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11 de mayo de 2016

DE CUANDO LOS OBISPOS DE CUENCA, EN EL SIGLO DE LAS LUCES (S. XVIII), QUISIERON APAGAR LAS CANDILEJAS DEL TEATRO.


El profesor Antonio Domínguez Ortiz, en su artículo "La batalla del teatro en el reinado de Carlos III" (Anales de Literatura Española, 2 (1983), pp. 176-196) nos recuerda un suceso ocurrido en Cuenca, entre otros más que acontecieron en otras localidades, que me gustaría reproducir, pues muestra la "batalla campal" que se venía manteniendo entre los partidarios del antiguo teatro español y los neoclásicos, apoyados por los gobernantes.
En efecto, el teatro español del siglo XVIII estuvo marcado por dos grandes fuerzas en tensión:
• de un lado, el empeño de una élite de ilustrados en erradicar las comedias herederas del Barroco –que condenaban por su inverosimilitud y por abundar en ellas los comportamientos socialmente condenables– e imponer una fórmula teatral neoclásica que aunase gozo estético y utilidad social;
• del otro, el gusto del público, que siguió decantándose por las comedias de estilo barroco (las de magia, de santos o de figurón, herederas todas ellas de las de capa y espada) y por el humor grueso e irrespetuoso de los sainetes, evolución de los entremeses del Siglo de Oro.
Y como “las preferencias mayoritarias del público teatral estaban muy distantes de las de los hombres de letras, pues el pueblo seguía viendo la escena como un lugar liberador de todo tipo de tensiones” ((Rodríguez Cacho, Lina. Manual de historia de la literatura española. 2: siglos XVIII al XX [hasta 1975]. Madrid: Castalia, 2009, pág.78), las autoridades eclesiásticas, no es que quisieran un teatro ilustrado, sino que querían prohibirlo, tomándose, por su cuenta, la ley por su mano, costumbre muy habitual en la época. ...Y este es el caso de lo que sucedió en la localidad de Cuenca, con dos de sus obispos, desde mediados del siglo XVIII

[N.B.- Pongo entre corchetes mis propias anotaciones, que considero útiles para entender bien el caso]


Antonio Domínguez dice:

Otro de los muchos episodios a que dio lugar el interés del equipo ilustrado por restablecer las representaciones teatrales y la resistencia de los enemigos de las mismas, y uno de los más curiosos, tuvo lugar en Cuenca. Era entonces obispo de esta ciudad el célebre D. Isidro Carvajal y Lancaster

[Si quieres tener alguna referencia sobre él, hay unos "Apuntamientos de la vida de Isidro Carvajal y Lancaster, obispo de Cuenca y fundador del oratorio de San Felipe Neri de ella", escritos por Antonio Martín Dobón, y que están en la Biblioteca Nacional.
Este obispo Isidro Carvajal (1713-1771) fue hermano de José Carvajal y Lancáster (1698-1754), un cacereño, como él, que cultivó las letras, fue un ilustrado y llegó a ser Presidente de la Junta de Comercio y Moneda, Gobernador del Consejo de Indias y Secretario de Estado bajo los reinados de Felipe V y Fernando VI, incluso alcanzó el grado de Ministro con Fernando VI. Eran de familia encumbrada en la corte, pues entre ellos había grandes de España de 1ª clase, caballeros, marqueses, condes, regidores generales..., y obispos.
Lo chocante es que uno defendiera el teatro ilustrado, y otro quisiera borrarlo. ¿O no?]