cubiertas por la barba naciente no afeitada en varios días, blanquecina y sucia.

[4] El zagal, rubicundo y pecoso, correteaba seguido del mastín; hacía zumbar la honda trazando círculos vertiginosos por encima de su cabeza y contestaba alegre a las voces lejanas de los pastores y de los vaqueros, con un grito estridente, como un relincho, terminando en una nota clara, larga, argentina, carcajada burlona, repetida varias veces por el eco de las montañas.

[5] El pastor y su nieto veían desde la cumbre del monte laderas y colinas sin árboles, prados yermos, con manchas negras, redondas, de los matorrales de retama y macizos violetas y morados de los tomillos y de los cantuesos en flor…

[6] En la hondonada del monte, junto al lecho de una torrentera llena de hojas secas, crecían arbolillos de follaje verde negruzco y matas de brezo, de carrascas y de roble bajo.

[7] Comenzaba a anochecer, corría ligera brisa; el sol iba ocultándose tras de las crestas de la montaña; sierpes y dragones rojizos nadaban por los mares de azul nacarado del cielo, y, al retirarse el sol, las nubes blanqueaban y perdían sus colores, y las sierpes y los dragones se convertían en inmensos cocodrilos y gigantescos cetáceos. Los montes se arrugaban ante la vista, y los valles y las hondonadas parecían ensancharse y agrandarse a la luz del crepúsculo.

[8] Se oía a lo lejos el ruido de los cencerros de las vacas, que pasaban por la cañada, y el ladrido de los perros, el ulular del aire; y todos esos rumores, unidos a los murmullos indefinibles del campo, resonaban en la inmensa desolación del paraje como voces misteriosas nacidas de la soledad y del silencio.

[9] -Volvamos, muchacho -dijo el pastor-. El sol se esconde.

[10] El zagal corrió presuroso de un lado a otro, agitó sus brazos, enarboló su cayado, golpeó el suelo, dio gritos y arrojó piedras, hasta que fue reuniendo las cabras en una rinconada del monte. El viejo las puso en orden; un macho cabrío, con un gran cencerro en el cuello, se adelantó como guía, y el rebaño comenzó a bajar hacia el llano. Al destacarse el tropel de cabras sobre la hierba, parecía oleada negruzca, surcando un mar verdoso. Resonaba igual, acompasado, el alegre campanilleo de las esquilas.

[11] -¿Has visto, zagal, si el macho cabrío de tía Remedios va en el rebaño? -preguntó el pastor.

-Lo vide, abuelo -repuso el muchacho.

-Hay que tener ojo con ese animal, porque malos dimoños me lleven si no le tengo malquerencia a esa bestia.

-Y eso, ¿ por qué vos pasa, abuelo?

-¿ No sabes que la tía Remedios tié fama de bruja en tó el lugar?

-¿Y eso será verdad, abuelo?

-Así lo ha dicho el sacristán la otra vegada que estuve en el lugar. Añaden que aoja a las presonas y a las bestias y que da bebedizos. Diz que la veyeron por los aires entre bandas de culebros.

[12] El pastor siguió contando lo que de la vieja decían en la aldea, y de este modo departiendo con su nieto, bajaron ambos por el monte, de la senda a la vereda, de la vereda al camino, hasta detenerse junto a la puerta de un cercado. Veíase desde aquí hacia abajo la gran hondonada del valle, a lo lejos brillaba la cinta de plata del río, junto a ella adivinábase la aldea envuelta en neblinas; y a poca distancia, sobre la falda de una montaña, se destacaban las ruinas del antiguo castillo de los señores del pueblo.

[13] -Abre el zarzo, muchacho -gritó el pastor al zagal.

[14] Éste retiró los palos de la talanquera, y las cabras comenzaron a pasar por la puerta del cercado, estrujándose unas con otras. Asustose en esto uno de los animales, y, apartándose del camino, echó a correr monte abajo velozmente.

[15] -Corre, corre tras él, muchacho -gritó el viejo, y luego azuzó al mastín, para que persiguiera al animal huido.

-Anda, Lobo. Ves a buscallo.

El mastín lanzó un ladrido sordo, y partió como una flecha.

-¡Anda! ¡Alcánzale! -siguió gritando el pastor-. Anda ahí.

[16] El macho cabrío saltaba de piedra en piedra como una pelota de goma; a veces se volvía a mirar para atrás, alto, erguido, con sus lanas negras y su gran perilla diabólica. Se escondía entre los matorrales de zarza y de retama, iba haciendo cabriolas y dando saltos.

[17] El perro iba tras él, ganaba terreno con dificultad; el zagal seguía a los dos, comprendiendo que la persecución había de concluir pronto, pues la parte abrupta del monte terminaba a poca distancia en un descampado en cuesta. Al llegar allí, vio el zagal al macho cabrío, que corría desesperadamente perseguido por el perro; luego le vio acercarse sobre un montón de rocas y desaparecer entre ellas. Había cerca de las rocas una cueva que, según algunos, era muy profunda, y, sospechando que el animal se habría caído allí, el muchacho se asomó a mirar por la boca de la caverna. Sobre un rellano, de la pared de ésta, cubierto de matas, estaba el macho cabrío.

[18] El zagal intentó agarrarle por un cuerno, tendiéndose de bruces al borde de la cavidad; pero viendo lo imposible del intento, volvió al lugar donde se hallaba el pastor y le contó lo sucedido.

[19] -¡Maldita bestia! -murmuró el viejo-. Ahora volveremos, zagal. Habemos primero de meter el rebaño en el redil.

[20] Encerraron entre los dos las cabras, y, después de hecho esto, el pastor y su nieto bajaron hacia el descampado y se acercaron al borde de la sima. El chivo seguía en pie sobre las matas. El perro le ladraba desde fuera sordamente.

[21] -Dadme vos la mano, abuelo. Yo me abajaré -dijo el zagal.

-Cuidiao, muchacho. Tengo gran miedo de que te vayas a caer.

-Descuidad vos, abuelo.

[22] El zagal apartó las malezas de la boca de la cueva, se sentó a la orilla, dio a pulso una vuelta, hasta sostenerse con las manos en el borde mismo de la oquedad, y resbaló con los pies por la pared de la misma, hasta afianzarlos en uno de los tajos salientes de su entrada. Empujó el cuerno de la bestia con una mano, y tiró de él. El animal, al verse agarrado, dio tan tremenda sacudida hacia atrás, que perdió sus pies; cayó, en su caída arrastró al muchacho hacia el fondo del abismo. No se oyó ni un grito, ni una queja, ni el rumor más leve.

[23] El viejo se asomó a la boca de la caverna.

-¡Zagal, zagal! -gritó, con desesperación.

Nada, no se oía nada.

-¡Zagal! ¡Zagal!

[24] Parecía oírse mezclado con el murmullo del viento un balido doloroso que subía desde el fondo de la caverna.

[25] Loco, trastornado, durante algunos instantes el pastor vacilaba en tomar una resolución; luego se le ocurrió pedir socorro a los demás cabreros, y echó a correr hacia el castillo.

[26] Éste parecía hallarse a un paso; pero estaba a media hora de camino, aun marchando a campo traviesa; era un castillo ojival derruido, se levantaba sobre el descampado de un monte; la penumbra ocultaba su devastación y su ruina, y en el ambiente del crepúsculo parecía erguirse y tomar proporciones fantásticas.

[27] El viejo caminaba jadeante. Iba avanzando la noche; el cielo se llenaba de estrellas; un lucero brillaba con su luz de plata por encima de un monte, dulce y soñadora pupila que contempla el valle.

[28] El viejo, al llegar junto al castillo, subió a él por una estrecha calzada; atravesó la derruida escarpa, y por la gótica puerta entró en un patio lleno de escombros, formado por cuatro paredones agrietados, únicos restos de la antigua mansión señorial.

[29] En el hueco de la escalera de la torre, dentro de un cobertizo hecho con estacas y paja, se veían a la luz de un candil humeante, diez o doce hombres, rústicos pastores y cabreros agrupados en derredor de unos cuantos tizones encendidos.

[30] El viejo, balbuceando, les contó lo que había pasado. Levantáronse los hombres, cogió uno de ellos una soga del suelo y salieron del castillo. Dirigidos por el viejo, fueron camino del descampado, en donde se hallaba la cueva.

[31] La coincidencia de ser el macho cabrío de la vieja hechicera el que había arrastrado al zagal al fondo de la cueva, tomaba en la imaginación de los cabreros grandes y extrañas proporciones.

[32] -¿Y si esa bestia fuera el dimoño? -dijo uno.

-Bien podría ser -repuso otro.

Todos se miraron, espantados.

[33] Se había levantado la luna; densas nubes negras, como rebaños de seres monstruosos, corrían por el cielo; oíase alborotado rumor de esquilas; brillaban en la lejanía las hogueras de los pastores.

[34] Llegaron al descampado, y fueron acercándose a la sima con el corazón palpitante. Encendió uno de ellos un brazado de ramas secas y lo asomó a la boca de la caverna. El fuego iluminó las paredes erizadas de tajos y de pedruscos; una nube de murciélagos despavoridos se levantó y comenzó a revolotear en el aire.

[35] -¿Quién abaja? -preguntó el pastor, con voz apagada.

Todos vacilaron, hasta que uno de los mozos indicó que bajaría él, ya que nadie se prestaba. Se ató la soga por la cintura, le dieron una antorcha encendida de ramas de abeto, que cogió en una mano, se acercó a la sima y desapareció en ella. Los de arriba fueron bajándole poco a poco; la caverna debía ser muy honda, porque se largaba cuerda, sin que el mozo diera señal de haber llegado.

[36] De repente, la cuerda se agitó bruscamente, oyéronse gritos en el fondo del agujero, comenzaron los de arriba a tirar de la soga, y subieron al mozo más muerto que vivo. La antorcha en su mano estaba apagada.

[37] -¿Qué viste? ¿Qué viste? -le preguntaron todos.

-Vide al diablo, todo bermeyo, todo bermeyo.

El terror de éste se comunicó a los demás cabreros.

[38] -No abaja nadie -murmuró, desolado, el pastor-. ¿Vais a dejar morir al pobre zagal?

-Ved, abuelo, que ésta es una cueva del dimoño -dijo uno-. Abajad vos, si queréis.

El viejo se ató, decidido, la cuerda a la cintura y se acercó al borde del negro agujero.

Oyose en aquel momento un murmullo vago y lejano, como la voz de un ser sobrenatural. Las piernas del viejo vacilaron.

-No me atrevo… Yo tampoco me atrevo -dijo, y comenzó a sollozar amargamente.

[39] Los cabreros, silenciosos, miraban sombríos al viejo. Al paso de los rebaños hacia la aldea, los pastores que los guardaban acercábanse al grupo formado alrededor de la sima, rezaban en silencio, se persignaban varias veces y seguían su camino hacia el pueblo.

[40] Se habían reunido junto a los pastores mujeres y hombres, que cuchicheaban comentando el suceso. Llenos todos de curiosidad, miraban la boca negra de la caverna, y, absortos, oían el murmullo que escapaba de ella, vago, lejano y misterioso.

[41] Iba entrando la noche. La gente permanecía allí, presa aún de la mayor curiosidad.

[42] Oyose de pronto el sonido de una campanilla, y la gente se dirigió hacia un lugar alto para ver lo que era. Vieron al cura del pueblo que ascendía por el monte acompañado del sacristán, a la luz de un farol que llevaba este último. Un cabrero les había encontrado en el camino, y les contó lo que pasaba. Al ver el viático, los hombres y las mujeres encendieron antorchas y se arrodillaron todos. A la luz sangrienta de las teas se vio al sacerdote acercarse hacia el abismo. El viejo pastor lloraba con un hipo convulsivo. Con la cabeza inclinada hacia el pecho, el cura empezó a rezar el oficio de difuntos; contestábanle, murmurando a coro, hombres y mujeres, una triste salmodia; chisporroteaban y crepitaban las teas humeantes, y a veces, en un momento de silencio, se oía el quejido misterioso que escapaba de la cueva, vago y lejano.

[43] Concluidas las oraciones, el cura se retiró, y tras él las mujeres y los hombres, que iban sosteniendo al viejo para alejarle de aquel lugar maldito.

[44] Y en tres días y tres noches se oyeron lamentos y quejidos, vagos, lejanos y misteriosos, que salían del fondo de la sima.

CUESTIONARIO.

1. ¿Conoce a qué generación literaria pertenece Pío Baroja? ¿Qué características generales tuvo esa generación literaria?

2. ¿Qué le sugiere el título? ¿Sabe lo que es una "sima"?

3. ¿Qué tipo de asociaciones semánticas podemos establecer entre "sima" y "cima"? ¿Conoce alguna otra palabra en la que solo varíe un fonema o sonido con respecto a la palabra "sima"?

4. Era típico del cuento literario del siglo XIX comenzar con descripciones del entorno. ¿Cómo se describe el paisaje en este cuento? Fíjese en el colorido aportado por el narrador. ¿Considera que puede calificarse de descripción 'pictórica'? Si es así, ¿a qué estilo pictórico?

5. ¿A qué momento cree que está haciendo referencia en su descripción del paisaje: al amanecer, al anochecer, al mediodía, a la tarde, al caer la tarde? ¿Por qué?

6. ¿Cómo es descrito el abuelo? ¿Podemos considerar a este descripción un "retrato"? ¿Por qué?

7. Los sucesos acontecen "en la cima del alto de las Pedrizas, donde se yergue como gigante centinela de granito el pico de la Corneja". Parece que quisiera el autor adelantarnos veladamente "malos augurios" para el desenlace del relato, pues la corneja negra ha sido siempre para los augures que practicaban la heteromancia (adivinación a través del vuelo de las aves) símbolo de mala suerte si aparecía a la izquierda del caminante. Esto es lo que creían los romanos y fue también creencia común durante toda la Edad Media [sirva de ejemplo la "Crónica de 1344", que en su relato nos anticipará el fatal desenlace de los "Siete Infantes de Lara", que acabaron todos muertos y decapitados con estas palabras: «llegaron a un pinar que llaman Canicosa, que allí había un camino; en la entrada del monte tuvieron agüeros que les hacían muy malas señales. Y el primer agüero que tuvieron fue una corneja a la diestra, y sobre ella una a la siniestra, y encima de ella vieron un águila que estaba encima de un pino»].
¿Sabría decir por qué se ha relacionado siempre la corneja (que es una especie de cuervo pequeño) con lo malo?
[En este mismo blog ya hemos hablado de la simbología del cuervo en el cuento de Edgar Allan Poe, autor al que posiblemente tuvo muy en cuenta Baroja al crear este relato, titulado "El cuervo"
Para otras interpretaciones del simbolismo del cuervo, más favorables, véase lo que hemos expuesto en este mismo blog en la entrada del cuento de don Juan Manuel titulado "La zorra y el cuervo" de "El Conde Lucanor"].

8. Fíjese en cómo se describen las manos del anciano pastor. ¿Cómo se denomina este tipo de descripción?

9. El rebaño que cuidaba el pastor, ¿de qué animales se trata?

10. El niño es denominado "zagal". ¿Qué significa?

11. ¿Qué elementos puede señalar para que podamos decir que tanto el abuelo como el nieto hablan de manera "rústica y vulgar"? Ejemplifíquelos. (Fíjese especialmente en el vocabulario)

12. ¿Qué comenta la gente del pueblo sobre la tía Remedios?

13. Es muy importante tener en cuenta que todos los comentarios que hace la gente sobre la tía Remedios parten del fanatismo de un personaje religioso. Tal es así, que el propio narrador se impregnará de este mismo punto de vista negativo en sus comentarios. ¿De quién estamos hablando?

14. ¿Cómo se llama el perro que tiene el abuelo? ¿De qué raza es?

15. El niño se precipitó en lo profundo de una cueva. ¿Adónde fue el anciano a pedir ayuda?

16. ¿Cree que el lugar que se nos describe donde están los restantes pastores ayuda a generar un ambiente de misterior y temor? ¿Por qué?

17. ¿Con qué vocablo designa uno de los pastores al demonio?

18. ¿Por qué acude un cura a la cueva?

19. El desenlace es inesperado, sorpresivo y descorazonador. ¿Cómo concluye el cuento?

20. ¿Qué opina sobre la actitud del abuelo y toda la gente respecto a lo que le ha ocurrido al niño?

21. ¿Sabe si existe alguna relación entre la figura del "macho cabrío" y "el demonio"

  [Puede servirse de este enlace para contestar a la pregunta].

22. Observe este cuadro de Francisco de Goya:

¿Sabe cómo se titula? ¿Qué significa ese título? ¿Qué relación cree que puede tener con la tía Remedios?
[Esta entrada de la web SUPERCURIOSO.COM quizá le sea útil para entendenderlo: "La terrible historia que esconde el 'Aquelarre' de Goya"].

23. La sima u oquedad profunda que por regla general conduce a aguas subterráneas suele relacionarse con la "boca del infierno", pues para los griegos el Hades o inframundo estaba situado bajo tierra, en el cual se halla la laguna Estigia y diversos ríos que había que atravesar con la ayuda del barquero Caronte, y donde las almas permanecían después de muertas. Desde antiguo todas las culturas han creído ver en este tipo de relieves un lugar mágico, misterioso e infernal, que a veces se ha relacionado con el fuego, como ocurre con la cultura cristiana (aunque no solo, como vemos con el Pozo de Darvaza, en Turkmenistán; el Fengdu, en China; el monte Osore, en Japón; el volcán Hekla, en Islandia; el volcán Masaya, en Nicaragua, etc). En nuestra cultura, procedente de la grecolatina y la cristiana, las "entradas o bocas al infierno" más famosas son "La Puerta de Pluto" (en la actual Turquía), el Averno (en Italia) y El Escorial (en España).
Lea estos artículos de EL PAÍS, de fecha 14/08/2005, de Agustín Sánchez, titulado "Los misterios de El Escorial" y el del diario ABC del 10/10/2014, escrito por César Cervera titulado "El Monasterio de El Escorial, una puerta al infierno que Felipe II se encargó de sellar".
¿Qué se nos cuenta acerca de la leyenda relacionada con "un perro negro"? ¿Cree que tiene algo que ver el perro del cuento de Baroja con el de la leyenda de El Escorial? ¿Con qué perro mitológico se asimilaba el de El Escorial?
[Cfr.: Bocos, Fermín. Viaje a las puertas del infierno. Barcelona: Ariel, 2015
Corredoira, Blanco. Madrid de leyenda: historias, leyendas y rutas del Madrid insólito. Madrid: Almuzara, 2021].



24. En el fondo, el cuento nos muestra una actitud crítica con las creencias antiguas existentes en las zonas rústicas, muchas de ellas fruto de la ignorancia y superstición, que llegan a generar "leyendas", como hemos visto anteriormente.
Lea esta leyenda popular conquense:

« En Cuenca, ante la capilla de las Angustias hay una cruz que contiene ¿cincelada? una mano. ¿Por qué?
Se señala que la noche del 31 de octubre, que ha de dar entrada al 1 de noviembre, día de Todos los Santos, los jóvenes solían salir a la calle y divertirse bebiendo y haciendo chanzas. Eso hizo en el siglo XVIII un tal Diego, joven donoso, lindo y donjuán, calavera donde los hubiera, entendido en amores y requiebros, blasfemo y renegador del Altísimo. Éste pasó toda la noche con gran placer y sin cordura, bebiendo sin tino y deseando sin mesura a la sin par y siempre ensalzada por su hermosura Diana, una joven que hacía poco había llegado a la localidad y que por su primor y apostura estaba en boca de todas y era anhelo de muchos. Entrada la noche, cansados del jolgorio, ambos a dos decidieron abandonar la alegre compañía de los amigos, retirándose a la Bajada de las Angustias, lugar que a su parecer era tranquilo y suficientemente discreto para poder ejercitar sus amores a conveniencia.
Una vez allí, a los pies de la Cruz de los Descalzos, obra de piedra existente desde hacía mucho tiempo, y que era llamada así porque al lado había un convento de los frailes Descalzos, se acomodaron en la última de las gradas sobre la que se asentaba y alzaba.
La noche era cerrada, la luna llena; muchas nubes oscuras cruzaban raudas el firmamento apagado, generando sombras extrañas, siniestras; no se vislumbraba estrella alguna; la lobreguez celeste apenas era disipada por una pobre antorcha que iluminaba la entrada de la iglesia con sus reflejos anaranjados. Pero el paraje les parecía encantador a los dos enamorados, que se mostraban felices, absortos el uno en el otro, como en huerto paradisíaco, ajenos al mundo contemplándose hermosos.
De pronto, Diana, atrevida, con decisión, abrazó a Diego, estrechándole el cuello sin apremio, mesando los cabellos con elegancia y ternura y besándole lentamente, dejando que el deseo fuera haciendo notoria presencia en él. Uno y otro se acariciaban, uno y otro se miraban, logrando ver el brillo de la pasión en sus pupilas lúcidas y chispeantes. Uno y otro se volvían a besar, cada vez con más intensidad, con más avidez y codicia, como el crepitar flamante de las ascuas que no quieren morir hechas rescoldo, ceniza esparcida por los cuatro puntos cardinales. Se mordisqueaban los labios sin dañar, estirándolos ávidos, puro juego erótico intentado sorber el alma. No existía más mundo en esos momentos para ellos que su deseo. No importaba que a lo lejos un perro ladrara lastimosamente, que su aullido fúnebre, o bramido o bufido de fumarolas infernales, lograra el coro de otros tantos cánidos. No importaba nada que el viento hubiese agitado las hojas de los árboles y éstas se remolinearan a sus pies, como cepo para preso evitando su huida. Daba igual que se hubiera hecho increíblemente gélido el aire cierzo de aquella noche otoñal, tan escalofriante como la misma muerte que resonaba en la campana, agónico llanto musical, de la capilla de la Virgen de las Angustias, siendo repicada como eco imperecedero en las de las demás iglesias de la ciudad, lejanas y lúgubres. Nada importaba más que ese concupiscente ardor amoroso que centelleaba en sus miradas, que les envolvía y aislaba de todo.
Ya el capotillo había caído a la espalda de Diana, tras largas caricias de Diego buscando sus senos; y sus manos, expertas, industriosas, hábiles, como lo habían sido con tantas, y gozosas, como lo habían sentido tantas, ya empezaban a descender juguetonas de la casaca al cubrepiés, ronroneando por las piernas tras deshacerse mañoso del miriñaque. Los gemidos que exhalaba Diana excitaban cada vez más a Diego, quien se movía exaltado, nervioso, sobreponiéndose al ulular lobuno de los perros, o tal vez del viento, o del crepitar de las danzantes hojas...
Comenzó a subirle la falda, queriendo bajarle las enaguas para alcanzar la flor de su deseo. Mas, de pronto, suspendido el juicio, pudo observar que los hermosos botines de Diana tenían forma de pezuña de macho cabrío, una ungulada forma abierta y brillante, negra, que traqueteaba en el suelo nerviosa; que la pierna era peluda como la de macho cabrío, de pelos largos, ásperos y oscuros, y no una pierna suave y tierna..., ni siquiera cordobán curtido con zumaque ni cachemira; que al levantar la mirada y querer contemplar el jovial, vivaracho y risueño rostro de Diana, éste también se había mudado y adoptado la forma de macho cabrío con burlona sonrisa, de horrendo hocico y larga lengua.
Un escalofrío recorrió su columna vertebral. Un rictus de terror y angustia mudó su faz otrora dichosa. Un estremecimiento le quería hacer gritar, pero no podía hacerlo, pavoroso y trémulo como estaba. Era incapaz de articular palabra. Se sentía paralizado. Como si se hubiera detenido el tiempo, en esa noche de Todos los Santos que conduce al día de Difuntos.
Rápidamente comprendió que estaba en brazos del demonio, que había sido castigado por sus pecados pasados y presentes y que éste se lo llevaría al infierno: cada uno es fruto de sus actos. Intuitivo gritó entonces, haciendo un esfuerzo sobrehumano para abalanzarse a la cruz que tenía a su espalda: "¡perdón, Señor, sálvame!". Y poniendo su mano en la cruz, aferrándose a la clemencia divina, desapareció instantáneamente como humo en la nada, cual último hálito de vida que se evapora al ser tocado por la Muerte.
Esa mano, dicen los viejos del lugar, quedó grabada en la cruz de piedra para siempre como testimonio y gracia de la misericordia que Dios tuvo con el faldero y seductor Diego, joven galán incrédulo de la majestad de Dios.
De Diana, como de Diego, no se supo nada. Ambos desaparecieron.
De ellos quedó el recuerdo testimoniado en la cruz.
Por ellos rogamos y les deseamos la indulgencia celeste».
[Leyenda escrita por Raúl Amores Pérez]

¿Conoce en su pueblo alguna leyenda similar o que tenga relación con el diablo?

25. Invente una leyenda basándose en el cuento de Baroja y esos sonidos que salen de la sima.

26. Muchas veces la realidad supera a la ficción. Baroja para escribir este cuento, que en una primera versión publicó bajo el título "¡En el siglo XIX" en 1893, tuvo en cuenta "un caso de superstición rural, por parte de un párroco, que cuesta la vida a un muchacho que ha caído en una sima".
Mariner, Carlos. Pío Baroja. Madrid: Taurus, 2012.
Luego, 40 años después, hubo un caso parecido al descrito por Baroja. Lea este artículo de Carmen Morán aparecido en el diario EL PAÍS en 2016: "Hallados huesos de niños en una sima donde se sepultó a una familia en 1936". ¿Qué similitudes y diferencias encuentra con el relato de Baroja?.

27. Cree que hay crítica anticlerical en el cuento de Baroja?

28. Divida el cuento en partes (marcado de qué número a qué número) para señalar su estructura interna.

29. ¿En qué momento de la acción comienza la narración: ab initio, in medias res, ab finis?

30. ¿Tiene un desarrollo temporal lineal o hay rupturas de analepsis y prolepsis?

31. ¿Qué tipo de narrador nos encontramos en el cuento?

32. Aparecen en este texto diversos diálogos. ¿Cómo se expresan, en estilo directo, indirecto...? Ponga ejemplos que lo evidencien.

33. Si se da cuenta, el relato está ordenado bajo el formato de causa-efecto. Realice un esquema demostrando que es así como sucede todo.

34. Observe cómo en la parte central del cuento se produce dinamismo, frente a las partes descriptivas. Fíjese en los verbos y demuéstrelo poniendo ejemplos.

35. El espacio es rural, con tres elementos con oposiciones simbólicas: el espacio abierto de la sierra de Pedriza, el castillo en ruinas y el cerrado de la sima. ¿Qué tienen en común y qué los diferencia?

36. Los personajes del cuento, ¿tienen nombre? ¿evolucionan? ¿cómo los definiría?

37. Nos encontramos con un personaje colectivo. ¿Cuál es?

38. ¿Cree que podemos considerar a la naturaleza como un personaje más del cuento? Si es así, ¿qué papel realizaría?

39. Fíjese en la abundante adjetivación que hay en el relato, dándose casos de triple adjetivación. Ponga ejemplos. ¿Cree que eso ralentiza la acción? ¿Ayuda a describir perfectamente lo que se pretende?

40. El cromatismo del cuento es indudable, en una lucha entre luz y oscuridad. Ejemplifíquelo. ¿Cree que es significativo esto con arreglo al contenido del cuento?

41. Hay muchas comparaciones en este cuento. Ponga cinco ejemplos.

42. Busque diez palabras del campo semántico de "naturaleza".

43. ¿Cree que está bien dicha la expresión "ahora volveremos, zagal. Habemos primero de meter el rebaño en el cercado"? Justifíquelo.

44. Observe la siguiente frase: "descuidad vos, abuelo". ¿De qué época era propio utilizar el tratamiento de "vos? ¿Dónde se sigue utilizando actualmente?

45. Como ve hay vocablos dialectales y arcaicos en el relato. ¿Conoce palabras o expresiones de su pueblo que podríamos denominar como "localismos"? ¿Qué es un arcaísmo? ¿Qué es un localismo?

46. ¿Considera que podemos denominar a este cuento como "simbólico"? Si cree que es así justifíquelo, si no, arguméntelo y diga cómo lo calificaría.


RTVE hizo una versión de este cuento, que puede ver aquí:



BIBLIOGRAFÍA.

Baroja, Pío. Vidas sombrías (1900). Madrid: Aguilar, 1958.

Roas, David (dir.). Historia de lo fantástico en la cultura española contemporánea (1900-2015). Madrid-Frankfurt am Main: Iberoamericana-Verviert, 2017.







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