A través del texto, en una comunicación dialógica (la interactividad ciertamente es parcial, limitada y no inmediata), un autor real escribe para comunicarse con un lector real. Esta comunicación se ve condicionada por el hecho de que el autor real concibe al lector (lo forja en su imaginación) de una manera determinada, de tal manera que buscará unos temas concretos y los adaptará, ordenará y presentará de un modo preciso, según el fin que se proponga y al receptor/lector ideal al que se dirija (a niños, a adolescentes, a mujeres, a personas cultas...): "
escribir es construir, a través del texto, el propio modelo de lector", dice Umberto Eco. A su vez, el lector hará una reinterpretación de ese texto, con arreglo a sus condicionantes personales, experiencias previas, interés, bagaje cultural, sensibilidad, etc.
J. M. Pozuelo Yvancos, recordando a W. Booth [
Booth, Wayne C. La retórica de la ficción. Barcelona: Antoni Bosch, 1978] nos indica que el autor de narraciones no puede escoger evitar la retórica; solamente le es dado elegir la clase de retórica que empleará, pues el discurso de un relato es siempre una organización convencional que se propone como verdadera. "Se propone como verdadera", pero no lo es, de ahí que este autor propusiera la existencia de un "pacto narrativo". Éste es pacto es doble: por un lado, de admisión de que lo que se nos cuenta en el relato no es lo que dice el autor, ser del mundo real, sino lo que dice el personaje o narrador de las propia narración; por otro, que lo que se cuenta se simula que es verdadero, y el lector suspende el principio de incredulidad propio de otro tipo de mensajes que el sujeto recibe o sospecha que son falaces en la vida cotidiana (el autor pide al lector que "simule" que es verdadero):
"Decir que Cide Hamete Benengeli no tuvo ninguna responsabilidad en el Quijote es hacer un flaco servicio como lectores a Cervantes. No hay novela que no invite al lector a aceptar una retórica, una ordenación convencional por la que el autor, que nunca está propiamente como persona —quien escribe no es quien existe, decía R. Barthes—, acaba disfrazándose constantemente, cediendo su papel a personajes que a veces son muy distintos de sí.
Entrar en el pacto narrativo es aceptar una retórica por la que la situación enunciación-recepción que se ofrece dentro de la novela es distinguible de la situación fuera de la novela. En la primera, la retórica discursiva distingue entre narrador y autor y entre autor implícito y autor real. Ello es posible en virtud de unos signos de la narración, inmanentes al texto, por los cuales es necesario separar y no confundir a narrador con autor (quien da el libro). Igual ocurre en el plano de la recepción, donde es posible separar mi papel como receptor real del papel de los receptores que actúen dentro del texto como tales (narratarios).
Hay acuerdo en todos los tratadistas acerca de la distinción entre autor / narrador y actor / narratario. Tanto el autor real como el lector real no son identificables en ningún caso con el narrador y el narratario, que son quienes en el relato actúan respectivamente de emisor-receptor y cuya identidad textual no es extrapolable a su identidad real-vital.
Pero el desarrollo de la teoría retórica-narrativa en los últimos años ha introducido otras categorías no siempre aceptadas por la generalidad de los tratadistas. La modificación principal ha sido la distinción, debida originariamente a W. Booth entre autor real /autor implícito. Por otra parte, en el plano de la recepción ha ocurrido una extensión semejante al introducir W. Iser la noción de lector implícito que coincide en lo sustancial con el concepto de lector modelo de U. Eco y con el «informed reader» de S. Fish".
[Pozuelo Yvancos. José María. «Teoría de la narración», in VV. AA. Curso de Teoría de la Literatura. Madrid: Taurus, 1994].
Por ello, considerando a la narración como un tipo determinado de comunicación en la que intervienen un emisor y un receptor, la narratología viene distinguiendo entre autor y lector. Son, pues, dos los elementos extratextuales, y reales que existen en toda narración: el AUTOR y el LECTOR.
Como observamos en el esquema, debemos analizar primero al autor y lector reales, elementos extradiagéticos.
■ EL AUTOR REAL o EXPLÍCITO o EXTRADIAGÉTICO, o ESCRITOR.
Es la persona, el ente real (el que existe, el que tiene existencia histórica, con una biografía, rasgos físicos y psíquicos...), que produce, crea la obra literaria (es el escritor, novelista, literato...). Es el emisor empírico del mensaje (la novela, cuento, fábula…), por tanto, un elemento extratextual, extradiagético, fuera de la ficción de la narración.
No debe confundirse con el narrador, pues un escritor puede escribir una novela en boca de una mujer, o un escritor actual puede escribir una novela en boca de un personaje del antiguo Egipto, por ejemplo.
En su producción, el AUTOR tiene un PROPÓSITO o FINALIDAD concreta:
a) entretener,
b) particularizar el discurso,
c) crear mundos de ficción,
d) informar, transmitir información,
e) persuadir o convencer, enjuiciar, criticar, cuestionar...,
etc.,
cuya obra se dirige a un /os DESTINATARIO/os (receptor) empíricos: el/los LECTOR/ES.