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15 de marzo de 2015

LA CASIDA: LA LÍRICA ÁRABE CULTA


TEMAS QUE VAMOS A DESARROLLAR
◙ Características formales de la casida.
◙ Características de contenido de la casida.
◙ Características temáticas generales de la casida.
    ■ Géneros temáticos derivados de la casida
           ► El panegírico (madih).
           ► El elegíaco (rita y martiyya)
           ► El satírico (hiya)
           ► El descriptivo (wasf)
    ■ Géneros temáticos amorosos derivados del nasib de la casida.
           ► Gazela de amor udrí.
           ► Gazela de amor ibahi.
           ► Gazela desvergonzada o mayun.
           ► Tipos de gacelas atendiendo al sexo al que se dirige.
           ► Motivos compositivos presentes en las casidas amorosas de Al-Andalus.
           ► Tipología del amor cortés árabe.
           ► Tipología descriptiva de la enamorada.
    ■ Géneros temáticos descriptivos derivados del rahl de la casida.
           ► Rawdiyyat (o descripción de jardines).
           ► Nawriyyat (o descripción de flores).
           ► Tardiyyat (o descripción cinegética).
           ► Jamriyyat (o poema báquico).
           ► Mazal (o poema didáctico).
           ► Zuhdiyyat (o poema sobre la brevedad de los placeres).

En los orígenes de la poesía arábigo-andalusí se encuentra la poesía árabe clásica oriental, que arraigó profundamente en Al-Ándalus de manos, por un lado, de Abu l-Hasan Ali ibn Nafi (789-ca. 857 d.n.e.), llamado Ziryab (زرياب, "el mirlo"), cantante persa que llegó a las tierras de la Hispania musulmana en época del emir Abū l-Mutarraf 'Abd ar-Rahman (II) ibn al-Hakam (792-852 d.n.e.), y por otro, a través del también persa Abū Nuwās al-Hasan Ibn Hāni' al-Hakamī (747-815 d.n.e.).

De este modo, las mu´allaqat y el Hamasa eran considerados como modelos insuperables, y bastantes creían que el medio más seguro de llegar a ser clásicos era imitar este estilo.

Pero será la llamada casida (qasida, قصيدة ), forma poética preislámica fundamental, la que penetre plenamente en Al-Andalus, y a partir de ella se generarán nuevas estructuras.

Define Felipe Maíllo la casida como:

"tipo de oda que se compone de dobles versos monorrimos, cualquiera que sea su número, y en un metro uniforme; comporta esencialmente tres partes de longitud varible: 1) el nasib, una especie de preludio amoroso en el que el poeta recuerda los momentos felices pasados en el campamento junto a la amada; 2) el rahil o descripción de un viaje por el desierto, y 3) el madih, panegírico, o hiya, sátira, en que se elogia o vitupera a la persona o tribu a quien va dirigida la composición"; [y "martiyya", o elegía o lamento por los muertos]
[Maíllo Salgado, Felipe. Vocabulario de historia árabe e islámica. Madrid: Akal, 1999, pág. 58].

CARACTERÍSTICAS FORMALES DE LA CASIDA.

La casida (qasida, قصيدة ), tal y como fue codificada por el filólogo de Omán conocido como al-Jalil y cuyo nombre era Jalil ibn Ahmad Al Farāhídi (791 d.n.e.) [Kitāb al-gumal (F. Qabāwa, ed.). Beyrouth: Mu’assasat al-risāla, 1987], se define por usar:
versos monorrimos (de entre 30 a 150), por lo que suelen ser conocidas las qasidas por la letra en la que riman ("lamiyya", porque riman en "lam"; "nuniyya", porque riman en "nun"...);

de métrica cuántica (esto es, basándose en sílabas largas y breves) conformada por pies (yuz) métricos (hay un total de 8) que constituyen el metro (16 tipos diferentes), siendo conocidos los metros de la poesía rítmica árabe como "mares" (بحور);

con versos (bayt) largos (de entre 24 a 28 sílabas por verso) divididos en dos hemistiquios (misra) iguales separados por una cesura, rimando los dos hemistiquios del primer verso entre sí;

y que no forman estrofas.

[Cfr.: Veglison Elías de Molins, Josefina. La poesía árabe clásica. Madrid: Hiperión, 2.009, pp. 29-30].


CARACTERÍSTICAS DE CONTENIDO DE LA CASIDA.

Las casidas tienen una enorme carga racial, en los cuales los árabes cantaban al amor o a la vida nómada, haciendo un abundante uso de las metáforas y de las imágenes, siendo una de sus características de contenido la independencia sintáctica y semántica de cada verso.
Las características de contenido de toda qasida fueron expuestas por el iraquí ibn Qutaybah (ابن قتيبة), que vivió bajo el esplendor del califato 'abbasí (828-885 d.n.e.), en su "Kitab al-Shi'r wa-l-Shu'ara" (Libro de las poesías y de los poetas), de esta manera:

«He oído decir a un hombre de letras que el autor de casidas empezaba mencionando los campamentos abandonados, sus restos y sus huellas (atlal); y lloraba y se quejaba y dirigía la palabra al campamento, y pedía a su compañero que se detuviera con él para tener ocasión de mencionar a los que habían partido… trasladándose de pozo en pozo en busca de pastos (...).
Luego unía esto con el (naṣīb, النسب), preludio amoroso, y se quejaba de la intensidad de su pasión y del dolor de la separación y de lo extremado de su amor y deseo, para inclinar en su favor a los corazones de los oyentes, hacerles volver la cara hacia él y para invitarlos a escucharle, porque la poesía amorosa está cerca de todas las almas y se fija en los corazones debido al gusto por el tema y al amor (ghazal, غزل) por las mujeres que Dios ha puesto en la constitución de los hombres, de manera que apenas nadie está libre de enamorarse (...).
Cuando sabía que tenía asegurada su atención, continuaba haciendo valer sus derechos: iniciaba el viaje, rahīl (الرحيل), y se quejaba de la fatiga y de la falta de sueño, de viajar de noche, del calor del mediodía, y de la flacura de su montura y de su camello.
Y cuando finalmente sabía que había hecho valer ante su patrono su derecho y su razón para esperar recompensa, y había forzado a reconocer lo que ha obtenido de las fatigas de su viaje, empezaba el madīh (المدح) o panegírico del patrono, lo incitaba a recompensarlo y lo animaba a ser liberal, lo ensalzaba por encima de sus iguales y, al compararlos con él, empequeñecía a los más grandes».

[Garulo, Teresa. La literatura árabe de Al-Ándalus. Madrid: Hiperión, 1.998, nota 7, pág. 32.]

Es decir, estas composiciones constan de tres secuencias claramente estructuradas:

Nostalgia o elegía amorosa, (naṣīb, النسب), donde el poeta suele comentarnos que persigue a la caravana de su amor, pero cuando llega al campamento de la misma, ésta ya lo ha abandonado. Se trata de una evocación (dhikr) de los campamentos y sus restos (atlal), en la que el poeta llora y se queja ante las ruinas (الوقوف على الأطلال), abundando las apóstrofes (wuquf).
Frente a las huellas del campamento de la tribu de la amada, el poeta recuerda los momentos felices que pasó con ella antes de la separación forzosa. En su poesía describe a su amada con abundantes metáforas, comparándola con el medio natural que le rodea, lleno para él de absoluta perfección (dunas, gacelas, etc.), y generando verdaderos clichés: amada de finísimo talle y opulentas caderas que se asemejará a una rama ondeando sobre una duna...

El poeta hace una descripción del viaje que emprende en pos de su amada, haciendo referencia a lugares y su nomenclatura, describiendo los animales que habitan estos lugares, la caza de alguno de ellos, las inclemencias del tiempo, así como su caballo y camello (descrito como "navío del desierto", "safinat al-barr"), y que se conoce como raḥīl (الرحيل).

• Finalmente nos encontramos con la alabanza (madih, المدح), que puede encaminarse a alabar las virtudes de un mecenas, hacia la propia tribu o autoelogio (fajr الفخر), o derivando a hacer una sátira sobre otras tribus (hiya’, الهجاء), o concluyendo con máximas morales (ḥikam).
[Cfr.: Veglison Elías de Molins, Josefina. La poesía árabe clásica. Madrid: Hiperión, 2.009, pp. 30-33].

CARACTERÍSTICAS TEMÁTICAS GENERALES DE LA CASIDA.

Mª Jesús Rubiera Mata recuerda que

«Como es evidente, en esta descripción la poesía pre-islámica reflejaba los sentimientos ―es siempre lírica― del árabe beduino, nómada, pastor de camellos, en un medio físico hostil, con los rígidos códigos tribales que le permiten sobrevivir al conservar un mínimo equilibrio con su medio. El sentimiento amoroso se manifiesta natural, sin sofisticaciones, reflejando unas relaciones entre los sexos bastante libres, en comparación con la sociedad islámica posterior».
[Rubiera Mata, María Jesús. Literatura hispanoárabe. Madrid: Mapfre, 1.992, pág. 51].
Pero pronto empezaron a darse variaciones, que dieron origen a nuevos géneros:

«La poesía clásica tenía versos extremadamente largos, bimembres, con los que coincidía la sintaxis, mientras que la nueva poesía hispanoárabe tiende al verso breve. La métrica cuantitativa, basada en la longitud de las sílabas, se adapta al sistema del cómputo silábico moderno. La qasida presentaba una única rima en toda la extensa composición y de ahí, por ejemplo, el nombre de la ‘Qasida en nun” de Ben Zaydun de Córdoba (1003-1070), que se denomina con la letra ‘nun’ de sonido nasal que sirve de rima a todo el poema; por contraste, la nueva poesía presenta rimas variadas y, como consecuencia, estrofas y a veces estribillos. Además, la extremada longitud de los poemas clásicos se reduce considerablemente. Por último, temáticamente desaparecen muchos de los tópicos de la poesía preislámica, fosilizados y sin sentido en la nueva sociedad andaluza (el camello, el desierto, los campamentos abandonados por la tribu nómada de la amada, etc.), y surge algún tema nuevo (el alba, por ejemplo), pero sobre todo se revitalizan viejos tópicos: amor, muerte, panegírico, etc».

[Hernández, Carmen. “Poesía lírica de la península Ibérica”, in Carmona, Fernando et Hernández, Carmen et Trigueros, José A..- Lírica románica medieval. V. I. Desde los orígenes hasta finales del siglo XIII. Murcia: Universidad de Murcia, 1,986, pp. 245-246].

Esta misma forma servirá para que los poetas elogien

«la magnanimidad y el poder de los príncipes, la gala de sus palacios y la belleza de sus jardines. Éstos van con ellos a la guerra y describen el relampaguear de los aceros, las lanzas bañadas en sangre y los corceles rápidos como el viento. Los vasos llenos de vino circulan en los convites y los paseos nocturnos por el agua a la luz de las antorchas son también celebrados en sus canciones. En ellas describen la variedad de las estaciones del año, las fuentes sonoras, las ramas de los árboles que se doblegan al impulso del viento, las gotas de rocío en las flores, los rayos de la luna que rielan sobre las ondas, el mar, el cielo, las pléyades, las rosas, los narcisos, el azahar y la flor del granado».

[Shack, A. F. de. Poesía y arte de los árabes en España y Sicilia. Sevilla: Ed. Espuela de Plata, 2.007, pág. 61]

   ■ GÉNEROS TEMÁTICOS DERIVADOS DE LA CASIDA.

De este modo, entorno a la casida, se originarán géneros como:

el panegírico o madih (المدح), encomio en honor o alabanza de un gran hombre;
• el elegíaco u oración fúnebre que conmemora el fallecimiento de alguien (rita, ﺭﺛﺈ, o martiyya, ﻣﺭﺛﻴة);
el satírico, ridiculizando a alguien (hiya' o hichā, (الهجاء)
el descriptivo (wasf o assifat);
el erótico-amoroso ((naṣīb, النسب, luego ghazal, غزل);
la poesía de justificación (i'tidariyyah),
• la poesía histórica o poesía jahiliyyah (الِشعر العربي),
etc.
[Eguilaz y Yanguas, Leopoldo de. Poesía histórica, lírica y descriptiva de los árabes andaluces. Principales escritores de estos géneros. Discurso leído ante el claustro de la Universidad Central. Madrid: Manuel Galiano, 1864, pág. 43 y 47 - 62].

Géneros que se verán recreados, fruto de la realidad que la tierra de Al-Ándalusles mostraba a los poetas, tan diferente al desierto, aparececiendo nuevos motivos, propios de España: vergeles con olor a azahar, arroyos cristalinos con las orillas ceñidas de laureles, siestas acogedoras bajo las umbrosas bóvedas de los bosquecillos de granados, nocturnos y deleitosos paseos en barca por el Guadalquivir, claras noches estrelladas… Bástenos releer los versos de al-Mutanabbi, considerado el máximo exponente de la casida neoclásica, para comprobar este aspecto.

   ■ GÉNEROS TEMÁTICOS AMOROSOS DERIVADOS DEL NASIB DE LA CASIDA.

Con el crecimiento y desarrollo del nasib (o preludio amoroso, que como hemos visto, hacía mención a las quejas del poeta ante los restos del campamento ya partido de la amada) de la casida, surgirá de manera independiente el gazal ( غزل, gazela, cuyo significado es el de "piropear"), que conllevará, según al-Amidi (m. 981), un

"retrato y elogio de las mujeres, deseo, apasionamiento, recuerdo, nostalgia y dolor".
[Varona Narvión, Carlos (trad.). Ibn Arabi . "El intérprete de los deseos" (Taryuman al-Aswaq). Murcia: Ed. Regional de Murcia, 2.002, pág. 21].
Esta es una forma atribuida a ibn Hidán, a Muhalhil (المهلهل, el que teje con suavidad), y a Imru 'al-Qays ibn Hujr (إمرؤ القيس ابن حجر الكندي), conocido como "el rey perdido" (الملك الضليل, al-Malik aḍ-Ḍalīl, y de quien puedes escuchar uno de sus poemas aquí ), poetas todos ellos del siglo VI d.n.e., cuya estructura se fundamentará en dos pareados cuya rima es repetida en todos los demás versos pares subsiguientes, quedando los versos impares sin rima.

[Sobre el término gazal y la evolución de este género en la poesía árabe, vid.: Blachère, R. et Basauni, A. "Ghazal", in Encyclopédie d'Islam, vol. II, pp. 1051-1057.]

La temática de la poesía amorosa preislámica fue muy variada, repitiéndose como motivos los encuentros entre los enamorados, bien en los pozos, cuando iban a sacar agua, bien al amparo de las dunas; los contactos bajo la noche estrellada; las despedidas y separaciones, no sólo de la amada sino de toda la tribu; y las consecuencias amatorias: pasión, separación, etc.

[Corriente, F. Las Mu'allaqat: antología y panorama de Arabia preislámica. Madrid, Instituto Hispano-Árabe de Cultura, 1.974, pág. 39].

A partir del siglo VIII la gazela evolucionará fundamentalmente en dos tendencias (luego, desvirtuado, en tres): la gazela "cortesana" (amor ibahi) o sensual, representada por `Umar ibn Abi Rabi'a, y la gazela beduina o poesía del desierto, también conocida como "amor udrí" o puro y casto, en el que sobresalieron ibn Ma'mar e ibn al-Mulawwah, más conocido como "Maynun Layla". Luego se desvirtuará una tercera, la gazela desvergonzada o mayun.

[Cfr.: Continente Ferrer, José Manuel. "Aproximación al estudio del tema del amor en la poesía hispano-árabe en los siglos XII y XIII", in Awraq: Estudios sobre el mundo árabe e islámico contemporáneo, 1 (1978), pp. 12-28.
Gabrieli, Francesco. La literatura árabe. Buenos Aires: Losada, 1971.
Saleh Alkhalifa, Waleed. "Amor, locura, muerte. Las dos caras del amor en la tradición árabe", in Al-Andalus Magreb, I, 6 (1998), pp. 47-75.
Veglison Elías de Molins, Josefina (ed.). La poesía árabe clásica. Madrid: Hiperión, 2009].

      ► GAZELA DE AMOR UDRÍ.

Por un lado, tendremos la gazela de amor udrí o casto , es decir, sin contacto físico entre los amantes, sin conocimiento de la enamorada de que tiene un enamorado; amor casto que se recrea en la lejanía. Es un amor de sufrimiento, por tanto.

Fue iniciada esta expresión lírica amorosa en poetas clásicos como los siguientes:

Tawba ibn al-Humayyir (s. VII d.n.e.), que cantó a Layla al-Ajyaliyya, la cual morirá anciana llorando sobre la tumba de su enamorado.

‘Urwa ibn Hizam al-‘Udrí (s. VII d.n.e.), que amó a su prima ‘Afrá, casada con otro hombre;

• El intimista Yamil ibn Ma'mar (s. VII d.n.e.), enamorado de Butayna, quien clamaba:

«me conformo con obtener de Butayna lo que,
si supiera el vigía se quedaría confuso.
Me conformo con decir..., no, no puedo; me conformo
con los deseos y la esperanza anhelada del desesperado».

Y cuyos versos llegan a ser tan penetrantes y sinceros como podemos ver en:
«me acerqué a escondidas para allanar su morada
hasta penetrar ocultándome en la entrada.
Ella dijo: ¡por mi hermano; por mi padre, cuyo castigo temo;
si no sales, alertaré a la gente!
Salí sin que me vieran;
entonces ella sonrió,
vi que su mano no ofrecía resistencia
y, cogiéndola por las sienes, la besé en la boca
como hace el sediento con el cántaro de agua fresca».

Veglison Elías de Molins, Josefina.- La poesía árabe clásica. Madrid, Hiperión, 2.009, pág. 114.

Kutayyir 'Azza, (s. VII d.n.e.).

Qays ibn al-Mulawwah (s. VII d.n.e.), conocido como Maynun Layla (el loco de Layla), de quien los sufíes tomaron numerosas imágenes, llegando a ser considerado el prototipo de enamorado ‘udrí, con imprecaciones tan blasfemas en su idolatría y veneración hacia su amada como:

" «cuando rezo me veo obligado a dirigir mi rostro
hacia ella, aunque el oratorio esté detrás».
Pero con un amor alejado de cualquier intencionalidad sexual:
«Ojalá aspirase el día de mi muerte
aquello que está entre tus ojos y tu boca.
Ojalá me purificase tu saliva.
Ojalá me embalsamaran con tu médula y tu sangre.
Ojalá la paz compartiera mi lecho en la tumba,
fuera en el paraíso o en el infierno».

Veglison Elías de Molins, Josefina.- La poesía árabe clásica. Madrid, Hiperión, 2.009, pág. 119.
• Etc.

Luego, será sistematizado poéticamente este sentimiento por Muhammad ibn Dawud al-Zahiri (o de Isbahan), en su "Kitab al-Zahra", tratado teórico sobre el amor (considerado uno de los más importantes de su época, junto al de ibn Abi Tahir Tayfur y el de ibn Qutaybah), cuyo eje central es la negación del contacto de los amantes, la castidad y la muerte por amor. Hubo una serie de seguidores fieles de esta teórica, originarios de la tribu de los "Banu Udra" (de ahí lo de amor "udrí"), de origen yemení, que a raíz de esta sistematización del amor se autoproclamaron "hijos de la virginidad", cuyo deseo era "morir de amor, renunciar por amor a los abrazos", en palabras de Chévalier.

[Cfr.: Chevalier. Jean. El sufismo y la tradición islámica. Barcelona: Kairós, 1991, pág. 272.
Giffen, Lois Anita. Theory of Profane Love Among the Arabs: The Development of the Genre. New York: 1971.
Nikl, A. R. et Tūqān, I. (eds.). Ibn Dāwūd al-Iṣfahānī. Kitab al-Zahrah (The Book of the Flower). Chicago: University of Chicago Press, 1932].

Finalmente será emulado en Al-Andalus por ibn Faray de Jaén en el "Libro de las suertes", perviviendo durante más de tres siglos, y que se caracteriza fundamentalmente, según Mar Gómez Renau, por

«una gran pureza de sentimientos y por una decencia estética en la expresión, exaltada por la renuncia y el dolor y refleja unas relaciones entre dos amantes en el cuadro de la vida nómada. Se dice que "cuando ellos aman, mueren", mueren de un amor idealizado más que sexual, desprotegido de todo aspecto carnal y donde la sensualidad llega a los más altos niveles. Los hombres de esta tribu morían de amor por renunciar al goce de la amada».
[Gómez Renau, Mar. "La poesía amorosa árabe y sus influencias en Al-Andalus", in Anuario de Lingüística Hispánica, XXVII (2.011), pág. 61].
Y que podemos observar en este ejemplo de Ibn Suhayd de Córdoba (992-1034).:

"cuando llena de su embriaguez se durmió, y se durmieron los ojos de la ronda, me acerqué a ella tímidamente, como el amigo que busca el contacto furtivo con disimulo. Me arrastré hacia ella insensiblemente como el sueño; me elevé hacia ella dulcemente como el aliento. Besé el blanco brillante de su cuello; apuré el rojo vivo de su boca. Y pasé con ella mi noche deliciosamente, hasta que sonrieron las tinieblas, mostrando los blancos dientes de la aurora».
[García Gómez, E. Poemas arabigoandaluces: Madrid, Espasa-Calpe, 1.940, pág. 112].
En efecto, este tipo de amor udrí, a través de ibn Suhayd, ibn Hazm y otros, penetrará entre los aristócratas de Al-Andalus, aunque pasará por un filtro, "occidentalizándose", "hispanizándose":
"perdiendo su afectación y ambigua pedantería bagdadíes, llenándose del calor y pasión, a la vez que de la delicadeza de la sangre andalusí. "El collar de la paloma" es un libro encuadrable en este grupo".
[Lomba Fuentes. Joaquín. "Dialéctica amor-bellezqa en ibn Hazm de Córdoba", in Pinilla Melguizo, Rafael (ed.). Milenario de ibn Hazm (994-1064). Textos y artículos. Córdoba: Diputación de Córdoba, 1999. pág. 49].

Así lo refirió ibn Hazm:

«Te consagro un amor puro y sin mácula:
en mis entrañas está visiblemente grabado y escrito tu cariño.
Si en mi espíritu hubiese otra cosa que tú,
la arrancaría y desgarraría con mis propias manos.
No quiero de ti otra cosa que amor;
fuera de él no pido nada
.
Si lo consigo, la Tierra entera y la Humanidad
serán para mí como motas de polvo y los habitantes del país, insectos»

Dice ibn Farach de Jaén:

«Aunque estaba pronta a entregarse, me abstuve de ella,
y no obedecí la tentación que me ofrecía Satán.
Apareció sin velo en la noche, y las tinieblas nocturnas,
iluminadas por su rostro, también levantaron aquella vez sus velos.
No había mirada suya en la que no hubiera incentivos
que revolucionaban los corazones
.
Mas di fuerzas al precepto divino que condena
la lujuria
sobre las arrancadas caprichosas del corcel
de mi pasión, para que mi instinto no se rebelase
contra la castidad.
Y así, pasé con ella la noche como el pequeño camello sediento
al que el bozal impide mamar.
Tal, un vergel donde para uno como yo no hay
otro provecho que el ver y el oler.
Que no soy yo como las bestias abandonadas
que toman los jardines como pasto»

Así, en Al-Andalus derivará este tipo de composiciones, por un lado, hacia el canto de la mujer real de carne y hueso, pero inasequible e inalcanzable, hacia un deseo no satisfecho, no conseguido, del que fue un fiel exponente ibn Zaydun [cfr. con la "lírica del amor cortés", en nuestra entrada "Introducción a la lírica catalano-provenzal"]; por otro, hacia el amor místico en poetas como ibn Al-Arabi de Murcia [cfr. con la lírica del "dolce stil nuovo"].

[Para este apartado cfr., además: Vanderschueren, Anne. "La mort d'amour chez les amants 'Udri", in Bulletin d'études orientales, 56 (2004-2005), pp. 187-204].

      ► GAZELA DE AMOR IBAHI.

También tendremos el desarrollo del amor ibāḥi (ḥubb ibāḥi) o sensual, más carnal, más directo, urbano y libertino, lleno de erotismo, llevado a cabo por los poetas clásicos de la Meca y Medina.

Dice Mar Gómez, que en este tipo de gazelas:

« la concepción del amor se aparta bastante de la castidad del ‘amor udrí’ y permite la realización plena de la sexualidad al mismo tiempo que establece una rígida separación de los sexos; ya no va a responder a las características de ese amor platónico en que la belleza es la generadora del amor. Los versos son más versátiles y se diferencian del anterior por el tono galante, malicioso y realista de su concepción del amor hacia la amada. Son versos que rezuman sensualidad, impregnada de una dormida lujuria. Los máximos exponentes de esta poesía fueron Ibn Burd de Basora y sobre todo Abu Nuwas de Bagdad, el poeta más erótico e impúdico del mundo árabe, cuya poesía tuvo un enorme influjo en la poesía andalusí; ambos fueron muy conocidos por los andalusíes desde el siglo IX.
El objeto de esta poesía sigue siendo el de las mujeres, pero el de las llamadas coperas o cantoras que representan un papel muy importante en la sociedad cortesana de esta época. (...)
Toda esta cultura llegó a al-Andalus y los primeros poemas árabes que se escuchan en la Península Ibérica son aún el canto del camellero»

[Gómez Renau, Mar. "La poesía amorosa árabe y sus influencias en Al-Andalus", in Anuario de Lingüística Hispánica, XXVII (2.011), pág. 66].

‘Umar ibn Abi Rabi’a (عمر بن أبي ربيعة) cantor de al-Thuraya ibn Ali, donjuán cien veces amenazado con ser exiliado (del que ibn Gurayg dijo que sus versos eran "el mayor peligro en las alcobas de las mujeres honradas", o Hisham ibn Orwa: "no declaméis la poesía de ‘Umar ibn Abi Rabi’a delante de vuestras hijas para que no se sientan inclinadas al adulterio"), que trazó el canon de belleza de la mujer árabe ―resumida en el aforismo: “la mujer preferible es la más alta cuando se levanta y la más voluminosa cuando se sienta” y en tener andares semejantes a la ternera o gacela, rostro semejante a ellas, brillante como el sol, claro como la luna llena, ojos como los de las vacas salvajes y el antílope…―.
Así, de Zoraya dirá:
« Su belleza me ha robado el corazón:
la pureza de su cuello de gacela, envuelta en una hilera de perlas.
La finura de su talle, bajo el que prosperan curvas plenamente llenas,
dibujando las curvas de las colinas.
El resplandor de su cara, verdadero sol entre las nubes,
desapareciendo, majestuoso, cuando llega la noche.
Sus dientes espaciados, su boca dulce, de encías de color rojo oscuro,
cuyo sabor no recuerda a ningún gusto conocido
...».

[Garrido Clemente, Pilar. "De la poesía árabe al amor cortés. Umar ibn Abi Rabi'a", in Martínez Pérez, A. et Baquero Escudero, A. L. (coord.). Estudios de literatura medieval: 25 años de la Asociación Hispánica de Literatura Medieval : 25 años de la Asociación Hispánica de Literatura Medieval. 14 Congreso Internacional, celebrado en 2011. Murcia: Univ. de Murcia, 2012, pp. 459-465.
Petit, Odette et Voisin, Wanda (trad.). Omar ibn Abi Rabi'a. Poèmes d'amour. Paris: Publisud, 1993].

Una muestra de este amor placentero sensual es la siguiente:

«A una muchacha de formados senos
invité a tenderse, sin cojín, sobre la arena del desierto.
“Así lo haré, aunque no sea mi costumbre”, dijo ella.
Y cuando iba a despuntar la aurora me dijo:
Me has deshonrado. Ahora vete si quieres, o sigue,
si así lo prefieres”.
Pero no hice salvo sorber sus encías
y, entre charlas, besarla en la boca.
Me llené de toda ella.

Me envolví en su vestido de seda
y a mis ojos dije: llorad ahora.
Entonces se levantó
para borrar con su mano las huellas
y buscar las perlas del collar desparramadas.»

[Veglison Elías de Molins, Josefina. La poesía árabe clásica. Madrid, Hiperión, 2.009, pág. 125].


Hudhayfa ibn al-Aḥwas al-Qaisi (حذيفة بن الأحوص القيس )(m. 728).

Al-Arŷī (m. 738).

• El califa omeya al-Walīd (II) ibn Yazid (الوليد بن يزيد )), inventor del metro al-muytazz e iniciador del género báquico.

Etc.,

      ► GAZELA DESVERGONZADA o MAYUN.

Cuando la composición cae en un tono de clara obscenidad, hablaremos del género maŷūn o desvergonzado, en el que destacó Ibn al-Haŷŷāŷ (m. 1.001).

Y también el poeta Sa‘īd ibn Ŷūdī de Elvira (m. 897), célebre donjuan donde los haya, que se describía así en estos versos:

«No hay cosas más agradables que:
beber del cuello de la botella,
dejando la copa en la bandeja;
la reconciliación tras los reproches
y enviar recados de amor con la mirada.

He recorrido, como corcel en carrera libre, el amor,
sin que los cambios de la suerte,
hayan frenado mi cabalgada.
No me ha doblegado la amenaza de la muerte en el combate,
como me ha doblegado el yugo del amor sobre mi cuello».

[Rubiera Mata, María Jesús. Literatura hispanoárabe. Madrid: Mapfre, 1.992, pp. 59-60].

      ► TIPOS DE GAZELAS, ATENDIENDO AL SEXO AL QUE SE DIRIGE.

Las gazelas, según el sexo del objeto de deseo del poeta, pueden ser:

• dirigidas hacia una mujer (mu’annathat),

• dirigidas hacia un joven efebo, “gulam” (gulamiyyat o mudhakkarat, مذكرات).

• puestas en boca de una mujer dirigidas hacia un hombre.

[Recordemos a la princesa abasí Ulayya ibn al-Mahdi, que ya en el siglo VIII cantaba con esta belleza: "Ni mi corazón ni mi cuerpo pueden vaciarse de ti./ Toda yo estoy ocupada con todo tú y dedicada a ti:/ una luz que nace de un sol y de una luna./ Hasta tal punto el cuerpo y el alma se completan mutuamente". Y luego, entre otras (hay al menos un catálogo de 34 poetisas de entre los ss. VIII al XIV, realizado por Mª Teresa Garulo [Garulo, Teresa. "Las poetisas de al-Andalus y el canon de la poesía árabe", in La Corónica: A Journal of Medieval Hispanic Languages, Literatures & Culture, XXXII, 1 (2003), pp. 65-78]) en al-Andalus hallaremos a A'iša bint Aḥmad bint Muḥammad bint Qādim al-Qurṭubiyya, Wallāda bint al-Mustakfī, Muhŷa bint at-Tayyānī al-Qurṭubiyya, Qasmūna bint Ismā'īl al-Yahūdī, Sāra al-Halabiyya, Nazhūn bint al-Qalā'iyya, a la Perla de Granada (Rakuniyya), Hafsa ibn al-Hayy: "¿Voy yo a ti o tú vienes a mí?/ Mi corazón acepta lo que digas./ A salvo te hallarás de la sed y del sol/ cuando ocurra tu encuentro conmigo,/ pues mi boca es dulce fuente cristalina,/ las ramas de mi pelo, sombra umbrosa,/ Respóndeme enseguida".
Cfr.: Garulo, Teresa. Dīwān de las poetisas de al-Andalus. Madrid: Hyperion, 1992.
Sobh, Mahmud. Poetisas Arábigo-andaluzas. Granada: Diputación Provincial, 1994.].

[Para toda esta cuestión, según el tipo de sexo, cfr.:
Moral Molina, Celia del. "Poesía de mujer, poesía de hombre: la diferencia del género en la lírica andalusí", in Celia del Moral (ed.). Árabes, Judías y Cristianas. Mujeres en la Europa Medieval. Granada: Universidad de Granada, 1993, pp. 173-193].

Ahora bien, también nos es necesario decir que si bien el trato con jóvenes fue visto como tolerable (el denominado "amor griego"):

«En la sentencia de Abu Bakr al-Siddiq (¡Dios esté satis-fecho de él!) que, porque un hombre estrechó contra sí a un muchacho hasta eyacular, le mandó dar tales golpes que le ocasionaron la muerte así como en la admiración que en Malik (¡Dios lo haya perdonado!) hizo nacer el celo del príncipe que, porque un muchacho consintió en que un hombre lo besara hasta eyacular, lo mandó golpear hasta que murió, vemos de resalto la gravedad de las razones y motivos que trajeron tanta extremosidad en este punto; y el aumentar el rigor, si bien nosotros no lo compartimos, es parecer de muchos doctores, que siguen gentes muy sabias. Tocante a nuestra opinión, se ajusta al siguiente hadit, que nos transmitió al- Hamdani, que lo tenía de al-Balji, y éste de al-Firibri, y éste de al-Bujari, que dijo: Nos transmitió Yahya ibn Sulayman, que lo tenía de Ibn Wahb y éste de ‘Amr, y éste de Ibn Bukayr, y éste de Sulaymán ibn Yasár, y éste de ‘Abd al-Rahmán ibn Chabir, y éste de su padre, y éste de Abu Burda al-Ansarí, que afirmó: Yo oí decir al Profeta de Dios (¡Dios lo bendiga y salve!): «Nadie sea flagelado con más de diez azotes, si no se trata de una de las penas a la letra señaladas por Dios Honrado y Poderoso.» Así pensaba también Abu Cha‘far Muhammad ibn ‘Ali al-Nasá’í al-Sáfi’í, a quien Dios haya perdonado».
[García Gómez, Emilio (ed.). Ibn Hazm de Córdoba. El collar de la paloma. Madrid: Alianza, 1983, pág. 292].

no ocurre así con la sodomía, tolerada dentro de la cultura de Bagdad, pero que ibn Hazm de Córdoba en su "Tawq al-hamāma" ("El collar de la paloma") lo repudia así:

«Tocante al pecado de los sodomitas, es hediondo y repugnante. Dios Altísimo dice: «¿Cometeréis una torpeza que nadie en el universo cometió primero que vosotros?» [VII, 78]. Dios lanzó contra los que cometen este pecado piedras de arcilla marcadas. Malik (¡Dios lo haya perdonado!) es de parecer que hay que lapidar al agente y al paciente, sean casados o no, y algún malikí aduce como prueba de esta decisión lo que Dios Honrado y Poderoso dice sobre la lapidación de los sodomitas con piedras «que no están lejos de los malvados» [XI, 84], concluyendo que es de necesidad -si alguien comete hoy igual maldad que el pueblo de Lot- que las piedras estén cerca de él. La exposición de la diferencia de pareceres sobre esta cuestión no se acomoda a este lugar».
[García Gómez, Emilio (ed.). Ibn Hazm de Córdoba. El collar de la paloma. Madrid: Alianza, 1983, pp. 292-293].

No obstante, lo cierto es que son abundantísimos los poemas dirigidos al deseo hacia jóvenes, como fue el caso de Abu Hayyan:

"Estoy prendado de él: es negrísimo,
del color del azabache;
lo único blanco en él son los dientes».
Por otro lado, debemos recordar que igual que el objeto de deseo heterosexual, el homosexual (véase por ejemplo en al-Mu'tamid de Sevilla), puede dirigirse tanto a alguien del mismo o semejante rol social como a un inferior (esclavo, criado). Es justamente en este último caso donde surgirán elementos de "vasallaje inverso" que darán pie a lo mismo que se expresó en el "amor cortés" de los poetas provenzales.

Dice Rubiera Mata que así, los poetas

«transfieren la sublimación del amor hacia la dama inasequible a la esclava, a la que confieren la libertad de aceptar, o no, la opción de aceptar o rechazar el amor. En este juego, el amo será siervo del amor, y la esclava, ama, como sucede en el verso atribuido al califa de Bagdad Hārūn al-Rašīd, en su juego erótico con tres esclavas que motivará el villancico de 'Las tres morillas de Jaén':
Tres mujeres me domeñan
y acampan en mi corazón.
¿Por qué todas las criaturas me obedecen
y yo las obedezco a ellas que se me rebelan?
¿Será acaso que el poder del amor que poseen
es más fuerte que mi poder?

Idea que ya había expresado el emir de al-Andalus al-Hakam I:
Ramas de sauce que se balancean entre las dunas,
al huir de mí, decididas a rechazar la unión conmigo.
Reinan en mí, aunque yo soy rey, pero mis fuerzas,
por el amor, se han debilitado
con la languidez del cautivo.
¿Quién me ayudará contra las tiranías de mi cuerpo?
Ellas doblegan, con el amor, mi fuerza y poder.
De ahí que la amada sea llamada «mi señor» como en el amor cortés provenzal, sin necesidad de suponer una influencia de los ritos del feudalismo, pues no lo hay en el Islam. Este juego de no conseguir lo deseado, de la «mórbida perpetuación del deseo» de la que habla Emilio García Gómez, sólo concebible en la élite de una sociedad refinadísima que tiene todas las necesidades resueltas, entre ellas la sexual, es el amor cortés árabe, nacido a caballo del Hiŷāz y de Bagdad, de la tradición árabe y de la helénica, pues la civilización arabigoislámica es también heredera del pensamiento griego. Sin embargo, este amor cortés no es siempre amor platónico, el amar la belleza humana hacia la belleza transcendente, idea que harán suya los místicos del Islam, como al-Hallāŷ. Precisamente uno de los enemigos del místico de Bagdad, Ibn Dāwūd de Ispahán (868-910), será el que teorizará sobre las reglas del amor cortés con abundantes ilustraciones poéticas».

[Rubiera Mata, María Jesús. Literatura hispanoárabe. Madrid: Mapfre, 1.992, pp. 58-59].

Pero del "amor cortés arábigo-andaluz" hablaremos más abajo. Lo importante es dejar constancia de que no siempre este "amor homosexual" es totalmente cierto, puesto que muchas veces se debe a cuestiones estéticas (a lo que debemos añadir que no siempre está claro por expresión lingüística no diferenciada si se refiere a un chico o chica, amado o amada...):

«ya en el Corán, seguramente por influencia helénica, es un hombre el máximo representante de la belleza: el profeta Yūsuf, el José, hijo de Jacob bíblico (Azora XII). También en este mismo texto coránico se dibuja el concepto platónico de que la belleza es la generadora del amor, pero de una forma arrebatadora, irremediable, con el episodio, procedente del Midras hebreo helenizado, de las nobles egipcias que se cortan los dedos con el cuchillo con el que están pelando toronjas, al contemplar la belleza de Yūsuf.
Si la belleza produce el amor-pasión -el ‘išq- de forma irremediable y la belleza masculina es una cualidad convertida en categoría por la civilización arabigomusulmana, donde además las ideas de belleza y bondad se muestran unidas indisolublemente incluso en la lengua -una sola raíz, Hsn, expresa las dos ideas-, los poetas árabes aprehensores de belleza han de cantar la belleza masculina».

[Rubiera Mata, María Jesús. Literatura hispanoárabe. Madrid: Mapfre, 1.992, pág. 61].

      ► MOTIVOS COMPOSITIVOS PRESENTES EN LAS CASIDAS AMOROSAS DE AL-ANDALUS.

Si la poesía culta clásica cantó a través de las casidasla vida del desierto, el Al Andalus se cantará la vida propia de la tierra hispana; si la poesía culta clásica cantó las alegrías del amor correspondido pero también el dolor del amor desdeñado, y se explayó en la dicha del encuentro y entretuvo en el dolor de la separación, en Al Andalus, bajo el formato de gacela, a partir del siglo XI desarrolló un tipo de poesía amorosa, en la que nos vamos a encontrar junto a los motivos propios que constituían el prólogo del nasib de la casida clásica, refelejando los efectos del amor en el amante (llanto sobre las ruinas, sueño, insomnio, separación dolorosa y nostalgia de la amada) otras situaciones nuevas, que se repetirán en casi todos los poetas:

          √ EL LLANTO SOBRE LAS RUINAS.

Como reminiscencia de la poesía pre-islámica, el llanto sobre las ruinas (al- buka' 'ala l-atlal), en la poesía andalusí, será un mero elemento literario, que sirve para evocar a la amada, puesto que el espacio físico ha cambiado: de lugares áridos y desérticos a una cultura fundamentalmente urbana. De este modo, se aprovecharán contrastes como la descripción de la belleza de la naturaleza y las flores sobre todo, invadiendo las ruinas y los edificios abandonados.

Dice el profesor H. Pérès:

«Los poetas orientales han descrito las ruinas de los campamentos abandonados, pero como pretexto para hablar de la bien amada real o imaginaria, es decir, del pasado; el mismo al-Buhturi había sabido expresar con acento conmovedor el dolor que el palacio de al-Qatul había sentido con la pérdida de al-Mutawakkil, pero sólo se trataba todavía de una evocación del pasado. Los poetas andaluces del siglo XI llegan más lejos: no sólo resucitan el pasado, sino que también tratan de representarse el porvenir, y para ellos el futuro está lleno de amenazas».
[Pérès, Henri. Esplendor de Al-Andalus. La poesía andaluza en árabe clásico en el siglo XI. Sus aspectos generales, sus principales temas y su valor documental. Madrid: Hiperión, 1983. ].

Así ocurre en el poema de ibn Yury, donde el llanto ante las ruinas de Medina Azahara evoca a sus moradores y las pasiones que sintieron, convirtiéndose en una reflexión melancólica sobre el pasado (y que tendrá largo recorrido en otros poetas, por lo que Emilio García Gómez la denominará "melancolía romántica") .

«¡Riegue Dios los palacios de Medina Azahara,
aunque la lluvia de las nubes te parezca
que borrará sus huellas
como si fuera el polvo del olvido!

No hay horizonte como el límpido cielo de nuestra tierra,
y ese aire fresco como un tacto suave.
Su brillo da a los ojos tanta belleza
como el dolor que siente el alma al verlos.
¡Cuántos deleites persiguieron sus moradores
-deseos ya olvidados
y hoy sólo la tristeza busca melodías!

Ha desaparecido su hermosura;
sólo quedan las flores de las ruinas
y fragancia:
dirías que el almizcle se obtiene de sus restos.
Esos palacios nos recuerdan,
con su fragancia y con sus flores,
a aquellos rostros radiantes de hermosura,
cuando el poder reinaba en sus estancia
s,
eran los reyes poderosos,
y allí fluía la riqueza.
Ojalá esa riqueza hubiera sido suficiente
para salvarlos».

[Garulo, Teresa. "Un poeta menor del siglo V/XI: Abu Ya'far ibn Yury", in Sharq Al-Andalus, X-XI (1993-1994). Homenaje a Mª Jesús Rubiera Mata, pág. 417].

Y lo mismo le ocurrió al poeta satírico al-Sumaysir de Elvira:

«Me detuve en al-Zahra, lloroso y meditabundo,
para clamar entre las deshechas ruinas.
"¡Oh Zahra -dije- vuelve a ser!"
Pero me contestó: "¿Y acaso vuelven los difuntos?"
No he cesado de llorar, de llorar en ese lugar;
pero por desgracia, ¿de qué pueden servir las lágrimas?
¡Se diría que los vestigios de aquellos que partieron
son plañideras que se lamentan sobre los muertos!».

[Para un estudio más detallado sobre el efecto de las ruinas de Medina Azahara en los poetas andalusíes, cfr.:
García Florindo, Daniel. "Transmisión de una melancolía: Medina Azahara y el reflejo andalusí en la poesía española actual", in Ámbitos: Revista de Estudios de Ciencias Sociales y Humanidades, 8 (2002), pp. 95-106].

          √ LAS APARICIONES EN SUEÑOS DE LA AMADA/AMADO.

Motivo también de la poesía pre-islámica, el amante ve a la amada en sueños, como un espectro, durante su ausencia (tayf al-jayál). Como expuso ibn Darray ,

«Si en los jardines que habita
me impiden ver a mi dueño,
en los jardines del sueño
nos daremos una cita»
.

Y en ese duermevele, el espectro de la enamorada puede aparecer para deslumbrar más al enamorado, como vemos en este poema de Ibn ‘Abd Rabbih de Córdoba (860-40 d.n.e.):

El espectro de mi amado viajó de noche desde lejos
para mediar entre mis ojos y el sueño
;
pasó la noche, hasta el amanecer, con mi mano
como almohada de su mejilla, y la suya,
como almohada mía.

No sé si eres genio que me ha cautivado, ser humano,
sol del mediodía que brilla para mí, o luna
u ojos que conducen los deseos con su mirada
hasta que es como si estuviese la muerte en ella.
[Rubiera Mata, María Jesús. Literatura hispanoárabe. Madrid: Mapfre, 1.992, pp. 60-61].

Y que también vemos en estos versos de al-Mu'tamid ibn 'Abbad:

«En sueños tu imagen presentó a la mía, mejilla y pecho,
recogí la rosa y mordí.
Me ofreció los rojos labios y aspiré su aliento,
me pareció que sentía el olor a sándalo.
¡Ojalá quisiera visitarme cuando estoy despierto...!,
pero entre nosotros pende el velo de la separación.
¿Por qué la tristeza no se aparta de nosotros,
por qué no se aleja la desgracia?».
[Rubiera Mata, M. J. (ed. y tr.). Al-Mutamid. Poesías. Antología bilingüe. Madrid: Instituto Hispanoárabe, 1982, pág. 92].

Dice ibn Jafaya:

«Envuelta en el denso velo
de la tenebrosa noche,
vino en sueños a buscarme
la gacela de los bosques».

          √ EL INSOMNIO.

Es otro tema recurrente en la lírica pre-islámica.

Dice Ibn Zaydun:

«¿No tendrás piedad de quien la noche vela, y cuyos ojos están hechos de insomnio?».
[Sobh, M. (ed. y tr.). Ibn Zaydun. Poesías. Madrid: 1979, pág. 73].
e Ibn Hazm se quejaba de que
«Pastor soy de estrellas, como si tuviera a mi cargo apacentar todos los astros fijos y planetas. Las estrellas en la noche son el símbolo de los fuegos de amor encendidos en la tiniebla de mi mente. Parece que soy el guardián de este jardín verde oscuro del firmamento, cuyas altas yerbas están bordadas de narcisos. Si Tolomeo viviera, reconocería que soy el más docto de los hombres en espiar el curso de los astros».
[Sobh, M. (ed. y tr.). Ibn Zaydun. Poesías. Madrid: 1979, pág. 73].
          √ LA SEPARACIÓN DOLOROSA.

La separación o al-bayn es causa de dolor físico y sufrimiento.

Dice al-Mu'tamid ibn 'Abbas:

« Cuando nos encontramos para despedirnos, de mañanita,
ya tremolaban las banderas en el patio del alcázar,
eran acercados los corceles, redoblaban los atabales:
eran las señales de partida.
Lloramos sangre, hasta que nuestros ojos eran como heridas
al fluir aquel líquido rojo.
Y esperábamos volver a vernos a los tres días...
¿Qué habría sucedido si hubiesen sido más?».
[Rubiera Mata, M. J. (ed. y tr.). Al-Mutamid. Poesías. Antología bilingüe. Madrid: Instituto Hispanoárabe, 1982, pág. 97].

E Ibn Zaydun:

«Si la separación entre nosotros dos ha sido decretada,
detente un poco hasta que pueda ver tu rostro.
No sé si quedó encerrado entre mis costillas
mi corazón o si partió cuando te fuiste.
Hay entre tú yo un mar de lágrimas con rugientes
olas y no puedo llegar hasta ti».
[Sobh, M. (ed. y tr.). Ibn Zaydun. Poesías. Madrid: 1979, pág. 57].
Y también:
«La distancia reemplaza ya nuestra compañía
y los reproches ásperos sustituyen el perfume de la unión.
¡Ay!, llegó la mañana de la partida que me trajo el destino
y con ella un pregón que anunciaba mi muerte».
[Cantarino, Vicente. Casidas de amor profano y místico. Ibn Zaydun e Ibn al'Arabi. México: Porrúa, 1977, pág. 28].
          √ LA NOSTALGIA DE LA AMADA.

Ibn Zaydun hace esta nostálgica evocación de Wallada, utilizando como emplazamiento y disculpa el paisaje de las ruinas de Medina Azahara.:

«Te recordé en al-Zahra', deseándote
El horizonte sereno y el rostro de la tierra brillante.
La brisa suavizándose en el crepúsculo
Como si sintiendo ternura por mí languideciese compasivamente.
La sonrisa del agua plateada en el jardín
Como guirnaldas liberadas de la garganta.
Un día como los días aquellos que para nosotros marcharon
Cuyas noches pasábamos -cuando dormía el destino- como ladrones.
Recreándonos con aquella flor atrayente
corría el rocío en ella hasta inclinar su cuello.
Como si sus ojos, viendo mi duermevela,
llorasen por mí corriendo el llanto reluciente.
Una rosa resplandecía en su soleada rosaleda
Y aumentó por ella la claridad de la mañana radiante.
Un nenúfar oloroso propagó su perfume cercándola
Soñoliento al que la aurora despertó.
Todo agita en mí el recuerdo deseándo-
te, [un recuerdo] que el pecho angustiado no soporta.

Si se hubiese cumplido el anhelo de reunirme contigov habría sido el día más feliz.
No calme Dios al corazón ocupado en tu recuerdo
Que no vuele [el recuerdo] con las ardientes alas del deseo.
Si quisiese llevarme la brisa flotando
llevaría hasta ti a un muchacho al que ha entristecido su hallazgo.
No mis prendas más preciosas y brillantes, amada
mía, si es que los amantes tienen prendas.
Antes, fue la recompensa a la pureza del amor
un íntimo jardín en el que corríamos libres.
Ahora, ensalzo lo que fui a tu lado.
Tú te olvidaste, pero yo sigo perdidamente enamorado».

[Segura Pérez, Francisca. "El amor en los jardines de Medina Azahara. Comentario a un poema de ibn Zaydun", in Miscelánea de Estudios Árabes y Hebraicos. Sección Árabe-Islam, XL-XLI (1991-1992), pp. 365-366].
          √ LA DESCRIPCIÓN DEL ENCUENTRO AMOROSO.

El encuentro gozoso con la persona amada conllevará un largo proceso:

« Esa a la que amo me ha hecho una visita, sin haber fijado
una cita he contemplado la luna llena durante este encuentro.
La he reprendido, con muy dulces palabras, es verdad, mientras
que ante ella mi alma parecía haber alcanzado las clavículas.
Cuando estuvimos reunidos, compuse, bajo los efectos de la alegría
que experimentaba por ella, estos versos,
mientras las lágrimas corrían como acequias».
[Pérès, Henri. Esplendor de al-Andalus. La poesía andaluza en árabe clásico en el siglo XI. Sus aspectos generales, sus principales temas y su valor documental. Madrid: Hiperion, 1983, pp. 416-417].

El lugar del encuentro es . Suele estar relacionado, además, con la bebida, la danza, etc.

« ¡Oh, señor!, un lugar placentero para el encuentro en el barranco,
junto a un canal que mira con los ojos del narciso.
El fondo llano de un espacioso torrente
hace tan amable y excitante nuestro estado,
entre nubes, pero soleado con el resplandor del vino
cuando aparece refulgente en la copa».
[Cantarino, Vicente. Casidas de amor profano y místico. Ibn Zaydun e Ibn al'Arabi. México: Porrúa, 1977, pág. 58].

Suele producirse por la noche, cuya oscuridad les sirve de refugio y ocultamiento:
Dice ibn Hazm:

« Hasta que llegó la noche estuve esperando verte, ¡oh deseo mío!, oh colmo de mi anhelo!; pero las tinieblas me hicieron perder la esperanza, cuando antes, aunque apareciera la noche, no desesperaba de que siguiera el día. Tengo para ello una prueba que no puede mentir, pues por muchas análogas nos guiamos en asuntos difíciles, y es que, si te hubieras decidido a visitarme, no hubiera habido tinieblas, y la luz, -tu luz- hubiera permanecido sin cesar entre nosotros.».

dice al respecto Ibn Suhayd:

«Me arrastré hacia ella insensiblemente como el sueño. Me elevé hacia ella dulcemente como el aliento. Besé el blanco brillante de su cuello, y apuré el rojo vivo de su boca. Y pasé con ella mi noche deliciosamente, hasta que sonrieron las tinieblas, mostrando los blancos dientes de la aurora».
[Pérès, Henri. Esplendor de al-Andalus. La poesía andaluza en árabe clásico en el siglo XI. Sus aspectos generales, sus principales temas y su valor documental. Madrid: Hiperion, 1983, pp. 25-26.].

El alba rompe el hechizo y provoca la separación de los amantes, siendo motivo característico en el nasib de la casida clásica.

«Cuando vi que soplaba la leve brisa de la aurora se me dio a entender que había llegado el momento del alejamiento y de la separación».
[Continente Ferrer, J. M. (ed. y tr.). Ibn al-Jatib. Libro de la magia y de la poesía (Kitáb al-sihr wa-l-Si'r). Madrid: Instituto hispanoárabe, 1981, pág. 72].
          √ LOS REENCUENTROS.

          √ LAS EVOCACIONES DEL ENCUENTRO YA SUCEDIDO, QUE TRAE ALEGRES O TRISTES RECUERDOS.

El califa 'Abd al-Rahman al-Mustadir bi-llah evocó así a su amada:

«¿Has olvidado los días en que pasamos la noche
en un lecho de rosas?

Donde fuimos unidos por el mismo cinturón
y formábamos un collar perfecto.

Nos abrazábamos como si abrazaran las ramas
nuestros talles formando sólo uno,
mientras, las estrellas de la noche parecían
de oro sobre lapislázuli».

Ibn Zaydun, en su "Te recordé en al-Zahra", recrea una evocación sensual en los jardines de Madinat al-Zahra:

«Te recordé en al-Zahra, deseándote,
El horizonte sereno y el rostro de la tierra brillante.
La brisa suavizándose en el crepúsculo,
como si sintiendo ternura por mí languideciese compasivamente.
La sonrisa del agua plateada en el jardín,
como guirnaldas liberadas de la garganta.
Un día, como los días aquellos que para nosotros marcharon,
cuyas noches pasábamos -cuando dormía el destino- como ladrones.
Recreándonos con aquella flor atrayente
corría el rocío en ella hasta inclinar su cuello.
Como si sus ojos, viendo mi duermevela,
llorasen por mí corriendo el llanto reluciente.
Una rosa resplandecía en su soleada rosaleda
y aumentó por ella la claridad de la mañana radiante.
Un nenúfar oloroso propagó su perfume cercándola
soñoliento al que la aurora despertó.
Todo agita en mí el recuerdo deseándote,
un recuerdo que el pecho angustiado no soporta.
Si se hubiese cumplido el anhelo de reunirme contigo
habría sido el día más feliz.
No calme Dios al corazón ocupado en tu recuerdo,
que no vuele el recuerdo con las ardientes alas del deseo.
Si quisiese llevarme la brisa flotando
llevaría hasta ti a un muchacho al que ha entristecido su hallazgo.
No mis prendas más preciosas y brillantes, amada
mía, si es que los amantes tienen prendas.
Antes, fue la recompensa a la pureza del amor
un íntimo jardín en el que corríamos libres.
Ahora, ensalzo lo que fui a tu lado:
tú te olvidaste, pero yo sigo perdidamente enamorado"
».

[Segura Pérez, Francisca. "El amor en los jardines de Medina Azahara. Comentario a un poema de ibn Zaydún", in Miscelánea de Estudios Árabes y Hebraicos. Sección Árabe-Islam, 41 (1992),pág. 366].

          √ LOS ACERCAMIENTOS.

          √ LAS SEPARACIONES.

Así cantaba ibn Zaydun el hondo pesar que queda tras la separación, en este caso de su amante Wallada:

«Tras la separación, ¿habrá medio de unirnos? ¡Ay! Los amantes todos, de sus penas se quejan. Paso las horas de la cita en el invierno sobre las ascuas ardientes del deseo, y cómo no, si estamos separados. ¡Qué pronto me ha traído mi destino lo que temía! Mas las noches pasan y la separación no se termina, ni la paciencia me libera de los grilletes de la añoranza».
[Garulo, Teresa. Diwan de las poetisas de al-Andalus. Madrid: Hiperion, 1998, pág. 144].

          √ LAS QUEJAS.

          √ LOS DISTANCIAMIENTOS, QUE TRAEN A LA MEMORIA LA AUSENCIA DE AMADA Y LA SOLEDAD.

Así recordaba a su amada Itimad el rey de Sevilla al-Mu'tamid ibn 'Abbad (محمد بن عباد المعتمد, (1040-1095):

I nvisible a mis ojos, siempre estás presente en mi corazón.
T u felicidad sea infinita, como mis cuidados, mis lágrimas y mis insomnios.
I mpaciente al yugo, si otras mujeres tratan de imponérmelo, me someto con docilidad a tus deseos más insignificantes.
M i anhelo, en cada momento, es tenerte a mi lado: ¡Ojalá pueda conseguirlo pronto!
A miga de mi corazón, piensa en mí y no me olvides aunque mi ausencia se alarga.
D ulce es tu nombre. Acabo de escribirle, acabo de trazar estas amadas letras: ITIMAD
.
Reina, Manuel Francisco (ed.). Poesía andalusí. Madrid: Edaf, 2007, pp. 299-300.
O de esta otra manera:
"¡Qué larga mi espera en esta casa ausente de ti!
La casa de la ausencia de una gacela esbelta.
Por ella juro que si mis valientes enemigos,
en cota de mallas, se me ponen delante,
sacaré la espada del combate.
Venceré con el filo de mi alfanje.
Jamás otra amante ha poseído el corazón
de su amado como Itimad a Muhammad.
Pero solo el Destino impersonal
mata sin espada,
devasta sin culpa,
lanza flechas sin manos".
.
[Reina, Manuel Francisco (ed.). Poesía andalusí. Madrid: Edaf, 2007, pp. 300-301].

      ► TIPOLOGÍA DEL AMOR CORTÉS ÁRABE.

[Para el estudio de este apartado y su relación con el amor cortes provenzal es fundamental es estudio de:
Galmes de Fuentes, Álvaro. El amor cortés en la lírica árabe y en la lírica provenzal. Madrid: Cátedra, 1996].

          √ REALIZACIÓN Y ENCUENTRO SEXUAL. LA IMPOSIBILIDAD DE LA NO-POSESIÓN.

Sabido es que el Islam permite la realización plena de la sexualidad masculina a través de la poligamia, pero no así en el caso de la mujer; así como que se establece una rígida separación de los papeles y roles de los dos sexos. Y ya hemos referido más arriba, que nos reseñó Rubiera Mata que,

«Como consecuencia, el musulmán no tendrá apenas trabas para practicar el sexo, pero le será muy difícil enamorarse, porque no conocerá seguramente a su futura esposa hasta el día de su boda y ésta, además, se realizará por factores de linaje o de dinero. La mujer se convierte en un ser inasequible e inalcanzable, en un personaje de la imaginación más que en un ser real, y el amor, por su lado, será siempre un deseo no satisfecho [... Por ello] transfieren la sublimación del amor hacia la dama inasequible, a la esclava, a la que confieren la libertad de aceptar, o no, su amor».
[Rubiera Mata, María Jesús. Literatura hispanoárabe. Madrid: Mapfre, 1.992, pág. 58].

Dice ibn Hazm:

«Una de las maravillas del tiempo,
que abruman a quien las oye y a quien las dice,
es que la montura desee al jinete,
que el interrogado se someta a quien pregunta,
que el cautivo domine al aprehensor,
que el muerto ataque al asesino.
Antes de ahora jamás oímos entre las gentes
que lo esperado se humillara ante el que espera.
¿Puedes explicarlo de otro modo
por la sumisión del participio pasivo al activo?».
Y es que, como explica E. Pallas;
«Según Anwar Chejne: “la mujer en Al-Andalus estaba sujeta a las restricciones impuestas por la religión y la costumbre islámica, lo que significaban desigualdad respecto al hombre y poca libertad de movimientos y relaciones sociales.
La religión y la costumbre islámica están recogidas en el Corán que es el libro sagrado de los musulmanes y en el hay diversos capítulos, suras, que dictan cual debía ser la situación de la mujer dentro de la sociedad musulmana:
Sura 4-34 Los hombres tiene autoridad sobre las mujeres en virtud a la preferencia que Dios a dado a unos sobre otros (los hombres están un grado por encima de las mujeres) y de los bienes que gastan (en sus mujeres). Las mujeres virtuosas son devotas y cuidan, en ausencia de sus maridos, de lo que Dios manda que cuiden (se mantienen castas).
Por tanto, y aunque no podemos generalizar, además de las diferencias personales, diversas situaciones jurídicas, económicas y de clase dan lugar a posiciones sociales muy diversas, el papel de la mujer era secundario en la sociedad musulmana de al-Andalus y en el matrimonio era el objeto de una transacción comercial entre el padre y el futuro esposo.
Sura 5-5 Se os permite de ahora en adelante tomar en matrimonio a las mujeres creyentes, honestas y las honestas del pueblo de la Escritura (judías y cristianas) dándoles la dote.
Es decir, los musulmanes podían casarse con mujeres creyentes y también con no creyentes. Por el contrario la mujer musulmana sólo podía casarse con musulmanes».
[Pallás, Enrique. "La mujer en Al-Andalus", in Cultura es revolución, revolución es cultura. [en línea: https://enriquepallas.wordpress.com/], https://enriquepallas.wordpress.com/2011/02/28/la-mujer-en-al-andalus/]

No en vano el propio Averroes criticó esta situación, diciendo sobre la mujer:
«Nuestro estado social no deja de ver lo que de sí pueden dar las mujeres. Parecen destinadas exclusivamente a dar a luz y a amamantar a los hijos, y ese estado de servidumbre ha destruido en ellas la facultad de las grandes cosas. He aquí por qué no se ve entre nosotros mujer alguna dotada de virtudes morales: su vida transcurre como la de las plantas, al cuidado de sus propios maridos. De aquí proviene la miseria que devora nuestras ciudades, porque el número de mujeres es doble que el de hombres y no pueden procurarse lo necesario para vivir por medio del trabajo».
Ahora bien, no en toda ocasión se da la situación de que "siempre hay desenlace sexual", bien por continencia, castidad, libremente elegida, bien por imposibilidad real de obtener al ser amado.

          √ SUBLIMACIÓN DEL SER AMADO.

La sublimación del amor llevará a Ibn Hazm a decir en su "El collar de la paloma":

«Uno de los aspectos del amor es la unión amorosa, que constituye una sublime fortuna, un grado excelso, un alto escalón, un feliz augurio; más aún: la vida renovada, la existencia perfecta, la alegría perpetua, una gran misericordia de Dios. Si no fuese porque este mundo es una mansión pasajera, llena de congojas y sinsabores, y el paraíso, en cambio, la sede de la recompensa y el seguro de toda malaventura, todavía diríamos que la unión con el amado es la serenidad imperturbable, el gozo sin tacha que lo empañe ni tristeza que lo enturbie, la perfección de los deseos y el colmo de las esperanzas».
          √ LA SUMISIÓN DEL AMANTE AL AMADO/A.

De ahí que se dé un trueque situacional en el que el amo será siervo del amor, y la esclava, ama. Por ello la amada es llamada «mi señor», como en el amor cortés provenzal, sin necesidad de suponer una influencia de los ritos del feudalismo, pues no lo hay en el Islam.

Así se expresó el mismo califa 'Abd al-Rahman V al-Mustazhir:

«Cuando sonríe deja ver sobre rojo alineadas perlas, mas, al desvelarse, el rostro sustituye al so. Gacela que, no de la carne del hombre, sino de la luz de su trono, para dejarme sin aliento, ha creado Dios. Yo le he entregado reino, corazón, vida y alma, pero nada fuera del alma hay que encierre más valor».
[Velázquez Basanta, Fernando Nicolás. "'Abd al-Rahman V al-Mustazhir, califa, poeta y amigo de Ibn Hazm", in Pinilla Melguizo, Rafael (ed.). Milenario de Ibn Hazm. Textos y artículos. Córdoba: Diputación de Córdoba, 1999, pág. 119].

Y es que, como expresó ibn Hazm:
«No es reprobable rebajarse ante quien amamos, pues en amor el más orgulloso se humilla. No os maravilléis de que me someta en mi situación, pues antes que yo se sometió al-Mustansir. El amado no es nuestro parigual para que, cuando le aguantes, tu aguante sea vil».
          √ EL AMOR COMO ENFERMEDAD.

El "El collar de la paloma" se articula en torno al concepto de «melancolía» que la medicina árabe había heredado de las épocas clásicas (recordemos a Abu Bakr Muhammad ibn Zakariyya al-Razi, conocido como el "galeno musulmán", con su "Al-Tibb al-Ruhani" (La medicina espiritual), a al-Qazwini, autor de "Ayaib al-majluqat" ("Las maravillas de las criaturas"), etc.), y a la antología poética titulada Kitab al-Zahra” (“Libro de la flor”), recopilada por Ibn Dāwūd al-Ispahani (868-910), verdadero tratado de amor conocido en Al-Ándalus ya en vida del poeta e imitada luego por poetas como Ibn Faraŷ de Jaén, muerto durante el reinado de al-Hakam II, que compuso una antología de poemas hispano-árabes (Kitab al-hada’iq, “Libro de los huertos” ) que tenían el mismo tema que los que había utilizado Ibn Dāwūd para ilustrar su concepción del amor cortés, pero con poetas hispanoárabes.

Respecto a lo indicado sobre la medicina árabe, basada en la galena griega, con su teoría de los cuatro humores, contenidos en diferentes proporciones y determinando el temperamento de los hombres, de manera tal, que, además, se veían impelidos a sujetarse a determinadas leyes según el planeta y elementos que regían a los mismos, diremos que el ser "melancólico", sujeto al elemento tierra y regido por el planeta Saturno, no tenía por menos que ser triste, enfermo, de impulsos sexuales, complexión nervuda, etc. Así lo describía en el s. II d. C. Rufus de Éfeso:

«Dixit, quod multa cogitatio et tristia faciunt accidere melancoliam» (dicen que muchos pensamientos y tristezas hacen acceder a la melancolía), «lili qui sunt subtilis ingenii et multa; perpicationis, de facili inci-dunt in melancolías, eo quod sunt velocis motus et multa; praemeditatio-nis et imaginationis» (caen fácilmente en melancolía aquéllos que son de ingenios sutiles y muy perspicaces, los que son de movimientos veloces y de muchas premeditaciones e imaginaciones).

Y luego Ibn Sina (Avicena) en el siglo XI, en el III tomo de "El Canon de Medicina" ("Al-Qanun fi l-tibb"), hablará del "amor-pasión" en estos términos:

«Esta es una enfermedad delirante, parecida a la melancolía, con la que el hombre carga voluntariamente, quedando su mente ofuscada por alguna imagen o algunas cualidades, ayudado por su deseo o a veces, sin su ayuda. Sus síntomas son: el hundimiento de los ojos y su sequedad, la falta de lágrimas salvo a la hora de llorar y el movimiento constante de los párpados. La persona afectada sonríe como si estuviera contemplando algo delicioso o escuchado una noticia alegre o una broma. Su respiración se interrumpe con frecuencia, aumentan los suspiros, su estado cambia de la alegría y la risa a la tristeza y el llanto cuando oye hablar sobre el amor, sobre todo cuando se trata de la separación y el abandono. Todos sus miembros están marchitos, excepto los ojos que, a pesar de su hundimiento, tienen grandes párpados (...)
Sus cualidades no siguen ningún orden, y el latido de su corazón es variable y parecido al latido de los corazones de las personas preocupadas. Tanto el ritmo de su corazón como su estado anímico se alteran cuando se menciona al ser amado y especialmente si se encuentra inesperadamente con él. De esta manera puede descubrirse la identidad del amado, cuando el enamorado no está dispuesto a ello, porque conociendo esta identidad se cuenta con un medio para intentar su curación El truco que se utiliza para esto es mencionar muchos nombres, repitiéndolos una y otra vez, al tiempo que se le toma el pulso. Si éste varía de forma notoria, llegando caso a interrumpirse, puede saberse el nombre del amado. Este proceso se repite varias veces. Se mencionan también caminos, moradas, profesiones, oficios, apellidos y países, y cada unos de ellos se añade al nombre del amado, tomándole el pulso hasta que empiece a variar, y con todo esto su puede llegar a conocer las características del amado: su nombre, su apellido, su oficio... Conocer al amado, sabemos por experiencia, ayuda a curar al enamorado, uniéndolos de la forma que admite la religión y la jurisprudencia. Y así, hemos visto a algunos enamorados que recuperaron la fuerza y sanaron después de haberse debilitado sufriendo enfermedades penosas y crónicas, con largos períodos de fiebre producidos por el decaimiento al estar intensamente enamorados. Sin embargo, después de rechazar al amado y en un corte período de tiempo, volvieron a su estado natural, cosa que es digna de asombro (...).
En cuanto a la curación, hay que observar si el estado del enamorado ha causado la quema de algún humor, ya que se verá reflejado a través de los síntomas ya conocidos, procediéndose entonces con el enfermo del modo siguiente: se le humidificará y adormecerá, y se le darán los mejores alimentos (...), se implicará a los enamorados en riñas, ocupaciones y querellas, en definitiva, en asuntos que les entretengan, pues esto les puede hacer olvidar el amor. También, mediante artimañas, hay que tratar de que se enamore de otra persona, dentro de lo que permite la jurisprudencia, y así su pensamiento se centrará en un segundo individuo, pero siempre antes de que se fortalezca el nuevo amor. Si el enamorado es sujeto juicioso, hay que aconsejarle, burlarse de él, hacerle comprender que lo que padece no es no es mas que un delirio y un tipo de locura; todo esto, quizá, le sea útil para recuperar el juicio. Asimismo se le deben enviar mujeres viejas para hacerle odiar al ser amado, mencionando aspectos desagradables del mismo, contándole historias que le puedan desviar del amor, enumerándole casos de abandono, todo lo cual puede calmarle considerablemente, aunque también puede animar a otros a seguir el camino del amor. Puede ser acertado que las ancianas representen la imagen del ser amado a través de comparaciones feas, haciendo muecas grotescas de sus facciones, tratando de provocar el odio hacia éste. Las viejas deben hacer esto durante mucho tiempo, pues son mucho mas hábiles que los hombres a excepción de los afeminados que, a su vez, poseen artimañas no menos importantes que las de las viejas (...) Otra forma útil es la compra de esclavas para que el enamorado mantenga relaciones sexuales frecuentes con ellas (...) Distraerles con la caza y todo tipo de juegos(...)"».

[Saleh Alkhalifa, Waleed. "Amor, locura, muerte. Las dos caras del amor en la tadición árabe", in Al-Andalus Magreb: Estudios árabes e islámicos, 6 (1998), pp. 63-64].

Por tanto, el amor es una enfermedad, que no tiene más cura que la amada y más causa que ella misma:

«¡Oh, tú la más graciosa de las criaturas,
seducción de los hombres,
rama de mirto y médico de las dolencias del amor,
por tu hermosura te comparo
a una luna cuando sale sobre una rama
que se mueve cimbreante,
¿Por qué pagas con odio mi pasión?
Basta ya de tormento mi alma es tuya
».

[Garulo, Teresa. "Un poeta menor del siglo V/XI: Abu Ya'far ibn Yury", in Sharq Al-Andalus, X-XI (1993-1994). Homenaje a Mª Jesús Rubiera Mata, pp. 414-415].

[A este respecto de la "enfermedad del amor", recordemos el mismo motivo empleado luego en la literatura castellana: Lírica de cancionero, Novela Sentimental ("Cárcel de AMor" de Diego de San Pedro; "Tratado de Amores de Arnalte y Lucinda", de Juan de Flores; Grimalte y Gradisa, Historia de Grisel y Mirabella...) , "La Celestina", etc.].

El mismo Ibn Hazm explicará qué es la enfermedad de amor en un poema:

El médico que nada sabe, me dice:
«Cúrate, oh tú que estás enfermo».
Pero mi dolencia nadie la sabe más que yo
y el Señor Poderoso, el Excelso Rey.
¿Cómo ocultarla si la revelan los sollozos,
que no me dejan, y el andar siempre cabizbajo,
y las huellas de la tristeza en mi rostro,
y mi cuerpo extenuado y macilento como un espectro?
Las cosas son tanto más claras
e indudables cuando los indicios son evidentes.
Por eso le digo: «Explícate un poco,
pues, por Dios, no sabes lo que estás diciendo».
Él contesta: «Te veo cada día más delgado.
La enfermedad de que te quejas es consunción».
Le digo: «La consunción acomete los miembros,
y es una fiebre que tiene alternativas;
pero yo, por vida de Dios, no me quejo de fiebre
y tengo poco calor en mi cuerpo».
Me dice: «Observo que estás sobresaltado y en acecho,
pensativo y siempre silencioso.
Creo que es melancolía.
».
Y en otro poema:
«Melancólico, afligido e insomne, el amante
no deja de querellarse, ebrio del vino de las imputaciones.
En un instante te hace ver maravillas,
pues tan pronto es enemigo como amigo, se acerca como se aleja.
Sus transportes, sus reproches, su desvío, su reconciliación

parecen conjunción y divergencia de astros, presagios estelares adversos y favorables.
Mas, de pronto, tuvo compasión de mi amor, tras el largo desabrimiento,
y vine a ser envidiado, tras de haber sido envidioso.
Nos deleitamos entre las blancas flores del jardín,
agradecidas y encantadas por el riego de la escarcha:
rocío , nube y huerto perfumado
parecían nuestras lágrimas, nuestros párpados y su mejilla rosada».
Es, pues, una recurrencia el motivo de la delgadez, como muestra de enfermedad de amor: Dice ibn al-Labbana:
«el amor ha hecho de mi cuerpo algo parecido a una sombra, de tal forma que se ha vuelto ligero e invisible».
[Para todo lo dicho en este epígrafe, cfr.: López Pita, Paulina. "El collar de la paloma. Tratado sobre el amor y los amantes", in Espacio, Tiempo y Forma, Serie III, Historia Medieval, XII (1999), pp. 65-90.
Mújica Pinilla, Ramón. El collar de la paloma del alma. Amor sagrado y amor profano en la enseñanza de ibn Hazm y de ibn Arabi. Madrud: Hiperión, 1990].

          √ EL SECRETO DEL AMOR.

Así lo manifiesta ibn Hazm:

«Indicio del pesar son el fuego que abrasa el corazón
y las lágrimas que se derraman y corren por las mejillas.
Aunque el amante cele el secreto de su pecho,
las lágrimas de sus ojos lo publican y lo declaran.
Cuando los párpados dejan fluir sus fuentes,
es que en el corazón hay un doloroso tormento de amor».
Y en otros versos:
«Las gentes saben que soy un mancebo enamorado;
que estoy triste y afligido; pero ¿por quién?
Cuando ven cómo me hallo, se cercioran;
pero si indagan se pierden en conjeturas.
Mi amor es como un escrito cuyo trazo es firme,
pero que se resiste a la interpretación
;
o como la voz de la paloma en el boscaje,
que repite su canción de rama en rama
y cuyo murmullo deleita nuestros oídos,
pero cuyo sentido es enigmático y oscuro.
Me dicen: «-¡Por Dios! Dinos el nombre de aquel
cuyo amor alejó de ti el sueño tranquilo
Pero nunca. Antes de que logren lo que desean
habría de perder la razón
y afrontaría cualquier desventura.
Siempre estarán en la desazón de la duda,
tomando la sospecha como certidumbre y la certidumbre como sospecha».
          √ EL MORIR DE AMOR.

Así se expresaba Ibn Jatima:

«mi corazón no puede amar más que a ella,
aunque sea tan grande el tormento que me hace sufrir.
Al contemplar la hermosura de sus mejillas,
no pude evitar que mi corazón muriera de amor por ella».
[Gibert Fenech, Soledad (int. y trad.). Ibn Jatima. El Diwan de Ibn Jatima de Almería. Poesía arábigoandaluza del siglo XIV. Barcelona: Facultad de Filología de la Univ. de Barcelona, 1975, pp. 79-80].
E ibn Hazm:
«Si muero de amor, moriré mártir,
y si me das tu favor, viviré feliz.
Así nos lo han dicho gentes de fiar
y sinceras, libres de sospecha e impostura».
Y también, el mismo:
«Le robaste el corazón a viva fuerza,
y ¿quién puede vivir sin corazón?
Ayúdale con la unión para que vivas noblemente
y alcances el premio el día del juicio.
Pues veo que si esto dura va a cambiar
las ajorcas de sus tobillos por las cadenas de los locos.
En verdad, tú has enamorado al sol,
y su amor por ti es evidente ante la Humanidad».
Todo ello es causado por la dificultad de poder llegar a la consecución del encuentro sexual. Abd al-Qazza lo expresaba así:
«Ella es luna, sol, tallo que nace y perfume de almizcle. Perfecta, brillante, floreciente, y aroma enamorado. Quien la mira se prenda de ella, pero es coto cerrado».
          √ LOS ENEMIGOS DE LOS AMANTES.

            • El raqīb, espía o vigilante.

Dice ibn Hazm:

«Soporto un espía que ha conocido largo tiempo el amor;
que sufrió la pasión; que no podía dormir;
que encontraba en el querer un dolor espantoso
que casi le ha producido la muerte;
que conoce bien las industrias del amante apasionado,
incluso señas y palabras.
Después de todo esto le vino el olvido:
comenzó a mirar el amor como una vergüenza y un vicio,
y ahora ha llegado a ser guarda de quien yo adoro,
para alejar de él al ardiente enamorado.

¡Oh qué tormento ha caído sobre nosotros!
¡Qué desgracia ha venido a visitarnos!».
Y Umm al-Kiram, hija del rey de Almería, de declaró así a un joven de Denia:
«Ay, ojalá supiera
si hay algún medio de estar solos
donde no lleguen los oídos del espía.

¡Qué maravilla!
A solas quiero estar con un amado
que vive, aunque se vaya, en mis entrañas y en mi pecho».
            • El ‘āḏil o censor.

En otro poema de ibn Jatima se nos cita:

«¿Quién protegerá a los corazones del desvarío de una gacela
continuamente orgullosa, constante en su infidelidad?
Los censores la criticaron hasta tal punto
que pensaron que lograrían apartarme de su amor;
pero la miramos a escondidas y apenas apareció,
todos nos enamoramos al instante;
los censores, por su amor, olvidaron la crítica
y yo con mis penas olvidé su censura».
[Gibert Fenech, Soledad (int. y trad.). Ibn Jatima. El Diwan de Ibn Jatima de Almería. Poesía arábigoandaluza del siglo XIV. Barcelona: Facultad de Filología de la Univ. de Barcelona, 1975, pág. 96]

             •El wāšī o calumniador.

Así se expresaba ibn Hazm:

«Me maravillo de un calumniador que anda siempre tras nuestro secreto, y que no respira sino por saber nuestras noticias. ¿Qué le importan a él mi congoja ni mi angustia? Yo me como la granada y a los hijos les da dentera».
             • El kāšiḥ o malvado

          √ LA VISITA DEL ENAMORADO/A EN SUEÑOS.

La visita del amado en sueños, en forma de fantasma (aif, jayāl).

          √ EL ENAMORAMIENTO DE OÍDAS.

Recordemos aquellos versos de ibn Hazm:

«Me hablaron de ti y, cuando nos encontramos, mi idea se hizo realidad ante mis ojos. Las pinturas del paraíso se quedan siempre cortas en punto a lo que es, de verdad, el paraíso».

      ► TIPOLOGÍA DESCRIPTIVA MUSULMANA DE LA ENAMORADA.

[Para este apartado son fundamentales los estudios siguientes:
Bellido Bello, Juan Félix. "Belleza del cuerpo femenino en los poetas andalusíes", in Palma Ceballos, M. et Parra, E. (eds.). Cuerpo y género. La construcción de la sexualidad humana. Jerez: Ediciones Jerezanas, 2004, pp. 47-72
___________ . "El cuerpo de la mujer en la literatura andalusí", in Arriaga, M. et al. Sin carne: representaciones y simulacros del cuerpo femenino. Poesía arábigo-andaluza. Torremolinos: Litoral, 1.984.

Moral Molina, Celia del. "La imagen de la mujer a través de los poetas árabes andaluces (siglos VIII-XV)", in Ballarín, Pilar et Ortiz, Teresa (eds.). La mujer en Andalucía: I Encuentro interdisciplinar de estudios de la mujer. Vol. II. Granada: Univ. Granada, 1990, pp. 703-730.
________ . "Arquetipos y estereotipos femeninos a través de la poesía andalusí", in Calero Secall (ed.). Mujeres y sociedad islámica: una visión plural. Málaga: Colec. Atenea/Estudios sobre la mujer, 2006, pp. 253-285.
Safi, Nadia. El tratamiento de la mujer árabe y hebrea en la poesía andalusí. Tesis Doctoral. Granada: Universidad de Granada, 2012.

Tena Tena, Pedro. "Mujer y cuerpo en al-Andalus", in Studia Historica. Historia Medieval, 26 (2008), pp. 45-61].

Como sabemos, la figura del cuerpo femenino, en las distintas culturas y literaturas ha tenido un desarrollo desigual, coincidiendo siempre en ser objeto y sujeto de deseo sexual, reflejando su descripción los cánones génericos de su época. Respecto a la mujer árabe, los poetas se centraron en señalar los elementos capaces de provocar deseo: la belleza, seducción, provocación e idealización, dentro del gazal o poesía amorosa, claramente relacionado con lo báquico (al-jamriyaat). Así, la descripción que suelen hacer de la amada los poetas clásicos, la cual suele estar tendida durmiendo en un lecho con suave olor a almizcle, y a la que se ve desde la lejanía, reúne las siguientes características:


• cuerpo blanco, oloroso, almizclado,
• rostro lozano brillante y blanco,
• piel blanca como la aurora,
• carnes duras,
• talle delicado y flexible como una rama,
• figura esbelta,
• caderas como dunas,
• busto bruñido, suave, terso,
• cuello largo, como el de un ciervo blanco, o una gacela,
• cabello negro como el carbón, largo, rizado, espeso
• ojos grandes y oscuros, de gacela,
• mirada lánguida, de gacela,
• labios rojos, como el vino o la rosa,
• dientes blancos, como burbujas o perlas, como margaritas,
• boca de dulce aliento y fresca,
• piernas como finos y frescos tallos de palmera,
• brazos largos y suaves, como de camella,
• gluteos amplios, cimbreantes,
• manos y tobillos grandes.
Y que resumió de esta manera Ibn Jatima:
«Frente, cabello, rostro, talle,
mejilla, ojos, saliva, boca,
son aurora, noche, luna, rama,
rosa, magia, vino, perla».
[Gibert Fenech, Soledad (int. y trad.). Ibn Jatima. El Diwan de Ibn Jatima de Almería. Poesía arábigoandaluza del siglo XIV. Barcelona: Facultad de Filología de la Univ. de Barcelona, 1975, pág. 39].


Y un poco más extensamente:

«No lo censuréis: el enamorado no es censurable
su juicio está trastornado y su corazón, extenuado.
Se agitó ante él una lanza con talle de rama verde,
y apenas se volvió el enamorado, cuando ya estaba muerto.
Es una hermosa para la que fue hecha a medida la belleza espléndida:
¡Cuánta tiene en conjunto y en detalle:
El cuello es mármol; el olor, ámbar;
los dientes, piedras preciosas, y la saliva, melaza.
La mirada es coqueta; el aroma, perfumado,
la cintura, arrebatadora, y la espalda, torneada.
Es una esbelta c
uya cintura rodea una túnica recamada;
tan rolliza, que enmudecen las ajorcas en la pierna.
Es de aquellas que disfrutan del bienestar y no conocen la desgracia;
sus padres son altivos señores».
[Moral, Celia del. "De nuevo sobre la poesía de Abu Hayyan al-Garnati: el tema erótico", in MEAH, 47 (1998), pág. 300.].

Y más hermosamente puede ser descrita mediante vagos aromas que despiertan los sentidos, como lo hizo Ibn Zaydun:

«Aquella muchacha
de ojos deslumbrantes,
suave aroma,
aliento de perfume
y profunda fragancia,
me tendió la mano
y, entonces, comprendí
que la seducción vive
tras sus ojos negros.
Corre la savia de la vida
por las ramas de su cuerpo.
la envuelve el almizcle
que exhala su belleza.
Me ofrece jazmines
en la palma de su mano
y me parece recoger estrellas
de la mano de la luna.
Dulce carácter,
cuerpo perfecto
y gracia como la brisa
o la euforia del vino.
Sólo el oírla me calma,
pues su voz es para mí
como la unión
al final de larga ausencia».
[Valencia, 1999, pág. 22].


[Estas características, a su vez, son coincidentes con el canon de la mujer perfecta que se muestra en la versión castellana de "La historia de la doncella Teodor" (de la segunda mitad del s. XIII, adaptación de la "Historia de la doncella Tawaddu", árabe), y otros textos más medievales castellanos, como "El libro de Buen Amor" de Juan Ruiz. En ella se dice que la mujer para ser considerada muy hermosa ha de tener 18 señales:
«luenga en tres: que sea luenga de costado, e que aya el cuello luengo, e los dedos luengos; blanca en tres: el cuerpo blanco, e los dientes blancos, e lo blanco de los ojos blanco; e prieta en tres: cabellos prietos, e lo prieto de los ojos prieto, e las cejas prietas; e bermeja en tres: mexillas bermejas, e beços bermejos, e ensías bermejas; e pequenna en tres: boca pequenna, naris pequenna, e los pies pequennos; e ancha en tres: ancha de caderas, e ancha de espaldas, e ancha la fruente, e que sea muy placentera a su marido e muy ayudadera, e que sea pequenna de edad».

Cfr.: Valero Cuadra, Pino. La doncella Teodor: un cuento hispanoárabe. Alicante: Instituto de Cultura Juan Gil-Albert, 1996.
Puede leerse en el siguiente enlace: http://www.jesusfelipe.es/doncella_teodor.htm].

Y no sólo obras castellanas, sino que también lo repetirán escritos catalanes, como el anónimo tratado erotológico del "Speculum al foder" (de entre los ss. XIV y XV), llamado el "Kamasutra catalán":
«En cuanto a la nobleza y a la belleza de las mujeres, se trata que tengan cuatro cosas muy negras: el pelo, las cejas, las pestañas y los ojos; cuatro cosas muy coloradas: las mejillas, la lengua, las encías y los labios; cuatro muy blancas: el rostro, los dientes, el blanco de los ojos y las piernas; cuatro muy estrechas: los orificios de la nariz y de los oídos, la boca, los pechos y los pies; cuatro muy delgadas: las cejas, la nariz, los labios y las costillas; cuatro muy grandes: la frente, los ojos, los pechos y las nalgas; cuatro muy redondas: la cabeza, el cuello, los brazos y las piernas; y cuatro muy perfumadas: la boca, la nariz, las axilas y el coño».

Vicens, teresa (ed.). Speculum al foder. Speculum al joder. Barcelona-Palma de Mallorca: J. J. Olañeta, 1978, pág. 47].

Pero debemos tener en cuenta que:

«En los momentos preislámicos y durante los inicios de la nueva religión, las creaciones artísticas acogían líneas que comparaban a la mujer con los arbustos del desierto, el antílope, las dunas, la gacela, la luna, el sol, la vaca....: "[...] con ojos como huevos de avestruz semiocultos". "Ellas serán como rubíes y coral", "mujeres de ojos rasgados, parecidos a la perla semioculta [...]", se apunta de las huríes en el texto coránico. Notas, entonces, muy cercanas al mundo natural, que no cesarán de manifestarse con el tiempo. "Es antílope [...] por el cuello, gacela [...] por los ojos, jardín de colinas [...] por el perfume y arbusto de suelo arenoso por el talle", escribe AlMutamid en el siglo XII. La marcha del Islam hacia centros urbanos condicionará esta imagen. El ideal de mujer no será uniforme, unívoco, pues. Variará según los espacios, con el tiempo. Y con las personas, como es de suponer».
[Tena Tena, Pedro. "Mujer y cuerpo en al-Andalus", in Studia Historica. Historia Medieval, 26 (2008), pág. 49].
Luego, con la evolución en Al-Ándalus, la mujer será descrita como el ideal de amante perfecta, bajo un paradigma estereotipado de sensualidad y voluptuosidad, asociada al paisaje de Al-Andalus (jardines, rumores de agua, perfumes de plantas, etc...), Centrándonos en cada uno de los elementos descritos, señalamos las siguientes particularidades:
          √ TALLE, CADERAS, CINTURA.

Siguiendo el aforismo que citó ibn 'Abd Rabbihi en su "Al-'Iqd al-farid", para los poetas árabes, "la mujer preferible es la más alta cuanto se levanta y la más voluminosa cuando se sienta".

Por ello decimos que

«El cuerpo preferido por los poetas árabes es el talle fino, esbelto y las caderas muy anchas y exuberantes, acompañado de un trasero opulento, estos elementos, como en los tiempos preislámicos, siguen comparándose con la duna y la rama».
[Moral Molina, Celia del. "La imagen de la mujer a través de los poetas árabes andaluces", in La mujer en Andalucía: 1º Encuentro interdisciplinar de estudios de la mujer. Granada, 1.990, pág. 708].
Así lo comentó al-Yahiz (ss. VIII-IX), ponderando que
«He observado que la mayoría de las personas que comprenden la esencia de la mujer y son buenos conocedores de la materia, prefieren la 'magdula'. Entre las mujeres, la 'magdula' se halla en el término medio entre las gruesas y las esmirriadas. Su figura debe ser elegante y bien formada; sus hombros han de ser regulares, y su espalda, bien derecha. Los huesos deben estar recubiertos de tal manera, que se mantenga el equilibrio entre un cuerpo exuberante y un cuerpo delgado. Cuando se habla de una 'magdula', se piensa en un cuerpo nervudo y firme sin carne fofa, y se entiende por ello que una mujer ha de estar libre de grasa superflua... El andar rítmico y balanceante es lo más bello de una mujer. Una mujer gruesa y corpulenta, y una que tenga demasiadas carnes, no son capaces de andar así... En la prosa se describe de esta manera a la 'magdula': la parte superior de su cuerpo es una vara delgada, y su parte inferior, una colina de arena».
[Heller, E. et Mosbahi, H. Tras los velos del Islam: erotismo y sexualidad en la cultura árabe. Barcelona: Herder, 1995, pp. 225-226].
Y Fajr al-Din al-Razi, en su "Tratado de la ciencia fiognómica":
«Las hembras de cualquier especie animal tienen la cabeza más pequeña, la cara más delicada, el cuello más ligero, más estrecho el tórax, el tronco más fino. Las caderas y las regiones próximas a los muslos son más carnosas en las hembras, sus piernas más anchas, su pie más bonito, sus senos mayores y sus nervios más elásticos, en razón a que la carne que los recubre es más flexible y húmeda».
[Tena Tena, Pedro. "Mujer y cuerpo en al-Andalus", in Studia Historica. Historia Medieval, 26 (2008), pág. 51].
Por ello, los poetas árabes siguieron este canon. Lo reflejan claramente los versos de Marwan al Taliq:
«Su talle flexible era una rama que se balanceaba
sobre el montón de arena de su cadera».

[García Gómez, E. Poemas arábigoandaluces. Madrid: Espasa Calpe, 1940, pág. 97].
E Ibn Jatima:
«Su talle esbelto se inclina a merced de la brisa, con frivolidad,
y resplandece más que una aurora brillante.
Su cuerpo parece hecho de perlas, y su piel, tan transparente,
que sus secretos están a punto de descubrirse.
La molicie de su cadera hace frágil su talle.
¡Oh la tiranía de la cadera con el talle!».
[Gibert Fenech, Soledad (int. y trad.). Ibn Jatima. El Diwan de Ibn Jatima de Almería. Poesía arábigoandaluza del siglo XIV. Barcelona: Facultad de Filología de la Univ. de Barcelona, 1975, pág. 87].
O al-Mu'tamid ibn 'Abbad, con esta bella imagen:
«al quitarse el manto descubría su talle, floreciente rama de sauce, como se abre el capullo para mostrar la flor».
[García Gómez, E. Poemas arábigoandaluces. Madrid: Espasa Calpe, 1940, pág. 74].
Ahora bien, como expuso el profesor E. García Gómez,
«el contraste entre la cadera pingüe y el talle frágil constituía, para los andaluces, la suprema belleza femenina. Y sobre el cuerpo ondulante, envuelto en lujosas túnicas de colores, bordados de oro, surgía el rostro, bello como la luna, jardín de rosas donde reptaban los escorpiones de los aladares y donde los dientes blancos de la sonrisa parecían los pétalos de la margarita. En cuanto al color de la tez y del pelo, es asunto mu debatido; pero sabida es la preferencia sexual que los Omeyas españoles sintieron por las rubias».
[García Gómez, Emilio. Poemas arábigoandaluces. Cinco poetas musulmanes. Todo Ben Quzmán. Madrid, 1985, pág. 48].

Un ejemplo evidente lo hallamos en Al-Mutamid, quien escribiendo a Abū Bakr Muḥammad ibn ˁAmmār, también conocido como Ibn Ammar de Silves o Abenamar (1031-1086), amante en la juventud del rey sevillano, recordó ciertos momentos de juventud en Silves con Abenamar:

«¡Cuantas noches pasé allí, en su grato refugio,
entre pingües nalgas y estrechas cinturas!
Mujeres blancas y morenas que atravesaban mi alma,
como las albas espadas y las oscuras lanzas.
¡Cuántas noches pasé allí, en el remanso del río,
en amoroso juego con la del brazalete curvo como meandro!
Se quitaba la túnica del tierno talle
y era como un capullo que se encendía en flor;
la noche pasaba escanciándome de su mirada,
o de su copa o de su boca;
tañía las cuerdas de su laúd, y era como si oyese
los tendones de los cuellos al ser cortados».
[Rubiera Mata, M. J. (ed.). Al-Mu‘tamid ibn Abbād. Poesías. Madrid: Instituto Hispano-Árabe de Cultura, 1987, pp. 24-25].

El poeta valenciano de Alcira, Abu Ishaq Ibrahim Ibn Jafaya (1058-1138) dirá:

«Cuántas noches contigo, deliciosas,
vino en el mismo cáliz yo bebía,
y nuestro hablar suave parecía
el susurro del céfiro en las rosas.
Perfume dulce el cáliz exhalaba;
pero más nuestros juegos; más las flores
que de tu seno y ojos seductores
y de tus frescos labios
yo robaba.
Sueño, embriaguez, un lánguido quebranto
rindió tu cuerpo hermoso,
que entre mis brazos a posarse vino;
pero la sed, en tanto,
apagar quiso el corazón ansioso,
de tu boca en el centro purpurino,
fue entonces limpia y rutilante espada
y fue bruñido acero tu figura,
al desnudar la rica vestidura
tan primorosamente recamada.
Y yo estreché con lazo cariñoso
tu esbelto talle y delicado seno,
y besé tu sereno
rostro, que sol hermoso
para mi bien lucía,

dando ser a mi alma y alegría.
Toqué con ambas manos
toda la perfección de tu hermosura,
anchas caderas y cintura breve,
y dos alcores cándidos, lozanos,
que separa de un valle la angostura
y que están hechos de carmín y nieve
».

[González Palencia, Ángel.- Historia de la literatura arábigo-española. Barcelona: Labor, 1.928, pág. 91].

Y, a su vez, Abu Muhammad 'Abd Allah ibn Muhammad Sara as-Santarîni cantará:

«Son lánguidos sus párpados, resuelta su mirada,
y muere y vive sin parecer culpable;
es esbelto su talle que, al andar,
se agita levemente
como una rama que cimbrea el viento
;
clara es su frente, y, cuando viene,
sus cabellos son la noche,
y su rostro la mañana
».

[Reina, Manuel Francisco (ed.). Poesía andalusí. Madrid: Edaf, 2007, pág. 461].
Por tanto, como nos resumió Valencia, la mujer de Al-Andalus ideal en la época de ibn Hazm era
«de frente amplia, labios rojos, boca sonriente, dientes y mejillas blancos, mágicos ojos negros, cuello largo, pechos redondos y grandes, talle de avispa, caderas poderosas y piernas firmes».
[Valencia, Rafael. Poesía erótica andalusí. Sevilla: El carro de la nieve, 1990, pág. 12].

[Para saber más sobre esta cuestión, cfr:
Bellido Bello, Juan Félix. "El cuerpo de la mujer en la literatura andalusí", in Arraigada Flórez, Mercedes et al. (eds.). Sin carne: representaciones y simulacros del cuerpo femenino. Sevilla: ArCiBel Editores, 2006, pp. 338-350.
Moral Molina, Celia del. "Arquetipos y estereotipos femeninos a través de la poesía andalusí", in Calero Secall. M. I. et Arcas Campoy, M. (coord.). Mujeres y sociedad islámica: una visión plural. Málaga: Univ. de Málaga, 2006, pp. 253-286].

Ya consideró al-Ghazali (ss. XI-XII) que un bello rostro es una de las cualidades que ha de tener una esposa para disfrutar de una felicidad conyugal (ésta era la tercera; las otras que señalaba, por orden de importancia eran: religiosidad y virtud, buen carácter, belleza de rostro, dote moderada, fecundidad, virginidad, de buena familia y, por último, que los parientes estén muy atentos, muy próximos a los esposos).

          √ LOS CABELLOS.

El cabello más apreciado es el negro, jugando así con la luz del rostro y la oscuridad del pelo (a pesar de que los califas, como nos indicó ibn Hazm, eran todos rubios por herencia de sus madres).

Ibn Jatima dirá:

«surge descubriendo una aurora brillante con su rostro
y se oculta mostrando la noche oscura de su pelo».

Embelleciendo más la imagen al-Tutayli:
«fue coronado en la oscuridad.
El cabello es de crepúsculo.
La mejilla es de aurora y los labios son de alba».

Todo ese color negro de los cabellos se conjuga, además con otros elementos, como vemos en Ibn Jatima:
«Daría mi vida por aquella que, si no fuera por la oscuridad de sus cabellos, se borrarían las tinieblas con los rayos de su luz. Es una muchacha esbelta que se defiende de las miradas que le dirigen a hurtadillas, con pestañas negras o con lanzas morenas. En la noche de sus cabellos y en la noche de sus manos teñidas surgen dos lunas: su rostro y la copa de vino».
[Gibert Fenech, Soledad (int. y trad.). Ibn Jatima. El Diwan de Ibn Jatima de Almería. Poesía arábigoandaluza del siglo XIV. Barcelona: Facultad de Filología de la Univ. de Barcelona, 1975, pág. 86].
√ Incluso se describen sus adornos y tocados, generalmente el trenzado, los rizos, como hace ibn Quzmán:
«seis trenzas vieras cual claros rayos
saliendo entre la ropa y el alfiler».
[Corriente, F. (ed. y trad.) Ibn Quzmán. Cancionero andalusí. Madrid: Hiperión, 1989, pág. 173]
Abu 'Abd al-Malik ibn Marwan al-Taliq, describe así los rizos:
«los rubios cabellos que asomaban por sus sienes, dibujando un lam en la blanca página de su mejilla, como oro que corre sobre plata. ».

√ Pero, como hemos visto en ele ejemplo anterior, también en Al-Andalus se apreciaron los cabellos rubios (que acompañaban los ojos claros: verdes o azules de las esclavas del norte cristianas). Así describió ibn Hazm a una hermosa rubia:
«Cuando a mi amada afean por ser rubia,
digo: esa, en mi sentir, es la belleza.
Yerro es vituperar la luz y el oro
con necio parecer, del todo falso».
[Ibn Hazm. El collar de la paloma. Barcelona: Sociedad de Estudios y Publicaciones, 1967, pág. 143]
E ibn Harun dirá:
«como cadenas de oro bordadas, por encima
de un rostro de plata, por hermosura ha florecido
la mañana que con su blancura rubia
es similar a su rostro».

          √ ROSTRO, PIEL.

El rostro debe ser muy blanco (como la luna), fresco (como las flores), luminoso (como el sol en su cénit). Igualmente sucede con el resto de la piel, que además debe ser transparente y tersa. En contraste con los cabellos oscuros generará imágenes del tipo "rostro como la aura surgiendo entre las tinieblas", "luna llena en la noche oscura", etc.

Así, refirió ibn 'Abd Rabbihi en unos de sus versos:

«el sol piensa que ella es el sol del mediodía
y la luna cree que ella es la luna llena».
[Continente Ferrer, J. M. "La poesía amorosa de ibn 'Abd Rabbihi", in Al-Andalus, 35 (1.970), pág. 367].

Ibn Hazm, por su parte:

«Por perfecta y por blanca es sol naciente, a su lado las otras son luceros.
Mi corazón voló, sólo un instante
posó, y revolotea todavía».
[Ibn Hazm. El collar de la paloma. Barcelona: Sociedad de Estudios y Publicaciones, 1967, pág. 232 .

Al-Nayyar, en la antología "Kitab al-sihr wa-l-sir" de ibn al-Jatib expresará:

«Es tal la naturaleza de su belleza que, siendo ella delgada,
no lo es menos su piel, pues casi puede verse como se transparenta.
Agua de rosas humedece su cabello, como si fuese rocío
que cayese de las alas de un pájaro».
[Continente Ferrer, J. M. (ed.). Ibn al-Jatib. Poesía árabe clásica. Antología titulada "Libro de la magia y de la poesía". Madrid: Instituto Hispano-Árabe de Cultura, 1981, pág.103]

E ibn Qabila Sabti, de Ceuta dirá:

«Es tan tersa la piel de la cara de esta bella gacela,
que, cuando la mira el amante, ve en ella su propia cara, como en un espejo».

No obstante no siempre es así, como vemos en estos versos de Abu Hayyan al-Garnati:

«¡No quieras una blanca de color del yeso! ¡Inclínate a una hermosa negra, de igual color de ojos!».

O estos otros de ibn Yury:

«Es morena, y su rostro compite en hermosura con la rojiza luna cuando brilla entre la noche de su crespa cabellera; es adorable y, del color del corazón, el barro que la forma se compone de almizcle y ámbar rojo».
[Garulo, Teresa. "Un poeta menor del siglo V/XI: Abu Ya'far ibn Yury", in Sharq Al-Andalus, X-XI (1993-1994). Homenaje a Mª Jesús Rubiera Mata, pág. 422].

          √ LOS OJOS.

De siempre, en la literatura, los ojos son uno de los elementos más seductores del cuerpo (decía al-Mu'tamid ibn Abbad: "¡Oh dueña de una mirada lánguida/ que me encadena"). Originariamente fueron descritos en el al-nasib o prólogo amoroso de la casida clásica. Los ojos suelen ser negros (dice ibn Jatima: "frunció las cejas para asestar flechas y asaetearme/ con sus ojos negros"), como los de gacela, de antílope, de garza. Suelen servir de contrate con la blancura del rostro, al igual que los cabellos (que también suelen ser oscuros).

Al-Mu'tamid ibn 'Abbad dijo:

«es un antílope por su cuello, una gacela por sus ojos,
un jardín de arriates por su fragancia,
una rama de sauce por su talle».

[Reina, Manuel Francisco (ed.). Poesía andalusí. Madrid: Edaf, 2007].
E Ibn Jafaya cantó:
«Una mirada de gacela, un cuello de cervatillo,
los labios rojos como el vino, los dientes cual blancas burbujas».

[Hayyayi, Hamdan. Vida y obra de ibn Jafaya, poeta andalusí. Madrid: Hiperión, 1992, pág. 99].

O Ibn 'Abd Rabbihi expuso:

«Es como si mirara con ojos de gacela
que ha perdido a su antílope
en lo alto de las colinas».

Y también en otro poema, resaltará el poder mágico de los ojos:

« Se amontonan por tierra los corazones cuando ella mira
lánguidamente con la magia de sus ojos y parpadea
».

Idea que continuará, entre otros, Abu Hayyan al-Garnati:

« Alcanzó el corazón del enamorado con una mirada suya,
y no hay magia ni amuleto que defienda al afligido».

[Moral Molina, C. del. La poesía de Abu Hayyan al-Garnati. Homenaje al profesor José María Fórneas Besteiro. Vol. I. Granada: Iniv. Granada, 1995, pág, 255].

Pero uno de los recursos más repetitivos es el de la imagen de la saeta, que fue muy cultivada, y que atraviesa el corazón del enamorado. Así ibn Jatima nos dirá:

«Tiene un talle erguido como una lanza,
y sus ojos nos asaetean con flechas.
Cuando las arroja, alcanza a todos los corazones,
y la gente no tiene poder para defenderse de su ataque.
Coged vuestras municiones para protegeros,
pero estad alerta, porque puede matar impunemente.
[Gibert Fenech, Soledad (int. y trad.). Ibn Jatima. El Diwan de Ibn Jatima de Almería. Poesía arábigoandaluza del siglo XIV. Barcelona: Facultad de Filología de la Univ. de Barcelona, 1975, pág. 96].
√ Pero no faltan los azules y verdes de las rumiyyat, esclavas bizantinas y gallegas, propios de la lírica andalusí.

Yusuf ibn Harun, al-Ramadi (917-1022) describía así los ojos de la amada:

« Unos párpados como los que yo
amo, no pueden trasnochar, son
similares a vasos de plata adornados
en sus fondos por esmeralda verde».

√ Ni tampoco la mirada lánguida, furtiva, pero fuerte, atravesando el corazón.

Ibn Jatima dijo:

«¿quién me excusará? ¿Quién me ayudará? ¿Quién me hará justicia? Bint al-Munsafi ha derramado mi sangre con el sable de una mejilla, cortante como la espada, un talle erguido como las lanzas y las flechas de unos ojos que, desde los arcos de las cejas, arrojan las saetas de las pestañas, como miradas furtivas.».
[Gibert Fenech, Soledad (int. y trad.). Ibn Jatima. El Diwan de Ibn Jatima de Almería. Poesía arábigoandaluza del siglo XIV. Barcelona: Facultad de Filología de la Univ. de Barcelona, 1975, pág. 87].
Y en otro:
«Es una gacelilla cuyas miradas han tejido mi cuerpo con una trama más sutil que la de mis galanterías en alabanza de sus gracias. Su mirada es lánguida y su rostro provocativo y se alegra de la tristeza del que pasa las noches amándola».
[Gibert Fenech, Soledad (int. y trad.). Ibn Jatima. El Diwan de Ibn Jatima de Almería. Poesía arábigoandaluza del siglo XIV. Barcelona: Facultad de Filología de la Univ. de Barcelona, 1975, pág. 88].
Y es que, el efecto de los juegos de la mirada genera múltipes situaciones, como explico ibn Hazm:
«A las alusiones verbales, una vez llegados la aceptación y el mutuo concierto, suceden las señas hechas con los ojos, que juegan a este respecto un laudable papel y rinden efectos maravillosos. Con la mirada se aleja y se atrae, se promete y se amenaza, se reprende y se da aliento, se ordena y se veda, se fulmina a los criados, se previene contra los espías, se ríe y se llora, se pregunta y se responde, se concede y se niega.
Cada una de estas situaciones tiene un signo especial en la mirada; pero estos signos no pueden ser definidos, de no verlos, ni pueden ser pintados ni descritos sino en muy pequeña parte.
Voy tan sólo a declarar aquellas cosas que son más fáciles: Una seña con el rabillo de un solo ojo denota veto de la cosa pedida. Una mirada lánguida es prueba de aceptación. La persistencia de la mirada es indicio de pesar y tristeza. La mirada de refilón es signo de alegría. El entornar los ojos da a entender amenaza. El volver la pupila a una parte cualquiera y retirarla al punto es para llamar la atención sobre lo que se ha mirado. La seña furtiva con el rabillo de los dos ojos denota súplica. El mover la pupila con rapidez desde el centro del ojo hacia la comisura interna indica imposibilidad. Mover ambas pupilas desde el centro de los ojos es prohibición absoluta.
Las demás no pueden comprenderse sino viéndolas.».

          √ LAS MEJILLAS.

Las mejillas son siempre de color rojo, siendo comparado a través de los colores de las flores (la rosa), frutos (la manzana) y piedras preciosas (el rubí).

Así ibn Labun cantó:

«¡Qué generosa es una mejilla estupenda,
de color rojo
entremezclado de blanco!
Si se la mira, sangra
por la imaginación, ya que no porque se la muerda».
[Sola Solé, J. M. Las jarchas romances y sus moaxajas. Madrid: Taurus, 1990, pág. 73].
E ibn Harun realizará esta descripción:
«He disfrutado de mejillas blancas
más claras que la claridad de la mañana, mejillas flores con lunares
similares a aquellas de las manzanas rojas».

Como hemos dicho, el repertorio de imágenes y comparaciones es múltiple:

Unas veces con flores:

Ibn Zaydun dice:

«cuántas veces pedí vino a una gacela
y ella me ofrecía vino y rosas,
pues pasaba la noche libando el licor de sus labios
y cogiendo rosas en su mejilla».

[Reina, Manuel Francisco (ed.). Poesía andalusí. Madrid: Edaf, 2007, pág. 228].
Hafsa bint al-Hâyy ar-Rakûniyya:
«Llega a ti una visita de cuello de gacela,
bajo lo negro de su pelo aparece la luna,
sus ojos se han formado con el embrujo de Babel,
con su saliva sobrepasa al vino,
sus mejillas afrentan a las rosas
y sus dientes eclipsan a las perlas».

[Reina, Manuel Francisco (ed.). Poesía andalusí. Madrid: Edaf, 2007, pág. 449].
Otras con frutos:

Abu Muhammad 'Abd Allah ibn Muhammad Sara as-Santarîni (1043-1123), las compara con la naranja:

«Son ascuas en las ramas,
que así parecen más lozanas,
o mejillas que enseñan las hermosas?
¿Ramas que se cimbrean o tiernos talles
por cuyo amor me esfuerzo?
Muestra sus frutos en el naranjo
como lluvia de lágrimas
que la pasión ardiente tiñe de rojo,
sólidas gemas que, si se licuasen,
serían un vino
y las manos que lo escancian brazaletes,
pomas de cornalina en ramas de topacio,
son los mazos del juego de la pelota.
Y las besamos unas veces, y, otras,
aspiramos su aroma,
o mejillas o pomos de perfume,
huríes de este mundo, cubiertas de pulseras,
que impiden que el amor escuche a la prudencia».

[Reina, Manuel Francisco (ed.). Poesía andalusí. Madrid: Edaf, 2007, pág. 460].
Otras con piedras preciosas, como las perlas o el rubí :

Al-Ramadi dice:

«es como si las perlas de sus mejillas
enrojecieran de rubí
a causa de las miradas».

[Reina, Manuel Francisco (ed.). Poesía andalusí. Madrid: Edaf, 2007, pág. 228].

          √ LABIOS, BOCA.

Se describe el buen aliento de la boca .

Ibn Zaydum dirá:

«Aquella muchacha
de ojos deslumbrantes,
suave aroma,
aliento de perfume
y profunda fragancia,

me tendió la mano,
y entonces comprendí
que la seducción vive
tras sus ojos negros.
Corre la savia de la vida
por las ramas de su cuerpo.
La envuelve el almizcle
que exhala su belleza.
Me ofrece jazmines
en la palma de su mano
y me parece recoger estrellas
de la mano de la luna.
Dulce carácter,
cuerpo perfecto
y gracia como la brisa
o la euforia del vino.
Sólo el oírla me calma,
pues su voz es para mí
como la unión
al final de larga ausencia».

[Valencia, Rafael. "Antología", in Pinilla Melguizo, Rafael (ed.). Milenario de Ibn Hazm. Textos y artículos. Córdoba: Diputación de Córdoba, 1999, pág. 22].

Y al-Mu'tamid ibn 'Abbad cantará:

«me ofreció los rojos labios y aspiré su aliento. Me pareció que sentía el olor a sándalo.».

p Y se saborea con deleite el vino de su saliva, como señalan estos versos del cordobés ibn Zaydun (1003-1071):
«¡Ay, aquella gacela joven!
a quien pedí el licor,
y me dio generosa
el licor y la rosa.
Así pasé la noche,
bebiendo del licor de su saliva,
y tomando la rosa en su mejilla».

[Reina, Manuel Francisco (ed.). Poesía andalusí. Madrid: Edaf, 2007, pág. 228].
Y esta otra qasida de la poetisa Hafsa bint al-Hâyy ar-Rakûniyya:
«Elogio aquellos labios por que sé
lo que digo y conozco de lo que hablo,
y les hago justicia, no miento ante Dios;
en ellos he bebido una saliva
más deliciosa que el vino»
.

[Reina, Manuel Francisco (ed.). Poesía andalusí. Madrid: Edaf, 2007, pág. 447].

          √ DIENTES.

Las perlas blancas (dientes) conforman un collar, sobre el rubí o vino tinto de los labios de la amada.
Dice ibn Quzmán:

«adornan su boca las perlas
y sus labios el rojo encendido
».

E ibn Jatima:

«Cuando sonríe mostrando sus blancos dientes,
¡Qué bella es su sonrisa!
Y la saliva de su boca,
¡qué dulce es!
Sus mejillas son como la rosa,
y su saliva es miel;

su sonrisa un collar de perlas
y su perfume el del almizcle.
Es una luna que surge entre la oscuridad de sus ojos;
es una gacela que tiene como pasto las entretelas del corazón.
(...)
¿Cómo calmar mi sed de besar a la que posee tan blancos dientes
que parece que ofrecen miel para beber?».

[Gibert Fenech, Soledad (int. y trad.). Ibn Jatima. El Diwan de Ibn Jatima de Almería. Poesía arábigoandaluza del siglo XIV. Barcelona: Facultad de Filología de la Univ. de Barcelona, 1975, pp. 88-89].
Y en otro poema, el mismo ibn Jatima dirá:
«Es una muchacha que al sonreir te enseña collares de perlas.
¡Cómo se consolaría mi corazón si pudiera besar sus blancos dientes!
Nunca creí que su saliva fuera vino,
hasta que vi su ardor en su mejilla,
ni que el perfume del jardín fuese su aliento,
hasta que aspiré su fragancia sobre las flores
;
ni que sus ojos atacasen a la gente,
hasta que fui alanceado por ellos y me hicieron enloquecer.
es una muchacha que asaeta con sus miradas, y con las puntas afiladas de sus flechas
alcanzó mi alma; no puedo salvarme de sus heridas».

[Gibert Fenech, Soledad (int. y trad.). Ibn Jatima. El Diwan de Ibn Jatima de Almería. Poesía arábigoandaluza del siglo XIV. Barcelona: Facultad de Filología de la Univ. de Barcelona, 1975, pág. 93].
          √ CUELLO.

El cuello es fléxible y blanco:
Ibn Jafaya escribió:

«Su cuello era flexible, su piel delicada, sus labios dulces,
y en su mejilla se consumía una brasa ardiente»

[Hayyayi, Hamdan. Vida y obra de ibn Jafaya, poeta andalusí. Madrid: Hiperión, 1992, pág. 99].

Y en otra composición insistirá diciendo:

«Tenía un cuello flexible, sus labios púrpura sabía a miel,
Su aderezo, su rostro y su nuca resplandecían.»

[Hayyayi, Hamdan. Vida y obra de ibn Jafaya, poeta andalusí. Madrid: Hiperión, 1992, pág. 102].

          √ PECHOS.

Los pechos se describen como frutos, generalmente la manzana

Dice al-Mu'tamid ibn 'Abbad:

«en sueños tu imagen presentó a la mía, mejillas y pecho;
recogí la rosa y mordí la manzana».

Pero también la mora, la granada...

Ibn Jafaya los compara con moras:

«Quité las ropas que contiene cortes como ramas
y los pechos iguales a grandes moras».

E ibn 'Abd Rabbihi dirá:
«¡Oh, qué manzanas y granadas se inclinaron hacia mí
desde una verde rama de arrayán!».

[Continente Ferrer. "La poesía amorosa de Ibn 'Abd Rabbihi", in in Al-Andalus, 35 (1.970),pág. 36].
Incluso, para indicar que están erectos se suelen emplear metáforas de lanzas y flechas.

Ibn Jatima llegará a decir:

«las lanzadas de sus pechos son más temibles que las lanzas,
y sus ojos hieren más que el sable de la India.
¿Cómo podrá compararse la herida de un sable a una mirada suya,
y el golpear de las lanzas a su pecho erguido?
El herido por las lanzas puede encontrar remedio para sus heridas,
pero a aquel a quien hirieron los pechos sólo le espera la tumba».
[Gibert Fenech, Soledad (int. y trad.). Ibn Jatima. El Diwan de Ibn Jatima de Almería. Poesía arábigoandaluza del siglo XIV. Barcelona: Facultad de Filología de la Univ. de Barcelona, 1975, pág. 79].
Y Al-Munfatil:
«tiene unos pechos erectos como lanzas,
que no se erigen sino para impedir su vendimia».

          √ LOS CONTONEOS Y ANDARES.

Claro elemento de seducción y atracción, son comparados con saltitos de gacela o paloma, y otros animales.

Así, Ibn Jatima cantó:

«Su andar es el de la gacela que se aleja de nosotros;
su talle es tan frágil, que parece que se va a quebrar».
[Gibert Fenech, Soledad (int. y trad.). Ibn Jatima. El Diwan de Ibn Jatima de Almería. Poesía arábigoandaluza del siglo XIV. Barcelona: Facultad de Filología de la Univ. de Barcelona, 1975, pág. 38].
Ibn Hazm escribió, por su parte:
«cuando se cimbrea al andar, parece
un ramo de narciso que se balancea en el jardín.

Diríase que sus zarcillos están en el corazón de su enamorado,
porque, cuando anda, en él repercuten el pinchazo y el tintineo.
Tiene el andar de la paloma, en el que no es censurable
la torpeza ni vituperable la lentitud».

[Reina, Manuel Francisco (ed.). Poesía andalusí. Madrid: Edaf, 2007, pág. 169]
Y luego hará esta otra comparación:
«Anda, en sus ropas, cual quien pisa huevos,
o por el borde, copas cristalinas
».
Abu Ishaq Ibn Jafaya, en su "Diwam" también cantó:
«cada vez que pasaba marchando a pequeños pasos
y meneando su cuerpo, se parecía a una nube

que se desplazaba en los cielos».
E Ibn al-Zaqqaq hará el símil del contoneo con miradas que se lanzan, como arma de guerra:
«la vi pasar con dulce contoneo, desenvainando el sable de sus ojos».
[García Gómez, E. (ed. y trad.). Abu l-Hasan ibn al-Zaqqaq. Poesías. Madrid: Instituto Hispano-árabe, 1978, pág. 24].
E incluso con los modos de andar de una persona embriagada:
«A quien, en talle avara, no en caderas,
como los ebrios oscilantes avanza.
[García Gómez, E. (ed. y trad.). Abu l-Hasan ibn al-Zaqqaq. Poesías. Madrid: Instituto Hispano-árabe, 1978, pág. 28].

[Simplemente como cuadro comparativo, también, traemos a colación las imágenes hebreas del "Cantar de los Cantares" al ser descrita la amada:
● "tu cabeza se yergue como la cumbre del Carmelo",
● "hilos de púrpura son tus cabellos",
● "tus ojos son dos palomas", "ojos rebaños de cabras", "tus ojos son los manantiales de Hesbón, junto a la entrada de Bat Rabín",
● "tu nariz se asemeja a la torre del Líbano, que mira hacia Damasco",
● "tus dientes como ovejas",
● "tus labios son cual cinta escarlata", "tus labios destilan miel; leche y miel escondes bajo la lengua",
● "tu aliento cual fragancia de manzanas",
● "como el buen vino tu boca",
● "tus mejillas... dos mitades de granadas",
● "tu cuello se asemeja a la torre de David",
● "tus pechos parecen dos cervatillos, dos crías mellizas de gacela", "tus pechos son un huerto de granadas con frutos exquisitos, con flores de nardo y azahar; con toda clase de árbol resinoso, con nardo y azafrán, con cálamo y canela, con mirra y áloe, y con las más finas especias", "tus pechos (se asemejan) a los racimos", "sean tus pechos como racimos de uvas",
● "tu talle se asemeja al talle de la palmera",
● "las curvas de tus caderas son como alhajas labradas por hábil artesano",
● "tu obligo es una copa redonda rebosante de buen vino",
● "tu vientre es un monte de trigo rodeado de azucenas",
● "jardín cerrado eres tú; jardín cerrado, sellado manantial", "eres fuente de los jardines, manantial de aguas vivas, ¡arroyo que del Líbano desciende!".


Para todo este apartado, cfr.: Blachère, Regis. "Les principaux thèmes de la poésie érotique au siècle des Umayyades de Damas", in Analecta (1975) pp. 333-378.


   GÉNEROS TEMÁTICOS DESCRIPTIVOS DERIVADOS DEL RAHIL DE LA CASIDA.

Es por ello, que a partir de los wasaf, esto es, de las descripciones de hechos y objetos, herederos del rahīl (الرحيل), que es la parte de la casida premusulmana que relata el viaje por el desierto, se conformará el género descriptivo (wasfiyyat), que puede ser: referido a las flores (nawriyyat), a monumentos arquitectónicos (qusuriyyat), o a objetos, y de los que surgirán, la tardiyyat, la hamriyat, el mazal, la zuhdiyyat

[Cfr.: Pérès, Henri. Esplendor de al-Andalus. La poesía andaluza en árabe clásico en el s. XI: sus aspectos generales, sus principales temas y su valor documental. Madrid, Hiperion, 1.990]

      ► LA RAWDIYYAT (descripción de jardines) y LA NAWRIYYAT (descripción de flores).
Géneros ambos creados por al-Sanawbari (m. 945), y que fueron géneros muy cultivados desde que el iraquí Sa'id al-Bagdadi (m. 1.026 d.n.e.) descolló en la corte de Almanzor.

Este género intenta recrear la belleza del paraíso reflejada en el Corán, en la tierra, conformando no un bonito oasis para la gente del desierto sino un frondoso vergel en las tierras de Al-Andalus.

Así, en el Sarq Al-Ándalus (el "Levante andalusí"), por la denominada escuela valenciana, durante los siglos XI y XII, serán profusamente empleados estos géneros.

Recordemos, en palabras de la profesora Expiración García Sánchez, que

«tras la desmembración del califato y la formación de los reinos de taifas, todos los soberanos se apresuraron a imitar las costumbres de los califas destronados, y a estos jardines de "experimentación" se multiplicaron en cada una de las cortes, caso de al-Sumadihiyya en Almería, la Huerta de la Noria o del rey en Toledo y la también llamada Huerta del Rey o Jardín del Sultán -al-Mu'tamid (Muhammad Ibn Abbad (1039-1095) que se hizo llamar al-Mu'tamid bi-llah ("el apuntalado por Dios"), rey poeta de Sevilla)- en Sevilla. Al frente de estos jardines va a estar un geópono teórico. A propósito de al-Sumadihiyya, el historiador y geógrafo almeriense al-'Udri (m. 1085), contemporáneo de los hechos, detalla: "En las afueras de Almería, al-Mu'tasim (Abu Yahya Mu'izz ad-Dawla, al-Mu'tasim bi-llah, régulo de la taifa de Almería entre 1052-1091) construyó un huerto (bustán) de artística traza, con palacios de peregrina factura. En este huerto, además de los habituales, se cultivan frutos exóticos como el plátano, en sus diversas especies, y la caña de azúcar". Esta tradición va a continuar a lo largo de toda la historia de al-Ándalus -la Buhayra sevillana durante el período almohade o el Generalife granadino en la etapa nazarí-».
[E. García Sánchez.- La Agronomía en al-Ándalus. (Catálogo de la exposición "El Legado Científico Andalusí", del Museo Arqueológico de Madrid). Madrid, abril-junio 1992, p. 147].

En este tipo de composiciones, no sólo se describe el jardín o las flores y plantas (“El céfiro se divierte emborrachando las ramas,/ que se abrazan talle con talle,/ y el abrazo las invita a besarse, y sus flores/ se precipitan boca sobre boca”, expresaba ibn Jatima), sino que éstos elementos sirven para describir tanto las sensaciones que le produce el jardín al poeta ("en el jardín hay imágenes tuyas; por su causa/ se conmueven mis ojos y mi corazón apasionado", dice Abu Ya‘far ibn Sa‘id; "el jardín es como una bella, vestida con la túnica de sus flores/ y adornada con el collar de perlas del rocío", cantaba Ibn 'Ammar), como para servir para hacer imágenes, comparaciones y metafóras sobre el ser amado, como las que le provocó en el pasado por haber sido lugar de encuentro de citas amorosas o de reuniones festivas (como escribió Muhammad al-'Arabi l-'Uqayli:

«¿Qué fue, sí, de aquellas amables reuniones que celebrábamos
en mejores tiempos
, cuando era posible hacerlo?”.
Las plantas y las flores de los vergeles se emulaban como leones,
y la tierra animaba a los árboles, como los árabes animan a sus compañeros.
Cuando se adornaban con el ornato de sus propias flores,
éstas los dejaban maravillados por su belleza.
Sólo en Mayo y Junio eran novias
que tenían quien las solicitase en matrimonio.
Ante la aparición de sus frutos, cubriéndolo todo,
los ojos creían contemplar jacintos, y la boca paladear la miel».

[Seco de Lucena, L. “Últimas manifestaciones poéticas del Islam andaluz”, in Atlántida, 9 (1971), pp. 354-365])

Veamos un ejemplo, de este tipo, de Abu Umar Ahmad Ibn Faray al-Yayyaní (de Jaén) (siglo X):

«La primavera te ofrece vergeles
Con los que los días visten túnicas de fino tisú.
Los relámpagos arrastran las colas del viento,
Que aparecen adornadas de flores blancas y rojas.
Diferentes… por el signo del amor,
Unas se asemejan a la amada y otras al amante.
Unas están rojas de pudor; otras pálidas.
Ambas reflejan su pasión
,
Como la amada y el amante al encontrase de improviso.
Se diría que sobre sus párpados se ha derramado
El agua de las nubes, en simétricas perlas.
Y cuando el céfiro juega con ellas en el jardín
Recuerda el momento de la separación, por el llanto y los abrazos».

[Cfr.: Terés Sábada, Elías.- "Ibn Faray de Jaén y su 'Kitab al-Hadaiq'" [Libro de los huertos], in Al-Andalus, XI, 1 (1.946), pp. 131-158.
Íñiguez Barrena, Lourdes y Francisca.- Poesía andaluza. Sevilla,Asoc. Andaluza de Profesores de Español Elio Antonio Nebrija, 1.994.]

O esta otra descripción de uno de esos jardines de Al-Andalus en versos de Ibn Hafs al-Yazirí (de Alcira) (s. XI):

«Cuántas veces he ido en hora temprana a los jardines:
las ramas me recordaban la actitud de los amantes.
¡Qué hermosas se mostraban cuando el viento las entrelazaba como cuellos!
Las rosas son mejillas; las margaritas, bocas sonrientes, mientras que los junquillos reemplazan a los ojos».

Y fijémonos cómo se recrea en la descripción de elementos sinestésicos con las diversas plantas del jardín ibn al-Ramadida:

«El mirto, la azucena, el jazmín lozano
Y el alhelí
tienen gran mérito
Y con él se enseñorea el jardín.
Pero el mérito de la rosa
Es aún mayor.
¿Acaso es el mirto otra cosa que aroma
Que se extingue arrojado al fuego
?
La rosa, aun marchita, deja en el agua
Perfume
que perdura tras de ella.
El mal de la azucena es muy común:
Tras un instante baja a la tumba.
El jazmín es humilde en sus orígenes,
Pero su aroma es solemne y orgulloso.
El carácter del alhelí está trastornado,
Es como un ladrón,
Se despierta tras la oración de la noche.
La rosa es la señora de los jardines,
Aunque es sierva de la rosa de las mejillas
».

E. García Gómez indicó que las flores que más suelen citarse en los poemas son las rosas, las margaritas, amapolas, alhelíes y narcisos. A cada flor le corresponde un conjunto de imágenes, comparaciones y metáforas: así, la rosa y la amapola suelen ser las mejillas de la amada, o el rubor de las mismas; las margaritas hacen referencia a los dientes, a la sonrisa; la rama o la palma, palmera, es imagen del talle, etc.
[García Gómez, Emilio (ed. y tr.). Ibn al-Zaqqaq. Poesías. Madrid: Instituto Hispano-árabe, 1978].

Otro tanto sucede con los frutos: la manzana roja suele ser el color de las mejillas, y doble los pechos; los hijos son los pechos de una mujer de color negrolas naranjas la ardiente pasión teñida de rojo, la granada y sus granos son las encías; etc:

«-¿Acéptalas [las manzanas], son semejantes a los pechos
y se han ungido con el color de las mejillas.
Su aroma es como el del amado; su color, el del amante celoso,
y tienen el sabor de la reconciliación después del desvío.
-Y si se ruborizan y avergüenzan
es porque no pueden ser mejores (para ti)».

[Gibert Fenech, Soledad (int. y trad.). Ibn Jatima. El Diwan de Ibn Jatima de Almería. Poesía arábigoandaluza del siglo XIV. Barcelona: Facultad de Filología de la Univ. de Barcelona, 1975, pág. 119].

[Para todo lo referido hasta aquí sobre este tipo de composiciones, cfr.:
Moral, Celia del. "Jardines y fuentes en al-Andalus a través de la poesía", in MEAH, sección árabe-islam, 58(2009), pp. 223-249.]


Algunos de los cultivadores de este tipo de poemas son:

           • Abu Isaac Ibrahim ibn Jafaya de Alcira (1.058-1.138), apodado el jardinero (al-Yannan), probablemente descendiente de una familia judía conversa.

Veamos algunos de sus poemas. En primer lugar el siguiente, en el que llega a comparar a Al-Andalus como el Paraíso:

«¡Oh habitantes de al-Andalus, qué felicidad la vuestra
al tener sombras, ríos y árboles!
El Jardín de la Felicidad Eterna no está fuera, sino en vuestro territorio
;
si pudiera elegir es este lugar el que escogería.
No creáis que mañana entraréis en el Infierno;
¡no se entra en el Infierno después de haber estado en el Paraíso!
El Paraíso, en al-Andalus, tiene una belleza que se muestra
como una desposada y el soplo de la brisa
está deliciosamente perfumado.

En efecto, el resplandor de sus soleadas mañanas
viene de una boca con hermosa dentadura
y la negrura de sus noches del rojo profundo de sus labios.
Cada vez que la brisa sopla como un viento del Este, me digo:
"¡Ah, qué violenta pasión siento por al-Andalus!"».

Reina, Manuel Francisco.- Poesía andalusí. Madrid, Edaf, 2.007, pág. 479.

O este otro del mismo:

«Incita la nube con sus lluvias a beber, a olvidar el pasado,
pues mezcla tú la plata de estas aguas con el vino dorado;
sométete al alegre mandato de la primavera en ese impregando
lugar de coro jubiloso por la melodía de aves acompañado;
alegrando tu vista entre la grupa de una colina, de un lado,
y la cintura de un desfiladero, en el otro lado, tan inundado;
contempla cómo la mano del céfiro imparte en el seno dorado
del jardín perlas de rocío y guirnaldas de azahar plateado;
escucha como susurra el ropaje con un tono bajo o elevado,
siempre que sopla un viento repleto de fragancia, y cargado;
danzando a su ritmo, veloz, entre dos velocidades o pausado,
y cubierto con túnica de flores canta con aves entusiasmado».

Reina, Manuel Francisco.- Poesía andalusí. Madrid: Edaf, 2.007, pág. 485.
Ibn Jafawa de Alzira. Antología poética (ed., trad. e introd. de Mahmud Sobh, trad. valenciana de J. Piera). Valencia: Ayuntament Valencia, 1992.
Hayyayi, Hamdán. Vida y obra de ibn Jafawa, poeta andalusí. Madrid: Hiperión, 1.992.

Citado por el argelino al-Maqqari (1.591-1.634) en su "Nafh at-tib min ghusn al-Andalus ar-ratib" ("Exhalaciones de perfume de la rama tierna de al-Andalus"), será un magnífico paisajista, como podemos ver aquí:

«El jardín era un rostro de una blancura resplandeciente,
la umbría, una cabellera negra,
y el agua del arroyo una boca de hermosos dientes.
Fue allí donde la paloma nos regocijó una tarde
al dejarnos oír su dulce arrullo».

[Reina, Manuel Francisco.- Poesía andalusí. Madrid, Edaf, 2.007, pág. 489].

           • También tenemos que hablar de su sobrino ibn az-Zaqqaq

           • El valenciano Abu 'Abd Allah ibn Galib al-Rusafi, siguiendo los pasos de ibn Jafaya e ibn az-Zaqqaz, se convertirá en un gran poeta hedonista, neoclásico, arcaizante y culto, creador de nuevas imágenes y bonitas metáforas, de versos evocadores y sensoriales. Veámoslo:

«Muestra el jardín la herrumbre de la fuente
cuyas aguas compiten con la brisa;
y junto a la corriente alza su tronco
un pino que penetra en sus entrañas.
Parecen, él y sus raíces,
por donde el agua se derrama en ondas,
una sierpe enroscada con sus crías».

[Reina, Manuel Francisco.- Poesía andalusí. Madrid, Edaf, 2.007, pp. 396-397].

Recordemos la "Elegía valenciana", en la que nos describe su tierra de nacimiento como un hermoso vergel:

...No hay otra tierra como esta, llena de almizcle,
donde el céfiro colma sus odres de perfume; llena de plantas, cuyas flores son plata y oro
en las mejillas de la tierra,
y riachuelos, taraceas de la Vía Láctea,
que cubren sus orillas de entretejidas flores.
Bella como la mejor de una vida que fue dulce;
alegre como lo más hermoso
de una juventud que ya pasó.
Dicen: El paraíso nos describes.
-¿Y cómo podrá ser el paraíso
en otro mundo? -les contesto.
Valencia es esa esmeralda
por donde corre un río de perlas.
Es una novia cuya belleza
Dios ha creado para darle luego
la juventud eterna.
En Valencia es constante el fulgor de la mañana,
pues el sol juega con el mar y la Albufera.
Los soplos de los vientos apedrean
a las estrellas con sus flores
y por temor ningún demonio se acerca a ella.
Aunque la mano de la separación
haya extendido entre nosotros
distancias que el viajero tarda un mes
en recorrer, Valencia sigue siendo
la perla blanca que me alumbra
por donde quiera que vaya,
¿quién por su brillo se asemeja más a la luna?..."

[Reina, Manuel Francisco.- Poesía andalusí. Madrid, Edaf, 2.007, pp. 415-416].

           • Ibn Yubayr, valenciano también,

           • El turolense Muhammad ibn 'Abd ar-Rahman al-Kutandi, poeta libertino, desvergonzado y vividor

           • Abu Ya'far ibn Said, el enamorado de la poetisa Hafsa.

           • Ibn Nizar de Guadix.

           • Ibn Zamrak, el poeta de la Alhambra, puesto que en diversas salas y pabellones del palacio están poemas suyos, como aquel que dice:

«Jardín yo soy que la belleza adorna:
Sabrás mi ser si mi hermosura miras.
Por Muhammad, mi rey, a par me pongo
de lo más noble que será o ha sido.
Obra sublime, la Fortuna quiere
que a todo monumento sobrepase.

¡Cuanto recreo aquí para los ojos!
Sus anhelos el noble aquí renueva...
Jamás vimos alcázar más excelso,
de contornos más claros y espaciosos.
Jamás vimos jardín más floreciente,
de cosecha más dulce y más aroma
».

[Cfr.: Elía, Ricardo H. S..- "Jardines, agronomía y botánica", in www.islamoriente.com.]

      ► LA TARDIYYAT (o descripción cinegética).

En este género destacó el clásico Abu Nuwas, como podemos observar en este poema de ‘Abbas ibn Firnas (m. 887), que nos servirá también de ejemplo:

«Me levanté a la amanecida, cuaundo la noche se apelotona de tinieblas
y la aurora se esconde en los pliegues de su manto negro.
Fui con el (perro) de las orejas colgantes, adiestrado y ya conocedor;
El que parece tener su boca mellada,
El que es esbelto cuando se estira, bello cuando se encoge,
Como la letra árabe lam;

Nos sorprendió un conejo detrás de un arbusto
Y el perro saltó sobre él como sacre vigoroso;
Cuando iba uno detrás de otro,
No había entre ellos sino la distancia de un paso;
Sus giros son tan rápidos que no lo imaginarías:
Es como si se curvase con la flexibilidad de un cálamo».

      ► LA JAMRIYYAT (خمريات , o elogio del vino), casida con tema báquico.

Ya presente en al-Walid ibn Yazid, al-Hiri, al-Darimi, Obadel, ibn al-Achaas, Niassib, etc., destacando fundamentalmente Abū Nuwās al-Hasan Ibn Hāni' al-Hakamī (747-815 d.n.e.), del que XXX señala:

«que vivió gran parte de su vida en la Bagdad del siglo VIII d. C., poeta ya celebrado en vida y cuya popularidad y reconocimiento han sobrevivido al paso de los siglos, pero también personaje legendario de 'Las mil y una noches', bufón de la corte de Harun al-Rashid, entrañable libertino, hedonista y subversivo. En su universo báquico, cargado de metáforas, personificaciones y juegos de palabras, se entremezclan armoniosamente copas, tazones y cálices; coperos, gacelas y comensales; tabernas, conventos y jardines; califas, imanes y diablos; árabes beduinos y persas urbanos; cristianos y judíos; vírgenes veladas, hijas de la vid, escondidas en ánforas selladas y custodiadas por el comerciante, padre celoso que sólo la entregará a quien le ofrezca la mejor dote; campamentos en ruinas y vida cortesana; perfume de manzana, de almizcle y de arrayán. Un universo construido desde y para el vino, principio y fin de una obra que explora con palabras y desde el placer todas las posibilidades de un néctar nada divinizado, sino más bien cargado con todos los adjetivos de la humanidad».
[Gil, Anna. "Entre el delito y el deleite: la traducción del universo báquico de Abu Nuwás", in Quaderns: Revista de traducció, 16 (2009), pág. 266].
Dice Anna Gil que este autor y sus continuadores basarán sus referencias al vino en todo lo que le sugieren los cinco sentidos al respecto:

VISTA. El vino de Abu Nuwás es ante todo luz: candil que alumbra el rostro del amado, relámpago en la noche oscura, fuego ardiente que calienta las manos de quien lo sostiene, alba que avanza en su viaje nocturno, sol que surge de la copa para ponerse en la boca del bebedor, astro luminoso que gira entre los comensales o, desatendiendo toda ley cósmica, alrededor de la luna-copero; lumbre que conforta a los amigos durante las largas noches de invierno y que guía las caravanas que perdieron su camino; luz cegadora que hiere los ojos de quien lo mira.

OLFATO. El perfume del vino es comparado a menudo con el aroma del almizcle o de la manzana —manzana del Líbano, manzana fresca, manzana líquida. Cual frasco de perfume, el vino exhala un olor sólo comparable al de aliento del amado o al del jardín en flor donde los amigos beben. Su fragancia puede ser tan embriagadora como el propio vino.

TACTO. El vino, dentro de la copa, quema con su luz los dedos del bebedor o, al ser transportado por el copero, tiñe de rojo las manos de éste, como si estuvieran decoradas con henna o cubiertas de sangre. Pero el vino tiene también un tacto suave como la seda, o rugoso, si la copa está tallada o el cáliz esculpido con figuras de guerreros persas.

OÍDO. El vino de Abu Nuwás tiene además la particularidad de hablar. En la intimidad de la noche, cuando los otros bebedores yacen abatidos por la ebriedad, el vino susurra secretos al bebedor, canturrea como una virgen en su gineceo o añejo cuenta las historias más antiguas del mundo. GUSTO. (...) En aquella época la bebida que se obtenía de la fermentación de la uva era un líquido espeso y bastante amargo que para ser consumido debía ser mezclado con agua. En Abu Nuwás, la unión del agua con el vino dará pie a toda una simbología poética en la que el agua (en árabe, palabra masculina) simboliza al hombre y el vino (en árabe, palabra femenina) la mujer. Así pues, no debe parecernos extraño que el sabor del vino nos sea presentado a menudo como «picante como la pimienta», o tan amargo «que hace arrugar la nariz».
[Gil, Anna. "Entre el delito y el deleite: la traducción del universo báquico de Abu Nuwás", in Quaderns: Revista de traducció, 16 (2009), pp. 267-268].

Entorno a estos poemas surgirá un grupo escénico conformado por los comensales, entre los que el narrador-observador de la escena es el poeta, y un comensal en concreto es objeto de deseo, o el copero (por su sensualidad, siendo servidor de otras placeres a la vez, describiéndolo como gacela de mirada seductora o rama contoneándose). El espacio, diverso en origen, irá trasladándose a los bellos jardines de Al-Andalus. Sus versos fueron muy imitados, como vemos en estos de Abu Miḥŷān (m.637):

«Cuando muera sepultadme al pie de una vid para que sus raíces rieguen mis huesos bajo tierra.
No me sepultéis en un erial; me asusta pensar que, muerto, ya no podré saborear el vino.
¡Ojalá el vino color de azafrán riegue a su prisionero, aquel que lo bebió toda la vida!
¡Por la mañana, al despuntar la aurora; al mediodía y en el ocaso!».
O en este poema de al-Uhbi (m. 870):
«¡Vino claro como los ojos de un polluelo, recién nacido,
Que ha visto la luz entre tinajas!
Verás en su mezcla burbujas, como si alguien
Hubiese diseminado perlas sueltas;
Las copas en la noche, que es sombría,
Parecen estrellas que girasen en nuestras manos».
[Cfr. además: Mansour Monteil, Vicent. Abu Nuwas: le Vin, le Vent, la Vie. París: Simbad, 1979].

      ► El mazal (o poesía de proverbios o didáctica).

      ► La zuhdiyyāt (de carácter ascético, que lamenta la brevedad de los placeres).

Género en el que destacó Abū-l-‘Aṭāhiyya (748-825) y cuyos precedentes los encontramos en Farazdaq:

«Engendrad para la muerte. Construid para la destrucción. Todos pasaréis.
¡Ea,muerte! Veo que no tengo escapatoria.Cuando llegas no eres ni injusta ni parcial.
Te abalanzas sobre mi vejez del mismo modo que mi vejez se abalanzó sobre mi juventud».
Y que podemos ver en Ibn ‘Abd Rabbih:
«¿Acaso no es el mundo como los sueños de un durmiente
Y lo mejor de la vida es que no dura?
Tienes esperanzas, porque ayer te dio placeres,
Pero luego te los quita. ¿No eres como el que sueña?
La muerte es lo mismo para el que está presente como para el ausente
Y para el ignorante como para el sabio».




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PARA BIOGRAFÍAS Y TEXTOS.

Consúltese la web www.poetasandaluces.com de Ángeles Asensio.


PARA APRENDER VERSIFICACIÓN ÁRABE

Consútese el vídeo: كيف تتقن علم العروض...البحور الشعرية

Sobh, Mahmud.- Poética y métrica árabes. Aldebarán, 2012.






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