La historia de la emperatriz Leizu está tan envuelta en leyenda que es difícil distinguir lo real del mito. Aun así, sin importar qué parte de su historia es verdadera en el estricto sentido de la palabra, es una figura importante en la historia de China.
Además, «envuelta» es una gran metáfora.
Sigue leyendo, vas a entender por qué en un minuto.
Leizu, también conocida como Xi Lingshi o Lei Tsu, fue la esposa adolescente de Huangdi, el emperador Amarillo, que tuvo un currículum impresionante, el cual incluyó la fundación de la religión taoísta, la creación de la caligrafía china, así como la invención de la brújula y el torno. El emperador Huangdi gobernó China entre 2697 y 2597 a. C., cuando la fabricación de telas era todavía un proceso nuevo y confuso, y aún no se había descubierto la seda, que puso a China en los mapas del comercio internacional.
Hasta que llegó la emperatriz Leizu.
La historia cuenta que la emperatriz estaba sentada en su jardín, tomando una taza de té, cuando el capullo de un insecto cayó en su taza desde las ramas del árbol de morera que la cubría. A diferencia del estereotipo femenino, la emperatriz no se espantó por el insecto; más bien, lo sacó de su bebida y lo examinó. El calor del té había comenzado a separar el filamento del capullo y Leizu empezó a desenvolverlo.
De ese pequeño capullo salieron metros y metros de un filamento brillante y resistente que envolvía a uno de los gusanos diminutos que se habían estado dando un festín entre las hojas de los árboles de morera del jardín imperial.
Entonces, tuvo una idea.
Leizu se acercó al emperador, su esposo, y le pidió que consintiera una locura que se le había ocurrido: en lugar de deshacerse de los gusanos que habían estado arrasando sus moreras, quería plantar más árboles para que esos gusanos se los devoraran; después quería desenrollar sus pequeños capullos para hacer tela con esas fibras tan finas. Como él mismo era un innovador, el emperador estuvo de acuerdo.