Puede escuchar el relato, pinchando aquí:
"Esta es la historia de cómo los terribles guerreros del país de Kor dejaron de hacer guerras y decidieron vivir en paz.
Los guerreros de Kor eran hombres gigantescos, tan fuertes que el brazo no se les cansaba nunca de blandir la lanza, y podían cabalgar días y noches sin sentir fatiga. Los guerreros de Kor nunca habían sido derrotados.
En aquel país todos vivían para la guerra. Los prados perdieron sus flores a fuerza de ser pisados por los cascos de los caballos. Los hombres que no combatían forjaban lanzas y espadas, y los niños se preparaban con los ejercicios más duros para convertirse en tan buenos guerreros como sus padres. Nadie cultivaba la tierra. Nadie araba, ni sembraba, ni regaba. Cada primavera, verano, otoño e invierno los guerreros realizaban sus incursiones a los países vecinos y traían un abundante botín con todo lo necesario: traían el trigo de las buenas cosechas, los tejidos, los animales y el oro. Con esto, los campos ya no producían nada y las calzadas de pizarra que cruzaban el país brillaban al contacto de los cascos y resonaban con el chocar de las lanzas.
Cuando tenían el botín asegurado, los guerreros preparaban las excursiones a los reinos lejanos para regresar con los carros cargados de trofeos y con la gloria del triunfo. El rey tenía a sueldo doce poetas que cantaban las hazañas y el coraje de los guerreros de Kor. Sabían tan bien su oficio que, cuando componían un poema de aventuras de guerra para leerlo en los grandes festines con los que se celebraban las victorias en la sala de piedra del castillo, el rey medía los pergaminos con una vara de avellano. Si el poema no era bastante largo les decía:
- Es necesario añadir otra vara de versos.
Y los poetas se ponían a componer estrofas hasta completar el número deseado por el rey.
Todo el año escribían con pluma de ave en los rollos de pergamino para tener preparados los cánticos en el momento necesario. Porque en el país de Kor, los guerreros recorrían kilómetros y dominaban países con más prisa de la que los poetas podían poner en componer estrofas. Y así, si en el invierno los guerreros descansaban esperando que la nieve se derritiese, los poetas comenzaban a preparar el poema que ensalzase la campaña de la primavera.
Los guerreros de Kor eran hombres gigantescos, tan fuertes que el brazo no se les cansaba nunca de blandir la lanza, y podían cabalgar días y noches sin sentir fatiga. Los guerreros de Kor nunca habían sido derrotados.
En aquel país todos vivían para la guerra. Los prados perdieron sus flores a fuerza de ser pisados por los cascos de los caballos. Los hombres que no combatían forjaban lanzas y espadas, y los niños se preparaban con los ejercicios más duros para convertirse en tan buenos guerreros como sus padres. Nadie cultivaba la tierra. Nadie araba, ni sembraba, ni regaba. Cada primavera, verano, otoño e invierno los guerreros realizaban sus incursiones a los países vecinos y traían un abundante botín con todo lo necesario: traían el trigo de las buenas cosechas, los tejidos, los animales y el oro. Con esto, los campos ya no producían nada y las calzadas de pizarra que cruzaban el país brillaban al contacto de los cascos y resonaban con el chocar de las lanzas.
Cuando tenían el botín asegurado, los guerreros preparaban las excursiones a los reinos lejanos para regresar con los carros cargados de trofeos y con la gloria del triunfo. El rey tenía a sueldo doce poetas que cantaban las hazañas y el coraje de los guerreros de Kor. Sabían tan bien su oficio que, cuando componían un poema de aventuras de guerra para leerlo en los grandes festines con los que se celebraban las victorias en la sala de piedra del castillo, el rey medía los pergaminos con una vara de avellano. Si el poema no era bastante largo les decía:
- Es necesario añadir otra vara de versos.
Y los poetas se ponían a componer estrofas hasta completar el número deseado por el rey.
Todo el año escribían con pluma de ave en los rollos de pergamino para tener preparados los cánticos en el momento necesario. Porque en el país de Kor, los guerreros recorrían kilómetros y dominaban países con más prisa de la que los poetas podían poner en componer estrofas. Y así, si en el invierno los guerreros descansaban esperando que la nieve se derritiese, los poetas comenzaban a preparar el poema que ensalzase la campaña de la primavera.